En todas las etapas hemos de adaptarnos a las necesidades de cada uno, pero, en la iniciación no pueden seguir teniendo tanto peso los que buscan algo superficial. No puede ser que el que quiere jamón serrano se tenga que ir, porque en marianistas no pasamos de las gominolas.
Nuestra prioridad tiene que ser la de atender a los jóvenes inquietos que demandan de nosotros algo más. Chaminade establecía con estos jóvenes una especie de grupo motor que servía de impulso motivador para el resto de la comunidad, por eso, debemos garantizar el acompañamiento a aquellos jóvenes que demandan algo más de nosotros.
Sin embargo, muchas veces no llegamos a entender qué es lo que esperan de nosotros los jóvenes y nos equivocamos en nuestra respuesta. Para poder ofrecer más profundidad o un mejor acompañamiento, primero hay que estar bien dispuesto a escucharles, sin ideas preconcebidas y abiertos a la propia transformación personal.
En la categoría de jóvenes hay distintas etapas según los momentos vitales aunque tendamos a asimilarlo todo a ese mismo grupo del que ya me siento lejano.
Ellos también se sienten más cerca o más lejos de los de una edad u otra, incluso, en las últimas etapas se sienten más próximos a los padres de familia y sin embargo no les dejamos acercarse ahí.
No espera lo mismo quien acaba de salir del colegio y estrena su vida universitaria, que quien está discerniendo su vocación en la vida, o quien ha de hacer el cambio a la vida laboral o de formar su propia familia. Pero, muchas veces, parece que hasta que la persona no tiene hijos, no se le puede dejar de asimilar al gremio de los jóvenes universitarios, aunque lleve años trabajando.
Para atender a esa diversidad dentro de la etapa de iniciación, podemos ofrecer actividades especiales de mayor intensidad. Por ejemplo: un formato de ejercicios o retiro personal en una comunidad, en silencio o con momentos de oración contemplativa más fuertes, como alternativa o complemento a otros ejercicios enfocados para la mayoría.
Si sabemos identificar a nuestros jóvenes inquietos y escuchar sus necesidades, esta fase de iniciación nos podrá llevar a dar respuestas nuevas a sus verdaderas inquietudes, que ni ellos mismos saben aún formular, y, ahí sí, acompañarlos en el discernimiento de su vocación.

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