Cuando comenzamos a acompañar a un grupo de jóvenes para que se constituyan como comunidad, no debemos confundir medios con fines. Debemos atender la necesidad de Dios y recordar que lo importante no es que sean fraternos o CEMI, lo importante es cubrir la verdadera necesidad de los jóvenes de encontrarse con Dios y que sea él quien llene su vacío. Nosotros siempre les presentaremos explícitamente la puerta abierta de nuestro carisma, pero ese carisma no ha de ser impedimento ni repelente para que creen su propia comunidad donde encontrarse con Jesús.

Ignacio Otaño cita a Juan Pablo II para hablar de la importancia de la comunidad para llevar una vida plena y con sentido:

«En lo que respecta al sentido comunitario de los laicos, la Christifideles laici dice que: Sobre todo en un mundo secularizado, las diversas formas agregativas pueden representar para muchos una ayuda preciosa para una vida coherente con las exigencias del evangelio y para un compromiso misionero y apostólico» (Pág. 4)

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