Chaminade tenía un plan: recristianizar Francia, reconstruir la sociedad, y la forma que encontró como más eficiente fue la de actuar sobre los jóvenes a través de las escuelas. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño:

“Llevar a más de tres cuartas partes de la población los principios de la fe, a la par que los conocimientos humanos” (Pág. 76).  “los hijos se convierten en apóstoles de sus padres y su apostolado siempre produce frutos; eso me hace decir que estas escuelas son un medio de reformar el pueblo” (Pág. 76)

Hoy, esta vía sigue siendo muy buena, pero no debemos olvidar que hay muchos otros agentes de educación masiva que no existían en la época y que están teniendo un impacto mayor en la formación del pensamiento y la transmisión de la cultura: televisión, redes sociales, plataformas de streaming, juegos online, inteligencia artificial, y lo que siga surgiendo. Será un error olvidarnos que Chaminade escogió el mejor medio de su época entre los tres únicos que tenía: la familia, la escuela y la parroquia. No estamos en la misma situación, ni de lejos y no tenemos un plan al respecto.

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