En una eucaristía, cuando las cosas funcionan, la gente está a gusto y quiere volver, percibimos que hay una serie de ingredientes comunes que se repiten y que son obvios: Hay un buen coro, fiel cada domingo, con un repertorio propio de canciones que van actualizando y que va siendo conocido por la comunidad; Hay un buen cura y es que, aunque sea políticamente incorrecto, el hecho de ser cura no implica ser una persona que transmita la Buena Noticia adecuadamente, o por el lenguaje, o por el tono, o por la mentalidad, o por la lucidez, o por la capacidad de adaptarse a la comunidad que asiste a la Eucaristía; Por último, hay un buen ambiente, antes, durante y después de la celebración, es decir que hay una comunidad que se alegra de encontrarse cada domingo y echa de menos este encuentro si, por lo que sea, no se produce.
Debemos dar importancia a estos tres aspectos y cuidar la forma en que los llevamos a cabo poniendo los medios necesarios para cambiar todo aquello que esté impidiendo que la Eucaristía sea el lugar de encuentro de la comunidad. La culpa no es de la falta de compromiso en los fieles que no asisten. Es, más bien, de la falta de fidelidad de los que asisten asiduamente, que no ponen atención a las formas en cada uno de estos aspectos.

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