Visibilizar

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“Si no lo veo no lo creo”, ya lo dijo Tomás con la resurrección. A él le pilló fuera de la comunidad la primera vez, pero Jesús quiso hacerse visible por segunda vez para Tomás. No basta con que contemos que Jesús ha resucitado, ha de hacerse visible en nuestras vidas y encuentros.

  • Visibilizar – Madeleine [7]

    Visibilizar – Madeleine [7]

    La diversidad es esencial en nuestras comunidades marianistas. Como recordaba Chaminade, debemos unir a todos los estados de vida y clases sociales, como los primeros cristianos. Al iniciar una eucaristía o programar actividades, debemos buscar encuentros significativos que interesen a los participantes y hagan visibles nuestra comunidad acogedora. Ver contenido

  • Visibilizar – Impacto [2]

    Visibilizar – Impacto [2]

    Generar una identidad sólida a la que los jóvenes se puedan vincular es crucial. Un ejemplo es el grupo Aute, que crea su propia línea de ropa con mensajes evangélicos. Como jóvenes marianistas, también trabajamos en una identidad potente con Fortes, para unirnos más allá de las etiquetas tradicionales y hacer nuestras actividades más reconocibles. Ver contenido

  • Visibilizar – Creación [2]

    Visibilizar – Creación [2]

    Es importante que los jóvenes tomen conciencia de la comunidad mayor desde el principio. Una estrategia podría ser combinar parte de la reunión de mi grupo con otras fraternidades de 1º año, pero debemos equilibrarlo con la necesidad de que primero se conviertan en comunidad entre ellos. Invitar a actividades que realmente vivimos por gusto,… Ver contenido

  • Visibilizar – CLM [1]

    Visibilizar – CLM [1]

    Fomentar la coordinación entre las comunidades laicas puede fortalecer el sentido de pertenencia y comunidad. Establecer un espacio de reunión común y una eucaristía compartida puede propiciar interacciones y promover la conciencia de pertenecer a un cuerpo más amplio. Ver contenido

  • Visibilizar – VR [1]

    Visibilizar – VR [1]

    Es crucial mostrar la vitalidad de la vida religiosa, tanto interna como externamente. A pesar de las limitaciones en algunas comunidades, podemos crear una comunidad ‘virtual’ donde los hermanos compartan experiencias y vivan la vida comunitaria de manera auténtica. Esto refleja la belleza de nuestra vocación y atrae a nuevos miembros. Ver contenido

  • Visibilizar – Escolar [1]

    Visibilizar – Escolar [1]

    La conexión real con los jóvenes implica vivir experiencias compartidas. Esto aplica tanto a los monitores como a los profesores. Compartir la vida con los jóvenes construye vínculos de familia y reemplaza los prejuicios con valoraciones basadas en la experiencia personal. Ver contenido

  • Visibilizar – Iniciación [1]

    Visibilizar – Iniciación [1]

    Los encuentros deben ser momentos abiertos de acogida, donde se pueda conocer a otros miembros de la comunidad y convivir con ellos. Al visibilizar esa vida comunitaria, se puede atraer a más personas hacia una pertenencia más intensa. Recordemos las palabras de Ignacio Otaño sobre la importancia de la acogida en los encuentros públicos. Ver contenido

  • Muchas veces vemos comunidades muy homogéneas, esto es algo que puede ocurrir de forma natural y que facilita la creación de la comunidad, pero el sectarismo no es propio de nuestro carisma. En tiempos de los primeros congregantes se daba cabida a todos los estados de vida y clases sociales. Según nos recuerda Ignacio Otaño, Chaminade decía lo siguiente:

    “Unión de verdad de todos los estados de vida honestos y de todas las clases de la sociedad: unión sin confusión. Unión que presenta al mundo el espectáculo más edificante, tan semejante a la unión de los primeros cristianos que tanto impresionaba a los paganos. Las ligeras distinciones que se encuentran, resaltando la armonía, contribuyen a conseguir los grandes objetivos que se proponen los congregantes y no a obstaculizarlos. Observando las asambleas privadas y públicas de la congregación y su actividad, se puede aplicar a ellas el axioma ‘vis unita fit fortior’ (‘la fuerza unida se hace más fuerte’) en toda su extensión” (Pág. 38)

    Para arrancar una eucaristía donde aún no hay nada, puede ser buena idea comenzar haciendo que distintos grupos se reúnan entorno al día y la hora en la que esperas que surja la eucaristía para que la hagan suya y quien se acerque vea una comunidad orante real y no gente “montando una misa”.

    A la hora de programar actividades, tendemos a sistematizar las cosas y fijar, por ejemplo, encuentros mensuales, y después nos planteamos qué hacer en esos encuentros. En lugar de eso, deberíamos tender a hacer encuentros significativos, con un contenido y formato especial que interese realmente a los participantes.

    Además, si hacemos visibles estos encuentros, se convierten en momentos especialmente oportunos para atraer a curiosos y acogerlos. Esto ya se planteaba con los primeros congregantes en la Madeleine según cuenta Ignacio Otaño.

    “En las asambleas del domingo por la tarde, en los paseos, en los retiros, a menudo se atraen curiosos ajenos a toda idea religiosa. ¡Cuántas personas no se habrían encontrado nunca en la asociación si ésta hubiera sido una selección de almas apostólicas! Unos se habrían mantenido alejados y otros habrían sido descartados. No habría quedado más que un pequeño número…” (Pág. 49)

    En todo caso, debemos olvidarnos de los números, el objetivo no puede ser, nunca más, llenar la misa o los encuentros, sino hacer comunidad y propiciar espacios para compartir. Los números aumentan por contagio cuando lo que hacemos bien, lo ve más gente. Los jóvenes huelen la vida. Donde ven que hay vida se despierta el deseo y se produce contagio. Solo la Vida, en mayúsculas que es Dios, da vida. El hecho de la apertura es por opción, no por aumentar el número.

  • Es muy importante generar una identidad a la que los jóvenes se puedan vincular. Lo vemos continuamente, hace ya tiempo que los jóvenes crean sus propias marcas de ropa con las que identificarse. Un ejemplo de esto en el mundo cristiano lo protagoniza el grupo de reciente creación que, bajo el nombre de Aute, se muestran como jóvenes cristianos auténticos frente a la superficialidad del mundo y, una de sus primeras acciones ha sido la creación de su propia línea de ropa personalizada con mensajes evangélicos haciéndose visibles en redes y entre la gente.

    También, como jóvenes marianistas, debemos trabajar una imagen potente a la que puedan adherirse y hacerlo con ellos. Con ese objetivo surgió el nombre de Fortes en 2017: para tener una identidad actual que reúna a los jóvenes marianistas más allá de las etiquetas oficiales de “Fraterno”, o “Familia Marianista”, o “Comunidad Estado de María Inmaculada”, o “Hijas de María”, o “Compañía de María”. Es decir, algo actual y no explícito que se pueda emplear para nombrar fácilmente las actividades como ya hicieron con MAGIS o Hakuna. La identificación más concreta y oficial se dará cuando se vayan vinculando más a una de las ramas de la Familia Marianista. El nombre no es un grupo en sí mismo que sustituye a ninguna rama ni comunidad, es sólo una marca identitaria, un recurso que nos haga familia unida para los jóvenes.

    Una forma de contagiar el entusiasmo y hacer partícipes a otras personas que aún no conocen Fortes, puede ser terminar alguna de estas actividades coincidiendo con la eucaristía de una comunidad de fe local. Cuando esto sale bien, es muy positivo para la comunidad local que acoge y para los jóvenes que reciben el testimonio acogedor de una familia más amplia. En cierto sentido, vendría a ser como la Eucaristía final de los retiros Effetá o Emaús que celebran con toda la comunidad y con familiares, haciendo visibles, en ese momento, los frutos del retiro, entre gente que, de otra manera, no se habría acercado a esta actividad.

  • Es importante que, desde el principio, los jóvenes tomen conciencia de que hay una comunidad mayor, para eso, una estrategia podría ser la de proponer que parte de la reunión de mi pequeño grupo sea conjunta con el resto de fraternidades de 1º año y la otra sea con la pequeña comunidad. Esto hay que equilibrarlo muy bien con la necesidad, mucho mayor, de que los jóvenes se conviertan, primero, en comunidad entre ellos, cosa nada obvia y que no ocurre de forma espontánea al salir del colegio. Si los juntamos porque vienen pocos, en realidad ya estamos teniendo un problema de creación de la comunidad y mezclarlos con otra gente puede romper más aún el vínculo entre ellos.

    Por otra parte, solemos invitar a los jóvenes a un montón de cosas, como si la saturación en la oferta fuese a aumentar la probabilidad de su participación en algo. Además, muchas de las cosas que convocamos, no las vivimos nosotros mismos. Son propuestas artificiales creadas para atraer a los jóvenes, o bien que hacemos por inercia, manteniendo algo que un día funcionó pero que ha ido muriendo. En lugar de eso, deberíamos invitar a lo que hacemos y vivimos por gusto, para que el éxito no dependa de la presencia de los jóvenes si no de la presencia de Dios. No es lo mismo que el joven me vea rezar que que me vea dirigir o estar de espectador en una oración. Lo que se vive se ve y se contagia.

  • Cada pequeña comunidad laica funciona con gran autonomía de agenda, modo y lugar de reunión y eso es positivo. No obstante, si hablamos de visibilizar la comunidad, podría ser interesante tratar de coordinar las agendas y contar con un espacio de reunión común, de manera que se dé un momento en la semana en que, de forma natural, las distintas comunidades se crucen o encuentren a la entrada y salida de sus reuniones, además de posibilitar una eucaristía común como parte del encuentro de mi comunidad. Ese pequeño punto de encuentro propicia conversaciones, y hace tomar conciencia de que existe un cuerpo más amplio que mi propia comunidad.

  • En la vida religiosa también es necesario hacer visible la vida abundante que aún queda, tanto hacia dentro como hacia fuera. En este sentido, aunque nuestras comunidades puedan parecer, en algunos casos, algo faltas de vida o limitadas, tenemos, más que nunca, la posibilidad de hacer una comunidad “virtual” de hermanos que quieran vivir algo más, disfrutar de la vida comunitaria en clave religiosa, ir unos días de vacaciones juntos, tener momentos de compartir sin motivos pastorales o laborales. Simplemente viviendo toda esa dimensión que, en otro tiempo, cuando había más religiosos y menos frentes, se vivía espontáneamente en cada comunidad y que hoy, ya no es posible. Vivir esto y además hacerlo visible, es reflejar la belleza de la vida religiosa que atrae y da esperanza a los de dentro y a los que podrían entrar.

  • Pensando en la relación con los monitores, vemos que es muy importante vivir cosas con ellos. Compartir vida con los jóvenes es clave para que te reconozcan y acepten como “de los suyos”, pues, en esa experiencia compartida, se crea un cierto vínculo de familia y se hace visible la realidad de unos y otros y los prejuicios se reemplazan por valoraciones hechas desde la experiencia personal. Esto pasa también entre alumnos y profesores, aunque, en este caso, no podemos estrechar mucho los lazos puesto que son menores de edad y la relación es de profesor-alumno y no de educador a educador.

  • Los encuentros, que ya hemos dicho en otro punto que deben ser significativos antes que periódicos, deben estar, además, muy cuidados y ser momentos abiertos de acogida. Estas son las mejores oportunidades para conocer a otros miembros mayores de la comunidad y convivir con ellos. Al visibilizar esa vida se podrán sentir atraídos por una pertenencia más intensa identificándose con una de las ramas.

    Podemos recordar aquí un fragmento en que Ignacio Otaño nos habla de los momentos de encuentro públicos y su efecto contagiador.

    “L’Esprit de notre Fondation señala, como ejemplo, tres medios comunitarios para atraer a los jóvenes al seno de la familia de María, además de las relaciones familiares, de amistad y sociales que se creaban. Esos tres medios son: los paseos de los domingos después de vísperas, las reuniones públicas de los domingos por la tarde y los retiros anuales antes de la fiesta de la Inmaculada. Son actos de la congregación abiertos que permiten a muchos entrar en contacto con ella. […] «lo que atraía a los jóvenes no era sólo el interés del programa que se explicaba sino también la acogida llena de honradez y caridad que recibían todos los que acudían» » (Pág. 53)

Guía de estilo Marianista