Chaminade está muy preocupado por lo que llama la herejía de su tiempo y nos llama a todos a confiar a María la victoria final sobre ese mal. Podemos recordar su análisis de la mano de Ignacio Otaño, y ver en qué medida la herejía de nuestro tiempo tiene algún parecido:
“Su misión debía ponerse bajo el nombre y los auspicios de la Virgen Inmaculada, a quien está reservado el triunfo contra la herejía de los tiempos actuales como contra la de los tiempos pasados. […] Había comprendido que por medio de sus obras debía luchar contra la indiferencia religiosa, fruto de la Revolución; que todo debía colocarse bajo los auspicios de la Santísima Virgen, de la cual M. Chaminade sería el apóstol y, si fuera necesario, el soldado, en el siglo que iba a empezar. Eran los nuevos combates que se debían emprender por el reino de Dios por medio de María. Nova bella elegit Dominus” (Pág. 27)

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