Protagonismo

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Todos somos protagonistas de la historia de salvación, pero, a veces, tendemos a ser más protagonistas de lo normal, o por el contrario, a desaparecer de escena y no ocupar nuestro lugar. Con los jóvenes también cuesta encontrar el equilibrio para dejarles ocupar su espacio y al mismo tiempo ocupar nosotros el nuestro para ellos.

  • Protagonismo – VR [4]

    Protagonismo – VR [4]

    Es esencial promover el protagonismo del laico en la Iglesia, como destacaba Chaminade al buscar una misión menos clerical durante la Revolución francesa. Fomentar un sentido de pertenencia implica recibir y contribuir, sin ser el centro. Debemos ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir y responder a la llamada de Jesucristo en… Ver contenido

  • Protagonismo – Escolar [3]

    Protagonismo – Escolar [3]

    Es fundamental despersonalizar las actividades y proyectos para permitir su evolución continua, sin dependencia de una sola persona. Cada actividad forma parte de un proceso mayor y no debe ser propiedad de un individuo. Los laicos pueden liderar actividades pastorales con éxito, mientras que las ramas religiosas deben acompañar y apoyar, no controlar. La autoridad… Ver contenido

  • Protagonismo – Iniciación [2]

    Protagonismo – Iniciación [2]

    Es fundamental involucrar a los jóvenes en la toma de decisiones y en la planificación de actividades, incluso renunciando a nuestras ideas si es coherente con el espíritu comunitario. Esta práctica, valorada por los primeros congregantes, permite el crecimiento mutuo y la integración de distintas generaciones en la comunidad. Ver contenido

  • Protagonismo – Madeleine [2]

    Protagonismo – Madeleine [2]

    La transición hacia comunidades de fe auténticas implica un cambio de liderazgo, pasando de los religiosos a los laicos. Los laicos deben tener voz en la toma de decisiones y no ser vistos como simples trabajadores. Jesús nos llama amigos, no siervos, elevándonos a su nivel y exigiendo un esfuerzo equitativo de todos. Ver contenido

  • Protagonismo – Impacto [1]

    Protagonismo – Impacto [1]

    El acompañante en una actividad debe entender su papel como facilitador, permitiendo que los jóvenes se expresen y lleguen a sus propias conclusiones. Es crucial ceder espacio y evitar la tentación de dirigir o imponer respuestas, dejando que los participantes sean los protagonistas de su experiencia. Ver contenido

  • Protagonismo – Creación [1]

    Protagonismo – Creación [1]

    Propiciar que los jóvenes elijan a su primer acompañante dentro de un grupo de personas disponibles les otorga protagonismo en la creación de su comunidad. Esto fomenta la confianza y evita que perciban al acompañante como una figura autoritaria, permitiendo una relación más auténtica y significativa en su proceso de formación y crecimiento espiritual. Ver contenido

  • Hoy en día, la Iglesia sigue teniendo un tinte bastante clerical dando un gran protagonismo a los sacerdotes anulando el papel del laico dentro de la Iglesia, haciendo que perdamos el potencial del laico que nos permitiría llegar a ambientes a los que no tenemos acceso. Para Chaminade, esa no ha sido nunca la opción adecuada. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño:

    “Las situaciones que el P. Chaminade vivirá durante la Revolución francesa tendrán una influencia importante en su idea de una misión con un exterior más secular y menos clerical, para poder así estar presente también en ambientes y circunstancias adversos.”

    En la vida es necesario posibilitar y desarrollar el sentimiento de pertenencia. Definir cuál es el grupo básico al que deseamos referir nuestro sentido de pertenencia. En la congregación, en la provincia, en la comunidad, en mi persona… Pertenecer es recibir. Uno se siente a gusto cuando ese sitio le aporta algo, siente que ha recibido algún regalo de esa comunidad ¿qué me da, qué recibo? Pertenecer es sentirse aceptado. Sentir que se espera algo de mí, que de alguna manera tengo un cierto protagonismo, pero no ser el centro. ¿Qué puedo dar? Me influye en la manera de estar, en el modo de proceder, en valoraciones, en creencias ¿Se me nota? Pertenecer es identificarse con personajes centrales del grupo. Tener referentes en el corazón ¿A quién sigo? Pertenecer es dar más importancia a esta pertenencia que a otras. Pertenecemos a muchos grupos, círculos y comunidades, pero hay uno que es el central ¿Qué grupo es el más mío? Pertenecer es sentirse cambiado por el grupo. Cambia mi forma de ser, carácter, limitaciones, actitudes… ¿Cómo me cambia?

    Tenemos que ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir a la misión y a la comunidad, formas de desarrollar su vocación respondiendo a la llamada que siguen recibiendo en esta etapa de la vida y buscar aquello provechoso que pueden empezar cada uno, como dice Chaminade a Lamourouse:

    «Ánimo, el tiempo y los años pasan; sigamos adelante, querida Teresa, continuemos nuestra carrera, usted y yo tenemos aproximadamente la misma edad, nuestros cuerpos se desgastan y todavía no hemos hecho nada. Se trata de empezar algo provechoso y de hacer algo para gloria de Jesucristo, nuestro buen Maestro. Piense en eso y yo también pensaré en ello». (p33)

  • El ritmo de las actividades y la búsqueda de resultados hacen que, sobre todo en la etapa escolar, cada actividad o proyecto dependa de una sola persona, y, generalmente, para todo, la misma. Por eso sería conveniente despersonalizar las actividades para que puedan evolucionar como procesos vivos y en continua revisión, bien pensados y estructurados sin protagonismos excesivos, sean buscados o asumidos.

    Al haber confiado tareas a personas cada actividad ha seguido una evolución y tradición diferente, a la medida de su encargado y separada o enfrentada con las de su alrededor o de otras ciudades. Pero, en realidad, cada actividad es parte de un proceso mayor, no propiedad de su encargado y debemos renunciar a ese protagonismo personal y mirar a los procesos globales, integrándonos en ellos como una pieza más del engranaje.

    Hace tiempo que vemos actividades pastorales en las que no hay un religioso, ni un sacerdote controlando todo lo que hace el equipo. Es un laico con su equipo el que tiene vía libre para hacer lo que considere oportuno y funcionan muy bien. El papel de las ramas será acompañar a ese equipo, ponerse a su servicio, pero no conducirlo ni liderarlo. Los protagonistas son ellos.

    En la misma línea, por ejemplo a la hora de llevar unos ejercicios espirituales, la presencia del cura se puede reservar a momentos puntuales del perdón y la Eucaristía y su voz no tendría por qué ser más autorizada que la de un laico formado, por su sola condición de cura o religioso. De lo contrario, seguiremos fomentando una cultura clerical que no favorece a nadie.

  • Cuando trabajamos con los jóvenes en la preparación de una actividad, o para dar nuevos pasos en la integración en la gran comunidad, conviene llevar las cosas bien pensadas por nuestra parte, pero dejar que sean los jóvenes los que lleguen a las conclusiones y decidan, hasta el punto de poder renunciar nosotros a todo lo que llevábamos pensado, siempre y cuando sea coherente con el espíritu de la comunidad.

    Esta forma de hacer partícipes a los laicos formados y apasionados nos hace crecer a todos y acerca a las distintas generaciones. Ignacio Otaño nos cuenta algo parecido que hacían los primeros congregantes:

    «Los laicos son un medio de gran valor para propagar la instrucción. En todos los tiempos, y sobre todo en tiempos de persecución, la Iglesia se ha valido de ellos con muy buenos resultados. Así pues, los ministros elegirán cuidadosamente, de entre los fieles que los rodean, a aquellos que, firmes en la fe, llenos de celo e instruidos, quieran compartir su solicitud por la salvación de las almas. Les harán ver la importancia de esta labor y lo beneficiosa que será tanto para la Iglesia como para su propia salvación. Les dirán el honor que supone ser catequista y lo venerada que ha sido esta tarea en todos los tiempos por los verdaderos fieles. Pero no será la instrucción el único campo en el que los laicos prestarán su ayuda, sino que también hay otros igualmente preciosos y adecuados para propagar la fe». (p23)

    En definitiva, debemos ser acompañantes o líderes capaces de hacer hacer al joven, que construya su propia comunidad y diseñe y lleve a cabo sus iniciativas para vivir la fe con otros jóvenes incorporándose a la Iglesia y a la Familia Marianista, es decir, darles a ellos el protagonismo y pasar a ser nosotros los actores secundarios que en la sombra hacemos posibles las cosas.

  • Hoy por hoy, en algunos casos, la comunidad de fe o Madeleine la habrá de poner en marcha un religioso con la visión clara de lo que ha de ser, pero inmediatamente habrá de transitar hacia los laicos, de lo contrario, no será verdaderamente una comunidad Madeleine, será el club de ese religioso.

    En todos los foros estamos viendo que los laicos han de tener responsabilidad en los órganos de decisión. No son la mano de obra de la vida religiosa ni de los curas en parroquias. El amo no confía en sus siervos, confía en sus amigos, por eso Jesús ya no nos llama siervos, sino amigos, porque nos pone a su nivel. Debemos ponernos sinceramente todas las ramas al mismo nivel, con el esfuerzo que eso exige a todos.

  • La tendencia que tenemos a dirigir es muy fuerte, cuando estamos en una actividad, nos cuesta dejar que los jóvenes se expresen y saquen sus propias conclusiones, parece que necesitamos mostrarles todo lo que sabemos, dando las respuestas y conclusiones antes de que ellos las piensen. Al acompañar una actividad, hay que tener claro el papel del acompañante, dejando espacio y callando más de lo que lo haríamos en otro foro u otro tipo de actividad. No somos nosotros los protagonistas que montamos una actividad, son los jóvenes que la viven los que la protagonizan.

  • En la creación de la comunidad, tenemos la dinámica de asignar asesores a las nuevas comunidades que constituimos juntando a nuestra manera a los jóvenes que han mostrado algo de interés. De esta manera, los convertimos en receptores de nuestro producto, pero ¿podríamos buscar una fórmula en la que ellos pudiesen elegir, no sólo con quién se juntan sino también a su primer acompañante de entre un grupo de personas disponibles?. 

    De esta manera, son ellos los protagonistas de su comunidad, que, como en el caso del acompañamiento personal, eligen a un acompañante de confianza para que entre en sus vidas y dinámicas y es más fácil que no lo vean como el monitor o catequista que les dice lo que han de hacer.

Guía de estilo Marianista