Hablando con jóvenes vemos como hay ciertas barreras psicológicas cuando pensamos en el acompañamiento personal. Este acompañamiento lo puede y debe hacer alguien cercano al acompañado, pero sin perder la distancia necesaria para esta dinámica. Sin embargo, ahora mismo parece que dicha distancia con religiosos o gente mayor, es demasiado grande como para hablar de ciertos temas. Debemos encontrar acompañantes capaces de ser más cercanos por edad o talante para abordar aquellos temas en los que necesitan ser acompañados.
Muchas veces asumimos responsabilidades por compromiso, para mantener el barco a flote y no sentirnos responsables de su fracaso. Esto nunca sale bien a la larga y menos si se trata de hacer acompañamiento personal y ponemos a gente que no está motivada, ni formada, ni llamada a este ministerio. Entonces, en lugar de mantener las cosas a flote, ahonda en la herida y el fracaso se hace mayor.

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