El mejor acompañante en la fe de una persona es otra que le sea cercana, pero le lleve unos pasos de ventaja a la primera. Por eso, para acompañar a un joven, lo mejor sería contar con otro joven que haya vivido o esté viviendo experiencias intensas de fe y comunidad.
Pensando en los grupos de fe, no se puede dejar toda la responsabilidad a los jóvenes si no cuentan a su vez con referentes fuertes más mayores que ellos que marquen la línea y les acompañen, de lo contrario, el crecimiento de ese grupo, se dará en la dirección equivocada. Igual que al árbol recién plantado se le ponen unos postes al principio para que no se tuerza y coja fuerza, también el joven necesita puntos de apoyo adecuados que le orienten y acompañen.

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