El entusiasmo de quien explica la Palabra de Dios se contagia y propicia el encuentro con Jesús, sin embargo, demasiadas veces, o bien sustituimos el Evangelio por otros textos poéticos contemporáneos, o bien lo metemos sin sentido en las dinámicas, sin dotarlo de vida, empleando traducciones inadecuadas para los jóvenes, o con un lenguaje incomprensible.
Debemos hacerlo contemporáneo, mostrando que es Palabra llena de vida y sentido para nuestro tiempo y, para eso, no basta leerlo. Piénsalo con estas asignaturas: Filosofía, historia, matemáticas, inglés… Cualquier profesor amante de su asignatura, será capaz de entusiasmar al alumno con el contenido de su materia, sea la que sea, porque el entusiasmo es suyo, no del contenido.

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