El objetivo de Chaminade para la Familia Marianista es claro: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe”.
«Para poner un dique fuerte al torrente del mal, el cielo me inspiró a comienzos de este siglo solicitar de la Santa Sede el nombramiento de Misionero apostólico, con el fin de reavivar o de volver a encender en todas partes la llama divina de la fe, presentando por todos lados ante el mundo asombrado grandes cantidades de cristianos católicos de toda edad, sexo y condición, que, reunidos en asociaciones especiales, practicasen sin vanidad y sin respeto humano nuestra santa religión, con toda la pureza de sus dogmas y de su moral. Imbuido de esta idea, y urgido además por dignos prelados, deposité mi alma entera en una humilde súplica a los pies de nuestro Santo Padre el Papa Pío VII, quien se dignó escuchar favorablemente mi petición y me concedió las más amplias facultades por un decreto del 20 de marzo de 1801. Desde entonces, Santísimo Padre, se han ido formando en varias ciudades de Francia fervorosas congregaciones, unas de varones y otras de mujeres; la religión tuvo la dicha de contar con un número bastante grande de ellas en poco tiempo, y se hizo mucho bien…» (Pág. 30)
Y, en este objetivo, la centralidad de María no es opcional ni accesoria, fácilmente la encontramos en los textos de nuestro carisma como herramienta para un fin, o como aquella bajo cuyas órdenes debemos ponernos. Concretamente habla así de la piedad filial y de la consagración a María:
«El genus proximum es ser una sociedad de cristianos católicos, libres, esparcidos en la sociedad, de toda edad, de todo sexo, de todo estado, etc.; la differentia prima es el ejercicio habitual de la devoción a la Santísima Virgen para tender al último fin de toda asociación cristiana» […] de la consagración a María «derivan y son consecuencia todas las reglas, todas las prácticas ofrecidas en esta asociación, todos sus deberes generales y particulares, el mismo espíritu de proselitismo que tiene la congregación». (Pág. 46)
Y en otro punto habla de Imitar las virtudes de María y de ser formados por ella como lo fue Jesús:
“María no se limita a conservar y mantener en nosotros la vida de la gracia que por Ella hemos recibido de Jesucristo: al mismo tiempo, Ella trabaja por hacernos llegar a ser conformes al divino modelo”. La alianza con María supone una reciprocidad. Por eso, lo que María hace por el congregante encuentra en éste una actitud receptiva y un deseo de corresponder contribuyendo activa y gozosamente a la obra de María en él […] «la obligación más fuerte que se contrae por esta amable filiación es la de imitar las virtudes de las que María ha dado ejemplo al mundo» (Pág. 47)
También nos recuerda que María es nuestro apoyo en el desaliento, a través de la consagración particular que realizamos. Nos dice: “Si estáis tentados de desaliento recordad que estáis especialmente consagrados a María” (Pág. 72)
Además, con lo que dice a los religiosos sobre el voto de estabilidad, queda claro que no quiere caer en la devoción ni en el activismo vacíos. Continúa así Ignacio Otaño:
Con el voto de estabilidad queremos expresar nuestra voluntad de ser activos misioneros de María: […] nos hemos comprometido por un voto especial, el de estabilidad, a secundarla con todas nuestras fuerzas, hasta el final de nuestra vida, en su noble lucha contra el infierno […] volar adonde Ella nos llame, para extender su culto y por él, el reino de Dios en las almas […] el voto de enseñanza y el de estabilidad son complementarios e interdependientes: el hecho de constituirse «soldados» y «ministros» de María, por el voto de estabilidad, lleva a emplear todos los medios para el bien del prójimo, la formación en la fe y la «reforma de las costumbres», a que consagra el voto de enseñanza […] No se pueden separar espiritualidad y praxis, motivación y acción, espíritu y vida. Es la garantía para no caer en una devoción sin proyección en la vida o en un activismo sin alma. (Pág. 86-87)
Con todo esto, podemos afirmar que estamos llamados a ser misioneros activos, porque, no es lo mismo la pertenencia a un movimiento que la militancia. Por eso, al decir que estamos en la comunidad para ser misioneros activos de María, debemos asumir una actitud militante, no pasiva.
Y dentro de la misión, sabemos que, en la Madeleine, los jóvenes eran la misión principal de los mayores y su razón de ser en la comunidad. Toda la estructura de la comunidad busca cuidar el crecimiento y maduración espiritual de estos, por el objetivo principal con el que comenzábamos: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe” y Chaminade sabe bien que es la comunidad la que educa en la fe.

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