Responsabilidad

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La capacidad más genuina del ser humano es la de ser creador a imagen y semejanza del mismo Creador. El mismo Dios, que conoce mejor que nadie nuestras muchas limitaciones, nos hace responsables de continuar su obra creadora. Ante esto, ¿con qué argumento podemos justificarnos para no compartir la responsabilidad de la misión marianista?

  • Responsabilidad – Familia [4]

    Responsabilidad – Familia [4]

    Chaminade y el Papa nos recuerdan la importancia de superar la visión clerical de la misión, dando a los laicos la oportunidad de asumir responsabilidades. Aún nos queda camino por recorrer, tanto para los laicos que se acomodan como para los religiosos que a veces desconfían de las capacidades del laico. La responsabilidad compartida hace… Ver contenido

  • Responsabilidad – Madeleine [2]

    Responsabilidad – Madeleine [2]

    En Valencia, la comunidad de fe Madeleine ha implementado un enfoque innovador para la preparación de la Eucaristía. Cada domingo, miembros que hayan tenido experiencias significativas recientes lideran la misa. Esto no solo visibiliza a la comunidad, sino que comparte la responsabilidad con el cura, liberándolo para centrarse en la homilía. La participación masiva, especialmente… Ver contenido

  • Responsabilidad – Iniciación [2]

    Responsabilidad – Iniciación [2]

    Nuestras fraternidades y CEMI surgieron de líderes carismáticos que movilizaron a jóvenes inquietos. Ahora, debemos aprender cómo madurar y pasar la responsabilidad a nuevas generaciones. Los laicos adultos deben ser referentes junto con los religiosos. No podemos empezar cada año desde cero; debemos construir con los jóvenes y aprovechar su tiempo y energía. Como dice… Ver contenido

  • Responsabilidad – CLM [2]

    Responsabilidad – CLM [2]

    La responsabilidad del laico es fundamental en nuestro carisma, como nos recuerda Chaminade en una carta a Adela. Es hora de retomar esa responsabilidad que, en muchos casos, se ha cedido a los religiosos. Los laicos deben ser miembros activos de la misión si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia. Ver contenido

  • Responsabilidad – Escolar [1]

    Responsabilidad – Escolar [1]

    Ignacio Otaño resalta el método pedagógico de Chaminade, que dividía las clases en grupos liderados por un estudiante, fomentando la colaboración y la responsabilidad. Esta forma de enseñar no solo promovía el aprendizaje, sino que también preparaba a los jóvenes para enfrentar la vida real y ejercer roles profesionales. Ver contenido

  • Responsabilidad – Impacto [1]

    Responsabilidad – Impacto [1]

    A los jóvenes les motiva organizar las actividades, las sienten más suyas y motivan a otros a participar, lo que les hace crecer. Es importante equilibrar su deseo con un plan concreto y contenidos de calidad. Delegar partes de la organización en jóvenes con más recorrido y contar con acompañantes que den testimonio de su… Ver contenido

  • De Chaminade nos cuenta Ignacio Otaño algo que hoy sigue reclamando el Papa:

    “Superará una visión clerical de la misión, dando al cristiano laico la oportunidad de asumir responsabilidades, que suscitarán susceptibilidades en su tiempo pero que permitirán entender el bautismo dinámicamente, como un envío a actuar en el mundo, no a ser un simple receptor de órdenes a cumplir.” (Pág. 3)

    Sin duda esto es algo que está en nuestro ADN, pero aún nos queda mucho camino por recorrer, tanto por parte de los laicos que se acomodan, como por parte de los religiosos que, muchas veces, sin darnos cuenta, asumimos modelos clericales desconfiando de las capacidades del laico, o no dejando que las pueda desarrollar si aún le falta recorrido.

    La responsabilidad acompañada hace crecer y genera comunidad. Además es bueno ejercer la responsabilidad con sentido comunitario, no por medio de encargos individuales a determinadas personas que son de mi confianza y me garantizan el resultado que yo quiero obtener.

    Escuchando de nuevo lo recogido por Ignacio Otaño, vemos cómo era la organización entre los congregantes:

    “Esas responsabilidades personales se ejercían con un sentido comunitario y se coordinaban mediante el consejo de la congregación, que se reunía todas las semanas y era el órgano regulador de todos los ejercicios y buenas obras de la congregación” (Pág. 40)

    Finalmente, en este compartir responsabilidades, hay que insistir en no instrumentalizar a las personas, hacerlas corresponsables es compartir responsabilidades, preocupaciones, proyectos, vida. Tratando al “joven” como el adulto que es o, al laico marianista en general, como alguien capaz de transmitir el carisma y no como un recurso para ejecutar determinadas tareas secundarias.

  • De entre nuestras propias experiencias de éxito de la comunidad de fe Madeleine, podemos destacar el tema de responsabilizar a la comunidad en la preparación de la Eucaristía. En Valencia, cada domingo la misa la dinamizan aquellas personas que hayan vivido algo significativo esa semana, o recientemente. No con un calendario de turnos para cubrir una agenda en la que todos estén representados, sino como algo natural que visibiliza a los miembros de la comunidad y lo que están viviendo y les hace responsables de principio a fin de algo que viven cada domingo, no sólo cuando lo preparan.

    Durante la semana, estas personas, a petición del sacerdote, han preparado todas las partes de la Eucaristía y, en el transcurso de la misma, se sitúan en el altar junto con el cura que preside y desde ahí van participando. De esta manera el cura comparte la responsabilidad y el protagonismo con miembros de la comunidad y se centra en la homilía y la parte propia del sacerdote descargándose de todo lo demás.

    En estas eucaristías, la participación, que es masiva todos los domingos, es fundamentalmente de jóvenes, aunque hay también participación de otros miembros de la comunidad, por ejemplo en el coro que lo dinamizan fundamentalmente fraternos más mayores. De esta forma, los miembros mayores de la comunidad también se sienten responsables, no sólo de ser testimonio de vivencia de la Eucaristía, sino de garantizar que esté todo a punto.

    Este modelo choca con el clásico del cura que 5 minutos antes de empezar la misa está desesperado buscando lectores mientras la gente llega cada vez más tarde, o apura a entrar al templo para que no le pidan leer. La diferencia es clara, con este modelo hay gente que descarga al cura de ser la cara visible para todo, pero no se ha implicado en la preparación y no se siente responsable más que de recordar en qué momento de la misa ha de salir a leer un papel que le acaban de dar. La participación se vive como una carga y no como el desempeño de una responsabilidad por construir la comunidad de fe.

  • Si nos fijamos en cómo nacieron las fraternidades o CEMI, vemos que partieron de un líder carismático que movilizó a un grupo de jóvenes inquietos con ganas de sentirse parte de algo hecho por ellos. A cada uno nos vendrán los nombres de los religiosos que hemos conocido en este rol. No es ningún secreto, así pasa con cualquier grupo que arranca. 

    Lo que nos falta ahora es aprender cómo han de madurar estos grupos para que sean a su vez generadores de vida y cómo esa responsabilidad que se dio a los primeros se ha de seguir dando a cada nueva generación que comienza. Además, los nuevos líderes carismáticos ya no han de ser los religiosos, desde el momento en que tenemos laicos marianistas adultos, ellos deben ser los nuevos referentes para los jóvenes junto con los religiosos.

    No podemos estar cada año empezando las cosas de cero, pero aún hay muchas cosas que están por construir y que son oportunidades para vivir la experiencia de crear algo propio desde cero. Una opción para seguir esta dinámica de construir algo nuevo hoy, puede ser, donde no exista, tomar como misión de fraternidades y/o de CEMI la constitución de la comunidad de fe, o con un grupo de jóvenes si tampoco hay laicos marianistas con la suficiente fuerza actualmente.

    Además, nuestra falta de tiempo o de capacidad para gestionarlo todo es la oportunidad perfecta para forzarnos a trabajar codo con codo con los jóvenes que tienen más tiempo, energías y cercanía a la realidad de los otros jóvenes. Eso, sin duda les vinculará más fuertemente con la Familia Marianista.

    Cito una vez más a Ignacio Otaño que recoge estas intuiciones sobre la responsabilidad del congregante en tiempo de Chaminade:

    “El congregante de las comunidades laicales del P. Chaminade no es sólo un hombre piadoso y devoto, como corrían el riesgo de considerarse los supervivientes de las antiguas congregaciones, sino que todo congregante tiene una misión adaptada a sus posibilidades. «En virtud de la dignidad bautismal común, el fiel laico es corresponsable, junto con los ministros ordenados y con los religiosos y religiosas, de la misión de la Iglesia». […] La misión no está reservada a una élite de inteligentes o especialmente dotados sino que es patrimonio de todos. […] no hay trabajo ni misión que merezca o desmerezca por su categoría o por el rango social del que lo realiza. […] Unos y otros, en lo mucho o poco que puedan hacer, se sienten participantes de la obra que lleva a cabo la comunidad.” (Pág. 3-4)

  • La responsabilidad del laico es indiscutible en nuestro carisma tal y como leemos en una carta de Chaminade a Adela que recoge Ignacio Otaño:

    “Le diré mi secreto… Hace catorce años entraba yo de nuevo en Francia con el carácter de

    Misionero apostólico para toda nuestra desgraciada patria… Pensé que no había mejor manera de ejercer esas funciones que creando una congregación tal como ahora existe. Cada congregante, cualquiera que sea su sexo, edad y estado de vida, debe ser un miembro activo de la misión…” (Pág. 30)

    Corresponde ahora retomar esa responsabilidad que se ha ido cediendo, en muchos casos, a los religiosos y que no la pueden ni deben seguir asumiendo si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia.

  • En un mundo individualista basado en la competición, algo como lo que nos plantea Ignacio Otaño sobre los métodos pedagógicos de Chaminade para educar entre iguales, podría ofrecer una formación humana muy positiva, además de educar en la cultura de la responsabilidad.

    “Apoyó el método de dividir la clase en grupos de 10-12 alumnos, según su nivel, de los que el primero hacía de monitor. Así el maestro podía ocuparse, al mismo tiempo, de toda la clase y de los que necesitaban una atención especial. […] Tienen, pues, el objetivo de armonizar educación y vida real, conocimientos y ejercicio profesional […] facilita en todas partes la creación de escuelas adecuadas a las necesidades y costumbres locales” (Pág. 77-78)

  • A los jóvenes les motiva mucho ser ellos los que organicen las actividades, las sienten más suyas, motivan a otros a participar y facilitan mucho el desarrollo de la actividad. Sin duda esa responsabilidad les hace crecer. 

    Este deseo de preparación de las actividades hay que equilibrarlo con un plan concreto, unos contenidos de calidad y un itinerario, así como con la importancia de que no dejen de ser ellos, los jóvenes, los destinatarios de la actividad. Para eso, será bueno delegar aquellas partes que puedan asumir y hacer este trabajo con jóvenes con algo más de recorrido que ya hayan vivido otras actividades sin cargar con la responsabilidad.

    En este sentido, lo mejor será contar con un grupo de acompañantes con algo más de recorrido que, además de dar testimonio de su fe, asuman la responsabilidad de la actividad, tanto en su preparación como en su puesta en práctica y que poco a poco, algunos jóvenes se vayan incorporando a esta bolsa de acompañantes en la medida en que vayan viviendo este tipo de actividades.

Guía de estilo Marianista