María

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Siempre la tenemos en la boca pero tal vez nos falta conservarla en el corazón, confiarnos a ella y ponernos sinceramente a su servicio. María es la que vencerá al mal, la que nos lidera y dirige para la misión de traer a Jesús al mundo, la que nos convoca como comunidad y nos acerca a Jesús. Ella ha de volver al centro de nuestro día en la oración, la misión y la comunidad.

  • María – VR [11]

    María – VR [11]

    Reflexión sobre el rumbo de la Compañía de María y su misión en la actualidad. Se destaca la importancia de enfocarse en la esencia de la misión, especialmente en el acompañamiento de los jóvenes. Se resalta la necesidad de recuperar la belleza y la autenticidad en la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de María y… Ver contenido

  • María – Familia [7]

    María – Familia [7]

    Chaminade establece claramente el objetivo de la Familia Marianista: reavivar la fe en todas partes. La centralidad de María en este objetivo es esencial, como herramienta y modelo de devoción. Nos recuerda que la alianza con María implica reciprocidad y la imitación de sus virtudes. También nos exhorta a mantenernos firmes en la fe, recordando… Ver contenido

  • María – Escolar [1]

    María – Escolar [1]

    Como marianistas, debemos reflexionar sobre cómo realmente damos a conocer a María. Es crucial recuperar el sentido original de nuestras iniciativas pastorales y corregir cualquier desviación en lugar de defenderlas como tradiciones que nos identifican. El medio no puede ser el fin en sí mismo. Necesitamos asegurarnos de que nuestras iniciativas pastorales reflejen verdaderamente la… Ver contenido

  • Las obras ya están funcionando sin nosotros, falta que nos demos cuenta y nos volquemos en cuidar y acompañar a los jóvenes que aún tienen contacto con nosotros, más que dispersarnos para mantener todo a flote un año más.

    Recordemos, una vez más, el fin de la Compañía de María, pero, en este caso, recogido en unos estatutos escritos por Dariés en 1792 que manejaban con los profesores de Mussidan.

    «El fin de la Compañía de María es llevar a los hombres a la virtud: 1º Por medio del culto a la Santísima Virgen; 2º por medio de la educación de la juventud; 3º por la predicación del evangelio».(Pág. 9)

    Y, avanzando hasta 1975, seguimos en un momento de fuerte crisis en Francia donde perciben que hay que volver a lo esencial, a la fuerza misionera de los primeros cristianos. En ese contexto, dice el obispo de Luçon:

    «No tenían templos y en todas partes tenían altares… Todos los lugares se convertirán en altares si nosotros merecemos que Dios se digne bendecir nuestro celo. Encontraremos también Zaqueos y Cornelios que nos recibirán en sus casas. Reproduzcamos las virtudes de los hombres apostólicos y obtendremos el mismo éxito, conseguiremos cambiar la faz de la tierra». Se produce una especie de purificación, y los pastores van a lo esencial de su misión, dejando de lado cuestiones secundarias. Dice todavía el obispo de Luçon: «El bien de la religión exige que nosotros nos comportemos en todo como los misioneros que trabajan en países de infieles…, no tomando parte en asuntos temporales, respetando la autoridad que manda y no ocupándonos más que de establecer el reino de Jesucristo, que no es de este mundo». (Pág. 22)

    Sin embargo, la sensación es de dispersión, nos desintegramos por querer estar en varias cosas a la vez, tanto los acompañantes como los acompañados. Decimos que los jóvenes ya no se vinculan con nada porque tienen infinidad de actividades y grupos, pero ¿qué hacemos nosotros? “Quien mucho abarca poco aprieta” dice el refranero. ¿No sería mejor hacer poco y bien que mucho y mal?

    Estamos cansados, desbordados, superados por la realidad y nos auto convencemos de que la solución es estirarnos hasta morir para no dejar caer nada, pero al morir las cosas también caerán aunque ya no nos sintamos culpables porque no lo veamos.

    Parece que seguimos buscando restablecer el éxito pasado, pero un aumento de vocaciones no tiene por qué redundar en bien para nosotros o para la Iglesia. Si esperamos a volver a tener religiosos profesores llenando las aulas, tenemos que esperar bastantes años y ser bastante ilusos. El objetivo no es reponerse, sino entregarse.

    No trabajamos por mantener la congregación a flote si no por dar la vida para construir el reino. Y, mientras, nos “entretenemos” en acciones concretas, como se entretenía Jesús en la vida pública, a la espera del momento de llegar al calvario, morir y resucitar. No podemos eliminar esta parte y quedarnos sólo con los éxitos de Jesús. María estuvo también al pie de la cruz, contemos con nuestra madre para no temer a esos momentos de sufrimiento extremo y de final.

    En este sentido, no podemos abandonar a los jóvenes por miedo a desanimar a los hermanos mayores que se sienten desplazados y no válidos para esta tarea y que se resisten a mirar de frente la cruz del final del camino. Tenemos una misión que cumplir que no es repartir nuestro aceite con los que ya no lo tienen, sino alumbrar el camino a los jóvenes que han de entrar al banquete.

    Hemos de recuperar la belleza con la que nació la vida religiosa y que se ha perdido por las rutinas y normas vacías, porque aunque escuchemos que “siempre se ha hecho así” si lo pensamos, al principio, no fue así. La belleza no la da el hecho de que todo sea fácil, ni la juventud de las personas. La belleza, en nuestro caso, nos la da María, y el hecho de hacer lo que Jesús nos diga. Cuando comienza el proyecto de Chaminade, las cosas no eran fáciles, pero eran bellas, porque eran de Dios y no de los hombres.

    Siguiendo con palabras de José Cristo Rey García Paredes sobre la belleza, debemos hacer del cambio un sueño y conseguir despegarnos del pasado, somos peregrinos, estamos en la peregrinación de la belleza, podemos tener la experiencia de Abraham que deja su casa, despegarse de lo anterior y peregrinar y refundar de nuevo la comunidad, que surja como algo nuevo, como una nueva morada.

    Lo bello, que además es el objeto de nuestro carisma, es encarnar la Palabra, traer a Jesús al mundo. La mística es contemplar lo invisible y hacerlo visible. Jesús hizo humana, visible y palpable la belleza de Dios Padre.

  • El objetivo de Chaminade para la Familia Marianista es claro: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe”.

    «Para poner un dique fuerte al torrente del mal, el cielo me inspiró a comienzos de este siglo solicitar de la Santa Sede el nombramiento de Misionero apostólico, con el fin de reavivar o de volver a encender en todas partes la llama divina de la fe, presentando por todos lados ante el mundo asombrado grandes cantidades de cristianos católicos de toda edad, sexo y condición, que, reunidos en asociaciones especiales, practicasen sin vanidad y sin respeto humano nuestra santa religión, con toda la pureza de sus dogmas y de su moral. Imbuido de esta idea, y urgido además por dignos prelados, deposité mi alma entera en una humilde súplica a los pies de nuestro Santo Padre el Papa Pío VII, quien se dignó escuchar favorablemente mi petición y me concedió las más amplias facultades por un decreto del 20 de marzo de 1801. Desde entonces, Santísimo Padre, se han ido formando en varias ciudades de Francia fervorosas congregaciones, unas de varones y otras de mujeres; la religión tuvo la dicha de contar con un número bastante grande de ellas en poco tiempo, y se hizo mucho bien…» (Pág. 30)

    Y, en este objetivo, la centralidad de María no es opcional ni accesoria, fácilmente la encontramos en los textos de nuestro carisma como herramienta para un fin, o como aquella bajo cuyas órdenes debemos ponernos. Concretamente habla así de la piedad filial y de la consagración a María:

    «El genus proximum es ser una sociedad de cristianos católicos, libres, esparcidos en la sociedad, de toda edad, de todo sexo, de todo estado, etc.; la differentia prima es el ejercicio habitual de la devoción a la Santísima Virgen para tender al último fin de toda asociación cristiana» […] de la consagración a María «derivan y son consecuencia todas las reglas, todas las prácticas ofrecidas en esta asociación, todos sus deberes generales y particulares, el mismo espíritu de proselitismo que tiene la congregación». (Pág. 46)

    Y en otro punto habla de Imitar las virtudes de María y de ser formados por ella como lo fue Jesús:

    “María no se limita a conservar y mantener en nosotros la vida de la gracia que por Ella hemos recibido de Jesucristo: al mismo tiempo, Ella trabaja por hacernos llegar a ser conformes al divino modelo”. La alianza con María supone una reciprocidad. Por eso, lo que María hace por el congregante encuentra en éste una actitud receptiva y un deseo de corresponder contribuyendo activa y gozosamente a la obra de María en él […] «la obligación más fuerte que se contrae por esta amable filiación es la de imitar las virtudes de las que María ha dado ejemplo al mundo» (Pág. 47)

    También nos recuerda que María es nuestro apoyo en el desaliento, a través de la consagración particular que realizamos. Nos dice: “Si estáis tentados de desaliento recordad que estáis especialmente consagrados a María” (Pág. 72)

    Además, con lo que dice a los religiosos sobre el voto de estabilidad, queda claro que no quiere caer en la devoción ni en el activismo vacíos. Continúa así Ignacio Otaño:

    Con el voto de estabilidad queremos expresar nuestra voluntad de ser activos misioneros de María: […] nos hemos comprometido por un voto especial, el de estabilidad, a secundarla con todas nuestras fuerzas, hasta el final de nuestra vida, en su noble lucha contra el infierno […] volar adonde Ella nos llame, para extender su culto y por él, el reino de Dios en las almas […] el voto de enseñanza y el de estabilidad son complementarios e interdependientes: el hecho de constituirse «soldados» y «ministros» de María, por el voto de estabilidad, lleva a emplear todos los medios para el bien del prójimo, la formación en la fe y la «reforma de las costumbres», a que consagra el voto de enseñanza […] No se pueden separar espiritualidad y praxis, motivación y acción, espíritu y vida. Es la garantía para no caer en una devoción sin proyección en la vida o en un activismo sin alma. (Pág. 86-87)

    Con todo esto, podemos afirmar que estamos llamados a ser misioneros activos, porque, no es lo mismo la pertenencia a un movimiento que la militancia. Por eso, al decir que estamos en la comunidad para ser misioneros activos de María, debemos asumir una actitud militante, no pasiva.

    Y dentro de la misión, sabemos que, en la Madeleine, los jóvenes eran la misión principal de los mayores y su razón de ser en la comunidad. Toda la estructura de la comunidad busca cuidar el crecimiento y maduración espiritual de estos, por el objetivo principal con el que comenzábamos: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe” y Chaminade sabe bien que es la comunidad la que educa en la fe.

  • Somos marianistas y se nos presupone que damos a conocer a María, pero ¿cómo lo hacemos? Debemos recuperar el sentido de cada iniciativa que movemos, y revisar lo que se haya podido torcer en lugar de defenderlo como una supuesta tradición que nos da identidad propia. El medio no puede convertirse en el fin. 

    Si revisamos las iniciativas pastorales relacionadas con María ¿encontraremos la imagen que movía a Chaminade a la misión?

Guía de estilo Marianista