Generalmente tenemos un círculo relativamente pequeño de gente a la que pedimos ayuda porque, por distintos motivos, y en algunos casos poco sanos, hay personas más dadas a la entrega personal, y porque nos es más cómodo ir a lo seguro que arriesgarnos con alguien nuevo.
De esta forma, salvo que la otra persona se plante y nos diga que no, llega un momento en que la gente no puede más pero sigue respondiendo a nuestras llamadas por compromiso, y vamos llevando a la gente al límite, provocando que la calidad de las actividades se resienta porque las personas, no están en un momento vital adecuado para asumir la tarea, o simplemente no disponen realmente de más tiempo.
Además, solemos culpar a la persona asumiendo que es ella quien ha de decirnos que no, si no puede más, pero eso nos da dos conclusiones peligrosas: por un lado que no nos preocupa la persona, nos preocupa nuestro proyecto, y por otro que vamos dinamitando la cultura de la entrega y cada vez es más complicado encontrar a alguien que se preste a hacer algo gratis por los demás, al menos en nuestro contexto marianista.

Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.