José Cristo Rey García Paredes nos decía, en una formación de CONFER sobre la recuperación de la belleza de la vida religiosa que, nuestro Dios, igual no quiere tener tantas congregaciones dispersas si no una vida religiosa unida. Y nos animaba a poner nuestros carismas en danza, con otro modelo comunitario. A rehacer los propios esquemas y explorar nuevas formas de entrar en comunión. Y hablaba también de que, en los cambios de comunidad, algunos, van al nuevo destino con el “hijo” de la anterior comunidad cuando, en realidad, lo tienen que sacrificar, como hizo Abrahán. 

No podemos ir sumando y arrastrando piedras y cargándoselas a otros conforme sumamos años. Si no somos capaces de transformar la comunidad y dejarnos transformar por ella, mucho menos pasará dentro de la Iglesia que hoy nos demanda una vida religiosa renovada. Todos hemos recibido el carisma marianista para ponerlo al servicio de la Iglesia y en nuestro caso concreto, para la propagación de la fe, para traer a Jesús al mundo. Esa es nuestra belleza singular que debemos recuperar y ofrecer a la Iglesia.

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