Evaluación

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Sin un análisis realista de la realidad no hay crecimiento posible. Debemos evaluar con seriedad pero también con misericordia nuestras iniciativas, conscientes de que Dios se vale de cualquier renglón, aunque nos parezca torcido. No podemos convertirnos en nuestros propios enemigos ni por exceso ni por defecto de crítica.

  • Evaluación – Familia [6]

    Evaluación – Familia [6]

    Es crucial sanar heridas para una evaluación objetiva. La humildad evita análisis excesivos y comparaciones injustas. Recordemos la llamada a no temer y vivir desde la fe. Evitemos la victimización y optemos por una mirada misericordiosa en nuestras evaluaciones, para promover el crecimiento. Ver contenido

  • Evaluación – Escolar [1]

    Evaluación – Escolar [1]

    A pesar de no ver resultados inmediatos, sembramos semillas de fe en iniciativas escolares. La paciencia revela frutos a largo plazo, como testimonian grupos como Guinomai, donde exmiembros reconocen la importancia de su experiencia en la maduración de su fe. No obstante, debemos evaluar críticamente nuestras acciones y reconocer carencias. Ver contenido

  • Hay heridas y roces en muchas personas que hacen que se magnifiquen cosas que no tienen por qué ser tan grandes, o que a la hora de sacarlas a relucir generen más violencia de la que toca.

    Una evaluación en un contexto herido, puede no tener nada de objetiva y perder todo su valor, por eso, debemos sanar las heridas, para poder evaluar de la manera más objetiva posible.

    Al hacer cualquier evaluación, hay que ser humilde y no caer en la tentación de querer analizarlo y juzgarlo todo, sacando todos los defectos posibles, queriendo dar la solución a todo y formulando, además, soluciones que, de entrada, ya sabemos que no son posibles.

    También caemos en la tentación de compararnos con otros grupos o iniciativas, siendo injustos o crueles con nosotros mismos. Esto nos lleva a querer imitar a otros y a perder o rechazar como mala, nuestra propia identidad y carisma.

    Sin duda la realidad es compleja, oscura y demasiadas veces parece insalvable. Sin embargo, empezando por el tiempo de los primeros cristianos, nunca ha sido ni será fácil la transmisión de la fe y la llamada que nos viene de Dios es siempre la misma “No tengas miedo”, “te basta mi Gracia”. Debemos vivir desde la fe. Las situaciones de “encorvamiento” son reales, pero en el análisis podemos convertirnos en nuestros propios enemigos y destruirnos con evaluaciones excesivamente duras y parciales.

    No podemos caer en la tentación de victimizarnos diciendo: “No tenemos vocaciones porque somos malos”. Aunque haya cosas que cambiar, esto es fuente de desánimo y de una tristeza interior que refleja el sufrimiento y el vacío del alma y hace imposible avanzar.

    En lugar de eso, hay que ser paciente y misericordioso con las cosas que no van como nos gustaría. Hace falta tener una mirada misericordiosa hacia los jóvenes y hacia todo el mundo en general, para que los juicios ayuden a crecer más que a destruir. Las cosas las podremos mejorar, o no en función del talante con que las evaluemos.

  • Durante la etapa escolar llevamos a cabo un gran número de iniciativas para trabajar la fe de los jóvenes, sin embargo, rara vez vemos algún fruto en el corto plazo. Esto nos puede llevar a una evaluación negativa de lo que hacemos. Sin embargo, una observación a más largo plazo, nos dice que debemos tener paciencia y fe en lo que sembramos, sin dejar de ser críticos en nuestras evaluaciones. 

    Por ejemplo, en los grupos Guinomai, que en algunas ciudades llevan más de 30 años, por lo general, no vemos conversiones ni grandes frutos en el día a día, pero sembramos y, con el paso del tiempo, encontramos, cada vez a más jóvenes adultos que pasaron por dichos grupos y que, al hacer una lectura de su fe con más perspectiva, reconocen lo decisivo de su experiencia en el grupo de fe, para posibilitar otros pasos posteriores que les hicieron madurar en su relación con Dios. 

    Aún así, no debemos caer en el buenismo o el positivismo en nuestras evaluaciones y recordar que hay muchas carencias en nuestras iniciativas, empezando por recordar que no siembra igual uno que vive la fe que uno que la rechaza y que la huella que deja un sembrador o el otro, es distinta.

Guía de estilo Marianista