El contar con un itinerario claro y conocido por todos, nos permite coordinar las iniciativas para crear un cuerpo sólido y variado de actividades para nuestros jóvenes donde les podamos acompañar en su crecimiento y podamos integrarlo en una propuesta general que vaya desde la pastoral del colegio en infantil, hasta la vida de comunidad adulta.
Eso de tener un itinerario único nos suena, muchas veces, a cortar libertades y a imponer cosas, porque hemos confundido el carisma marianista con un estilo mal llamado “liberal” que en realidad es difuso, sin norte y sin camino. Leyendo a Chaminade, lo último que veremos será ambigüedad y relativismo en sus convicciones y esto no es incompatible con la acogida y el respeto de toda diversidad y el estar abierto a nuevas ideas.
Sin embargo, el tener metas, por ejemplo en fraternidades, es algo que te permite situarte en un camino y te anima a avanzar al siguiente paso. En este ejemplo tienen la consagración inicial y la definitiva, pero no se enmarcan ni ofrecen bien como momentos de paso y cambio de etapa y, quizá, hacen falta más puntos intermedios.
En muchas de nuestras comunidades laicas, reconocen que les falta estructura, que, pasados varios años desde la puesta en marcha del grupo, no han visto un hilo conductor claro en lo que hacían en las reuniones. Quedaban de forma irregular, los temas los tenían que elegir y preparar ellos sin criterio y no se sentían ni preparados, ni bien acompañados.
En el documento “57 buenas prácticas en parroquias” elaborado en 2023 tras el estudio de 200 parroquias, también hacen referencia a los itinerarios. En este caso, resalto dos puntos que hablan de la visión común que marcan dichos itinerarios y el diálogo necesario para alcanzarlos:
7. Existe una «visión» que da unidad al proceso de conversión pastoral de la parroquia, ordena e integra todas sus acciones convirtiéndola en intencionalmente evangelizadora.
31. Ha habido un diálogo y discernimiento entre las necesidades de la parroquia y los carismas, vocaciones, habilidades y capacidades del laicado, muchas despertadas en el discipulado.
Como Familia Marianista, nos falta atender al vacío que encontramos al salir del colegio cuando todo lo bueno que ofrecíamos en él, desaparece porque no tenemos una estructura sólida y bien coordinada como Familia, como podíamos encontrar, más fácilmente, en los colegios de la red, que dependen únicamente de los religiosos y cuentan con personal contratado para sus acciones.

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