Mirando a la vida religiosa, también necesitamos una preparación para volver a reflejar la belleza que todos anhelamos. Los ritos crean comunidad y pueden ser expresión de la belleza. Sin embargo, nos hemos cerrado a un rigorismo que elimina toda esa belleza. 

Debemos diseñar los nuevos ritos que reflejen la belleza, tanto en nuestra liturgia como en nuestra vida diaria y en nuestros espacios. Pero eso requiere también una preparación y un tiempo. De lo contrario, la vida nos llevará a seguir repitiendo los mismos rituales y reglamentos que nos permiten actuar sin pensar, reflejando la fealdad de quien ya no espera nada en la vida. 

Necesitamos nuevos artistas y otros profesionales que nos ayuden a diseñar esta nueva belleza, dejar que los laicos jóvenes sean ahora quienes nos ayuden y saquen de nosotros mismos. Ya hay algunos grupos que van por esa línea y los demás debemos aprenderla.

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