Antes de la existencia de la vida religiosa marianista, Chaminade pide a un grupo determinado la misma vivencia que a los congregantes, pero con más radicalidad y dedicación. Hoy esto nos puede resonar también en la vida religiosa heredera de ese “Estado” y, a la vez, estar atentos también al peligro que apunta:
El fin y las características de ese «estado religioso en el mundo» coinciden con los de la congregación, pero vividas con más radicalidad y dedicación […] «los jóvenes que pertenecen al centro de la congregación son los que… han tomado una más fuerte determinación para progresar en la virtud y trabajar en el sostenimiento y propagación de la congregación» […] no se trata de añadir nada al ser de cristiano sino de potenciar esa vocación de bautizado […] «podrían derivarse inconvenientes del hecho de que pareciese que ellos hacen más cosas; lo único que hace falta es que hagan mejor» […] «no hacen los votos de religión pero deben tomar su espíritu» […] «procurarán conocer los consejos evangélicos. Pedirán a Dios poder saborearlos, agradecerán a menudo los santos compromisos adquiridos». (Pág. 54-55) Un núcleo no reconocido, sin existencia oficial, podría evitar la desaparición de la congregación en tiempos de nuevas persecuciones […] quizá el motivo más fuerte de Chaminade para el «secreto» estuviese en el deseo de que los miembros del «Estado» fuesen levadura dentro de la masa sin ser notados y, al mismo tiempo, no imponer a todos los congregantes un tipo de vida prácticamente equivalente al estado religioso. […] «Si la élite hubiese formado abiertamente una asociación particular, la congregación habría corrido el riesgo de tomar un carácter de perfección que inevitablemente apartaría de ella a los débiles, vacilantes, o sea, precisamente los que había que transformar en buenos cristianos […] El «Estado» va evolucionando hacia un Instituto religioso […] «desapareció tras la fundación de la Compañía de María» (Pág. 58-59)
Para lograr esa mayor radicalidad, es necesario entrar en la espiral de perfeccionamiento entendido, no como virtud sino como belleza, como apunta José Cristo Rey García Paredes, haciendo referencia a la Filocalia como ese “amor a lo bello” que contenía el conjunto de enseñanzas de los maestros espirituales. La formación es un proceso de embellecimiento, lo contrario es la deformación que afea. La belleza salvará a la comunidad, dice. Habla de una realidad como un conjunto de fragmentos desconectados que han de integrarse con el resto por medio de la formación. No basta con el bautismo ni la profesión religiosa como piezas que ocurren en la vida, hay que entrar en procesos de formación como en una continua espiral de la belleza.

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