En nuestras comunidades religiosas tenemos que hacer un viaje y pasar de ser “comunidad abierta” para que vengan a verme, a comunidad motora de la comunidad de fe, trasladando el centro de todo desde la comunidad religiosa, hasta la comunidad de fe Madeleine. Es un recorrido complicado, pero en el que podemos reencontrarnos con nuestra verdadera identidad como religiosos, haciendo que nuestra comunidad de fe, de vida y de misión estén más relacionadas con la comunidad Madeleine y no centradas en nosotros mismos dejando a la comunidad Madelein como un conjunto de actividades a las que va quien tenga amigos entre los participantes.
En este viaje hacia la humildad, debemos devolver a los laicos el protagonismo que tienen en el carisma. No estamos delegando la transmisión del carisma en los laicos porque somos pocos, estamos transmitiendo y custodiando juntos el carisma porque lo recibimos como Familia. El carisma es como un Belén en el que hay muchos personajes, los laicos también forman parte del Belén y también tienen derecho a adorar y decir “esto también es nuestro” y “también nos lo ha dado Dios y no los religiosos”. De esta manera, podrán adquirir un protagonismo carismático.
Los laicos, donde funcionan, necesitan también un espacio para tomar sus decisiones sobre los jóvenes y sobre muchas otras áreas. Por eso hay que estar en diálogo y ver cómo coordinarnos en cosas donde concurrimos como es el caso de la pastoral juvenil.

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