3. Fe y Espíritu

28 elementos disponibles

No continuar sin la fe | Encomendarse al Espíritu | Aprovechar los signos de los tiempos | Llenar el vacío | Asistir a María en su misión | Rezar por y participar en la actividad | Crear hábitos, dar herramientas

  • María – VR [11]

    María – VR [11]

    Reflexión sobre el rumbo de la Compañía de María y su misión en la actualidad. Se destaca la importancia de enfocarse en la esencia de la misión, especialmente en el acompañamiento de los jóvenes. Se resalta la necesidad de recuperar la belleza y la autenticidad en la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de María y… Ver contenido

  • María – Familia [7]

    María – Familia [7]

    Chaminade establece claramente el objetivo de la Familia Marianista: reavivar la fe en todas partes. La centralidad de María en este objetivo es esencial, como herramienta y modelo de devoción. Nos recuerda que la alianza con María implica reciprocidad y la imitación de sus virtudes. También nos exhorta a mantenernos firmes en la fe, recordando… Ver contenido

  • Espíritu – VR [6]

    Espíritu – VR [6]

    Ante la decadencia de la vida religiosa, recordemos que el fracaso humano de Jesús es salvador. Debemos entregarnos como el primer día para que Dios haga algo nuevo. Dejemos el protagonismo al Espíritu y mantengamos la fidelidad activa, recuperando la dimensión orante como referentes auténticos. Ver contenido

  • Signos – Familia [6]

    Signos – Familia [6]

    Chaminade nos insta a adaptarnos a los tiempos, manteniendo la fidelidad al objetivo. Aprendamos de su flexibilidad para cambiar los medios sin perder la esencia. La institución debe evolucionar según el presente, sin miedo a renovarse. Así, como la Mujer prometida en la victoria final, avancemos en humildad. Ver contenido

  • Espíritu – Familia [5]

    Espíritu – Familia [5]

    Debemos recordar que somos instrumentos de Dios, no protagonistas. Como Chaminade, confiemos en la presencia y centralidad del Espíritu Santo en nuestras acciones. Observemos las prácticas parroquiales exitosas que reconocen la acción del Espíritu y busquemos allanar los caminos para su acción, revisando nuestras estructuras para facilitar su obra sin imponer cargas. Pidamos el don… Ver contenido

  • Vacío – VR [4]

    Vacío – VR [4]

    Desde CONFER nos instan a detener la mundanización en la vida religiosa, donde algunos hermanos se alejan de Dios y se conforman con una vida sin pasión ni conexión espiritual. La oración puede ser constante, pero sin transformación interior. La falta de conexión con Dios afecta la belleza de la vida religiosa, un problema que… Ver contenido

  • Signos – Impacto [3]

    Signos – Impacto [3]

    Los retiros Effetá y la música de Hakuna son populares entre los jóvenes, pero ¿se convierten en meras experiencias emotivas? Los signos de los tiempos nos desafían a profundizar la fe y la comunidad. Además, grupos identitarios radicales ganan terreno entre los jóvenes, mientras la ambigüedad pierde relevancia. Ofrezcamos una identidad concreta y cerrada, dejando… Ver contenido

  • Signos – VR [3]

    Signos – VR [3]

    Los signos del tiempo nos urgen a reformar la vida religiosa. José Cristo Rey García Paredes compara la restauración de Notre Dame con la necesidad de restaurar la fe. La comunidad Madeleine podría ser clave en esta transformación hacia una nueva vida religiosa para los laicos. ¡Pongámonos en ‘modo peregrinación’ y transformemos nuestra fe! Ver contenido

  • Vacío – Impacto [3]

    Vacío – Impacto [3]

    Las actividades impactantes son fundamentales para dar sentido a la vida de los jóvenes. Necesitamos experiencias que conecten con su sed espiritual y ofrezcan el agua viva de Jesús. No se trata de turismo solidario, sino de generar encuentros auténticos desde nuestro carisma. Los retiros Effetá son un ejemplo, ofreciendo un regalo único que toca… Ver contenido

  • Implicación – Familia [2]

    Implicación – Familia [2]

    La dimensión orante en las parroquias se destaca como una buena práctica, incluyendo la recuperación del ministerio de intercesión. Se promueven espacios y tiempos para la oración personal y comunitaria, así como celebraciones integradas con acción de gracias, intercesión y envío. Se establecen ministerios de intercesión por aquellos que se inician en la fe. Se… Ver contenido

  • Hábitos – Escolar [2]

    Hábitos – Escolar [2]

    La cultura religiosa se adquiere a través de ritos, signos y hábitos que se enseñan desde la infancia. Es crucial establecer un lugar sagrado donde los jóvenes puedan encontrarse con Dios. El Encuentro con Jesús ha sido un paso positivo en esta dirección, pero debemos adaptarlo a cada etapa de la vida. La fe no… Ver contenido

  • Hábitos – VR [2]

    Hábitos – VR [2]

    Buscar un equilibrio entre la vida religiosa y el mundo actual. Reflejar la belleza del Evangelio en nuestra forma de vida para inspirar a los jóvenes. No solo rezar, sino también servir y encontrar lo sagrado en cada contexto. Ser verdaderos signos de la presencia de Dios en el mundo. Ver contenido

  • Vacío – Creación [2]

    Vacío – Creación [2]

    Cuando acompañamos a jóvenes en la formación de una comunidad, debemos recordar que el objetivo principal es que encuentren a Dios, no simplemente que formen parte de un grupo específico como fraternos o CEMI. Nuestro carisma debe abrirles la puerta hacia su propio encuentro con Jesús. La importancia de la comunidad en la vida plena… Ver contenido

  • Espíritu – Iniciación [1]

    Espíritu – Iniciación [1]

    Al acompañar una comunidad incipiente, confiemos en el Espíritu para inspirar nuestras palabras y escuchar las necesidades de cada uno. No podemos prever su impacto ni las necesidades individuales. Como en Pentecostés, dejemos que el Espíritu hable a través de nosotros, ofreciendo la orientación necesaria para cada paso del camino. Ver contenido

  • María – Escolar [1]

    María – Escolar [1]

    Como marianistas, debemos reflexionar sobre cómo realmente damos a conocer a María. Es crucial recuperar el sentido original de nuestras iniciativas pastorales y corregir cualquier desviación en lugar de defenderlas como tradiciones que nos identifican. El medio no puede ser el fin en sí mismo. Necesitamos asegurarnos de que nuestras iniciativas pastorales reflejen verdaderamente la… Ver contenido

  • Signos – Madeleine [1]

    Signos – Madeleine [1]

    La comunidad Madeleine brinda un espacio seguro para compartir la fe con otros. Sentirse parte de algo más grande valida nuestra respuesta a la llamada. Todos necesitamos pertenecer a una tribu, encontrar referentes y lugares donde sentirnos aceptados para madurar y desarrollar nuestro propio criterio. Ver contenido

  • Fe – Escolar [1]

    Fe – Escolar [1]

    En la pastoral académica, es crucial no solo ofrecer actividades intelectuales o litúrgicas de calidad, sino crear un ambiente propicio para vivir la fe. Si los estudiantes no experimentan la fe y la comunidad en su día a día, es poco probable que la busquen después. Debemos replantear nuestras estrategias para ser más explícitos en… Ver contenido

  • Implicación – Escolar [1]

    Implicación – Escolar [1]

    La presencia de acompañantes sensibles a la fe es crucial en colegios marianistas, pero muchos empleados no comparten esta sensibilidad. Los laicos comprometidos pueden suplir esta carencia, ofreciendo apoyo y testimonio en diversas actividades escolares. Esto enriquece la experiencia del alumno y devuelve el protagonismo a los laicos en la misión de propagar la fe… Ver contenido

  • Fe – Impacto [1]

    Fe – Impacto [1]

    En nuestras actividades de impacto, es crucial enfocarnos en el encuentro con Jesús, no solo en palabras o doctrinas. La experiencia de fe en la oración, el servicio al necesitado y la comunidad como espacio de crecimiento deben ser evidentes. Ya no podemos confiar en la evangelización implícita; es tiempo de ser explícitos en el… Ver contenido

  • Signos – Creación [1]

    Signos – Creación [1]

    Hakuna ha sido un ejemplo de estar al acecho de la Providencia, creando tendencia en la música católica. Chaminade, como San Ignacio, nos enseña a usar los medios para la santificación y la salvación de las almas, sin rechazar nada que pueda ser designio de la Providencia. Ver contenido

  • Implicación – Impacto [1]

    Implicación – Impacto [1]

    A menudo nos sentimos incapaces o sin tiempo para participar en actividades especiales de la iglesia, como retiros o peregrinaciones. Sin embargo, subestimamos el poder de la oración de intercesión. Al cambiar nuestra mentalidad y comprometernos sinceramente en la oración comunitaria por quienes participan en estas actividades, podemos ver resultados sorprendentes. La oración no es… Ver contenido

  • Fe – Creación [1]

    Fe – Creación [1]

    La creación de una comunidad a menudo comienza con el deseo de mantener la amistad, pero rara vez con un enfoque claro en buscar a Dios juntos. Mientras las amistades están sujetas a las circunstancias de la vida, una comunidad centrada en la búsqueda de Dios siempre tendrá nuevas metas. Apelar a la experiencia de… Ver contenido

  • Fe – Iniciación [1]

    Fe – Iniciación [1]

    La misión no debe anteponerse a la vivencia de la fe en comunidad. Muchas veces, el servicio absorbe tanto tiempo que descuidamos nuestra vida comunitaria. No somos una ONG; la misión sin fe y sin el respaldo de la comunidad es un voluntariado egoísta. Necesitamos integrar la misión como parte de nuestra vida cristiana, no… Ver contenido

  • Vacío – Escolar [1]

    Vacío – Escolar [1]

    Es fundamental reconectar las actividades de voluntariado con la experiencia de fe y no separarlas de la pastoral. No podemos ofrecer vivencias vacías a los jóvenes ni desligar el servicio al prójimo de la comprensión del mundo y lo trascendente. La educación integral implica integrar la dimensión misionera en el voluntariado, para que los jóvenes… Ver contenido

  • Espíritu – Madeleine [1]

    Espíritu – Madeleine [1]

    Al entrar en una comunidad establecida, la primera impresión puede ser de postureo, pero al conocer a la gente y escuchar sus pensamientos, se percibe la acción del Espíritu. La diversidad en la gran comunidad elimina prejuicios y barreras, permitiendo invocar al Espíritu juntos en cada encuentro de fe. Ver contenido

  • Espíritu – Impacto [1]

    Espíritu – Impacto [1]

    Al preparar actividades especiales, evitemos poner nuestro ego en el centro y recordemos que todo viene de Dios. Somos meros administradores de sus dones y debemos confiar en el Espíritu en todo momento. No caigamos en la tentación de la apropiación, ya que sin Dios nada tiene sentido y debemos dar testimonio de su obra,… Ver contenido

  • Vacío – Familia [1]

    Vacío – Familia [1]

    Chaminade identifica la ‘herejía de su tiempo’ y la contrarresta confiando en María. Esta herencia es relevante hoy. Su lucha contra la indiferencia religiosa y la Revolución refleja los desafíos modernos. Como él, debemos emprender nuevos combates por el reino de Dios a través de María. Ver contenido

  • Hábitos – Impacto [0]

    Hábitos – Impacto [0]

    En nuestras actividades especiales, rescatemos lo sagrado, marcando signos y tiempos de encuentro con Dios, aunque algunos jóvenes parezcan no estar preparados para ello. Es crucial proporcionar herramientas para un encuentro profundo con Dios, incluso si esto implica desafiar las expectativas. Ver contenido

  • Las obras ya están funcionando sin nosotros, falta que nos demos cuenta y nos volquemos en cuidar y acompañar a los jóvenes que aún tienen contacto con nosotros, más que dispersarnos para mantener todo a flote un año más.

    Recordemos, una vez más, el fin de la Compañía de María, pero, en este caso, recogido en unos estatutos escritos por Dariés en 1792 que manejaban con los profesores de Mussidan.

    «El fin de la Compañía de María es llevar a los hombres a la virtud: 1º Por medio del culto a la Santísima Virgen; 2º por medio de la educación de la juventud; 3º por la predicación del evangelio».(Pág. 9)

    Y, avanzando hasta 1975, seguimos en un momento de fuerte crisis en Francia donde perciben que hay que volver a lo esencial, a la fuerza misionera de los primeros cristianos. En ese contexto, dice el obispo de Luçon:

    «No tenían templos y en todas partes tenían altares… Todos los lugares se convertirán en altares si nosotros merecemos que Dios se digne bendecir nuestro celo. Encontraremos también Zaqueos y Cornelios que nos recibirán en sus casas. Reproduzcamos las virtudes de los hombres apostólicos y obtendremos el mismo éxito, conseguiremos cambiar la faz de la tierra». Se produce una especie de purificación, y los pastores van a lo esencial de su misión, dejando de lado cuestiones secundarias. Dice todavía el obispo de Luçon: «El bien de la religión exige que nosotros nos comportemos en todo como los misioneros que trabajan en países de infieles…, no tomando parte en asuntos temporales, respetando la autoridad que manda y no ocupándonos más que de establecer el reino de Jesucristo, que no es de este mundo». (Pág. 22)

    Sin embargo, la sensación es de dispersión, nos desintegramos por querer estar en varias cosas a la vez, tanto los acompañantes como los acompañados. Decimos que los jóvenes ya no se vinculan con nada porque tienen infinidad de actividades y grupos, pero ¿qué hacemos nosotros? “Quien mucho abarca poco aprieta” dice el refranero. ¿No sería mejor hacer poco y bien que mucho y mal?

    Estamos cansados, desbordados, superados por la realidad y nos auto convencemos de que la solución es estirarnos hasta morir para no dejar caer nada, pero al morir las cosas también caerán aunque ya no nos sintamos culpables porque no lo veamos.

    Parece que seguimos buscando restablecer el éxito pasado, pero un aumento de vocaciones no tiene por qué redundar en bien para nosotros o para la Iglesia. Si esperamos a volver a tener religiosos profesores llenando las aulas, tenemos que esperar bastantes años y ser bastante ilusos. El objetivo no es reponerse, sino entregarse.

    No trabajamos por mantener la congregación a flote si no por dar la vida para construir el reino. Y, mientras, nos “entretenemos” en acciones concretas, como se entretenía Jesús en la vida pública, a la espera del momento de llegar al calvario, morir y resucitar. No podemos eliminar esta parte y quedarnos sólo con los éxitos de Jesús. María estuvo también al pie de la cruz, contemos con nuestra madre para no temer a esos momentos de sufrimiento extremo y de final.

    En este sentido, no podemos abandonar a los jóvenes por miedo a desanimar a los hermanos mayores que se sienten desplazados y no válidos para esta tarea y que se resisten a mirar de frente la cruz del final del camino. Tenemos una misión que cumplir que no es repartir nuestro aceite con los que ya no lo tienen, sino alumbrar el camino a los jóvenes que han de entrar al banquete.

    Hemos de recuperar la belleza con la que nació la vida religiosa y que se ha perdido por las rutinas y normas vacías, porque aunque escuchemos que “siempre se ha hecho así” si lo pensamos, al principio, no fue así. La belleza no la da el hecho de que todo sea fácil, ni la juventud de las personas. La belleza, en nuestro caso, nos la da María, y el hecho de hacer lo que Jesús nos diga. Cuando comienza el proyecto de Chaminade, las cosas no eran fáciles, pero eran bellas, porque eran de Dios y no de los hombres.

    Siguiendo con palabras de José Cristo Rey García Paredes sobre la belleza, debemos hacer del cambio un sueño y conseguir despegarnos del pasado, somos peregrinos, estamos en la peregrinación de la belleza, podemos tener la experiencia de Abraham que deja su casa, despegarse de lo anterior y peregrinar y refundar de nuevo la comunidad, que surja como algo nuevo, como una nueva morada.

    Lo bello, que además es el objeto de nuestro carisma, es encarnar la Palabra, traer a Jesús al mundo. La mística es contemplar lo invisible y hacerlo visible. Jesús hizo humana, visible y palpable la belleza de Dios Padre.

  • El objetivo de Chaminade para la Familia Marianista es claro: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe”.

    «Para poner un dique fuerte al torrente del mal, el cielo me inspiró a comienzos de este siglo solicitar de la Santa Sede el nombramiento de Misionero apostólico, con el fin de reavivar o de volver a encender en todas partes la llama divina de la fe, presentando por todos lados ante el mundo asombrado grandes cantidades de cristianos católicos de toda edad, sexo y condición, que, reunidos en asociaciones especiales, practicasen sin vanidad y sin respeto humano nuestra santa religión, con toda la pureza de sus dogmas y de su moral. Imbuido de esta idea, y urgido además por dignos prelados, deposité mi alma entera en una humilde súplica a los pies de nuestro Santo Padre el Papa Pío VII, quien se dignó escuchar favorablemente mi petición y me concedió las más amplias facultades por un decreto del 20 de marzo de 1801. Desde entonces, Santísimo Padre, se han ido formando en varias ciudades de Francia fervorosas congregaciones, unas de varones y otras de mujeres; la religión tuvo la dicha de contar con un número bastante grande de ellas en poco tiempo, y se hizo mucho bien…» (Pág. 30)

    Y, en este objetivo, la centralidad de María no es opcional ni accesoria, fácilmente la encontramos en los textos de nuestro carisma como herramienta para un fin, o como aquella bajo cuyas órdenes debemos ponernos. Concretamente habla así de la piedad filial y de la consagración a María:

    «El genus proximum es ser una sociedad de cristianos católicos, libres, esparcidos en la sociedad, de toda edad, de todo sexo, de todo estado, etc.; la differentia prima es el ejercicio habitual de la devoción a la Santísima Virgen para tender al último fin de toda asociación cristiana» […] de la consagración a María «derivan y son consecuencia todas las reglas, todas las prácticas ofrecidas en esta asociación, todos sus deberes generales y particulares, el mismo espíritu de proselitismo que tiene la congregación». (Pág. 46)

    Y en otro punto habla de Imitar las virtudes de María y de ser formados por ella como lo fue Jesús:

    “María no se limita a conservar y mantener en nosotros la vida de la gracia que por Ella hemos recibido de Jesucristo: al mismo tiempo, Ella trabaja por hacernos llegar a ser conformes al divino modelo”. La alianza con María supone una reciprocidad. Por eso, lo que María hace por el congregante encuentra en éste una actitud receptiva y un deseo de corresponder contribuyendo activa y gozosamente a la obra de María en él […] «la obligación más fuerte que se contrae por esta amable filiación es la de imitar las virtudes de las que María ha dado ejemplo al mundo» (Pág. 47)

    También nos recuerda que María es nuestro apoyo en el desaliento, a través de la consagración particular que realizamos. Nos dice: “Si estáis tentados de desaliento recordad que estáis especialmente consagrados a María” (Pág. 72)

    Además, con lo que dice a los religiosos sobre el voto de estabilidad, queda claro que no quiere caer en la devoción ni en el activismo vacíos. Continúa así Ignacio Otaño:

    Con el voto de estabilidad queremos expresar nuestra voluntad de ser activos misioneros de María: […] nos hemos comprometido por un voto especial, el de estabilidad, a secundarla con todas nuestras fuerzas, hasta el final de nuestra vida, en su noble lucha contra el infierno […] volar adonde Ella nos llame, para extender su culto y por él, el reino de Dios en las almas […] el voto de enseñanza y el de estabilidad son complementarios e interdependientes: el hecho de constituirse «soldados» y «ministros» de María, por el voto de estabilidad, lleva a emplear todos los medios para el bien del prójimo, la formación en la fe y la «reforma de las costumbres», a que consagra el voto de enseñanza […] No se pueden separar espiritualidad y praxis, motivación y acción, espíritu y vida. Es la garantía para no caer en una devoción sin proyección en la vida o en un activismo sin alma. (Pág. 86-87)

    Con todo esto, podemos afirmar que estamos llamados a ser misioneros activos, porque, no es lo mismo la pertenencia a un movimiento que la militancia. Por eso, al decir que estamos en la comunidad para ser misioneros activos de María, debemos asumir una actitud militante, no pasiva.

    Y dentro de la misión, sabemos que, en la Madeleine, los jóvenes eran la misión principal de los mayores y su razón de ser en la comunidad. Toda la estructura de la comunidad busca cuidar el crecimiento y maduración espiritual de estos, por el objetivo principal con el que comenzábamos: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe” y Chaminade sabe bien que es la comunidad la que educa en la fe.

  • Ante la actual situación de decadencia de la vida religiosa, debemos recordar que el fracaso humano de Jesús es salvador, porque entrega la vida en fidelidad a Dios y servicio a los hombres. Tal vez esto es lo que ha de hacer la vida religiosa: Entregarlo todo como el primer día para que Dios pueda hacer algo nuevo, una nueva vida que superará nuestras expectativas. No hagamos como los discípulos de Jesús que lo abandonan porque no cumplía sus expectativas. Y no pensemos que abandonar es sólo salirse de la Compañía de María, también está el abandono interior del que se dice: “fuera no tengo nada, no soy capaz de valerme por mí mismo, me quedo y que me mantengan”. Por desgracia, hay gente que se ha salido de esta manera haciendo un flaco favor a la Familia Marianista.

    Debemos dejar el protagonismo al Espíritu, es él quien quiere hacer algo con ayuda nuestra, no nosotros los que debemos de hacer algo con ayuda del Espíritu Santo. De la misma manera, no podemos esperar que sea el Espíritu el que se acomode a mis tiempos y necesidades. Debemos vivir los acontecimientos desde la fe, con paciencia y paz, sin prisa. El Señor no retrasa su promesa sino que tiene paciencia con nosotros.

    Y en esa espera paciente, debemos mantener la fidelidad activa a pesar de los resultados. El pueblo de Israel nunca perdió la esperanza a pesar de que nunca le fue bien. 

    Finalmente, hemos de recuperar la dimensión orante de la vida religiosa y ser referentes en esto. Lo intelectual se nos ha comido el terreno y ahora los jóvenes no buscan en nosotros la fe sino la argumentación para cuestionar aspectos de la moral de la Iglesia. Debemos ser testigos de una vida de oración auténtica. Si nosotros no damos importancia a la oración personal y comunitaria, no se la van a dar los laicos, jóvenes o mayores, ni van a acudir a nosotros para rezar, irán con otros que tengan mejores referencias en este campo.

  • Debemos ser radicalmente fieles a nuestro carisma, y eso implica una escucha activa al mundo, a los signos de los tiempos, para adaptarnos y hablar desde la realidad en la que nos enmarcamos en cada época, como lo hacía Chaminade, aprovechando lo bueno de cada circunstancia sin cambiar el objetivo, pero sí la ruta. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño hablando de cómo Chaminade recogía las bondades de la Revolución Francesa en su deseo de obtener la Libertad, Igualdad y Fraternidad:

    «Las ideas y las costumbres de este tiempo, en que todavía se veía la palabra igualdad escrita en todas las paredes, permitían ese acercamiento que, por otra parte, no tenía nada contrario al espíritu del cristianismo. Se inculcaba entre los congregantes el apoyo mutuo, los ricos ayudando a los pobres, los grandes protegiendo a los pequeños. Así el P. Chaminade gozaba viendo en estos fervientes estudiantes una imagen de la Iglesia primitiva…» (Pág. 46)

    Lo que nos impide seguir los signos de los tiempos es el miedo al cambio. Con el paso de los años, convertimos los medios en fines y nos da miedo que un cambio lo eche todo a perder o acelere nuestra extinción. Por eso, debemos hacernos indiferentes a los medios con indiferencia ignaciana y, como decía Ignacio, “No temer ni el morir ni el vivir”. Vivir con ese grado de libertad es el que nos permite recorrer los caminos nuevos que el Espíritu abre frente a nosotros en cada tiempo.

    Chaminade se enfrentó muchas veces a esa necesaria adaptación, siempre fiel al objetivo, dispuesto a modificar los medios tantas veces como fuera necesario. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    “Formar apóstoles, ése era su destino; ésa fue desde la vuelta del exilio su preocupación dominante. Y su objetivo inmediato – como el de otros, que Simler nombra, en toda Francia – era la juventud. Desde el principio, circunstancias inesperadas pondrán a prueba su capacidad de adaptación a situaciones nuevas sin perder su confianza en la continuidad de los planes de Dios, que muchas veces se confirman cuando, para dejarles espacio, se está dispuesto a modificar los propios. La conjunción de las necesidades reales y la vocación de las personas constituye a menudo una llamada a trastocar, parcial o totalmente, lo que se tenía proyectado. Se debe una esencial fidelidad dinámica a la inspiración primera, constantemente modelada por los acontecimientos o, en lenguaje conciliar, signos de los tiempos” (Pág. 33)

    Y más adelante encontramos otra cita en la misma línea de encontrar una forma nueva de alcanzar el mismo objetivo donde habla de medios y claves concretas que nos pueden resonar también hoy:

    «El cristianismo primitivo no hacía ninguna acepción de personas: las primitivas comunidades cristianas se abrían a todos sin consideración de clases; había que conseguir, con un poco de tacto, el mismo resultado en las congregaciones del siglo XIX» […] «Cada uno estaría próximo a sus semejantes sin aislarse del conjunto» […] Según el P. Chaminade, las nuevas congregaciones tienen que diferir necesariamente de las antiguas porque estamos en tiempos nuevos: «¿Qué hombre sensato – dice Chaminade – no ve que las palancas que movían el mundo moral necesitan hoy de otros puntos de apoyo?». En concreto, señala cinco puntos de diferencia: 1º) La unión de los diversos estados de vida, «que nos recuerda la unión de los primeros cristianos». 2º) Las asambleas públicas, en las cuales se procura enseñar la religión de modo interesante, que sea provechoso para los que escuchan y para los que hablan. 3º) El espíritu de celo y de propaganda. «Cada Director es un misionero permanente, cada congregación una misión perpetua». 4º) El sector de los postulantes: «reuniones de adolescentes que se acoge en el momento en que quedarían sin ninguna ayuda, expuestos a todos los peligros del mundo». Resultan provechosas «no sólo para los muchachos sino también para los jóvenes congregantes que los forman» 5º) Las nuevas congregaciones no son sólo asociaciones «en honor de la Santísima Virgen: es una santa milicia que avanza en el nombre de María y que entiende combatir las potencias infernales bajo la guía y por obediencia a Aquella que debe aplastar la cabeza de la serpiente…» (Pág. 36)

    Y esa adaptación no es sólo personal o de los proyectos, también hay que adecuar las instituciones al tiempo y lugar presente como sigue diciendo:

    “Hace falta una Institución nueva adecuada a los tiempos, a los lugares, a las circunstancias; no tiene necesidad de todo lo que existía en las antiguas costumbres de los Institutos antiguos. El Espíritu de Dios no cambia en todo esto; pero manifiesta que su influencia es universal y que podrá llegar a todos los hombres, a pesar de la diversidad de los espíritus y de las costumbres de los diferentes tiempos…» (Pág. 67) Sería difícil, sería inoportuno hacer renacer esas instituciones con las mismas formas que antes de la Revolución. Pero ninguna forma es esencial a la vida religiosa. Se puede ser religioso con una apariencia seglar. Los malos albergarán menos desconfianza; les será más difícil poner obstáculos; el mundo y la Iglesia quedarán edificados. Hagamos pues una asociación religiosa por la emisión de los tres votos de religión, pero sin nombre, sin hábito, sin existencia civil, en la medida que se pueda: ‘Nova bella elegit Dominus’. Y pongamos todo bajo la protección de María Inmaculada, a quien su divino Hijo ha reservado las últimas victorias sobre el infierno: ‘Et ipsa conteret caput tuum?. Seamos, hijo mío, dijo finalmente con un entusiasmo que no le era habitual, seamos en nuestra humildad el talón de la Mujer» (Pág. 69-70)

  • Ponerse en manos de Dios y confiar todo al Espíritu es un ejercicio de humildad necesario. Decía un hermano en una comunidad que le gusta recordarse a sí mismo que “él sólo es el burro sobre el que va montado Jesús al entrar a Jerusalén”. No podemos suplantar a Dios en aquello que hacemos. También Juan el Bautista nos lo recuerda al referirse a Jesús.

    Conforme vamos acumulando éxitos en nuestras acciones, se nos puede ir olvidando que es Dios el protagonista y quien nos ha concedido la gracia necesaria para obtener dichos frutos. En la medida en que nos separemos de él o nos pongamos en su lugar, los frutos irán desapareciendo o haciéndose malos.

    Chaminade podría haber caído en esta apropiación y, sin embargo, conservamos escritos en los que manifiesta la presencia y centralidad del Espíritu. Lo vemos en el siguiente fragmento:

    «La Compañía de María es una de las obras de la Iglesia en que reside el Espíritu de Dios; si el Espíritu de Dios no está en mí personalmente, a causa de mi indignidad, sí está en mí como Superior de una Compañía aceptada en la Iglesia, por sus obispos, el mismo Sumo Pontífice, su Nuncio apostólico; incluso aunque sus Constituciones no hayan sido aprobadas todavía por la Iglesia.» (Pág. 31)

    Del documento “57 Buenas prácticas en parroquias” en el que colaboró la Fundación SM analizando más de 200 comunidades parroquiales de España, observando experiencias de éxito, voy a entresacar algunas referencias al misterio de la fe y la centralidad del Espíritu que consideran en las parroquias y que nosotros podemos trasladar al ámbito de la Familia Marianista:

    1. La parroquia incorpora elementos de evaluación, confiando en la acción del Espíritu Santo. Para ello, cuenta con criterios nuevos, además de contar los usuarios de los sacramentos.
    2. El sacerdote y/o religioso, más el equipo de evangelización, viven una experiencia del Espíritu Santo (Pentecostés) que impulsa el cambio de mentalidad para evangelizar.
    3. La parroquia es consciente que la evangelización es obra del Espíritu Santo. Por ello, impulsa la oración, en la forma de invocación al Espíritu.
    4. La parroquia ha programado tiempos y espacios adecuados para la Adoración eucarística y ha institucionalizado este ministerio.
    5. La Celebración de la Eucaristía es el culmen y fuente de toda la misión evangelizadora, y ninguna actividad/reunión coincide con ella.

    Si antes mencionábamos a Juan el Bautista por su humildad a la hora de reconocerse al servicio de Jesús, ahora podemos hablar de su tarea, y la nuestra, de allanar los caminos, las estructuras y organismos que nos hemos ido construyendo y que vemos como muchas veces son un estorbo para la acción del Espíritu. La estructura no es la que convierte, es el Espíritu, por eso, en las ramas hemos de revisar cómo son nuestras estructuras y procesos para facilitar y no bloquear la acción del Espíritu y no colocar pesadas cargas sobre los jóvenes que ni nosotros llevamos.

    Uno de los dones que podemos pedir al Espíritu es el de mansedumbre, pero no como signo de pasividad, sino como lo ejercía María que es capaz de adelantar la hora sin ego ni frustración, es decir, con una fe plena en la obra de Dios en su hijo al decirnos: “haced lo que él os diga”. La mansedumbre es un acto de fe. Los mansos heredarán la tierra nos advierte Jesús.

  • Desde CONFER nos llaman a poner freno a la mundanización de los religiosos. El ocultamiento de Dios en la sociedad nos afecta. Tenemos hermanos que van renunciando a participar en las cosas, todo lo religioso les sabe a tiempo pasado y perdido. Y vamos descubriendo que, lo peor, no es tener un alma perversa, si no un alma acostumbrada, sin gozo ni llanto, sin pasión. Ahí podemos decir que la vida religiosa ha perdido su belleza. 

    Se da el fenómeno de una vida religiosa sin conexión con Dios, un corazón alejado de Dios, ni lo necesita, ni lo adora, ni le da culto. Es el ambiente del mundo que se nos mete dentro y crea un clima, un sistema en el que estamos contentos con lo que nos hemos construido y separados de Dios. 

    En esta dinámica, podemos acudir constantemente a la oración, pero no estar siendo transformados por Dios y tener liturgias muy bien celebradas, pero por ateos interiores. Por eso, debemos volver a “estar en el mundo sin ser del mundo”, hacer limpieza de todo lo que hemos acumulado para tratar de llenar nuestro propio vacío y volver a Dios y así, recuperar la belleza de la vida religiosa que no tiene nada que ver con la juventud de sus miembros sino con la fidelidad a la llamada de Dios.

    Esto de la mundanización de los religiosos no es nuevo, ya lo dejó dicho el padre Quentin Hakenewerth como Superior General en 1991, hace más de 30 años y si lo dijo entonces es porque llevaba tiempo gestándose y ya era muy evidente. ¿Tendrá esto algo que ver con la escasez de vocaciones? Lo recoge así Ignacio Otaño:

    «La sociedad se ha hecho autónoma en relación con la religión y con Dios… Los compromisos religiosos no son parte integrante de la identidad cultural…» […] «Estoy convencido de que la vida espiritual marianista es capaz de dar un sentido a nuestra existencia y de procurarnos una inmensa energía en nuestra misión. Pero también estoy convencido de que la mayor parte de nuestros religiosos reciben actualmente más motivaciones y más energía de la cultura dominante que de la vida espiritual marianista que vivimos” […] «la cultura marianista inspira el documento que escribimos, pero la cultura secular que nos rodea es la que modela, en la práctica, nuestra vida comunitaria. Si éste es el caso, es preciso hacer una opción…» […] «cuanto más penetrante sea nuestro discernimiento mayor será nuestra audacia apostólica». (Pág. 94-95) «Es necesario que las ocupaciones no perjudiquen el espíritu interior de los religiosos llamados a realizarlas» (Pág. 72)

    Y en la realidad del mundo en que vivimos, vemos que podemos combatir el vacío y la fragmentación con la intimidad con Dios y con los hermanos. Vivimos un momento de profunda fragmentación, por eso es importante la intimidad, apartarse de las cosas, para reconectar con Dios en el interior de uno mismo y de la comunidad. Las raíces en una planta son lo más fecundo, por eso, el que pone límites a la invasión de los otros y extiende sus raíces, es capaz de encontrarse a sí mismo y ser más fecundo. “El que permanece en mí y yo en él, dará fruto abundante”, dice Jesús.

    En ese poner límites y al mismo tiempo abrirse a la intimidad, vemos que, en nuestras comunidades, reducir las conversaciones mundanas y dar más espacio al compartir desde la fe nos haría mucho más bellos y fecundos. Pero en nuestras comunidades, no existe la conversación espiritual, se habla más de la Iglesia que de Dios. En cuanto a lo político, social, eclesial y deportivo, estamos todos muy al día, pero lo que se refiere a compartir desde la fe es un terreno por explorar. 

    No se trata de hablar de temas piadosos sino de lo que nos afecta en la vida, mociones, esperanzas, pobrezas, fuerzas para vivir… El diálogo con los diferentes, aprendiendo de todos, salir de uno mismo y comprender culturas y religiones de otros. “La conversación convierte” Hay personas que no participan, con silencios y miradas perdidas, que renuncian a todo protagonismo. Una comunidad en conversión es una comunidad en conversación.

  • Como sabemos, entre nuestros jóvenes son bastante populares los retiros de impacto, en concreto los retiros Effetá. Y, gracias a eso, cada vez les da menos miedo o pereza participar de algo similar que les podamos ofrecer nosotros. 

    Junto con estos retiros, las adoraciones y la música de Hakuna son indiscutiblemente un fenómeno de moda entre los jóvenes. Esta moda provoca un efecto multiplicador muy grande que ha superado completamente toda experiencia religiosa que pudiera haber entre los jóvenes hace unos pocos años. Esto, también puede llegar a distorsionar la experiencia de fe y vida de comunidad, convirtiéndolo todo en algo meramente emotivo, para sentir cosas removiendo mis miserias y mis afectos con un carisma determinado. 

    En este momento, los signos de los tiempos nos dan la oportunidad de ser la comunidad de referencia donde se da hondura y se comparte lo que se siente al escuchar las canciones o vivir los retiros. Tenemos la oportunidad de convertir en experiencia de Dios, más profunda y duradera, lo que muchos solo viven como una explosión de emociones.

    Siguiendo con los signos de nuestro tiempo, el delegado de juventud de la vicaría VIII de Madrid, Javier Peño, sostiene que se está dando un aumento en los grupos que otorgan identidad a los jóvenes. En un mundo líquido donde el joven, como en toda época, busca definirse y construir su realidad, los grupos que ofrecen una identidad concreta y muy radical, aunque parezca extraño por su orientación, tienen mucho éxito entre los jóvenes.  Mientras que los que nos mantenemos más ambiguos con la pretensión de dar más libertad, resultamos irrelevantes, pues el mundo en sí ya ofrece toda esa falsa libertad de la indefinición. Debemos acompañar al joven en la construcción de su identidad, ofreciendo una propuesta concreta y cerrada de vida cristiana, que no sea para todos a la medida de cada uno, sino sólo para aquellos que se sientan llamados por nuestro carisma, dejando libres de verdad al resto, para que busquen su identidad en otros carismas.

  • Hoy los signos de los tiempos nos piden reformar la vida religiosa y cuando digo hoy me refiero a que hace ya tiempo que se escucha esto en todos los foros. 

    Por su parte, José Cristo Rey García Paredes, ponía el ejemplo de la restauración de Notre Dame tras el incendio, como metáfora de una iglesia destruida que necesita ser recuperada con la implicación de todos y, tal vez, a Chaminade, que quería restaurar la fe en Francia, el ejemplo también le habría valido. Nos decía que “Igual que la sociedad se movilizó para restaurar Notre Dame, debemos tomarnos muy en serio, y movilizarnos para la reforma de la vida religiosa” ¿Acaso tenemos que esperar a algo más para ponernos manos a la obra? ¿Hace falta una mayor decadencia o algún signo más claro?

    Quizá, una oportunidad de transformar la Vida Religiosa Marianista, sea la comunidad Madeleine, si logramos recrear el ambiente de los primeros congregantes. Si lo pensamos, al principio no existían las ramas, estas surgen de la Madeleine. Ahora, sin embargo, debemos peregrinar por el camino inverso para construir dichas comunidades de fe. En ese proceso, tal vez encontremos una nueva manera de ser vida religiosa para los laicos.

    Por tanto, tenemos que ponernos en “modo peregrinación”. Lo propio de una peregrinación es que siempre acaba en algún lugar y tanto la meta como el recorrido son importantes para la transformación. Hoy que los signos de los tiempos nos llaman a hacerlo todo en modo sinodal, podemos ver también que estamos llamados al modo peregrinación, a salir de nuestra tierra y caminar hacia la tierra prometida guiados sólo por la fe.

  • Las actividades de impacto, juegan un papel muy importante a la hora de dotar de sentido el vacío que muchas veces encontramos en nuestros jóvenes. Estas pueden ser experiencias fundantes que les ayuden a encontrar el sentido de sus vidas. 

    Dentro de estas actividades, el contacto con otras culturas y realidades en experiencias internacionales, puede ser un lugar para salir de uno mismo y ponerse a tiro de Dios y a la vez, para el joven es algo atrayente. De nosotros depende, una vez más, dotar de sentido la experiencia y no convertirla en un viaje exótico o en turismo solidario. Toda actividad que realicemos ha de ser vivida como experiencia de comunidad desde nuestro carisma.

    No podemos quedarnos en generar encuentros o viajes para el Instagram, debemos tener siempre algo que ofrecer. Lo nuestro ha de ser generar lugares de encuentro y necesidad como el “pozo de la samaritana” donde poder conectar con la sed de las personas y ofrecerles el agua viva que aún no conocen. El que no sabe que ha perdido algo, no lo busca, lo mismo quien no conoce el agua viva como la samaritana, por eso necesitamos estas actividades de impacto donde poder conectar con el vacío que cada uno lleva dentro y entonces sí, ofrecer a Jesús.

    El ejemplo más claro de esto son los retiros Effetá en los que cada joven participa sólo una vez en la vida. Son sólo un impacto puntual y exclusivo vivido como un regalo. “Lo que los jóvenes necesitan es a Dios en su vida” y saben tocar ese vacío como Jesús tocó el vacío de la samaritana. Lo que no podemos hacer es llevar a los jóvenes de pozo en pozo y no hacernos necesitados de lo que ellos pueden aportar, no ofrecerles nada, no escucharles, no interpelarles, porque para eso ya tienen toda la oferta de la sociedad que es mucho más atractiva y para la que no nos necesitan.

  • Entre las “57 Buenas prácticas en parroquias” obtenidas del análisis de 200 comunidades parroquiales de España donde colaboró la Fundación SM, encontramos la dimensión orante y la propuesta de recuperar el ministerio de intercesión como clave de éxito. Estas son algunas de las claves que nos acercan a esta idea:

    1. La parroquia dispone de espacios y tiempos apropiados para la vivencia de las diferentes formas de oración, personal y comunitaria.
    2. Para los servicios o ministerios en la parroquia, u otras misiones, se realizan diferentes celebraciones comunitarias, integrando acción de gracias, intercesión, bendición y «envío».
    3. La parroquia ha constituido el ministerio/servicio de intercesión, especialmente, por las personas que están siendo invitadas a la fe en el primer anuncio o han entrado en el discipulado.

    Es decir, que hay un grupo de personas, cuyo ministerio en la comunidad es rezar por los que están viviendo el primer anuncio o comienzan su andadura en la comunidad a través del discipulado.

    En esta misma clave de los ministerios para acompañar a los que comienzan su andadura en nuestra familia carismática, vemos que hacen falta bastantes acompañantes implicados en las actividades. No porque estas lo requieran por su complejidad o número de participantes, si no por el testimonio de vida y de servicio a la comunidad que aportan, porque lo que evangeliza es la propia vida, no los discursos. Rezar juntos, convivir, participar como uno más, ser accesible y cercano para propiciar un acompañamiento personal puntual o prolongado, todo eso no lo hace una sola persona con un grupo numeroso de jóvenes. El modelo de hombre orquesta ya pasó a la historia y, además, lo nuestro es la comunidad.

  • Analizando distintos contextos, grupos y recorridos de fe, vemos fácilmente que la cultura y el hábito religioso se adquiere. Los ritos, los signos, los hábitos, la concepción de lo sagrado… Todo eso se puede trabajar en la escuela pero, durante mucho tiempo, lo hemos descuidado dejándonos a merced de modas o de falsas libertades que privan de referencias a la persona.

    Cuando vemos a jóvenes que, desde pequeños se han acostumbrado a vivir una serie de cosas, descubrimos que conforme van creciendo, reproducen eso mismo y lo buscan de forma natural y espontánea. Por eso, en esto de la fe, enseñarles ese lugar sagrado y seguro donde encontrarse con el Padre, es darles la herramienta más poderosa para su libertad y su felicidad.

    Desde hace algunos años estamos dando pasos muy buenos en este sentido con el Encuentro con Jesús, estableciendo esos ritos y hábitos para acercarse a lo trascendente. Debemos continuar en esa línea y hacer correctamente la adaptación a cada etapa de la vida para no caer en infantilismos o en cortar con este itinerario cuando no sepamos adaptarlo.

    Para adquirir un hábito hace falta una cadencia, una repetición y ser fiel a la misma, pero seguimos ofreciendo las cosas de la fe como hitos puntuales, sobre todo cuando el joven va siendo más mayor, porque nos creemos que, de otra forma, lo rechazarían. 

    De esta manera transmitimos el mensaje de que la fe no es lo central en la vida. Sin embargo, vemos como Hakuna tiene oraciones todas las semanas incluso en periodos de exámenes y nunca suspenden la oración por falta de gente. Lo que necesitan los jóvenes son rutinas que les marquen su semana y más en el tema de la fe. Lo mismo que el entrenamiento, las clases, la cervecita con amigos, el salir… Todo tiene una frecuencia semanal menos la fe, luego la fe no es más que la guinda que pongo a veces y que además me rompe mi rutina semanal cuando aparece y, por tanto, no encaja.

  • Nuestros hábitos nos deben llevar a estar en el mundo sin ser del mundo, sin embargo, podemos percibir que los jóvenes nos piden ser un signo más visible. Ven que nos vamos mundanizando y dejamos de ser referentes distintos a los que se ven en el mundo. Está claro que Chaminade quería que nos confundiéramos entre la gente, pero para encarnar la Palabra. Y si realmente lo único que nos distingue del resto es lo que el joven percibe como negativo: el exceso de trabajo, la soledad, la ausencia de relación de pareja y este tipo de cosas que no se traducen en mayor felicidad, entonces es normal que nadie se sienta llamado a la vida religiosa y que debamos plantear un cambio en los hábitos que muestren la verdadera belleza y valor de este estilo de vida, para reflejar que también hoy se puede vivir el Evangelio con toda su radicalidad por la construcción del reino.

    A la hora de pensar en ese cambio de hábitos, aunque deberían vernos rezar, no se trata de que nos hagamos ahora monjes contemplativos. En el prójimo también se contempla y adora a Dios y eso está más en nuestro carisma. Las mejores personas no son las que están todo el día en la capilla, eso no seduce tanto. 

    Hoy en día se le está dando mucha importancia a la adoración al santísimo, pero al santísimo se le adora también en las personas sufrientes y en la naturaleza. Con-templa-tivo es el que crea contextos de templo y de belleza allí donde está. Nuestra manera de estar en el mundo ha de ser esta, la de recuperar o encontrar lo sagrado en cada contexto y contemplar ahí la presencia de Dios y hacerla visible para otros. Ese hábito sí seduce y aporta algo diferente a lo que ofrece el mundo.

  • Cuando comenzamos a acompañar a un grupo de jóvenes para que se constituyan como comunidad, no debemos confundir medios con fines. Debemos atender la necesidad de Dios y recordar que lo importante no es que sean fraternos o CEMI, lo importante es cubrir la verdadera necesidad de los jóvenes de encontrarse con Dios y que sea él quien llene su vacío. Nosotros siempre les presentaremos explícitamente la puerta abierta de nuestro carisma, pero ese carisma no ha de ser impedimento ni repelente para que creen su propia comunidad donde encontrarse con Jesús.

    Ignacio Otaño cita a Juan Pablo II para hablar de la importancia de la comunidad para llevar una vida plena y con sentido:

    «En lo que respecta al sentido comunitario de los laicos, la Christifideles laici dice que: Sobre todo en un mundo secularizado, las diversas formas agregativas pueden representar para muchos una ayuda preciosa para una vida coherente con las exigencias del evangelio y para un compromiso misionero y apostólico» (Pág. 4)

  • Cuando ejercemos el ministerio de acompañar a una comunidad que empieza, cabe esperar que, si ofrecemos buenos contenidos, la respuesta será buena. Pero, será mucho mejor, si es el Espíritu quien nos da el don de la palabra oportuna inspirándonos lo que hemos de decir, así como el de la escucha activa al que lo recibe.

    Si lo piensas, no podemos saber el impacto que tendrán nuestras palabras en los demás, ni siquiera podemos saber de antemano lo que necesita escuchar cada uno y, ni siquiera tiene por qué ser lo mismo para todos los participantes. Desde esta perspectiva, la única manera de acertar y llegar a todos es por la gracia dada por el Espíritu que, como en Pentecostés, hace que todos escuchen en su idioma lo que necesitaban oír, ante el mensaje inspirado de los discípulos. Pidamos pues el don necesario antes de acercarnos a orientar a una comunidad que da sus primeros pasos.

  • Somos marianistas y se nos presupone que damos a conocer a María, pero ¿cómo lo hacemos? Debemos recuperar el sentido de cada iniciativa que movemos, y revisar lo que se haya podido torcer en lugar de defenderlo como una supuesta tradición que nos da identidad propia. El medio no puede convertirse en el fin. 

    Si revisamos las iniciativas pastorales relacionadas con María ¿encontraremos la imagen que movía a Chaminade a la misión?

  • La comunidad Madeleine genera un espacio seguro en el que reconocer mi fe en la de los otros. Y es que es muy importante ver que no eres el único haciendo estas cosas, visibilizar la comunidad, sentirse parte de algo mayor, con más gente como tú, que no eres el friki raro que reza sino que somos muchos más. Eso ayuda a continuar en los momentos difíciles y a validar esa llamada a la que tratas de dar respuesta. No es un problema de falta de personalidad, es que todos necesitamos referentes con los que identificarnos, lugares donde sentirnos aceptados y tendencias a las que seguir para madurar y desarrollar nuestro propio criterio. Necesitamos pertenecer a una tribu.

  • A la hora de pensar en la pastoral, pensamos en actividades, eventos, campañas, tiempos litúrgicos, etc. Pero, puede ocurrir que nos olvidemos de la vivencia y, estando en un entorno académico, ofrezcamos propuestas más intelectuales que vivenciales, o que, a pesar de ofrecer oraciones y celebraciones de calidad, el contexto no sea propicio para tener una verdadera experiencia de fe entre clase y clase. Con esto en la cabeza, vemos que nuestro esfuerzo muchas veces no va a producir el fruto deseado y quizá debamos replantear lo que hacemos pues, si no salen con alguna vivencia de fe y de comunidad, luego no es posible que la demanden. Debemos ser más explícitos en la vivencia de la fe en comunidad para dejar en los alumnos esa semilla.

  • La presencia de acompañantes sensibles a los temas de fe es significativa para los participantes. Sin embargo, en nuestros colegios, aunque el personal está obligado a respetar el ideario y seguirlo, no tienen por qué compartir la fe o la sensibilidad religiosa de nuestro carisma. Por eso, nos encontramos cada vez con más dificultades para que profesores y PAS sean testigos de la fe y buenos acompañantes en este sentido. 

    Por otra parte, dentro de fraternidades y CEMI, hay laicos comprometidos que, teniendo otras ocupaciones profesionales, pueden ejercer la misión de acompañar a los jóvenes en los colegios, no sólo dando catequesis, sino también, apoyando y dando testimonio en ejercicios, en encuentros especiales, convocando oraciones, con dinámicas de acompañamiento personal, etc. Esto muestra un horizonte más rico para el alumno y suple la carencia que podemos encontrar en el personal contratado de los colegios, además de implicar y devolver el protagonismo a los laicos marianistas en la misión que les dio Chaminade: la propagación de la fe a través de los jóvenes.

  • A estas alturas, ya tenemos claro que lo que transforma es el encuentro con Jesús y no las palabras o doctrinas, por eso, en nuestras actividades de impacto, se ha de hacer patente este encuentro con Jesús. El foco ha de estar puesto en esa experiencia de fe propiciada por el encuentro en la oración explícita, en el servicio consciente al necesitado y en la experiencia de la comunidad como espacio seguro de crecimiento. No podemos seguir confiando en la evangelización implícita, estamos en un tiempo de ser explícitos en el anuncio y la vivencia de la fe.

  • Si nos fijamos en el proceso de creación de Hakuna, desde sus primeras canciones en 2013, hasta 2024 han surgido seis discos, el penúltimo de ellos, Qaos, en septiembre de 2023, unas dos semanas después de su publicación sumaba más de 100.000 oyentes mensuales en Spotify. Dos canciones de este disco: Huracán y Un segundo, han estado en la lista de «Los más virales de España» en la plataforma de audio. En el momento de grabar este vídeo, Huracán sumaba 7.352.661 reproducciones.

    Chaminade nos pide, de alguna manera, estar al acecho de la Providencia, igual que lo estuvo Hakuna en la creación de su movimiento que no ha dudado en transitar un terreno en el que no había otros grupos de Iglesia católica, creando tendencia y siendo ahora el primero de muchos otros. Así nos cuenta Ignacio Otaño la experiencia de Chaminade en la relación con toda clase de medios al estilo de San Ignacio en su Principio y Fundamento:

    No rechazamos nada, excepto el mal y el pecado, en la elección y uso de los medios humanos, que deben servirnos únicamente para conseguir el noble y doble fin de nuestra santificación y de la salvación de las almas […] él se mantenía a la expectativa y al acecho, por decirlo así, de todo lo que pudiera manifestarse como designio de la Providencia. (Pág. 75)

  • Muchas veces no nos sentimos preparados, cómodos o con tiempo, para acompañar una actividad especial como pueda ser una pascua, un camino de Santiago, ir a Taizé, o cualquier otra. Pensamos que eso es para gente más jóven, o con un talante o dones diferentes a los míos. Sin embargo, hay otra forma de implicarse mucho más importante en la que no creemos lo suficiente: la oración. 

    Otros grupos de Iglesia creen sinceramente en el poder de la oración de intercesión y destinan a gente especialmente a rezar por la actividad. Nosotros, en el fondo, no lo hacemos porque nos creemos que las cosas dependen de nosotros, de nuestro esfuerzo y de lo que hayamos preparado, y que eso de rezar por las cosas, es el consuelo del que no trabaja o ha perdido toda esperanza en otros medios. Pero, cuando cambiemos esa mentalidad y nos pongamos sinceramente en oración, como comunidad, por las personas que viven la actividad y lo que Dios pueda hacer en ellas, veremos otros resultados. Esto no es pedirle a Dios que me apruebe el examen o que gane mi equipo de fútbol, esto es otra cosa.

  • En la creación de la comunidad, generalmente partimos del deseo de juntarnos con amigos, de no perder el contacto que queda atrás al salir del colegio, pero pocas veces vemos un deseo claro de juntarnos para seguir buscando a Dios, suponiendo que ya nos hubiésemos iniciado en la búsqueda en grupos o comunidades previas. 

    El caso es que el futuro de un grupo de amigos está condicionado por el desarrollo de esa amistad y las circunstancias de la vida, mientras que el futuro de una comunidad que se reúne para buscar a Dios, tendrá siempre nuevas metas para dicha búsqueda.

    En la comunidad hay que apelar a la experiencia de Dios y que sea él quien nos convoque. Todo lo demás es voluntarismo y compromiso que tiende a quemar a la gente cuando las motivaciones no están claras o no son compartidas por todos.

  • El desempeño de una misión común ayuda a sentirse parte de algo y, el servicio a los demás es una dimensión que todo cristiano ha de practicar. Sin embargo, la dimensión de la misión no ha de anteponerse a la vivencia de la fe en comunidad como muchas veces nos pasa, que dejamos de participar en la comunidad, porque la misión nos quita mucho tiempo. 

    Es el caso de los monitores que ponen en paralelo el servicio que realizan con su grupo y la vivencia de la fe en comunidad, dejando de lado la segunda por sentirse más responsables y realizados en la tarea como monitor que, objetivamente, demanda gran parte de su tiempo. Sin embargo, no somos una ONG, la misión que no realizamos desde la fe y enviados por nuestra comunidad, es un voluntariado que empieza y termina en mí mismo y no responde a la misión evangelizadora de todo cristiano. 

    Tal vez debamos depurar el concepto que tenemos de misión, para que se integre como una dimensión de la vida cristiana, en lugar de ser la fe un complemento opcional para el que hace un servicio. 

    Si realmente estamos exigiendo demasiado a los jóvenes en cuanto a dedicación en la misión, también deberíamos revisarlo para no empujarlos nosotros mismos a un activismo estéril que impida la vivencia de la fe.

  • Los jóvenes enganchan muy bien con las actividades de voluntariado y no podemos ser nosotros los que se las ofrezcamos desconectadas de la fe, porque les engañamos y encima perdemos una oportunidad. Muchas veces somos nosotros los que ofrecemos vivencias vacías a los alumnos. En el caso del voluntariado, tendemos a desligarlo de la pastoral con el pretexto de abrirlo a los alumnos que no se manifiestan abiertamente cristianos, eliminando la verdadera dimensión misionera que queremos transmitir en nuestros colegios a la hora de hablar de una educación integral, donde la experiencia de servicio al prójimo no es una mera labor humanitaria desconectada de la comprensión del mundo, de la persona y de lo trascendente. Debemos reconectar el servicio con la experiencia de Dios y no escudarnos en que la pastoral ya lleva demasiadas cosas, o que hay un perfil de profesores que conecta con lo social pero no con la fe o, como decíamos al principio, que se puedan quedar fuera aquellos alumnos que no quieren oír hablar de Dios.

  • Cuando vienes de fuera, al entrar en una celebración o en una oración de una comunidad fuertemente constituida, la primera impresión puede ser de postureo, de gente que no se cree lo que dice o hace, que sólo quiere llamar la atención y que le vean o le identifiquen con un grupo determinado, pero, cuando conoces a la gente, escuchas lo que piensa y siente y ves cómo se comportan y afrontan la vida, ves que igual es el Espíritu el que está actuando. Es lo bueno de la gran comunidad, que te acerca a gente distinta, tocada de alguna manera por el Espíritu, y que te anima a abrirte a ti también a su acción, eliminando prejuicios y barreras que pones tú mismo entre Dios y tú.

    Todos nuestros encuentros de gran comunidad de fe deberían ser momentos para invocar al Espíritu y recibirlo como comunidad.

  • Al preparar actividades especiales o actividades de impacto, dado su carácter extraordinario y frecuentemente su éxito entre los participantes, podemos caer fácilmente en ponernos a nosotros en el centro, nuestro talento y esfuerzo, nuestra dedicación, nuestras ideas, etc. Asumiendo también el éxito o el fracaso como propios, pero, ¿acaso tenemos algo que no haya venido de Dios y podemos algo si es sin él? 

    Somos meros administradores de los dones recibidos y debemos confiarlo todo al Espíritu de manera mucho más recurrente y constante para no caer en la tentación de la apropiación, no sólo porque sin Dios nada tiene sentido, sino también porque si no damos testimonio de Dios, es porque damos testimonio de nosotros mismos y eso sería engañar a los jóvenes.

  • Chaminade está muy preocupado por lo que llama la herejía de su tiempo y nos llama a todos a confiar a María la victoria final sobre ese mal. Podemos recordar su análisis de la mano de Ignacio Otaño, y ver en qué medida la herejía de nuestro tiempo tiene algún parecido:

    “Su misión debía ponerse bajo el nombre y los auspicios de la Virgen Inmaculada, a quien está reservado el triunfo contra la herejía de los tiempos actuales como contra la de los tiempos pasados. […] Había comprendido que por medio de sus obras debía luchar contra la indiferencia religiosa, fruto de la Revolución; que todo debía colocarse bajo los auspicios de la Santísima Virgen, de la cual M. Chaminade sería el apóstol y, si fuera necesario, el soldado, en el siglo que iba a empezar. Eran los nuevos combates que se debían emprender por el reino de Dios por medio de María. Nova bella elegit Dominus” (Pág. 27)

  • En nuestras actividades especiales, también debemos hacer un esfuerzo por recuperar el valor de lo sagrado, marcando los signos y los tiempos, los espacios y los momentos de encuentro con Dios, haciéndolos explícitos, aunque nos parezca que los jóvenes que acuden, no están preparados para esa intensidad. 

    Tal vez otros jóvenes con una tradición y formación más estricta y centrada en las formas, son capaces de tener un encuentro con Dios más profundo porque han recibido las herramientas para ello. Si nosotros no damos nunca esta posibilidad, los jóvenes que se acerquen a la fe por nuestro carisma, nunca tendrán herramientas para llegar a ese encuentro profundo con Dios.

Guía de estilo Marianista