Hablando de identidad, las comunidades laicas marianistas son las que, desde su origen, detectan y responden a las necesidades del mundo. No como la mano de obra de los religiosos. Esto es una deformación en la que hemos ido cayendo, fruto del clericalismo de nuestra sociedad. Así nos recuerda Ignacio Otaño cómo era la relación entre las Congregaciones y la Compañía de María:
La Compañía de María tiene una necesidad fundamental de misioneros. […] En Besançon el P. Chaminade concibe un proyecto ambicioso, en el que una parroquia marianista sea el aglutinante de diversas obras en una misión bien coordinada. […] En todos los lugares a los que Chaminade envía marianistas, casi siempre las congregaciones aparecen como una de las actividades de la comunidad o de algunos miembros de la misma. A veces incluso, como sucedió con la primera escuela gratuita fundada en Agen, son los congregantes de un lugar los que detectan una necesidad o un posible campo de misión y piden la presencia de una comunidad marianista, con la que después colaboran estrechamente. (Pág. 82)

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