A la hora de transmitir lo que hacemos, debemos evitar que se convierta en mandato lo que debería ser seducción, de lo contrario somos fariseos poniendo normas para el encuentro con Dios.

Vemos en el Evangelio que Jesús seduce porque enseña con autoridad y porque hay valores que en sí mismos atraen. Nosotros nos movemos en ese mismo terreno, pero lo hemos convertido todo en regla y lo vivimos como norma. Sin embargo, la entrega a los demás en la misión, los votos, la vida de oración o la vida en comunidad son cosas rompedoras y apasionantes que pueden seducir a cualquiera que nos vea apasionados por ello, en lugar de resignados, agobiados o desmotivados.

Comentarios

Deja una respuesta