Aprender del sencillo y abrazar al herido son dos claves de la humildad que nos pueden ayudar. Ante el mal que se propaga a través de las heridas, debemos ganar al mal a fuerza de bien, abrazando al herido. A veces uno solo no puede encontrar fuerzas, por eso es bueno buscar aliados para devolver bien por mal.
Generalmente es bueno ser firme y claro, pero, en ocasiones, una excesiva vehemencia y rigidez puede herir y confundir a gente más humilde e inocente, que, por otra parte, consigue aceptar mejor la pobreza de los hermanos y nos puede enseñar a hacerlo.
El límite es un espacio teológico que Jesús acogió. Él se limitó, se curvó para sanar. Lo recto y perfecto sirve para orientar pero no para sanar. Se nos olvida que somos vulnerables y cuando lo recordamos nos hundimos, por eso debemos aprender a curvarnos, a ser más humildes y vulnerables, más imperfectos. La sociedad, por su parte, camina cada vez más en esta línea de acoger la realidad imperfecta, separándose de los héroes impolutos, elevando a la gente vulnerable y herida como los nuevos protagonistas en series y películas. Los jóvenes reclaman referentes auténticos, para fantasear ya tienen Instagram.
Amor y verdad siempre van de la mano. El verdadero amor no está exento de dureza. Si no ven nuestras cicatrices, no verán que hemos sido salvados.
Muchos empleamos demasiado el recurso del cinismo, la ironía y el sarcasmo, pero eso impide que surja lo bueno, la esperanza, la confianza en Dios, generando un clima de desazón y malestar hacia la realidad. Ante ese descontento con el presente, debemos tener en mente que nosotros pasaremos, pero Dios no pasará.
Siguiendo en la línea de nuestra actitud y la necesaria humildad, podemos ver como las conversaciones entre algunos de nosotros son cada vez más tóxicas y muchas veces trascienden los círculos de confianza, por ejemplo religiosos que hablamos mal de otros religiosos delante de laicos. Hablamos desde la crítica, la decepción, el sarcasmo o la ironía desacreditando a personas, maldiciendo en vez de bendiciendo, generando un clima de malestar y rechazo a nuestro alrededor. Esto es muy contagioso y muy dañino. Los jóvenes lo perciben y no les atrae ni inspira confianza.

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