Hábitos

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Dicen los especialistas que el cerebro humano necesita un tiempo de 21 días repitiendo un mismo gesto para asimilarlo como hábito para que algo surja de manera automática. Nos hemos creído que en las cosas de la fe había que ser más espontáneo y libre, pero el hábito nos permite automatizar la oración en los momentos de dificultad, o ponernos verdaderamente en presencia de Dios en cualquier contexto.

  • Hábitos – Escolar [2]

    Hábitos – Escolar [2]

    La cultura religiosa se adquiere a través de ritos, signos y hábitos que se enseñan desde la infancia. Es crucial establecer un lugar sagrado donde los jóvenes puedan encontrarse con Dios. El Encuentro con Jesús ha sido un paso positivo en esta dirección, pero debemos adaptarlo a cada etapa de la vida. La fe no… Ver contenido

  • Hábitos – VR [2]

    Hábitos – VR [2]

    Buscar un equilibrio entre la vida religiosa y el mundo actual. Reflejar la belleza del Evangelio en nuestra forma de vida para inspirar a los jóvenes. No solo rezar, sino también servir y encontrar lo sagrado en cada contexto. Ser verdaderos signos de la presencia de Dios en el mundo. Ver contenido

  • Hábitos – Impacto [0]

    Hábitos – Impacto [0]

    En nuestras actividades especiales, rescatemos lo sagrado, marcando signos y tiempos de encuentro con Dios, aunque algunos jóvenes parezcan no estar preparados para ello. Es crucial proporcionar herramientas para un encuentro profundo con Dios, incluso si esto implica desafiar las expectativas. Ver contenido

  • Analizando distintos contextos, grupos y recorridos de fe, vemos fácilmente que la cultura y el hábito religioso se adquiere. Los ritos, los signos, los hábitos, la concepción de lo sagrado… Todo eso se puede trabajar en la escuela pero, durante mucho tiempo, lo hemos descuidado dejándonos a merced de modas o de falsas libertades que privan de referencias a la persona.

    Cuando vemos a jóvenes que, desde pequeños se han acostumbrado a vivir una serie de cosas, descubrimos que conforme van creciendo, reproducen eso mismo y lo buscan de forma natural y espontánea. Por eso, en esto de la fe, enseñarles ese lugar sagrado y seguro donde encontrarse con el Padre, es darles la herramienta más poderosa para su libertad y su felicidad.

    Desde hace algunos años estamos dando pasos muy buenos en este sentido con el Encuentro con Jesús, estableciendo esos ritos y hábitos para acercarse a lo trascendente. Debemos continuar en esa línea y hacer correctamente la adaptación a cada etapa de la vida para no caer en infantilismos o en cortar con este itinerario cuando no sepamos adaptarlo.

    Para adquirir un hábito hace falta una cadencia, una repetición y ser fiel a la misma, pero seguimos ofreciendo las cosas de la fe como hitos puntuales, sobre todo cuando el joven va siendo más mayor, porque nos creemos que, de otra forma, lo rechazarían. 

    De esta manera transmitimos el mensaje de que la fe no es lo central en la vida. Sin embargo, vemos como Hakuna tiene oraciones todas las semanas incluso en periodos de exámenes y nunca suspenden la oración por falta de gente. Lo que necesitan los jóvenes son rutinas que les marquen su semana y más en el tema de la fe. Lo mismo que el entrenamiento, las clases, la cervecita con amigos, el salir… Todo tiene una frecuencia semanal menos la fe, luego la fe no es más que la guinda que pongo a veces y que además me rompe mi rutina semanal cuando aparece y, por tanto, no encaja.

  • Nuestros hábitos nos deben llevar a estar en el mundo sin ser del mundo, sin embargo, podemos percibir que los jóvenes nos piden ser un signo más visible. Ven que nos vamos mundanizando y dejamos de ser referentes distintos a los que se ven en el mundo. Está claro que Chaminade quería que nos confundiéramos entre la gente, pero para encarnar la Palabra. Y si realmente lo único que nos distingue del resto es lo que el joven percibe como negativo: el exceso de trabajo, la soledad, la ausencia de relación de pareja y este tipo de cosas que no se traducen en mayor felicidad, entonces es normal que nadie se sienta llamado a la vida religiosa y que debamos plantear un cambio en los hábitos que muestren la verdadera belleza y valor de este estilo de vida, para reflejar que también hoy se puede vivir el Evangelio con toda su radicalidad por la construcción del reino.

    A la hora de pensar en ese cambio de hábitos, aunque deberían vernos rezar, no se trata de que nos hagamos ahora monjes contemplativos. En el prójimo también se contempla y adora a Dios y eso está más en nuestro carisma. Las mejores personas no son las que están todo el día en la capilla, eso no seduce tanto. 

    Hoy en día se le está dando mucha importancia a la adoración al santísimo, pero al santísimo se le adora también en las personas sufrientes y en la naturaleza. Con-templa-tivo es el que crea contextos de templo y de belleza allí donde está. Nuestra manera de estar en el mundo ha de ser esta, la de recuperar o encontrar lo sagrado en cada contexto y contemplar ahí la presencia de Dios y hacerla visible para otros. Ese hábito sí seduce y aporta algo diferente a lo que ofrece el mundo.

  • En nuestras actividades especiales, también debemos hacer un esfuerzo por recuperar el valor de lo sagrado, marcando los signos y los tiempos, los espacios y los momentos de encuentro con Dios, haciéndolos explícitos, aunque nos parezca que los jóvenes que acuden, no están preparados para esa intensidad. 

    Tal vez otros jóvenes con una tradición y formación más estricta y centrada en las formas, son capaces de tener un encuentro con Dios más profundo porque han recibido las herramientas para ello. Si nosotros no damos nunca esta posibilidad, los jóvenes que se acerquen a la fe por nuestro carisma, nunca tendrán herramientas para llegar a ese encuentro profundo con Dios.

Guía de estilo Marianista