Formación

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No nacimos enseñados, ni partimos todos del mismo punto. Es necesario dedicar recursos y formación a los acompañantes que, a su vez, han de ser acompañados en la comunidad para que dicha formación se adapte al ritmo y necesidad de cada uno.

  • Formación – Iniciación [6]

    Formación – Iniciación [6]

    La propuesta de preparar un grupo de acompañantes intensivamente cada año surge de la necesidad de ofrecer una guía más sólida a los nuevos jóvenes que se integran en los grupos. Inspirado en la idea de Chaminade de formar una élite comprometida, este enfoque busca una vivencia más profunda de la fe, no solo intelectual… Ver contenido

  • Formación – Escolar [4]

    Formación – Escolar [4]

    Priorizamos la formación de nuestros acompañantes, dedicando una reunión mensual para elevar su calidad. Reconocemos sus dificultades personales y la importancia del acompañamiento mutuo. Elevar su experiencia espiritual es crucial para cultivar una fe viva en los jóvenes. Inspirados en los congregantes de La Madeleine, creamos un catecumenado para nuevos aspirantes. Ver contenido

  • Formación – Familia [4]

    Formación – Familia [4]

    La formación es esencial antes de asumir responsabilidades pastorales. Chaminade entendió la importancia de preparar líderes que pudieran influir en la sociedad. Invertir en la formación para evangelización, discipulado y liderazgo es crucial para el crecimiento de la comunidad. Además, es fundamental cuidar y capacitar a los líderes laicos para garantizar su efectividad en el… Ver contenido

  • Formación – VR [2]

    Formación – VR [2]

    El «Estado religioso en el mundo» propuesto por Chaminade busca una vivencia más radical y dedicada de la fe, potenciando la vocación bautismal y los consejos evangélicos. Este estado, aún no oficial, podría preservar la congregación en tiempos de persecución. José Cristo Rey García Paredes destaca la formación como un proceso de embellecimiento espiritual, esencial… Ver contenido

  • Hay ciudades en que cada año surgen nuevos grupos de jóvenes, sin embargo, cada año parece que nos pilla por sorpresa el tema de los acompañantes. Algo muy bueno podría ser hacer un tiempo de preparación intensiva de un grupo de acompañantes que, al curso siguiente, van a llevar a los nuevos jóvenes. Donde, en clave de convivencia y retiros, practiquen un modelo de oración, trabajen en profundidad los temas y materiales del itinerario que vayan a seguir y aprendan a acompañar.

    La preparación no es sólo intelectual, de ahí que la propuesta no sea una mera formación académica sino más enfocada a vivir y compartir lo que se anuncia. Esto ayudaría a mejorar la falta vivencia de la fe que tantas veces percibimos en nuestros acompañantes que, a su vez, tratan de transmitir la fe, como algo intelectual o de actividades, pero sin vivencia.

    La preparación intensiva de estos grupos de acompañantes bebe de la idea de Chaminade de preparar, lo que él llama, una élite que sea verdadera levadura en la vida de la fe:

    «La idea de la congregación implica necesariamente la idea de una elección, de una élite, de una agrupación de cristianos que quieren distinguirse de la masa por una práctica más exacta de los deberes de la vida cristiana… Por su propia naturaleza, la congregación es una agrupación restringida, que tiende a formar una élite… El bien que obrará en la sociedad será tanto mayor cuanto sus miembros, aunque sean menos numerosos, sean más fervientes…». […] «Esa era en particular la idea que Chaminade se hacía de la congregación. Apuntaba más a la calidad que al número…» […] «debía permanecer como una élite militante y conquistadora: las almas que no tuviesen la llama del proselitismo no estaban hechas para ella». (Pág. 48)

    Estos acompañantes han de ser muestra de gente que ha respondido a la llamada de Dios o que está en proceso de hacerlo. Si el joven ve a una persona que no sabe quién es ni qué le pide Dios, desconecta, su testimonio no será significativo.

  • Somos muy conscientes de la falta de formación que tienen nuestros acompañantes, sean jóvenes monitores, o profesores que acompañan actividades pastorales. A la vez, vemos que la dedicación de los acompañantes es elevada y muchas veces no pueden sacar más horas. Ante esta realidad, hay un modelo que, aunque no es el ideal, puede servir en algunos contextos para crecer más rápido: Se trata de dedicar una de las reuniones del mes a la formación, en lugar de tener la sesión normal con los destinatarios. Así, ofrecemos la formación de nuestros agentes, dentro del propio compromiso horario que han adquirido, elevando la calidad del grupo, prescindiendo, únicamente, de una reunión al mes.

    En esos tiempos de formación, es necesario acoger sin juicio sus dudas y tomar conciencia de lo duro que les resulta tener que acompañar grupos de fe en medio de sus propias crisis o incluso rechazos de la fe. Si no tienen la confianza suficiente con los referentes del grupo, tratarán de ocultarlo, generando un déficit cada vez mayor en la experiencia de los participantes, que son educados por este monitor.

    Además de la formación, y pensando más en sus crisis personales, vemos que los monitores necesitan ser acompañados, pero les cuesta pedirlo o lo rechazan. Sin embargo, nosotros les pedimos que hagan acompañamiento de los chavales y ellos mismos se ofrecen para hacerlo. El que no es acompañado, porque cree que no lo necesita, fácilmente confundirá su misión de acompañar con la de resolver los problemas del otro o con otras cosas que no son acompañamiento.

    Finalmente, vemos la necesidad de actuar sobre las espirales degenerativas en los grupos de fe, elevando la experiencia de Dios de los monitores. Esto cambiará de forma rápida y eficaz el rumbo hacia el plan original que es muy bueno, mientras que, si seguimos fomentando que los acompañantes de nuestros chavales sean personas sin experiencia de Dios, cada vez será más difícil que en un grupo de fe se cultive la fe.

    Acabada la etapa escolar, hay jóvenes que buscan un referente que les enseñe cosas y les guíe, por eso, la figura de un asesor formado es clave para ellos y no les vale cualquier persona. Pensando en la influencia del acompañante, sobre todo en edades escolares, en grupos de fe y catecumenado, podemos decir que el éxito o el fracaso de la creación de la comunidad, al dejar la etapa escolar, va a estar muy condicionado por el carisma y formación del catequista o monitor último que hayan tenido.

    Veamos cómo enfocaban esto, los congregantes, al comienzo en la Madeleine:

    A esa idea responde la iniciativa de crear, dentro de la congregación, una especie de catecumenado para los llamados aspirantes «pretendants», que deben tener más de 16 años y menos de 36. En principio, son jóvenes que no han tenido una educación cristiana o la han olvidado.  Un congregante «introductor» se ocupa de ellos: debe ser profundamente religioso pero también compañero alegre y no beato. Incluso el Directorio dice que: «conviene que su piedad no se haga descubrir plenamente porque debemos tratar con cuidado los ojos que tienen miedo a la luz. El introductor debe ser de una conducta regular y edificante sin renunciar a las distracciones de la juventud… Se trata de sostener las fuerzas del aspirante, de ayudarle, no de importunarle… Hay que cuidarle con la ternura con que se ama un tierno pajarillo… Todo lo que la religión tiene de encanto, todo lo que la virtud tiene de más amable debe prodigarse a este neófito como la leche al niño de pecho» (Pág. 37)

  • Antes de dar a alguien una responsabilidad, deberíamos darle una formación para saber cómo asumir esa tarea. Sin embargo, observamos que no estamos formando a los acompañantes, ni catequistas, ni asesores, pero, ante la necesidad de poner en marcha grupos, cerramos los ojos a las carencias y ponemos al frente de los grupos a gente muy generosa y poco preparada, provocando un daño mayor.

    Chaminade lo tenía muy claro, había que preparar jóvenes que puedan influir y cambiar el rumbo de las cosas. Recojo distintos fragmentos de Ignacio Otaño donde trata el tema:

    En lugar de perderse en estériles lamentos, hay que ir preparando jóvenes que puedan influir en la futura nueva sociedad que está ya naciendo. Del grupo de jóvenes que, con visión de futuro, está recibiendo y formando, saldrá una generación de sacerdotes, religiosos y religiosas, fundadores y fundadoras, laicos y laicas comprometidos en una verdadera misión. Como dice un autorizado historiador de la diócesis de Burdeos, refiriéndose a este grupo que se reunía en torno al P. Chaminade en esta época, «por el celo de estos jóvenes y de estas jóvenes se preparaba la Iglesia de Burdeos de los años 1800» […] «una gran cantidad de almas selectas le confiaba gustosamente sus más profundas aspiraciones; fue probablemente entonces cuando, previendo días más tranquilos, empezó a proyectar esta Congregación de María Inmaculada que tan vivo resplandor difundiría más tarde en toda la ciudad»  (Pág. 19) 

    «Su intención era la de esconderse para poder continuar contra viento y marea al servicio de las almas; y veremos que toda una élite estrechaba su relación con él, élite en la que él ponía grandes esperanzas para la renovación cristiana de Francia. (Pág. 21) 

    Cuando Chaminade volvió a Francia en el año 1800, su programa, madurado en Zaragoza, se resumía en dos puntos: Formar apóstoles para lanzarlos a la conquista de la nueva sociedad. Poner su apostolado bajo los auspicios de la Virgen Inmaculada. (Pág. 29)

    De 1800 pasamos a 2023, concretamente al estudio que hacen de 200 parroquias para analizar realidades de éxito hasta elaborar las “57 buenas prácticas en parroquias”. En este caso recojo lo que se refiere a invertir recursos materiales y personales en formación que nos pueden dar algo de luz.

    • 7.b La parroquia asigna recursos económicos para el desarrollo de su nuevo modelo pastoral, especialmente en su dimensión evangelizadora. 
    • 21. Para llevar a cabo los métodos/acciones/eventos de primer anuncio, hay un equipo de laicos y/o religiosos que junto al párroco se forman en ello y se encargan de su organización. (BP. Métodos para el primer anuncio) 
    • 25. Está contemplada una asignación de recursos (de personas, económicos y de tiempo y espacios) para la realización de métodos y eventos de primer anuncio. 
    • 28. Está contemplada una asignación de recursos (personas, económicos y de tiempo y espacios) a los procesos de discipulado.

    La formación no siempre es teológica. Cuando alguien no sabe leer y escribir, decimos que es analfabeto y que tiene una limitación de comunicación muy grande en nuestro mundo. Los medios de comunicación no han dejado de enriquecerse y aumentar año tras año y, sin embargo, hay demasiada gente que ha decidido detener su formación y asumir como malo todo aquello que no aprendió de niño. Esto nos lleva a perder el abanico de posibilidades que nos abren hoy las redes sociales que, en ocasiones no son una alternativa, sino la única vía para acompañar a los jóvenes que demandan relación y estabilidad psicológica y lo hacen por otros medios en los que no estamos formados.

    Siguiendo con el ya citado documento de “57 buenas prácticas en parroquias”, podemos ver ahora lo que se refiere a la formación y acompañamiento de acompañantes y líderes:

    • 15. Laicos, sacerdotes y/o religiosos se forman y preparan para la conversión pastoral, y asumen, con corresponsabilidad, acciones pastorales y ministeriales (según las necesidades de la parroquia) desde el discernimiento comunitario. 
    • 29. La parroquia, conforme a su identidad y cultura, engendra y capacita discípulos misioneros: conforman su vida según el Evangelio y el Espíritu Santo (discernimiento), escuchan la Palabra de Dios y la proclaman, tienen una vida activa de oración y sacramental, participan en la vida comunitaria desde la acogida y el acompañamiento mutuo, evangelizan en su entorno cotidiano y atraen a otros, siempre en continuo perfeccionamiento de sus competencias para la misión. 
    • 32. La parroquia establece formación específica para los distintos servicios, ministerios o liderazgos que van surgiendo. 
    • 36. El párroco acompaña el crecimiento en la fe de estos grupos pequeños o células, reuniéndose habitualmente con los líderes o animadores de cada grupo/célula. 
    • 54. La parroquia tiene un plan de formación para sus líderes laicos sobre competencias en la gestión de personas y liderazgo. 
    • 55. El párroco asume que una de sus tareas esenciales es cuidar, acompañar y capacitar a los líderes laicos.
  • Antes de la existencia de la vida religiosa marianista, Chaminade pide a un grupo determinado la misma vivencia que a los congregantes, pero con más radicalidad y dedicación. Hoy esto nos puede resonar también en la vida religiosa heredera de ese “Estado” y, a la vez, estar atentos también al peligro que apunta:

    El fin y las características de ese «estado religioso en el mundo» coinciden con los de la congregación, pero vividas con más radicalidad y dedicación […] «los jóvenes que pertenecen al centro de la congregación son los que… han tomado una más fuerte determinación para progresar en la virtud y trabajar en el sostenimiento y propagación de la congregación» […] no se trata de añadir nada al ser de cristiano sino de potenciar esa vocación de bautizado […] «podrían derivarse inconvenientes del hecho de que pareciese que ellos hacen más cosas; lo único que hace falta es que hagan mejor» […] «no hacen los votos de religión pero deben tomar su espíritu» […] «procurarán conocer los consejos evangélicos. Pedirán a Dios poder saborearlos, agradecerán a menudo los santos compromisos adquiridos». (Pág. 54-55) Un núcleo no reconocido, sin existencia oficial, podría evitar la desaparición de la congregación en tiempos de nuevas persecuciones […] quizá el motivo más fuerte de Chaminade para el «secreto» estuviese en el deseo de que los miembros del «Estado» fuesen levadura dentro de la masa sin ser notados y, al mismo tiempo, no imponer a todos los congregantes un tipo de vida prácticamente equivalente al estado religioso. […] «Si la élite hubiese formado abiertamente una asociación particular, la congregación habría corrido el riesgo de tomar un carácter de perfección que inevitablemente apartaría de ella a los débiles, vacilantes, o sea, precisamente los que había que transformar en buenos cristianos […]  El «Estado» va evolucionando hacia un Instituto religioso […] «desapareció tras la fundación de la Compañía de María» (Pág. 58-59)

    Para lograr esa mayor radicalidad, es necesario entrar en la espiral de perfeccionamiento entendido, no como virtud sino como belleza, como apunta José Cristo Rey García Paredes, haciendo referencia a la Filocalia como ese “amor a lo bello” que contenía el conjunto de enseñanzas de los maestros espirituales. La formación es un proceso de embellecimiento, lo contrario es la deformación que afea. La belleza salvará a la comunidad, dice. Habla de una realidad como un conjunto de fragmentos desconectados que han de integrarse con el resto por medio de la formación. No basta con el bautismo ni la profesión religiosa como piezas que ocurren en la vida, hay que entrar en procesos de formación como en una continua espiral de la belleza.

Guía de estilo Marianista