Si el medio más eficaz de transformar la sociedad en tiempo de Chaminade era la educación, la forma más eficiente de controlar dicha educación era actuar sobre las Escuelas Normales, que podríamos asimilar a las actuales escuelas de Magisterio. Así se habla de esta educación en cascada en los textos de nuestra tradición:

Por la formación de los maestros en las Escuelas Normales, la Iglesia de Francia podía tener en sus manos la formación de la mayor parte de los muchachos franceses […] el trabajo con los maestros es «uno de los medios más sencillos, más directos y más influyentes para contribuir a la regeneración de Francia» […] «Los doscientos maestros de escuela a los que usted va a predicar llevarán a sus doscientas parroquias ese espíritu de religión que habrán bebido en el retiro y, a su regreso, lo infundirán en sus alumnos. Cuando pienso en los excelentes efectos de esta empresa me conmuevo profundamente y bendigo al Señor por habérnosla inspirado» […] formar los nuevos maestros y reformar los antiguos […] «Por la reforma o renovación de los maestros, la obra conseguirá la reforma de la clase numerosa del pueblo, que es uno de los objetivos de la Compañía de María» […] “Formar los maestros significa formar una generación que cambiaría la mentalidad y las costumbres de Francia” […] «Estamos en un siglo en que se hace razonar, o más bien desvariar, hasta a los campesinos y criados. Es preciso que vuestros alumnos de las Escuelas Normales lleguen a ser pequeños lógicos, incluso un poco metafísicos; es preciso que conozcan las fuentes de las certezas humanas» (Pág. 79-80)

Este plan de transformación de la sociedad nos puede llevar a pensar, como Familia Marianista, cuál ha de ser nuestro plan hoy, para asistir a María en esta misión de la manera más eficiente posible y, leyendo algo más de nuestra tradición, vemos que, a la hora de hacer un plan, es necesario anteponer los intereses generales a los personales y poner en juego nuestros recursos haciendo apuestas fuertes:

Probablemente Guillermo José compartió con su hermano esa tarea de formación de seminaristas en el exilio. No se trataba de una formación meramente intelectual sino que llevaba consigo un plan pastoral adaptado a la realidad que les esperaba en Francia. Así se deduce de lo que en 1802 escribía el vicario de Burdeos a su nuevo arzobispo para informarle de los recursos humanos con que contaba:

«el joven Boyer (ordenado sacerdote en Zaragoza el 2 de agosto de 1800) ha obtenido de su obispo (Mons. de la Tour du Pin, arzobispo de Auch) y de los administradores de la diócesis de Burdeos el permiso para trabajar bajo la guía del Sr. Chaminade, que quiere crear una Sociedad de misioneros para evangelizar la diócesis» .

Esto hace suponer que Chaminade tenía en mente un plan de acción para recristianizar el país y que el arzobispo de Auch lo aprobaba, y, para llevarlo a cabo, anteponiendo los intereses generales a los locales, se desprendía de un elemento sumamente válido para su diócesis. (Pág. 28)

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