2. Testimonio

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Apasionar no instruir | Visibilizar la comunidad | Aprovechar el fervor | Evangelizar entre iguales | Dar testimonio | Ser profetas | Ser humilde | Contar nuestro carisma | Reforzar la Familia Marianista | Reforzar la autonomía de las ramas | Participar de la Iglesia

  • Familia Marianista – Familia [13]

    Familia Marianista – Familia [13]

    En la dinámica de grupos humanos, el miedo a perder autonomía promueve un cierto «independentismo». Sin embargo, en la Familia Marianista, es esencial trabajar en los procesos de crecimiento local sin perder la identidad, permitiendo una integración en la comunidad global. Las propuestas provinciales deben dialogarse y no imponerse, manteniendo la cohesión en la diversidad.… Ver contenido

  • Testimonio – VR [9]

    Testimonio – VR [9]

    El llamado marianista es a ser testigos radicales, en la vanguardia de la misión y sedientos de lo absoluto de Dios. CONFER nos desafía a recuperar la belleza, bondad, verdad y unidad en la vida religiosa. La autenticidad del amor comunitario es crucial para ser proféticos. Nuestra comunión refleja la presencia trinitaria de Dios y… Ver contenido

  • Visibilizar – Madeleine [7]

    Visibilizar – Madeleine [7]

    La diversidad es esencial en nuestras comunidades marianistas. Como recordaba Chaminade, debemos unir a todos los estados de vida y clases sociales, como los primeros cristianos. Al iniciar una eucaristía o programar actividades, debemos buscar encuentros significativos que interesen a los participantes y hagan visibles nuestra comunidad acogedora. Ver contenido

  • Profetismo – VR [6]

    Profetismo – VR [6]

    Nuestro carisma nos insta a adaptar nuestros medios a los desafíos actuales. Recogiendo la voz del Capítulo General de 1986, es crucial revisar y ajustar nuestras acciones para implantar la fe en el mundo actual. Es tiempo de recuperar la espiritualidad y la austeridad profética, encarnando una vida religiosa auténtica y atrayente. Mantengamos la lámpara… Ver contenido

  • Humildad – Familia [6]

    Humildad – Familia [6]

    Aprender del sencillo y abrazar al herido: claves de humildad. Frente al mal, ganar con bien. La rigidez puede herir; la humildad cura. Jesús se limitó para sanar. La sociedad valora la vulnerabilidad. Amor y verdad van juntos; las cicatrices revelan salvación. Evitemos la toxicidad en nuestras conversaciones; la crítica daña y aleja. Ver contenido

  • Humildad – VR [6]

    Humildad – VR [6]

    La expresión del amor se convierte en teología accesible. La belleza expulsa demonios: al ver al prójimo con Gracia, cambia la relación. En las comunidades religiosas, aceptar la imperfección genera un vínculo real. Los mayores deben adaptarse y aprender a ser cuidados. El cuidado, competente y responsable, es clave para el futuro. Ver contenido

  • Iglesia – Familia [5]

    Iglesia – Familia [5]

    En un momento propicio para convocar a compromisos mayores entre jóvenes, debemos evitar la competición y aprovechar el impulso de la Iglesia para colaborar con iniciativas que lleven a los jóvenes hacia Dios. Las religiosas marianistas manifiestan una clara relación con la Iglesia y ofrecen un testimonio de comunión. Además, debemos recordar que no debemos… Ver contenido

  • Testimonio – Familia [5]

    Testimonio – Familia [5]

    Debemos ser auténticos y genuinos, no fingir ser algo que no somos para agradar a los jóvenes. Ellos buscan realidad y autenticidad. Como Familia Marianista, podemos ofrecerles diálogo, propósito, integridad y fraternidad, sin idealismos. Con el ejemplo de los veteranos y la fraternidad entre nosotros, podemos conquistar corazones y ser verdaderos referentes de fe para… Ver contenido

  • Familia Marianista – VR [5]

    Familia Marianista – VR [5]

    Chaminade concebía la vida religiosa como un sostén para las asociaciones laicas en su misión apostólica. Sin embargo, hoy nos falta la voluntad de innovar y confiar en el bien. Debemos acoger a los nuevos religiosos con apertura y sin prejuicios, recordando que la esperanza proviene de Dios y que debemos contagiar alegría y paz… Ver contenido

  • Iguales – Impacto [4]

    Iguales – Impacto [4]

    El testimonio de los jóvenes entre sí es poderoso en el primer anuncio. Chaminade promovía la educación entre iguales, donde un buen consejo o una conversación religiosa fortalecían la virtud de un joven. Es crucial empoderar a los laicos para propagar el Evangelio, ofreciendo modelos repetibles tipo franquicia, como los movimientos de renovación carismática, que… Ver contenido

  • Profetismo – Familia [4]

    Profetismo – Familia [4]

    En el tema LGTB, la Iglesia se enfrenta a una realidad cotidiana entre los jóvenes pero a menudo evita el diálogo abierto. Mientras algunos como los jesuitas avanzan, los marianistas evitan riesgos proféticos. La Iglesia debe ser clara y firme, evitando la tibieza que nada aporta. Es tiempo de seguir al Espíritu y anunciar con… Ver contenido

  • Identidad – VR [3]

    Identidad – VR [3]

    En nuestras comunidades religiosas, debemos evolucionar hacia ser motores de la comunidad de fe Madeleine, trascendiendo la mentalidad de una comunidad centrada en sí misma. Esto implica devolver el protagonismo carismático a los laicos, quienes también son portadores del carisma y deben participar activamente en la toma de decisiones, especialmente en áreas como la pastoral… Ver contenido

  • Iguales – Escolar [2]

    Iguales – Escolar [2]

    Una forma efectiva de fortalecer los lazos entre generaciones es involucrar a jóvenes recién salidos del colegio en actividades como la catequesis de confirmación o acompañamiento en ejercicios escolares, junto a personas mayores. Esto recupera el modelo original de jóvenes guiando a jóvenes, con el respaldo de adultos que aportan profundidad a las interacciones. La… Ver contenido

  • Iguales – Madeleine [2]

    Iguales – Madeleine [2]

    En encuentros de oración intergeneracionales, es beneficioso que la dirección de la oración la asuman los laicos para evitar que parezca que solo actúan como último recurso. Además, al emplear un lenguaje y sensibilidad más cercanos a los laicos, se promueve una experiencia de fe más compartida. En la celebración eucarística, sentar a los jóvenes… Ver contenido

  • Visibilizar – Impacto [2]

    Visibilizar – Impacto [2]

    Generar una identidad sólida a la que los jóvenes se puedan vincular es crucial. Un ejemplo es el grupo Aute, que crea su propia línea de ropa con mensajes evangélicos. Como jóvenes marianistas, también trabajamos en una identidad potente con Fortes, para unirnos más allá de las etiquetas tradicionales y hacer nuestras actividades más reconocibles. Ver contenido

  • Carisma – Iniciación [2]

    Carisma – Iniciación [2]

    En los primeros años de una comunidad, es vital enseñar los fundamentos del carisma marianista y del cristianismo, pues muchos carecen de ellos en la sociedad actual. Chaminade destacaba esta necesidad para recristianizar Francia. La presentación del carisma marianista debe ser inspiradora, como un proyecto ilusionante que transforma, no como una estructura que mantener. Ver contenido

  • Visibilizar – Creación [2]

    Visibilizar – Creación [2]

    Es importante que los jóvenes tomen conciencia de la comunidad mayor desde el principio. Una estrategia podría ser combinar parte de la reunión de mi grupo con otras fraternidades de 1º año, pero debemos equilibrarlo con la necesidad de que primero se conviertan en comunidad entre ellos. Invitar a actividades que realmente vivimos por gusto,… Ver contenido

  • Iglesia – VR [2]

    Iglesia – VR [2]

    José Cristo Rey García Paredes nos insta a repensar la vida religiosa, buscando la unidad en lugar de la dispersión. Nos anima a rehacer nuestros esquemas y explorar nuevas formas de comunión. Debemos dejar atrás las cargas del pasado y permitirnos ser transformados por la comunidad. Nuestro carisma marianista es nuestra belleza singular, que debemos… Ver contenido

  • Familia Marianista – Madeleine [2]

    Familia Marianista – Madeleine [2]

    En los inicios de la comunidad marianista, el ocio compartido fortalecía los lazos y alejaba de peligros. Hoy, la dimensión lúdica escasea en nuestras reuniones, volviéndolas funcionales. Para mantener la comunión, debemos equilibrar eficacia y convivencia, evitando polarizaciones y promoviendo más tiempo juntos. Ver contenido

  • Apasionar – Escolar [2]

    Apasionar – Escolar [2]

    Para atraer a los jóvenes, no es necesario rebajar el nivel de nuestras actividades, sino transmitir pasión y entusiasmo en lo que les ofrecemos. Los jóvenes prefieren encuentros intensos y con contenido significativo. Es como preferir a un profesor apasionado por su materia sobre uno que apenas muestra interés. En nuestras actividades, debemos poner vida… Ver contenido

  • Identidad – Madeleine [2]

    Identidad – Madeleine [2]

    Es fundamental que las ramas de la Familia Marianista tengan una identidad clara para contribuir significativamente a la comunidad de fe Madeleine sin sentir amenazada su existencia. Madeleine debe ser un elemento unificador en las dimensiones de la vida cristiana, no sustituir las dinámicas de las ramas, sino cohesionarlas para promover un espacio de encuentro… Ver contenido

  • Apasionar – Impacto [1]

    Apasionar – Impacto [1]

    Los jóvenes que participan en actividades de impacto a menudo enfrentan un intenso ruido interior. Buscan experiencias intensas pero pueden carecer de una comunidad de apoyo. Por eso, nuestras propuestas deben centrarse en emociones y contenidos simples, para conectar con sus intereses y luego profundizar en el camino de crecimiento. Ver contenido

  • Identidad – CLM [1]

    Identidad – CLM [1]

    Las comunidades laicas marianistas, desde sus inicios, responden a las necesidades del mundo, en contraste con la percepción de ser meramente mano de obra para los religiosos. Esta distorsión, señalada por Ignacio Otaño, refleja una tendencia clericalista. La visión original de Chaminade incluía parroquias marianistas como centros de diversas obras coordinadas en una misión integral. Ver contenido

  • Apasionar – VR [1]

    Apasionar – VR [1]

    Transmitir nuestra fe no debería ser imponer mandatos, sino seducir con pasión y autenticidad. Jesús enseñó con autoridad y atrajo a través de valores que inspiran. Debemos mostrar la pasión y la alegría en nuestra entrega a la misión, los votos, la oración y la vida comunitaria, para seducir a otros con nuestro ejemplo. Ver contenido

  • Visibilizar – Escolar [1]

    Visibilizar – Escolar [1]

    La conexión real con los jóvenes implica vivir experiencias compartidas. Esto aplica tanto a los monitores como a los profesores. Compartir la vida con los jóvenes construye vínculos de familia y reemplaza los prejuicios con valoraciones basadas en la experiencia personal. Ver contenido

  • Iglesia – Madeleine [1]

    Iglesia – Madeleine [1]

    La comunidad Madeleine debe integrarse plenamente en la Iglesia local y universal, buscando siempre la comunión y la colaboración. Inspirados en sugerencias prácticas, podemos fomentar la participación en misiones fuera de la comunidad, trabajar en armonía con distintos carismas y colaborar activamente con otras parroquias y la diócesis. Ver contenido

  • Carisma – Madeleine [1]

    Carisma – Madeleine [1]

    La vuelta al carisma debe ser constante, fundamentando nuevos proyectos en las intuiciones de Chaminade. Debemos enfocarnos en formar comunidades al estilo de la Madeleine inicial, ajustando desviaciones y valorando la tradición. La comunidad Madeleine, un signo de nuestro carisma, puede ser fecunda si se trabaja con diligencia. Ver contenido

  • Iguales – CLM [1]

    Iguales – CLM [1]

    Nuestro estilo inicial reflejaba una asamblea abierta al público dominical, donde los laicos tomaban la palabra, semejante a las reuniones protestantes. El énfasis estaba en el laico como predicador, utilizando su lenguaje y medios de comunicación para atraer la atención de otros laicos. Ver contenido

  • Carisma – Impacto [1]

    Carisma – Impacto [1]

    Los jóvenes encuentran atractiva la apertura y el contacto con el mundo en el carisma marianista, diferenciándolo de otros. Aprovechemos esta fortaleza en nuestras actividades, cuidando el público y su conexión con la realidad, siguiendo las intuiciones de Chaminade. Ver contenido

  • Testimonio – Escolar [1]

    Testimonio – Escolar [1]

    El ejemplo de Jesús al servir como esclavo de sus discípulos nos llama a imitar su actitud de servicio. El testimonio de profesores, padres y exalumnos haciendo voluntariado en los mismos lugares que los jóvenes, ayuda a inculcar la idea de servicio como parte integral de la vida, no solo como una actividad escolar. Esta… Ver contenido

  • Cuanto más bajamos a lo local, menos enfrentamiento encontramos en un grupo humano, así hasta llegar al mismo individuo. La tendencia “independentista” que nos cierra a los demás por miedo a perder la autonomía, está en el ADN de cualquier grupo humano con identidad y se potencia con el creciente individualismo social. Por eso, ya que decimos que somos familia, conviene trabajar bien los procesos de crecimiento dentro de la Familia Marianista, para poder expandir esa realidad local, sin que nadie pierda su identidad pero, al mismo tiempo, se incorpore a la Familia Marianista global.

    En este sentido, las propuestas provinciales no se pueden recibir ni ofrecer como una imposición. Hay que dialogar y encontrar juntos, la forma en que dichas propuestas puedan servir en lo local.

    Y es que cuando algo empieza, nos movemos en realidades y estructuras pequeñas, manejables y donde es sencillo escuchar todas las voces. Además, en los comienzos, todo el mundo suele ser jóven y con mucha energía, dinamismo y flexibilidad, mientras que cuando las cosas van creciendo, es más difícil controlar el desarrollo de la vida, las propuestas, las inquietudes particulares, y además, va habiendo gente diversa que siente que eso que empezó es suyo y otros lo quieren estropear. Esta dificultad también la encontró Chaminade y también tuvo que buscar nuevas formas de trabajar coordinados. Fue entonces cuando empezó a pensar que hacía falta una institución que garantizase la continuidad de los congregantes aportando una única voz autorizada y reconocida. Nos lo cuenta así:

    Las experiencias vividas en la sucesión de los cambios políticos vividos, con el constante riesgo de una supresión, contribuyen a que en el espíritu del P. Chaminade vaya definiéndose cada vez más una institución que garantice la continuidad, que sea ese hombre que no muere, que andaba buscando desde hacía tiempo. La fórmula del «Estado» dejaba ver algunas dificultades. Por ejemplo, «en medio de tantas obras, ¿cómo haría frente el director a la complicación que resultaba de la diferencia de los reglamentos individuales? ¿Cómo mantendría un verdadero espíritu de cuerpo entre cohermanos que no se veían más que muy raramente? ¿Cómo conseguiría encargar los puestos directivos de la congregación exclusivamente a miembros del ‘Estado’ sin suscitar la desconfianza y los celos?». […] algunos miembros de la congregación expresaban su deseo de «abandonar sus ocupaciones en el mundo y vivir en comunidad» (Pág. 62)

    Si perteneces a una familia de muchos primos y hermanos, verás que no te exige estar en todo, pero sí alegrarte, valorarlo, agradecer y sentirlo muy tuyo aunque tú no estés o no lo gestiones. De la misma manera, pertenecer a la Familia Marianista no implica participar en todo, pero sí sentirlo todo como propio y alegrarnos con el trabajo del otro, saber que existe y que otros miembros de la familia lo están disfrutando. De esta forma, mis propuestas a la familia también podrán ser recibidas con agrado.

    Chaminade ya era consciente de que no todo el mundo se dedicaba a todo, pero sí lo veía todo como propio:

    En tareas que requieren cualidades específicas, toda la asociación las toma como propias, pero sólo algunos se dedican a ellas… (Pág 50)

    Y continúa Ignacio Otaño contando cómo se trata de estar en primer lugar unidos en la mente y en el corazón como signo distintivo:

    La naturaleza y la esencia de una congregación «está en la unión de las mentes y de los corazones de los que la forman y en la reunión frecuente de las personas, ya unidas de mente y corazón por la caridad». (Pág. 45)

    Y si no encontramos las fuerzas o la motivación para esa unidad de corazones y mentes, debemos acudir a María como madre común que nos hace hermanos:

    El espíritu de fraternidad que debe reinar en la congregación se basa en el hecho de que María es la madre de esta familia: «Todos los miembros de esta familia se aman tiernamente y están habitualmente unidos en el corazón de la divina Madre. Si la diferencia de caracteres, si la manifestación de un defecto pudiese alguna vez enfriar los unos respecto a los otros, no tienen más que pensar que todos son hermanos, todos engendrados en el seno maternal de María. (Pág. 46)

    En todas las ramas tenemos realidades muy frágiles, esto nos hace estar muchas veces a la defensiva, o tomando excesivas precauciones para no pasar a la historia como quienes echaron a perder el trabajo de nuestros precursores en la Familia Marianista. Sin embargo, debemos ofrecer a Dios, sin miedo, el carisma y la responsabilidad que hemos recibido de administrarlo para multiplicarlo en lugar de esconderlo para no perderlo. Como en la parábola de los talentos, cerrarse a los demás, no es la opción que nos encomendó quien nos dio esta tarea.

    Los diálogos nos transforman y en ellos actúa el Espíritu. Por eso, más que implantar modelos teóricos, sería una gran ayuda tener conversaciones libres de prejuicios que transformen a todas las partes, en lugar de tratar de convencer a las partes más débiles.

    No podemos pasar por algo que venimos de una historia, no partimos todos del mismo punto ni se puede decir que hoy compartamos todos la misma visión e intereses. Incluso dentro de la Iglesia, podemos estar en posiciones diferentes. Por eso, es importante el diálogo y crecimiento mutuo que repara la comunión. Si miramos a Chaminade, vemos que en su tiempo tuvo que lidiar con una fuerte división dentro de la Iglesia. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    Hay también una fuerte crisis social dentro del mismo clero provocada por las patentes desigualdades que se viven. […] El factor económico produce también enfrentamientos constantes entre algunos párrocos y sus feligreses. […] La crisis social y económica del clero se reflejará en la profunda división interna con una fuerte rivalidad entre el clero secular de primero y segundo orden, y también entre los diocesanos y los pertenecientes a las órdenes monásticas. (Pág. 11) Paralelamente a dos cleros enfrentados hay dos cristiandades enfrentadas. (Pág. 14)

    Más adelante nos sigue contando como Cahminade, que podía haber sido un agente de división y polarización, en cambio fue un agente de reconciliación y diálogo para recuperar la comunión mediante la reconciliación:

    Sin despertar en todos el mismo entusiasmo, se va abriendo paso la idea de la necesidad de reconciliación entre los que, habiendo jurado la Constitución civil del clero, quieren perseverar en el ministerio, ahora unidos a Roma, y los que no la juraron entonces. Tarea delicada que requiere personas de tacto y caridad porque los enfrentamientos pasados han enconado muchas heridas. El P. Chaminade, nombrado penitenciario, ejerce esa misión reconciliadora de mayo a junio de 1795, recibiendo la retractación de 52 sacerdotes. (Pág. 19)

  • Recojo aquí la cita que hace Ignacio Otaño de Pablo VI hablando de la misión marianista, para insistir en la importancia del testimonio radical y en la vanguardia de la misión que estamos llamados a dar.

    “En los religiosos, subraya el valor evangelizador tanto de su testimonio, encarnando la Iglesia «sedienta de lo absoluto de Dios» y «deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas», como de su actividad, a menudo «en la vanguardia de la misión»” (Pág. 4)

    Por otra parte, desde CONFER nos animan a “recuperar el rostro de la verdad, la bondad, la unidad y la belleza en la Vida Religiosa”. Las cuatro se han de dar a la vez y nos lanzan la siguiente pregunta: “¿Tenemos la vida consagrada más bella, más buena y más unida?” Responder a esa pregunta nos dará el camino que lleva a la verdad.

    En esta clave, vemos que hay comunidades a las que les falta la savia del amor, están juntas pero no se aman en realidad, no hay perihoresis. Cuando esto falta la comunidad no es profética. Hemos sido llamados a amar pero, a veces, parecemos llamados a aguantar. Debemos mostrarnos como aquellos que son seducidos por alguien, no como aquellos que son empleados de alguien. 

    Es cierto que a veces tendremos que ser testigos en el trabajo, pero, también ahí, la gente descubrirá algo distinto en nosotros si somos capaces de dar testimonio de que el trabajo lo hacemos como seducidos, no como empleados resignados. Con el gozo con el que trabajaron aquellos jornaleros contratados en la última hora del día y pudieron ofrecer también su esfuerzo para la construcción del reino.

    En contra de lo que a veces parece o se vende en la sociedad, el final del camino nada tiene que ver con la decadencia. El hombre interior se hace cada vez más bello. Como el vino bueno se añeja. La belleza de la vida consagrada adquiere muchos quilates al final, si ha vivido su vocación cada día. De la misma manera, en el matrimonio, la belleza está al final de una vocación vivida cuando los frutos son más visibles.

    En esta línea, es importante ser testigos ejemplares de la manera en que afrontamos el dolor de la cruz. Las personas que viven el máximo dolor y descubren la belleza en Jesús crucificado, nos conmueven. La vivencia de nuestra debilidad y fragilidad por la edad, puede ser un lugar para hablar de la belleza extrema si nos formamos, cuidamos y cultivamos para vivir de esta manera el deterioro fruto de la edad.

    Una fuente fundamental de testimonio es la propia comunidad. Decía San Agustín que “Ves la trinidad si ves el amor” por eso, nuestras relaciones comunitarias son las que muestran o no, la verdadera presencia trinitaria de Dios. Por eso, nuestra prioridad en la vida religiosa, debería ser vivir en comunión, con “un solo corazón y una sola alma”, con todo en común. La Iglesia está llamada a ser icono de la comunión de Dios y nuestro carisma nos empuja especialmente a ello. No podemos creer en un Dios comunión, sin vivir dicha comunión, salvo que sea un creer intelectual. En cambio, si vivimos la comunión, podemos amar al enemigo y reflejar la belleza que hay en ello.

  • Muchas veces vemos comunidades muy homogéneas, esto es algo que puede ocurrir de forma natural y que facilita la creación de la comunidad, pero el sectarismo no es propio de nuestro carisma. En tiempos de los primeros congregantes se daba cabida a todos los estados de vida y clases sociales. Según nos recuerda Ignacio Otaño, Chaminade decía lo siguiente:

    “Unión de verdad de todos los estados de vida honestos y de todas las clases de la sociedad: unión sin confusión. Unión que presenta al mundo el espectáculo más edificante, tan semejante a la unión de los primeros cristianos que tanto impresionaba a los paganos. Las ligeras distinciones que se encuentran, resaltando la armonía, contribuyen a conseguir los grandes objetivos que se proponen los congregantes y no a obstaculizarlos. Observando las asambleas privadas y públicas de la congregación y su actividad, se puede aplicar a ellas el axioma ‘vis unita fit fortior’ (‘la fuerza unida se hace más fuerte’) en toda su extensión” (Pág. 38)

    Para arrancar una eucaristía donde aún no hay nada, puede ser buena idea comenzar haciendo que distintos grupos se reúnan entorno al día y la hora en la que esperas que surja la eucaristía para que la hagan suya y quien se acerque vea una comunidad orante real y no gente “montando una misa”.

    A la hora de programar actividades, tendemos a sistematizar las cosas y fijar, por ejemplo, encuentros mensuales, y después nos planteamos qué hacer en esos encuentros. En lugar de eso, deberíamos tender a hacer encuentros significativos, con un contenido y formato especial que interese realmente a los participantes.

    Además, si hacemos visibles estos encuentros, se convierten en momentos especialmente oportunos para atraer a curiosos y acogerlos. Esto ya se planteaba con los primeros congregantes en la Madeleine según cuenta Ignacio Otaño.

    “En las asambleas del domingo por la tarde, en los paseos, en los retiros, a menudo se atraen curiosos ajenos a toda idea religiosa. ¡Cuántas personas no se habrían encontrado nunca en la asociación si ésta hubiera sido una selección de almas apostólicas! Unos se habrían mantenido alejados y otros habrían sido descartados. No habría quedado más que un pequeño número…” (Pág. 49)

    En todo caso, debemos olvidarnos de los números, el objetivo no puede ser, nunca más, llenar la misa o los encuentros, sino hacer comunidad y propiciar espacios para compartir. Los números aumentan por contagio cuando lo que hacemos bien, lo ve más gente. Los jóvenes huelen la vida. Donde ven que hay vida se despierta el deseo y se produce contagio. Solo la Vida, en mayúsculas que es Dios, da vida. El hecho de la apertura es por opción, no por aumentar el número.

  • Nuestro carisma nos llama a revisar si los medios que empleamos aún son adecuados para el tiempo presente. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    El Capítulo General de 1986 empieza afirmando que «la renovación de nuestra misión ha sido la preocupación dominante de este Capítulo General». Dice en su introducción: «Nos hemos sentido interpelados y desafiados, como lo fue el Fundador, por un mundo que experimenta cambios culturales profundos y necesita una nueva evangelización» […] «lo mismo que el P. Chaminade escogió como medios la congregación y las escuelas para recristianizar a Francia, nosotros escogemos hoy los medios más adaptados a nuestro tiempo y lugar para implantar la fe». […] «En algunos casos debemos emprender acciones nuevas apropiadas a nuestro tiempo; en otros debemos dejar algunos medios que son buenos, pero menos importantes; en otros deberemos concentrar e intensificar nuestros esfuerzos en algunos medios que siguen siendo apropiados» (nº 3). (Pág. 93)

    En esa adaptación al tiempo presente, podríamos decir que hubo un tiempo, no hace muchos años, en que los marianistas teníamos que encabezar movimientos más laxos en las formas y racionalizar el tema de la fe, porque era lo que nos demandaban los signos de los tiempos. Pero ese tiempo de separar al Jesús histórico del Cristo de la fe ya pasó, y no podemos seguir manteniendo la mística y lo sagrado fuera del discurso como si fuera algo accesorio o propio sólo de algún sector de la Iglesia, porque hoy, en medio de tanto racionalismo, el joven demanda espiritualidad y mística.

    Si nos fijamos en la pobreza, en general no vivimos una vida de derroche e incoherencia. De hecho, podríamos argumentar que somos coherentes con el deseo del fundador de adoptar la forma de vestir y hábitos de nuestro entorno. Sin embargo, desde el punto de vista del profetismo y la imagen que tienen de nosotros algunos jóvenes, podríamos plantearnos recuperar o reforzar una austeridad profética y coherente, común a todos los religiosos, que no dependa tanto de la persona y sus “derechos adquiridos”. Somos muchos los que hemos elevado nuestro nivel de vida al entrar en la Compañía de María adaptándonos al ritmo de la comunidad y percibimos fácilmente que las crisis económicas del mundo no nos afectan, mientras que amigos y familiares cercanos sí las sufren. Por tanto, sería un gesto profético el acercarnos más a San Pablo y “estar en el mundo sin ser del mundo” porque nuestros jóvenes no perciben con claridad la diferencia entre ser o no religioso marianista con lo que ven en nosotros.

    Si miramos a las estructuras, las ideas de José Cristo Rey García Paredes al hablar de la belleza de la vida religiosa nos pueden inspirar, en este caso, desde la perspectiva de una forma de gobierno que sea profética. Comentaba el claretiano que somos utilitaristas, tenemos organizaciones útiles para un gobierno, pero no son bellas porque se olvidan de muchas cosas y todo se iguala, tenemos territorios inmensos que organizar pero donde no se puede ver la belleza. Somos guardianes de las biorregiones y nos perdemos la pequeñez de la belleza. Pero podrían decir de nosotros “Que bellamente estáis organizados”, este puede ser un contexto de belleza porque no somos una multinacional y en nuestro carisma en concreto, tenemos a gala el ser una Familia más que una estructura.

    Recojo también algunas ideas de Javier de la Torre pensando, en este caso, en una vida comunitaria profética. Javier viene a decir que hoy en día hay muchos estímulos pero pocas pasiones. Es decir: falta gente apasionada y sobran estímulos. Tener unas mismas metas con las que apasionarnos, ayuda a la educación de la afectividad y a la construcción de la fraternidad. Perder el tiempo no es en absoluto grave pero no estamos educados para eso. La vida no es una carrera si no un tiro al blanco, la vida es encontrar dianas. El mundo ha olvidado esto, pero la vida religiosa puede ser la que dé luz en este sentido.

    Por último, hablando de alumbrar, hay otro gesto profético al que somos llamados: el de mantener la lámpara encendida y permanecer firme en la casa. Los jóvenes necesitan, como el hijo pródigo, como Adán y Eva, como nosotros a su edad, como todo ser humano en su proceso de maduración, abandonar la casa paterna, salir, explorar, descubrir, errar… Pero si no hay un lugar al que volver, el joven no podrá volver, se perderá. Hay que tener claro dónde tenemos que estar y no movernos, ser firmes y no conformarnos con ciertas cosas, no marchar detrás del joven a ciertos lugares, sino permanecer con la lámpara encendida, con aceite suficiente para que se vea el camino de vuelta y se sientan acogidos y abrazados sin reproches, porque “no sabemos ni el día ni la hora” del banquete, como tampoco lo sabía el padre del hijo pródigo.

  • Aprender del sencillo y abrazar al herido son dos claves de la humildad que nos pueden ayudar. Ante el mal que se propaga a través de las heridas, debemos ganar al mal a fuerza de bien, abrazando al herido. A veces uno solo no puede encontrar fuerzas, por eso es bueno buscar aliados para devolver bien por mal.

    Generalmente es bueno ser firme y claro, pero, en ocasiones, una excesiva vehemencia y rigidez puede herir y confundir a gente más humilde e inocente, que, por otra parte, consigue aceptar mejor la pobreza de los hermanos y nos puede enseñar a hacerlo.

    El límite es un espacio teológico que Jesús acogió. Él se limitó, se curvó para sanar. Lo recto y perfecto sirve para orientar pero no para sanar. Se nos olvida que somos vulnerables y cuando lo recordamos nos hundimos, por eso debemos aprender a curvarnos, a ser más humildes y vulnerables, más imperfectos. La sociedad, por su parte, camina cada vez más en esta línea de acoger la realidad imperfecta, separándose de los héroes impolutos, elevando a la gente vulnerable y herida como los nuevos protagonistas en series y películas. Los jóvenes reclaman referentes auténticos, para fantasear ya tienen Instagram.

    Amor y verdad siempre van de la mano. El verdadero amor no está exento de dureza. Si no ven nuestras cicatrices, no verán que hemos sido salvados.

    Muchos empleamos demasiado el recurso del cinismo, la ironía y el sarcasmo, pero eso impide que surja lo bueno, la esperanza, la confianza en Dios, generando un clima de desazón y malestar hacia la realidad. Ante ese descontento con el presente, debemos tener en mente que nosotros pasaremos, pero Dios no pasará.

    Siguiendo en la línea de nuestra actitud y la necesaria humildad, podemos ver como las conversaciones entre algunos de nosotros son cada vez más tóxicas y muchas veces trascienden los círculos de confianza, por ejemplo religiosos que hablamos mal de otros religiosos delante de laicos. Hablamos desde la crítica, la decepción, el sarcasmo o la ironía desacreditando a personas, maldiciendo en vez de bendiciendo, generando un clima de malestar y rechazo a nuestro alrededor. Esto es muy contagioso y muy dañino. Los jóvenes lo perciben y no les atrae ni inspira confianza.

  • La expresión del amor se puede convertir en teología al alcance de todos. Antes, la teología, era algo reservado a los estudiosos en las bibliotecas, hoy reconocemos que se produce teología en otros espacios más humildes de nuestro día a día.

    En este sentido, podemos decir que la belleza expulsa demonios. Cuando veo al hermano en clave de fealdad veo demonios, si veo la Gracia que hay en él, la relación es diferente.

    En las comunidades religiosas sólo podemos amar lo limitado, porque perfección no hay. Y que se dé un amor imperfecto, no significa que sea irreal. Debemos tener cuidado de no exigir perfeccionismo. La humildad de aceptar al otro como es, genera un vínculo verdadero que trasciende nuestra comunidad y atrae a su imitación a jóvenes y adultos.

    Por su parte, los mayores han de aprender a “ponerse viejo” afrontar las etapas de la vida, aceptar que ya no eres el centro de la fiesta, que ya no te llaman, que ya no seduces como cuando eras joven, y no culpar a la vida ni a las personas y descubrir lo que ahora puedes hacer de bello para los demás.

    El roce puede hacer el cariño o no. Hace falta una comunicación más profunda. ¿Dónde estamos? ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué escuchamos de la comunidad? ¿Qué recibimos de lo que decimos? La verdad que manejamos puede ser de mayor o menor calidad según su profundidad. No es lo mismo responder a la pregunta de “¿Qué tal vas?” con un “bien”, que contar lo que estás viviendo, aunque las dos cosas puedan ser verdad. Dialogar es derribar muros y ahí sí, surge el cariño y entonces podrán decir de nosotros “¡mirad cómo se aman!”

    El cuidado tiene que ver con acercarse pues cuando curamos cuerpos, no los podemos cuidar a distancia. Cuidar es acoger las necesidades del otro, acoger un sentimiento, establecer una relación. Es preciso sentir con el otro, por eso hace falta una madurez, una adultez y eso nos lleva a decir que la persona madura y adulta es la persona que cuida. 

    El corazón humano tiene una inclinación natural para actuar en favor del otro, pero este cuidado ha de ser competente y responsable como el del médico. Cuidar es algo amplio. Cuidar el cuerpo, la familia, la casa, la hacienda, el honor, la piedad, la polis, lo público, el pueblo, el mundo… El cuidado fue clave en los primeros siglos del cristianismo. Gracias al cuidado, las cosas tienen futuro y, si queremos tener futuro, nosotros mismos debemos dejarnos cuidar. Lo más difícil de este mundo es aprender a ser necesitado, adquirir ese grado de humildad, ser yo el que soy cuidado. 

    Nos resulta fácil ver en los jóvenes a esos que nos necesitan, a quienes tenemos que cuidar, pero cuesta más hacerse necesitado de los jóvenes y dejarse cuidar o aconsejar, como el padre que ha de cambiar la forma de ver a su hijo e intercambiar el rol de cuidador a cuidado con el paso de los años. En muchos casos los jóvenes ya nos están viendo como gente a la que hay que cuidar pero nosotros queremos seguir teniendo el mando.

  • Tenemos una tendencia innata a la competición, a copiar y mejorar lo que hacen otros para ponernos por delante en la supuesta carrera del éxito. Pero, en lugar de eso, hay que aprovechar el impulso de la Iglesia, no copiar iniciativas ni enfrentarse a ellas. Si lo que hacen es en nombre de Jesús y hacen que el joven se ponga a tiro de Dios, debemos apoyarlo y complementarlo con nuestro carisma.

    Estamos en un momento bueno para convocar a jóvenes a compromisos mayores, debemos aprovechar esta ola en el momento actual en que la fe está más de moda y los jóvenes se están poniendo a tiro de Dios aunque lo hagan en otros movimientos de Iglesia.

    Las religiosas marianistas, en su regla de vida, manifiestan muy claramente su relación con la Iglesia y son para el resto de la Familia un gran testimonio de comunión con todo el pueblo de Dios. Recojo algunos de los puntos de su regla de vida citados por Ignacio Otaño:

    Las hermanas colaboran con la Iglesia local y en lo que ya existe, y, al mismo tiempo, dan prueba de invención y creatividad. (II.29)

    Para hacer conocer, amar y servir a María, las hermanas colaboran con la Familia marianista y participan en movimientos marianos de la Iglesia. (II.30) 

    […] Las actividades… «deben tender a hacer surgir y desarrollar comunidades cristianas» (II.33) 

    […] Evangelizar exige caminar con la gente… Lo esencial no es hablar sino vivir el Evangelio con todas sus exigencias…» (II.36). (Pág. 89)

    A la hora de pensar en la relación con la Iglesia, nos puede venir a la cabeza la idea de que Chaminade era contrario a las parroquias. Sobre esto, Ignacio Otaño aclara un poco más qué era lo que rechazaba Chaminade en realidad:

    Chaminade no opone congregación a parroquia, pero cree que las congregaciones no deben quedar restringidas al marco parroquial. […] «Las congregaciones han sido instituidas para curar unos males tan grandes y para reparar las inmensas pérdidas de la religión. Pero ¿cómo podrían conseguir tales éxitos si las funciones religiosas de las parroquias, a las que ya no se asiste, fuesen el medio usado para inspirar el deseo de asistir a ellas?…» […] Si se dejase que la virtud eche raíces en las almas de los congregantes, si se apoyasen las congregaciones, éstas podrían dar feligreses auténticos a sus parroquias. (Pág. 31-32)

    Y más adelante sigue hablando del sentido eclesial y del objetivo de Chaminade de colaborar con la Iglesia para recuperar la fe en Francia y no para ganar fieles para sí mismo:

    El P. Simler compara el papel de la congregación en la sociedad de Burdeos con «El pilón de una fuente que recoge aguas abundantes e inmediatamente alimenta todos los canales que se comuniquen con él. Así la congregación recibe una juventud que ella forma y distribuye enseguida por las diversas obras que solicitan su concurso» […] Varias comunidades de religiosas, con distintos carismas, renacieron gracias a la presencia de congregantes. (Pág. 42-43)

    También hoy podemos caer en la tentación de apropiarnos de los jóvenes y enfrentarnos entre nosotros o con otros grupos de Iglesia. Cuando hablamos de “nuestros jóvenes”, nos referirnos a aquellos jóvenes que han crecido en nuestro entorno o en nuestras obras, pero no debemos olvidar que realmente no son una propiedad nuestra y que el objetivo último no es que sean de mi grupo. En este punto es bueno recordar la célebre frase de Chaminade “jugamos a quien pierde gana”. Así lo presenta Ignacio Otaño:

    En 1805 la congregación tuvo una primera crisis a causa de las numerosas vocaciones religiosas y sacerdotales que surgieron de ella y, por tanto, la privaron de elementos humanos importantes. A los responsables que veían alarmados cómo personas valiosas dejaban la congregación para entrar en el seminario o en distintos Institutos religiosos, el P. Chaminade decía que “nosotros jugamos al quien pierde gana” Con eso quería hacer ver que no había nada que lamentar sino felicitarse por el hecho de que la vida de la congregación hubiese suscitado esas vocaciones. (Pág. 53)

    En el fondo, lo que todos queremos, o deberíamos querer es que la Iglesia sea una y dejemos las rivalidades entre grupos. Al menos eso fue lo único que sabemos que Jesús pidió a su Padre en una oración. “Padre que todos sean uno”

    Una forma de entrar en comunión es a través de la misión. Misión que para Chaminade estaba en manos de los laicos, anticipándose, incluso, al Concilio Vaticano II, como nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Algunos aspectos del modo de entender la misión acercan al P. Chaminade a la eclesiología de misión, subrayada por el Concilio Vaticano II, junto con la eclesiología de comunión… Un primer aspecto común a la preocupación del P. Chaminade y a la Iglesia conciliar es la participación de los laicos en la misión de la Iglesia. (Pág. 3)

  • Debemos aportar lo que somos y no un personaje que se disfraza de joven guay que cuestiona a la Iglesia. No hace falta fingir, todos conectamos con quienes se ponen delante nuestro con lo que son sin necesidad de descalificar o alabar a otros para gustar.

    Los jóvenes buscan realidad y autenticidad en las personas y las organizaciones. Que haya diálogo, propósito, integridad, consistencia, espontaneidad. Como Familia Marianista podemos aportarles esto a cualquier edad.

    Ignacio Otaño nos cuenta cómo enamorar con el espectáculo de los veteranos de distinta condición y realidad sin idealismos:

    “Abriéndose a todas las sinceridades, la congregación multiplica los cristianos de hecho y quita a los débiles la excusa de un ideal por encima de sus fuerzas… Así, junto a los congregantes veteranos enamorados de su ideal, se encuentran candidatos y candidatas que, a los 18-20 años no han recibido todavía la primera comunión y son preparados por otros congregantes para recibirla. Los padres de familia ofrecen el espectáculo de hombres cuya vida ha sido siempre ejemplar, de fe firme, junto a otros que han vivido mucho tiempo lejos de la religión.” (Pág. 49)

    Y de la misma manera, conquistar con el ejemplo de fraternidad:

    «en Zaragoza los sacerdotes soportan juntos la separación; sus alegrías y sus tristezas, sus recursos o su penuria, todo lo tienen en común: una carta, una noticia llegada de Francia aflige o consuela a todos…; se les ve juntos en los paseos, en las ceremonias religiosas, y esta fraternidad sacerdotal conquista los corazones”. (Pág. 28)

    Dentro de la nube de referentes que tenemos en nuestro mundo, debemos distinguir a aquellos que lo son, porque nos aman, de otros, que sólo buscan ser queridos y alabados o ganar dinero a nuestra costa. En la Familia Marianista tenemos la oportunidad de actuar, precisamente, como familia, por amor gratuito.

    En este ser referentes, conocer el testimonio de fe de otro es también una experiencia de Dios, un encuentro con la trascendencia que nos hace crecer y nos interpela. En la medida en que nosotros, los mayores, tengamos experiencia de Dios, podremos ser referentes.

  • No cabe duda de que Chaminade, al ver el crecimiento de las congregaciones, pensó en la vida religiosa como una forma de mantener el espíritu de todas las asociaciones que, a su vez, eran las que realizaban las obras de apostolado. Así nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Sus obras tendrían un alcance que él nunca se hubiera atrevido a darles: su apostolado no sería individual o de paso sino que este apostolado se ejercería mediante asociaciones, que se mantendrían en el espíritu de su institución por medio de una sociedad de religiosos propiamente dichos, coronamiento de todas las otras obras. (Pág. 27)

    Y en otro momento insiste en el tema del “hombre que no muere” como esas comunidades religiosas que han de dar solidez y continuidad a los congregantes:

    Restablece las congregaciones con un espíritu nuevo porque se da cuenta de que el cristiano en solitario está desvalido. Quiere también comunidades religiosas que sean, para la misión, el hombre que no muere, es decir, que la consoliden y la salven de las veleidades individuales o circunstanciales, asegurando su continuidad. (Pág. 4)

    Pero en lugar de ser ese pilar fuerte que sostenga al laico, nos estamos convirtiendo en gente mayor que asume que las cosas están mal y que lo único que queda por hacer es lamentarse y resignarse, eliminando toda voluntad de probar algo diferente.

    Sin embargo, aún hay esperanza, porque proviene de Dios. Debemos confiar en lo bueno, dejar de cuestionar y juzgar al otro, confiar más en que todos queremos hacer las cosas bien, quedarnos con lo bueno de la otra persona y rodear lo malo para salvarlo.

    Contagiar alegría, tener buena relación en los equipos de trabajo en los que estemos o en nuestra propia comunidad, transmitir alegría, paz y decisión. Si lo miras bien, en realidad las cosas antes eran peor, aunque nos guste demasiado repetirnos que “en mis tiempos estas cosas no pasaban”.

    En este clima de pesimismo y de estar de vuelta de todo, a veces se nos olvida acoger a los religiosos que llegan nuevos a una comunidad, allanarles el camino, apadrinarlos, dejarnos transformar por ellos. Es importante dar entrada a los religiosos en las obras bendiciendo, no maldiciendo, ayudando a encontrar el sitio de cada uno, sin prejuicios ni esquemas cerrados como el clásico “y tú ¿de qué das clase?” como si Chaminade hubiera fundado una congregación dedicada a la enseñanza y ese fuera todo el horizonte. Más aún cuando ya estamos jubilados, ese paradigma de la educación puede ser una gran losa.

  • Las actividades de impacto son momentos especiales de primer anuncio y esto es algo que todo el mundo puede hacer, no hace falta formación, hace falta valor y experiencia de Dios. En este sentido, el testimonio de un joven a otro joven es lo más potente.

    Por eso hay que animar a los jóvenes a ser testigos. El testimonio de los iguales transforma y empodera mientras que las charlas de gurús o santos, invalidan y rompen la autoestima por interpretarse como lejanos a mi realidad o inalcanzables.

    Así nos habla Ignacio Otaño de cómo concebía Chaminade este modelo de educación entre iguales y referentes bien preparados.

    «Lo que un joven dice a su amigo a menudo queda más grabado en su corazón que las exhortaciones más apremiantes de los predicadores; un buen consejo, una conversación religiosa, una advertencia hecha oportuna y familiarmente, fortalecen a veces la virtud vacilante de un joven».(Pág. 50) El P. Chaminade quería el apostolado del compañero con el compañero, del igual con el igual. (Pág. 58) «No cabe duda de que la mayor parte de los dirigentes y de las dirigentes de la congregación pertenecían a una élite organizada, cuya existencia ignoraba la masa de congregantes, y que Chaminade había concebido su fórmula masa-élite desde su vuelta de España». (Pág. 58)

    Para lograr la participación de los jóvenes con hondura y calidad, puede ser oportuno ofrecer modelos repetibles tipo franquicia. Esto empodera a los laicos para que propaguen el Evangelio. Por contra, el modelo libre centrado en religiosos creativos, hace que la evangelización esté sólo en manos de unos pocos líderes carismáticos. En este sentido, los movimientos de renovación carismática, con sus retiros cerrados llevados por laicos, son un buen ejemplo de empoderamiento del laico y de multiplicación de cristianos: Cursillos de cristiandad, Retiros Emaús, Effetá, Cursos Alpha, etc.

  • En el tema LGTB, se está desarrollando una corriente sumergida de Iglesia que funciona en guetos pero que es rechazada cuando pone sobre la mesa sus convicciones. Y, aunque para la Iglesia en España sea un tema rechazable y tabú, entre los jóvenes es ya algo normal y cotidiano. Sin embargo, mientras algunas congregaciones, como los jesuitas, van dando pasos de acercamiento en este campo, nosotros, marianistas, seguimos eludiendo la responsabilidad de tomar opciones arriesgadas en la línea del profetismo que no cabe esperar de otros sectores de la Iglesia.

    En la misma línea de aportar luz en medio del mundo, debemos combinar apertura, claridad y firmeza en nuestras propuestas e ideas según el carisma marianista dentro de la Iglesia. Ser tibios para quedar bien con todos y evitar el error o el conflicto, no aporta absolútamente nada al mundo ni a la Iglesia. Ese es el reproche que sufrió la Iglesia de Laodicea.

    Debemos dejarnos llevar más por el Espíritu y no encerrarlo. Ser capaces de cambiar los planes en un momento dado si percibimos que estamos llamados a algo más. No supeditar el Espíritu a nuestros planes o comodidad para conservar lo que nos hemos construido, si no al revés.

    Y todo esto nos ha de llevar a un continuo mensaje de esperanza y liberación. Ese del que hablamos cada año en Navidad, pero que en realidad no anunciamos ni reflejamos. Otros grupos cristianos son más explícitos a la hora de anunciar que el Reino está cada vez más cerca. Los primeros discípulos lo sentían inminente y eso les daba un impulso evangelizador determinado que les llevó a vivir anticipadamente el Reino. Pero, a veces parece que nosotros ya estamos de vuelta de todo y tenemos claro que no veremos, en vida, los frutos del Reino. Solo los falsos profetas anunciaban una cosa y creían otra.

  • En nuestras comunidades religiosas tenemos que hacer un viaje y pasar de ser “comunidad abierta” para que vengan a verme, a comunidad motora de la comunidad de fe, trasladando el centro de todo desde la comunidad religiosa, hasta la comunidad de fe Madeleine. Es un recorrido complicado, pero en el que podemos reencontrarnos con nuestra verdadera identidad como religiosos, haciendo que nuestra comunidad de fe, de vida y de misión estén más relacionadas con la comunidad Madeleine y no centradas en nosotros mismos dejando a la comunidad Madelein como un conjunto de actividades a las que va quien tenga amigos entre los participantes.

    En este viaje hacia la humildad, debemos devolver a los laicos el protagonismo que tienen en el carisma. No estamos delegando la transmisión del carisma en los laicos porque somos pocos, estamos transmitiendo y custodiando juntos el carisma porque lo recibimos como Familia. El carisma es como un Belén en el que hay muchos personajes, los laicos también forman parte del Belén y también tienen derecho a adorar y decir “esto también es nuestro” y “también nos lo ha dado Dios y no los religiosos”. De esta manera, podrán adquirir un protagonismo carismático.

    Los laicos, donde funcionan, necesitan también un espacio para tomar sus decisiones sobre los jóvenes y sobre muchas otras áreas. Por eso hay que estar en diálogo y ver cómo coordinarnos en cosas donde concurrimos como es el caso de la pastoral juvenil.

  • Una buena forma de estrechar lazos haciendo cosas juntos puede ser, contar con jóvenes que acaban de salir del colegio, por ejemplo, para dar catequesis de confirmación, combinando a un joven con alguien más mayor. O, en unos ejercicios del colegio, apoyarse en algunos jóvenes que acompañen la experiencia junto a los profesores. Lo mismo entre alumnos mayores con más pequeños. El objetivo es conseguir referentes más cercanos a los destinatarios e ir regenerando el vínculo entre generaciones. Es decir, adoptar el modelo, que está en los orígenes de nuestra pedagogía, de jóvenes acompañando a jóvenes, con gente más mayor que apoye a los jóvenes y le de más hondura a las reuniones.

    La fe no se da, sólo se puede despertar, por eso, hay que crear contextos, dinámicas, y entornos seguros. Es decir: comunidades de iguales, que posibiliten el despertar de la fe. Un lugar privilegiado de encuentro con Dios es el prójimo, “el otro” se puede convertir en mensajero de Dios, para mí.

  • En encuentros de oración donde hay laicos, religiosos y sacerdotes, es muy bueno que dicha oración la dirijan los laicos, de lo contrario, parecerá que el laico es el que actúa como último recurso cuando no hay un religioso o sacerdote disponible. Por otro lado, es de esperar que el laico emplee un lenguaje y una sensibilidad más cercana al resto de laicos que tienen una experiencia de fe más similar entre ellos que con el religioso.

    Culturalmente la celebración de la eucaristía marca mucho la distancia y el protagonismo del sacerdote. Frente a esto, una forma de reducir esa distancia y estar más entre iguales, puede ser la práctica de sentar a los jóvenes que van a dinamizar las distintas partes de la misa en el presbiterio con el cura durante toda la misa, no como monaguillos entendidos en un sentido litúrgico, sino como si estuviesen verdaderamente celebrando juntos en nombre de toda la comunidad. Esto les convierte en protagonistas de la celebración y testimonio para otros jóvenes que se identifican fácilmente con ellos.

  • Es muy importante generar una identidad a la que los jóvenes se puedan vincular. Lo vemos continuamente, hace ya tiempo que los jóvenes crean sus propias marcas de ropa con las que identificarse. Un ejemplo de esto en el mundo cristiano lo protagoniza el grupo de reciente creación que, bajo el nombre de Aute, se muestran como jóvenes cristianos auténticos frente a la superficialidad del mundo y, una de sus primeras acciones ha sido la creación de su propia línea de ropa personalizada con mensajes evangélicos haciéndose visibles en redes y entre la gente.

    También, como jóvenes marianistas, debemos trabajar una imagen potente a la que puedan adherirse y hacerlo con ellos. Con ese objetivo surgió el nombre de Fortes en 2017: para tener una identidad actual que reúna a los jóvenes marianistas más allá de las etiquetas oficiales de “Fraterno”, o “Familia Marianista”, o “Comunidad Estado de María Inmaculada”, o “Hijas de María”, o “Compañía de María”. Es decir, algo actual y no explícito que se pueda emplear para nombrar fácilmente las actividades como ya hicieron con MAGIS o Hakuna. La identificación más concreta y oficial se dará cuando se vayan vinculando más a una de las ramas de la Familia Marianista. El nombre no es un grupo en sí mismo que sustituye a ninguna rama ni comunidad, es sólo una marca identitaria, un recurso que nos haga familia unida para los jóvenes.

    Una forma de contagiar el entusiasmo y hacer partícipes a otras personas que aún no conocen Fortes, puede ser terminar alguna de estas actividades coincidiendo con la eucaristía de una comunidad de fe local. Cuando esto sale bien, es muy positivo para la comunidad local que acoge y para los jóvenes que reciben el testimonio acogedor de una familia más amplia. En cierto sentido, vendría a ser como la Eucaristía final de los retiros Effetá o Emaús que celebran con toda la comunidad y con familiares, haciendo visibles, en ese momento, los frutos del retiro, entre gente que, de otra manera, no se habría acercado a esta actividad.

  • En los primeros años de recorrido de una comunidad, no nos ha de dar miedo ofrecer contenidos sobre el carisma y sobre las cosas básicas del cristianismo: María, Jesús, el Credo… Estas son cosas que ya no traen ni de casa ni del colegio, aunque vengan de un Colegio Marianista. Chaminade hacía mucho hincapié en la importancia de transmitir estos fundamentos, entre otras cosas porque su objetivo era recristianizar Francia, y en nuestro caso, estamos en un escenario similar, en el que nos planteamos volver al primer anuncio por la pérdida de la cultura religiosa en nuestra sociedad.

    Además, en la iniciación, hay que presentar el carisma de Chaminade, en el sentido de los congregantes y de la Madeleine, como proyecto y como sueño ilusionante, para que desarrollen el deseo de pertenencia a una rama de la Familia Marianista y el sentido de gran comunidad dentro de la Iglesia bajo el carisma marianista, como algo que entusiasma, porque es nuevo y transformador, porque tiene algo que aportar a nuestro tiempo, no porque sea una estructura que hay que sostener en nuestro tiempo para que no se extinga.

  • Es importante que, desde el principio, los jóvenes tomen conciencia de que hay una comunidad mayor, para eso, una estrategia podría ser la de proponer que parte de la reunión de mi pequeño grupo sea conjunta con el resto de fraternidades de 1º año y la otra sea con la pequeña comunidad. Esto hay que equilibrarlo muy bien con la necesidad, mucho mayor, de que los jóvenes se conviertan, primero, en comunidad entre ellos, cosa nada obvia y que no ocurre de forma espontánea al salir del colegio. Si los juntamos porque vienen pocos, en realidad ya estamos teniendo un problema de creación de la comunidad y mezclarlos con otra gente puede romper más aún el vínculo entre ellos.

    Por otra parte, solemos invitar a los jóvenes a un montón de cosas, como si la saturación en la oferta fuese a aumentar la probabilidad de su participación en algo. Además, muchas de las cosas que convocamos, no las vivimos nosotros mismos. Son propuestas artificiales creadas para atraer a los jóvenes, o bien que hacemos por inercia, manteniendo algo que un día funcionó pero que ha ido muriendo. En lugar de eso, deberíamos invitar a lo que hacemos y vivimos por gusto, para que el éxito no dependa de la presencia de los jóvenes si no de la presencia de Dios. No es lo mismo que el joven me vea rezar que que me vea dirigir o estar de espectador en una oración. Lo que se vive se ve y se contagia.

  • José Cristo Rey García Paredes nos decía, en una formación de CONFER sobre la recuperación de la belleza de la vida religiosa que, nuestro Dios, igual no quiere tener tantas congregaciones dispersas si no una vida religiosa unida. Y nos animaba a poner nuestros carismas en danza, con otro modelo comunitario. A rehacer los propios esquemas y explorar nuevas formas de entrar en comunión. Y hablaba también de que, en los cambios de comunidad, algunos, van al nuevo destino con el “hijo” de la anterior comunidad cuando, en realidad, lo tienen que sacrificar, como hizo Abrahán. 

    No podemos ir sumando y arrastrando piedras y cargándoselas a otros conforme sumamos años. Si no somos capaces de transformar la comunidad y dejarnos transformar por ella, mucho menos pasará dentro de la Iglesia que hoy nos demanda una vida religiosa renovada. Todos hemos recibido el carisma marianista para ponerlo al servicio de la Iglesia y en nuestro caso concreto, para la propagación de la fe, para traer a Jesús al mundo. Esa es nuestra belleza singular que debemos recuperar y ofrecer a la Iglesia.

  • En los primeros años de los congregantes, la construcción de esa gran comunidad de fe que era además familia, se conseguía, según nos cuenta Ignacio Otaño, con propuestas de ocio sano, disfrutando juntos:

    El resto de la tarde hasta la hora de la Asamblea pública se dedica a la diversión en común, que suele consistir en paseos, juegos, etc., que refuerzan la unión, permiten el intercambio informal y hacen atrayente la congregación y la instrucción religiosa. “Así se aleja a la juventud de las diversiones peligrosas y se trabaja por crear y mantener el espíritu de cuerpo.” (Pág. 42)

    Sin embargo, esta dimensión lúdica es la más ausente en nuestras asambleas, todo es más funcional y hay cada vez menos espacios para compartir la diversión. Por otra parte, a la hora de construir algo, cuando hablamos de familia, a veces hay que renunciar a lo propio o aplazar proyectos para buscar el equilibrio entre eficacia y comunión para no generar más enfrentamientos de los necesarios. Es muy fácil que la gente tome posiciones en distintos bandos dentro de la comunidad de fe a cuenta de proyectos y decisiones particulares que polarizan a la gente destruyendo la comunión. Con más tiempo de convivencia, estos enfrentamientos podrían mitigarse.

  • Nos da miedo espantar a los jóvenes, por eso caemos en la tentación de rebajar el nivel de todo lo que hacemos o hacerlo todo libre o a su elección, para que los jóvenes lo acojan mejor. Pero, para enganchar a los chicos, lo importante no es que el contenido sea “light”, lo importante es que al acompañante le apasione lo que les cuenta y sea capaz de contagiar ese entusiasmo. 

    Hablando con grupos de jóvenes llegan a decir que prefieren reuniones más intensas, con más contenido, antes que estar hablando cada semana de cómo les ha ido el fin de semana. Si lo pensamos en clave de profesores, al final todo el mundo prefiere al que ama su asignatura, aunque sea el más exigente y el que dé más materia antes que al colega que nunca sabes de qué va a hablar y cuestiona la importancia del temario.

    En la misma clave de apasionar en lo que hacemos, podemos fijarnos en cómo presentamos las actividades, la actitud y el interés que les ponemos, si ponemos vida o sólo leemos fichas. Esto es más exagerado cuando se trata de oraciones y celebraciones en que conviene dirigirlas de forma pausada y apasionada, sin sobreactuar, desde luego, pero para contagiar más que para dirigir.

  • Cuando las comunidades o grupos no tienen bien asentada su identidad, encuentran una amenaza en la pertenencia a una comunidad más amplia como pueda ser la comunidad de fe o Madeleine. Sienten que se diluyen y que les come “su terreno”. Por eso es bueno que, especialmente las ramas de la familia marianista, tengamos clara nuestra identidad para poder aportar a la comunidad de fe Madeleine toda nuestra riqueza y el carisma marianista.

    La comunidad de fe o Madeleine, por su parte, puede funcionar como elemento estructural de las 4 dimensiones de la vida cristiana: Koinonia o comunidad, Leiturgia o celebración, Diakonia o servicio y Martiria o anuncio. Pero que sea un elemento estructural aglutinante no significa que haya de crear nuevas dinámicas sustituyendo a las ramas y otras comunidades en esta tarea. En lugar de eso, cohesiona lo que estos ya realizan para crear un espacio de encuentro y comunión completo y coherente. Si Madeleine se convierte en un ente que crea iniciativas, entonces será un nuevo grupo y ahora sí, en competencia con las comunidades existentes y dejará de tener sentido.

  • Los jóvenes que participan en actividades de impacto pueden tener mucho ruido interior, acuden en busca de actividades especiales para sentir cosas y vivir experiencias intensas, y, muchas veces, no tienen una comunidad o un contexto en el que apoyarse o hacer un camino de crecimiento. 

    Por eso, nuestras propuestas, a veces, podrían resultarles muy pesadas o alejadas porque se dirigen a un público con más recorrido. En este tipo de encuentros, debemos movernos en el terreno de las emociones y los contenidos sencillos muy centrados en sus intereses inmediatos para navegar dentro de ese ruido interior de sus pasiones y, en un proceso posterior, dar más profundidad a lo vivido.

  • Hablando de identidad, las comunidades laicas marianistas son las que, desde su origen, detectan y responden a las necesidades del mundo. No como la mano de obra de los religiosos. Esto es una deformación en la que hemos ido cayendo, fruto del clericalismo de nuestra sociedad. Así nos recuerda Ignacio Otaño cómo era la relación entre las Congregaciones y la Compañía de María:

    La Compañía de María tiene una necesidad fundamental de misioneros. […] En Besançon el P. Chaminade concibe un proyecto ambicioso, en el que una parroquia marianista sea el aglutinante de diversas obras en una misión bien coordinada. […] En todos los lugares a los que Chaminade envía marianistas, casi siempre las congregaciones aparecen como una de las actividades de la comunidad o de algunos miembros de la misma. A veces incluso, como sucedió con la primera escuela gratuita fundada en Agen, son los congregantes de un lugar los que detectan una necesidad o un posible campo de misión y piden la presencia de una comunidad marianista, con la que después colaboran estrechamente. (Pág. 82)

  • A la hora de transmitir lo que hacemos, debemos evitar que se convierta en mandato lo que debería ser seducción, de lo contrario somos fariseos poniendo normas para el encuentro con Dios.

    Vemos en el Evangelio que Jesús seduce porque enseña con autoridad y porque hay valores que en sí mismos atraen. Nosotros nos movemos en ese mismo terreno, pero lo hemos convertido todo en regla y lo vivimos como norma. Sin embargo, la entrega a los demás en la misión, los votos, la vida de oración o la vida en comunidad son cosas rompedoras y apasionantes que pueden seducir a cualquiera que nos vea apasionados por ello, en lugar de resignados, agobiados o desmotivados.

  • Pensando en la relación con los monitores, vemos que es muy importante vivir cosas con ellos. Compartir vida con los jóvenes es clave para que te reconozcan y acepten como “de los suyos”, pues, en esa experiencia compartida, se crea un cierto vínculo de familia y se hace visible la realidad de unos y otros y los prejuicios se reemplazan por valoraciones hechas desde la experiencia personal. Esto pasa también entre alumnos y profesores, aunque, en este caso, no podemos estrechar mucho los lazos puesto que son menores de edad y la relación es de profesor-alumno y no de educador a educador.

  • La comunidad Madeleine ha de estar perfectamente integrada en la Iglesia local y universal y buscar siempre la comunión y la colaboración. Así es en nuestro carisma desde los orígenes. Y, a modo de intuiciones prácticas, recojo algunas de las sugerencias del documento “57 Buenas prácticas en parroquias” que es un análisis que implicó dos años de investigación y contacto con más de 200 comunidades parroquiales de España. El estudio reporta experiencias de éxito que pueden iluminar o inspirar a otras parroquias. Dicho estudio se realizó en colaboración con la Fundación SM y se presentó el curso 22-23 en Valencia. Donde habla de comunidad parroquial nosotros podemos leer comunidad Madeleine para adaptarlo a los términos que estamos manejando:

    38. La pertenencia a la comunidad parroquial no ha impedido a algunos miembros ofrecer su disponibilidad para una misión, animando o liderando otros grupos en otra parroquia, zona pastoral o arciprestazgo. 

    50. La parroquia funciona en comunión y trabajo conjunto entre los diferentes carismas, movimientos y asociaciones que forman parte de la parroquia. 

    51. Los diferentes carismas, movimientos y asociaciones comparten la visión y viven insertados en los procesos pastorales, servicios y ministerios de la parroquia. 

    56. La parroquia participa y trabaja en común con otras parroquias del arciprestazgo aportando desde su visión, identidad y cultura. (ECTI. X-p43) 

    57. La parroquia participa en las actividades organizadas desde la diócesis aportando desde su visión, identidad y cultura, y buscando la comunión.

  • La vuelta al carisma ha de ser continua, no podemos emprender nuevos proyectos sin fundamentarlos en las intuiciones de Chaminade y en ese sentido, debemos fijar la mirada en la formación de comunidades al estilo de lo que fue la Madeleine en los primeros años, analizando y, si es el caso, desandando los caminos que se han ido desviando de la idea original, sin olvidar la importancia de la tradición que vamos construyendo, así como las diferencias propias de cada época y el hecho de que los congregantes como tal se disolvieron unos años después de su nacimiento hasta su posterior refundación. Todo esto nos lleva a poner el foco en el concepto de la comunidad Madeleine como un signo de nuestro carisma que puede ser muy fecundo si se trabaja adecuadamente.

  • Por lo que dice Ignacio Otaño de las asambleas en tiempos de los primeros congregantes… 

    “Las reuniones de los domingos por la tarde, abiertas al público, en las cuales hablaban los laicos, eran peligrosamente parecidas a las asambleas protestantes.” (Pág. 39-40)

    Según esto, nuestro estilo, en origen, era más parecido al modelo donde el laico es el que llevaba la voz cantante como si de un predicador evangélico se tratase, con el lenguaje del laico y sus medios de expresión y comunicación contemporánea que pueden captar mejor la atención y el interés de otros laicos que se reconocen mejor en el orador.

  • Los jóvenes manifiestan que las características del carisma marianista que más les atraen son la apertura y el contacto con el mundo, cosa que no encuentran tan claramente en otros estilos. Por eso, es bueno aprovechar esta fortaleza distintiva en nuestras actividades de impacto cuidando el público al que nos dirigimos y la relación de la actividad con la realidad que nos rodea. Ambas cosas las encontramos fácilmente en las intuiciones de Chaminade.

  • Jesús enseñó a servir haciéndose esclavo de sus discípulos y diciéndoles “lo que he hecho con vosotros hacedlo también vosotros”. Por eso, el testimonio de profesores, padres y alumnos mayores o antiguos alumnos haciendo voluntariado en los mismos sitios donde van los chavales, es muy enriquecedor de cara a que conciban el servicio como una parte de sus vidas y no como una mera actividad durante su etapa en el colegio.

    Donde se da este testimonio, vemos que se afianza una cultura del servicio y la entrega a los demás que multiplica el valor educativo.

Guía de estilo Marianista