Cuando Chaminade vio que podía peligrar el rumbo de la congregación, pensó en encargar a un grupo de jóvenes, el llamado Estado, la misión de velar por el espíritu de la congregación como una levadura dentro de la masa. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

“Doce jóvenes, los más firmes en la virtud […] estarían en medio de los jóvenes como la levadura que haría fermentar los principios de la moral y de la religión. […] Los primeros congregantes eran fervientes. Pero cuando la congregación pretende absorber y asimilar también a los alejados, el P. Chaminade ve la necesidad de un grupo humano que asegure el espíritu de la congregación de modo que quienes entran en ella encuentren y asimilen el verdadero espíritu. Por tanto, el fin concreto del Estado es la animación espiritual de la congregación.” (p54)

En nuestro caso, necesitamos también encontrar esos jóvenes que hagan de levadura para los que están más alejados..

Una vez constituida la comunidad, la asistencia debe ser lo prioritario, puesto que de lo contrario, no existe una comunidad realmente. No se trata de encontrar el momento del mes en que todos están sin ocupaciones para poner la reunión (porque, además, eso no va a ocurrir) si no colocar la comunidad en el centro y alrededor poner el resto de mis ocupaciones, porque esto es nuclear en mi vida y porque afecta a más personas. Cuando los jóvenes dan la prioridad a esto es que son comunidad, antes son sólo un grupo de amigos más o menos comprometidos.

En cada etapa, el acompañante ha de ser capaz de ser como un padre que deja al niño suelto para que aprenda a andar y sin que se note, está pendiente para evitar un accidente, pero no para evitar que se caiga. Si los sobreprotegemos, una vez más, esto dejará de ser suyo y antes o después lo desecharán.

Comentarios

Deja una respuesta