Desde CONFER nos llaman a poner freno a la mundanización de los religiosos. El ocultamiento de Dios en la sociedad nos afecta. Tenemos hermanos que van renunciando a participar en las cosas, todo lo religioso les sabe a tiempo pasado y perdido. Y vamos descubriendo que, lo peor, no es tener un alma perversa, si no un alma acostumbrada, sin gozo ni llanto, sin pasión. Ahí podemos decir que la vida religiosa ha perdido su belleza.
Se da el fenómeno de una vida religiosa sin conexión con Dios, un corazón alejado de Dios, ni lo necesita, ni lo adora, ni le da culto. Es el ambiente del mundo que se nos mete dentro y crea un clima, un sistema en el que estamos contentos con lo que nos hemos construido y separados de Dios.
En esta dinámica, podemos acudir constantemente a la oración, pero no estar siendo transformados por Dios y tener liturgias muy bien celebradas, pero por ateos interiores. Por eso, debemos volver a “estar en el mundo sin ser del mundo”, hacer limpieza de todo lo que hemos acumulado para tratar de llenar nuestro propio vacío y volver a Dios y así, recuperar la belleza de la vida religiosa que no tiene nada que ver con la juventud de sus miembros sino con la fidelidad a la llamada de Dios.
Esto de la mundanización de los religiosos no es nuevo, ya lo dejó dicho el padre Quentin Hakenewerth como Superior General en 1991, hace más de 30 años y si lo dijo entonces es porque llevaba tiempo gestándose y ya era muy evidente. ¿Tendrá esto algo que ver con la escasez de vocaciones? Lo recoge así Ignacio Otaño:
«La sociedad se ha hecho autónoma en relación con la religión y con Dios… Los compromisos religiosos no son parte integrante de la identidad cultural…» […] «Estoy convencido de que la vida espiritual marianista es capaz de dar un sentido a nuestra existencia y de procurarnos una inmensa energía en nuestra misión. Pero también estoy convencido de que la mayor parte de nuestros religiosos reciben actualmente más motivaciones y más energía de la cultura dominante que de la vida espiritual marianista que vivimos” […] «la cultura marianista inspira el documento que escribimos, pero la cultura secular que nos rodea es la que modela, en la práctica, nuestra vida comunitaria. Si éste es el caso, es preciso hacer una opción…» […] «cuanto más penetrante sea nuestro discernimiento mayor será nuestra audacia apostólica». (Pág. 94-95) «Es necesario que las ocupaciones no perjudiquen el espíritu interior de los religiosos llamados a realizarlas» (Pág. 72)
Y en la realidad del mundo en que vivimos, vemos que podemos combatir el vacío y la fragmentación con la intimidad con Dios y con los hermanos. Vivimos un momento de profunda fragmentación, por eso es importante la intimidad, apartarse de las cosas, para reconectar con Dios en el interior de uno mismo y de la comunidad. Las raíces en una planta son lo más fecundo, por eso, el que pone límites a la invasión de los otros y extiende sus raíces, es capaz de encontrarse a sí mismo y ser más fecundo. “El que permanece en mí y yo en él, dará fruto abundante”, dice Jesús.
En ese poner límites y al mismo tiempo abrirse a la intimidad, vemos que, en nuestras comunidades, reducir las conversaciones mundanas y dar más espacio al compartir desde la fe nos haría mucho más bellos y fecundos. Pero en nuestras comunidades, no existe la conversación espiritual, se habla más de la Iglesia que de Dios. En cuanto a lo político, social, eclesial y deportivo, estamos todos muy al día, pero lo que se refiere a compartir desde la fe es un terreno por explorar.
No se trata de hablar de temas piadosos sino de lo que nos afecta en la vida, mociones, esperanzas, pobrezas, fuerzas para vivir… El diálogo con los diferentes, aprendiendo de todos, salir de uno mismo y comprender culturas y religiones de otros. “La conversación convierte” Hay personas que no participan, con silencios y miradas perdidas, que renuncian a todo protagonismo. Una comunidad en conversión es una comunidad en conversación.

Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.