En encuentros de oración donde hay laicos, religiosos y sacerdotes, es muy bueno que dicha oración la dirijan los laicos, de lo contrario, parecerá que el laico es el que actúa como último recurso cuando no hay un religioso o sacerdote disponible. Por otro lado, es de esperar que el laico emplee un lenguaje y una sensibilidad más cercana al resto de laicos que tienen una experiencia de fe más similar entre ellos que con el religioso.

Culturalmente la celebración de la eucaristía marca mucho la distancia y el protagonismo del sacerdote. Frente a esto, una forma de reducir esa distancia y estar más entre iguales, puede ser la práctica de sentar a los jóvenes que van a dinamizar las distintas partes de la misa en el presbiterio con el cura durante toda la misa, no como monaguillos entendidos en un sentido litúrgico, sino como si estuviesen verdaderamente celebrando juntos en nombre de toda la comunidad. Esto les convierte en protagonistas de la celebración y testimonio para otros jóvenes que se identifican fácilmente con ellos.

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