Debemos aportar lo que somos y no un personaje que se disfraza de joven guay que cuestiona a la Iglesia. No hace falta fingir, todos conectamos con quienes se ponen delante nuestro con lo que son sin necesidad de descalificar o alabar a otros para gustar.
Los jóvenes buscan realidad y autenticidad en las personas y las organizaciones. Que haya diálogo, propósito, integridad, consistencia, espontaneidad. Como Familia Marianista podemos aportarles esto a cualquier edad.
Ignacio Otaño nos cuenta cómo enamorar con el espectáculo de los veteranos de distinta condición y realidad sin idealismos:
“Abriéndose a todas las sinceridades, la congregación multiplica los cristianos de hecho y quita a los débiles la excusa de un ideal por encima de sus fuerzas… Así, junto a los congregantes veteranos enamorados de su ideal, se encuentran candidatos y candidatas que, a los 18-20 años no han recibido todavía la primera comunión y son preparados por otros congregantes para recibirla. Los padres de familia ofrecen el espectáculo de hombres cuya vida ha sido siempre ejemplar, de fe firme, junto a otros que han vivido mucho tiempo lejos de la religión.” (Pág. 49)
Y de la misma manera, conquistar con el ejemplo de fraternidad:
«en Zaragoza los sacerdotes soportan juntos la separación; sus alegrías y sus tristezas, sus recursos o su penuria, todo lo tienen en común: una carta, una noticia llegada de Francia aflige o consuela a todos…; se les ve juntos en los paseos, en las ceremonias religiosas, y esta fraternidad sacerdotal conquista los corazones”. (Pág. 28)
Dentro de la nube de referentes que tenemos en nuestro mundo, debemos distinguir a aquellos que lo son, porque nos aman, de otros, que sólo buscan ser queridos y alabados o ganar dinero a nuestra costa. En la Familia Marianista tenemos la oportunidad de actuar, precisamente, como familia, por amor gratuito.
En este ser referentes, conocer el testimonio de fe de otro es también una experiencia de Dios, un encuentro con la trascendencia que nos hace crecer y nos interpela. En la medida en que nosotros, los mayores, tengamos experiencia de Dios, podremos ser referentes.

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