En el tema LGTB, se está desarrollando una corriente sumergida de Iglesia que funciona en guetos pero que es rechazada cuando pone sobre la mesa sus convicciones. Y, aunque para la Iglesia en España sea un tema rechazable y tabú, entre los jóvenes es ya algo normal y cotidiano. Sin embargo, mientras algunas congregaciones, como los jesuitas, van dando pasos de acercamiento en este campo, nosotros, marianistas, seguimos eludiendo la responsabilidad de tomar opciones arriesgadas en la línea del profetismo que no cabe esperar de otros sectores de la Iglesia.

En la misma línea de aportar luz en medio del mundo, debemos combinar apertura, claridad y firmeza en nuestras propuestas e ideas según el carisma marianista dentro de la Iglesia. Ser tibios para quedar bien con todos y evitar el error o el conflicto, no aporta absolútamente nada al mundo ni a la Iglesia. Ese es el reproche que sufrió la Iglesia de Laodicea.

Debemos dejarnos llevar más por el Espíritu y no encerrarlo. Ser capaces de cambiar los planes en un momento dado si percibimos que estamos llamados a algo más. No supeditar el Espíritu a nuestros planes o comodidad para conservar lo que nos hemos construido, si no al revés.

Y todo esto nos ha de llevar a un continuo mensaje de esperanza y liberación. Ese del que hablamos cada año en Navidad, pero que en realidad no anunciamos ni reflejamos. Otros grupos cristianos son más explícitos a la hora de anunciar que el Reino está cada vez más cerca. Los primeros discípulos lo sentían inminente y eso les daba un impulso evangelizador determinado que les llevó a vivir anticipadamente el Reino. Pero, a veces parece que nosotros ya estamos de vuelta de todo y tenemos claro que no veremos, en vida, los frutos del Reino. Solo los falsos profetas anunciaban una cosa y creían otra.

Comentarios

Deja una respuesta