La expresión del amor se puede convertir en teología al alcance de todos. Antes, la teología, era algo reservado a los estudiosos en las bibliotecas, hoy reconocemos que se produce teología en otros espacios más humildes de nuestro día a día.
En este sentido, podemos decir que la belleza expulsa demonios. Cuando veo al hermano en clave de fealdad veo demonios, si veo la Gracia que hay en él, la relación es diferente.
En las comunidades religiosas sólo podemos amar lo limitado, porque perfección no hay. Y que se dé un amor imperfecto, no significa que sea irreal. Debemos tener cuidado de no exigir perfeccionismo. La humildad de aceptar al otro como es, genera un vínculo verdadero que trasciende nuestra comunidad y atrae a su imitación a jóvenes y adultos.
Por su parte, los mayores han de aprender a “ponerse viejo” afrontar las etapas de la vida, aceptar que ya no eres el centro de la fiesta, que ya no te llaman, que ya no seduces como cuando eras joven, y no culpar a la vida ni a las personas y descubrir lo que ahora puedes hacer de bello para los demás.
El roce puede hacer el cariño o no. Hace falta una comunicación más profunda. ¿Dónde estamos? ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué escuchamos de la comunidad? ¿Qué recibimos de lo que decimos? La verdad que manejamos puede ser de mayor o menor calidad según su profundidad. No es lo mismo responder a la pregunta de “¿Qué tal vas?” con un “bien”, que contar lo que estás viviendo, aunque las dos cosas puedan ser verdad. Dialogar es derribar muros y ahí sí, surge el cariño y entonces podrán decir de nosotros “¡mirad cómo se aman!”
El cuidado tiene que ver con acercarse pues cuando curamos cuerpos, no los podemos cuidar a distancia. Cuidar es acoger las necesidades del otro, acoger un sentimiento, establecer una relación. Es preciso sentir con el otro, por eso hace falta una madurez, una adultez y eso nos lleva a decir que la persona madura y adulta es la persona que cuida.
El corazón humano tiene una inclinación natural para actuar en favor del otro, pero este cuidado ha de ser competente y responsable como el del médico. Cuidar es algo amplio. Cuidar el cuerpo, la familia, la casa, la hacienda, el honor, la piedad, la polis, lo público, el pueblo, el mundo… El cuidado fue clave en los primeros siglos del cristianismo. Gracias al cuidado, las cosas tienen futuro y, si queremos tener futuro, nosotros mismos debemos dejarnos cuidar. Lo más difícil de este mundo es aprender a ser necesitado, adquirir ese grado de humildad, ser yo el que soy cuidado.
Nos resulta fácil ver en los jóvenes a esos que nos necesitan, a quienes tenemos que cuidar, pero cuesta más hacerse necesitado de los jóvenes y dejarse cuidar o aconsejar, como el padre que ha de cambiar la forma de ver a su hijo e intercambiar el rol de cuidador a cuidado con el paso de los años. En muchos casos los jóvenes ya nos están viendo como gente a la que hay que cuidar pero nosotros queremos seguir teniendo el mando.

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