Durante mucho tiempo, la oración no ha sido el centro en las comunidades de jóvenes que poníamos en marcha. Probablemente porque tampoco era el centro en nuestras comunidades o vivencia personal de la fe. Sin embargo, vemos una creciente demanda de oración y silencio en los jóvenes, hasta el punto de que se organizan entre ellos para quedar a rezar todas las semanas y de ese encuentro semanal, se constituyen en comunidad, cuando han compartido su fe y su experiencia de Dios.
En cambio, si en la creación de la comunidad ponemos el foco en lo intelectual, o anteponemos la misión de cada uno a la comunidad, esta, nunca pasará de ser un grupo de amigos o conocidos e irá desapareciendo conforme cambien las circunstancias personales de sus miembros.
Así, vemos hoy comunidades de jóvenes que pueden llevar ocho o diez años, que siguen sin sentirse vinculados como comunidad y que siguen sin rezar juntos, más que una vez al trimestre o cosas así. Estos no han superado la fase de creación de la comunidad, son un grupo de fe que no reza.
En todo esto, la formación vendrá después de que la oración sea lo que convoca. Además, desde la oración se puede formar en la espiritualidad marianista.
El silencio que los jóvenes demandan puede ir muy bien orientado con el método de los cinco silencios de Chaminade y la oración sobre el Credo para ocupar la mente y el corazón con Dios.
Reforzando esta idea, recojo uno de los elementos que ofrecía Simler al hablar del espíritu interior que pedía Chaminade a los religiosos, y que es válido para cualquier marianista.
«Insistirá en la meditación de fe y en la oración sobre el Credo posibles para que Dios ocupe la mente y el corazón del apóstol.» (Pág. 73)

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