Hemos confundido apertura con hacerlo todo voluntario y relegarlo al último lugar de la vida. De esta forma, en el colegio, al hacer las cosas de fe voluntarias o supeditarlas al resto de actividades, transmitimos un mensaje confuso. 

Pongo un ejemplo: en tiempo de exámenes y en muchas otras ocasiones, se suspenden o aplazan las actividades de fe como la catequesis. Ante esto ¿qué aprende el joven? que la fe es un complemento de la vida que va en función del resto de cosas y no el eje central que lo vertebra todo. Así sacamos al mundo cristianos que no viven desde la fe sino que se adornan con ella.

Esa superprotección a la que sometemos a los jóvenes, especialmente entorno a los exámenes, sólo hace que generarles más ansiedad. Sin embargo, en la vida, van a tener que afrontar momentos de mucho más estrés y dificultad que los exámenes de bachillerato. En todo caso, les habremos enseñado a que cuando viene el estrés, no hay que perder el tiempo en las cosas de la fe, con lo que nunca podrán acudir a Jesús cuando estén “cansados y agobiados” para que él sea su descanso porque no lo hicieron cuando tenían edad y un contexto seguro para vivir esto. Y, probablemente, tampoco habrán sacado más nota en selectividad por saltarse cuatro reuniones de catequesis.

Comentarios

Deja una respuesta