Nos da miedo espantar a los jóvenes, por eso caemos en la tentación de rebajar el nivel de todo lo que hacemos o hacerlo todo libre o a su elección, para que los jóvenes lo acojan mejor. Pero, para enganchar a los chicos, lo importante no es que el contenido sea “light”, lo importante es que al acompañante le apasione lo que les cuenta y sea capaz de contagiar ese entusiasmo.
Hablando con grupos de jóvenes llegan a decir que prefieren reuniones más intensas, con más contenido, antes que estar hablando cada semana de cómo les ha ido el fin de semana. Si lo pensamos en clave de profesores, al final todo el mundo prefiere al que ama su asignatura, aunque sea el más exigente y el que dé más materia antes que al colega que nunca sabes de qué va a hablar y cuestiona la importancia del temario.
En la misma clave de apasionar en lo que hacemos, podemos fijarnos en cómo presentamos las actividades, la actitud y el interés que les ponemos, si ponemos vida o sólo leemos fichas. Esto es más exagerado cuando se trata de oraciones y celebraciones en que conviene dirigirlas de forma pausada y apasionada, sin sobreactuar, desde luego, pero para contagiar más que para dirigir.

Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.