A veces las barreras no son entre generaciones sino entre grupos que trabajan con los jóvenes. A la hora de construir adecuadamente la comunidad Madeleine o comunidad de fe, hemos de cuidar la terminología que empleamos para no herir sensibilidades, pero, sobre todo, para no orientar mal las cosas. Por ejemplo, si hablamos de “proyecto pastoral de la comunidad de fe” probablemente estaremos proyectando sobre la comunidad de fe el proyecto pastoral del colegio, como si el colegio fuera el único ámbito de acción. En este ejemplo es mejor hablar de “Proyecto misionero de la comunidad de fe” al que el colegio aporta su “proyecto pastoral” de forma integrada y armonizada como una parte más dejando claro que la comunidad de fe no es una extensión del colegio.
Si nos fijamos en los encuentros que se pueden dar en la comunidad de fe, especialmente la Eucaristía, vemos que el atractivo de dichos encuentros, como mucho es para los mayores, aunque a veces ni a nosotros nos atraen. Vivimos en una sobreabundancia de propuestas y la forma natural de discriminar es dirigirse a aquella que más me atrae. Esto ya pasaba con los primeros congregantes y Chaminade instaba a que la asamblea fuera “atractiva, no aburrida” “en competencia con los teatros, bailes y espectáculos públicos, que empiezan a la misma hora”.
Hablando con los jóvenes, detectamos dos elementos clave que también lo son para los que no somos tan jóvenes: El uso de cantos significativos y las homilías claras y sintéticas. Es bien sabido que una canción nos gusta, no sólo por su calidad o su interpretación, sino por los sentimientos que mueve en nosotros al conectar con momentos importantes de nuestra vida, por eso, es importante usar canciones “que se sepan” que les hayan acompañado en momentos importantes que hayan disfrutado, aunque a nosotros nos aburran o nos digan menos. En cuanto a las homilías, es evidente que han de conectar con la persona que las recibe porque esa es su función: acercar la Palabra a los fieles. En cambio, si la hace más lejana, difusa y no entusiasma, traiciona su fin y se convierte en barrera para jóvenes y mayores. Por lo general, si se adapta a los jóvenes, los mayores también serán capaces de seguirla.

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