Los jóvenes reclaman espacios de silencio frente a la multitud de estímulos externos y que las oraciones sean sencillas y no exijan mucha atención intelectual o sensorial, que sean más contemplativas.
Esto lo vemos claramente en las adoraciones de Hakuna donde no hay participación de los asistentes, más allá de lo que cada uno viva en su interior. Sin embargo, aún nos dan miedo los silencios en nuestras oraciones, y parece que si no ha habido peticiones compartidas, ha faltado algo y pasamos a que la oración sea un momento para compartir entre nosotros, lanzarnos peticiones y acciones de gracia unos a otros y dejamos fuera a Dios, pero estamos en un tiempo de callar más nosotros pacificar nuestros sentidos y nuestro corazón, y dejarle a él más espacio para hablar.

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