En ingeniería, el diseño de un producto responde a una necesidad del cliente. Sin embargo, cuando diseñamos productos que nadie ha demandado, o generamos esa necesidad a posteriori pervirtiendo la finalidad del marketing, o simplemente fracasamos en nuestra propuesta. Por eso, es muy importante escuchar y entender la necesidad de los jóvenes en cuanto a la creación de su comunidad y, a partir de ahí, ayudarles a construir una nueva realidad que responda adecuadamente a esa necesidad, porque se trata de crear su comunidad, no de amoldarse a una comunidad ya creada según una plantilla ideal.
Nuestro máximo referente de escucha y adaptación es, sin duda, el propio Cahminade. Ignacio Otaño nos habla así de su forma de entender la adaptación:
«Es necesario que el médico adapte sus remedios a las necesidades y al temperamento del enfermo. La actual enfermedad de los espíritus es de tal naturaleza que sólo se puede tratar su curación siguiendo un camino nuevo […] Le gustaba comparar su camino al de un riachuelo apacible que, cuando encuentra un obstáculo, no se obstina en superarlo. Es el propio obstáculo el que, al detener el riachuelo, lo hace crecer y aumentar hasta tal punto que pronto se eleva por encima de su nivel, lo supera, lo desborda y sigue su curso”. (Pág. 34-35)
Sin embargo, muchas veces cuesta saber lo que piensan y sienten de verdad por distintas barreras, por falta de confianza en el acompañante, o entre miembros del grupo, o, a veces, porque ellos mismos tampoco lo saben. Como en el ejemplo del médico, hay que ir observando síntomas y planteando hipótesis hasta acertar.
El concepto de participación del cristiano en la Iglesia está, muchas veces, reducido a la asistencia a la misa dominical o a charlas formativas, y, hacer participar al joven de algo en lo que sólo puede estar callado mirando durante una hora es impensable.
Los jóvenes están acostumbrados a formatos muy participativos, lo que ahora arranca en la Iglesia como sinodalidad, los jóvenes lo practican como una especie de democracia en Twitch donde entre todos deciden y participan en una serie de cosas de lo que hace el streamer. Para ellos, es impensable ser espectadores pasivos, aunque, de hecho, pasen las horas, más que nunca, viendo a influencers hablar. Sin embargo, en ese ejercicio de escucha, tienen la potestad de interactuar, tomar decisiones, elegir cuando se van. Por eso, no podemos crear grupos basados en la escucha pasiva de un formador, modelo que, además, ya sufren en la universidad.
En la creación de la comunidad debemos ponernos a su servicio, arrodillarnos ante el joven. Pero no con las manos vacías, sino cargadas de propuestas que vienen de la experiencia, dispuestos a desecharlas todas si ninguna encaja con lo que están buscando. La participación que tiene un joven en redes con respecto a los influencers es muy poca, sin embargo la perciben como un gran gesto de escucha. Y cuando el joven se siente escuchado, se siente protagonista, aunque en el fondo no lo sea tanto.

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