Hoy los signos de los tiempos nos piden reformar la vida religiosa y cuando digo hoy me refiero a que hace ya tiempo que se escucha esto en todos los foros.
Por su parte, José Cristo Rey García Paredes, ponía el ejemplo de la restauración de Notre Dame tras el incendio, como metáfora de una iglesia destruida que necesita ser recuperada con la implicación de todos y, tal vez, a Chaminade, que quería restaurar la fe en Francia, el ejemplo también le habría valido. Nos decía que “Igual que la sociedad se movilizó para restaurar Notre Dame, debemos tomarnos muy en serio, y movilizarnos para la reforma de la vida religiosa” ¿Acaso tenemos que esperar a algo más para ponernos manos a la obra? ¿Hace falta una mayor decadencia o algún signo más claro?
Quizá, una oportunidad de transformar la Vida Religiosa Marianista, sea la comunidad Madeleine, si logramos recrear el ambiente de los primeros congregantes. Si lo pensamos, al principio no existían las ramas, estas surgen de la Madeleine. Ahora, sin embargo, debemos peregrinar por el camino inverso para construir dichas comunidades de fe. En ese proceso, tal vez encontremos una nueva manera de ser vida religiosa para los laicos.
Por tanto, tenemos que ponernos en “modo peregrinación”. Lo propio de una peregrinación es que siempre acaba en algún lugar y tanto la meta como el recorrido son importantes para la transformación. Hoy que los signos de los tiempos nos llaman a hacerlo todo en modo sinodal, podemos ver también que estamos llamados al modo peregrinación, a salir de nuestra tierra y caminar hacia la tierra prometida guiados sólo por la fe.

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