Vida Religiosa

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Cuando una hace la primera profesión religiosa, es signo de que ha optado de forma madura y consciente por vivir la fe en una comunidad religiosa. En el informe las referencias a SM son extrapolables a FMI y viceversa.

  • Entorno – VR [13]

    Entorno – VR [13]

    El encuentro sin fines pastorales es crucial para recrear y compartir en comunidad. Nuestras casas deben ser refugios de intimidad compartida, lugares donde sentirnos reconocidos y acogidos. Escuchar y dialogar nos enriquece, pero también necesitamos testimonios apasionados de los mayores para inspirar un futuro prometedor e ilusionante. Ver contenido

  • María – VR [11]

    María – VR [11]

    Reflexión sobre el rumbo de la Compañía de María y su misión en la actualidad. Se destaca la importancia de enfocarse en la esencia de la misión, especialmente en el acompañamiento de los jóvenes. Se resalta la necesidad de recuperar la belleza y la autenticidad en la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de María y… Ver contenido

  • Testimonio – VR [9]

    Testimonio – VR [9]

    El llamado marianista es a ser testigos radicales, en la vanguardia de la misión y sedientos de lo absoluto de Dios. CONFER nos desafía a recuperar la belleza, bondad, verdad y unidad en la vida religiosa. La autenticidad del amor comunitario es crucial para ser proféticos. Nuestra comunión refleja la presencia trinitaria de Dios y… Ver contenido

  • Barreras – VR [7]

    Barreras – VR [7]

    Ser referentes válidos implica apreciar lo contemporáneo y descubrir su belleza, aunque nos resulte desconocido. Los rituales compartidos como poner la mesa, fregar, o compartir proyectos, rompen barreras y forman comunidades significativas, según José Cristo Rey García Paredes. Esto es esencial para conectar con los jóvenes y encender su llama. Ver contenido

  • Espíritu – VR [6]

    Espíritu – VR [6]

    Ante la decadencia de la vida religiosa, recordemos que el fracaso humano de Jesús es salvador. Debemos entregarnos como el primer día para que Dios haga algo nuevo. Dejemos el protagonismo al Espíritu y mantengamos la fidelidad activa, recuperando la dimensión orante como referentes auténticos. Ver contenido

  • Profetismo – VR [6]

    Profetismo – VR [6]

    Nuestro carisma nos insta a adaptar nuestros medios a los desafíos actuales. Recogiendo la voz del Capítulo General de 1986, es crucial revisar y ajustar nuestras acciones para implantar la fe en el mundo actual. Es tiempo de recuperar la espiritualidad y la austeridad profética, encarnando una vida religiosa auténtica y atrayente. Mantengamos la lámpara… Ver contenido

  • Humildad – VR [6]

    Humildad – VR [6]

    La expresión del amor se convierte en teología accesible. La belleza expulsa demonios: al ver al prójimo con Gracia, cambia la relación. En las comunidades religiosas, aceptar la imperfección genera un vínculo real. Los mayores deben adaptarse y aprender a ser cuidados. El cuidado, competente y responsable, es clave para el futuro. Ver contenido

  • Familia Marianista – VR [5]

    Familia Marianista – VR [5]

    Chaminade concebía la vida religiosa como un sostén para las asociaciones laicas en su misión apostólica. Sin embargo, hoy nos falta la voluntad de innovar y confiar en el bien. Debemos acoger a los nuevos religiosos con apertura y sin prejuicios, recordando que la esperanza proviene de Dios y que debemos contagiar alegría y paz… Ver contenido

  • Estructuras – VR [5]

    Estructuras – VR [5]

    El actual modelo de mantener estructuras religiosas a flote a expensas de los más jóvenes es insostenible. Necesitamos un cambio de paradigma: apostar por la novedad y la audacia en lugar de aferrarnos a la estabilidad. La Iglesia debe anticiparse al cambio y generar vida en lugar de conformarse con sobrevivir. Esto requiere reformas valientes… Ver contenido

  • Reconocimiento – VR [4]

    Reconocimiento – VR [4]

    Es fundamental reconstruir los vínculos entre generaciones para revitalizar las comunidades. Esto requiere crear espacios de encuentro seguro y libre de juicios, donde mayores y jóvenes puedan conocerse y reconocerse como iguales. Además, es necesario formar, acompañar y empoderar a las nuevas generaciones, permitiéndoles asumir responsabilidades y contribuir con soluciones a las crisis actuales en… Ver contenido

  • Escucha – VR [4]

    Escucha – VR [4]

    Escuchar a los jóvenes es fundamental en nuestro carisma, pero a medida que envejecemos, podemos perder esa habilidad. Es crucial aguantar y comprender sus demandas, incluso cuando nos incomodan. El diálogo y la transformación mutua surgen cuando estamos abiertos a recibir y aprender de su perspectiva. Ver contenido

  • Protagonismo – VR [4]

    Protagonismo – VR [4]

    Es esencial promover el protagonismo del laico en la Iglesia, como destacaba Chaminade al buscar una misión menos clerical durante la Revolución francesa. Fomentar un sentido de pertenencia implica recibir y contribuir, sin ser el centro. Debemos ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir y responder a la llamada de Jesucristo en… Ver contenido

  • Vacío – VR [4]

    Vacío – VR [4]

    Desde CONFER nos instan a detener la mundanización en la vida religiosa, donde algunos hermanos se alejan de Dios y se conforman con una vida sin pasión ni conexión espiritual. La oración puede ser constante, pero sin transformación interior. La falta de conexión con Dios afecta la belleza de la vida religiosa, un problema que… Ver contenido

  • Apertura – VR [3]

    Apertura – VR [3]

    La diversidad de carismas puede llevar al sincretismo. Debemos mantener nuestra identidad sin perderla en la amalgama de influencias contemporáneas. Chaminade insta a conectar con la actualidad sin perder nuestra esencia, optando por audacia y vigilancia para adaptar nuestro carisma al mundo actual. Ver contenido

  • Identidad – VR [3]

    Identidad – VR [3]

    En nuestras comunidades religiosas, debemos evolucionar hacia ser motores de la comunidad de fe Madeleine, trascendiendo la mentalidad de una comunidad centrada en sí misma. Esto implica devolver el protagonismo carismático a los laicos, quienes también son portadores del carisma y deben participar activamente en la toma de decisiones, especialmente en áreas como la pastoral… Ver contenido

  • Crecimiento – VR [3]

    Crecimiento – VR [3]

    Es vital educar la sensibilidad para conectar con el prójimo y transformar la sociedad, una habilidad ausente en nuestros itinerarios formativos. Además, aprender a expresar el dolor es fundamental, ya que tendemos a evitarlo. Jesús mostraba sus emociones, y debemos reeducar nuestro mundo afectivo para relacionarnos plenamente con los demás. Ver contenido

  • Signos – VR [3]

    Signos – VR [3]

    Los signos del tiempo nos urgen a reformar la vida religiosa. José Cristo Rey García Paredes compara la restauración de Notre Dame con la necesidad de restaurar la fe. La comunidad Madeleine podría ser clave en esta transformación hacia una nueva vida religiosa para los laicos. ¡Pongámonos en ‘modo peregrinación’ y transformemos nuestra fe! Ver contenido

  • Iglesia – VR [2]

    Iglesia – VR [2]

    José Cristo Rey García Paredes nos insta a repensar la vida religiosa, buscando la unidad en lugar de la dispersión. Nos anima a rehacer nuestros esquemas y explorar nuevas formas de comunión. Debemos dejar atrás las cargas del pasado y permitirnos ser transformados por la comunidad. Nuestro carisma marianista es nuestra belleza singular, que debemos… Ver contenido

  • Hábitos – VR [2]

    Hábitos – VR [2]

    Buscar un equilibrio entre la vida religiosa y el mundo actual. Reflejar la belleza del Evangelio en nuestra forma de vida para inspirar a los jóvenes. No solo rezar, sino también servir y encontrar lo sagrado en cada contexto. Ser verdaderos signos de la presencia de Dios en el mundo. Ver contenido

  • Formación – VR [2]

    Formación – VR [2]

    El «Estado religioso en el mundo» propuesto por Chaminade busca una vivencia más radical y dedicada de la fe, potenciando la vocación bautismal y los consejos evangélicos. Este estado, aún no oficial, podría preservar la congregación en tiempos de persecución. José Cristo Rey García Paredes destaca la formación como un proceso de embellecimiento espiritual, esencial… Ver contenido

  • Comunicación – VR [1]

    Comunicación – VR [1]

    La falta de comunicación interna en la vida religiosa afecta la eficacia en el trabajo con los jóvenes y lleva al rechazo de iniciativas no pastorales. Es crucial mejorar la transmisión del Proyecto Provincial para fomentar la participación y evitar la desafección. Podemos ser más creativos en la comunicación, utilizando medios como vídeos estructurados en… Ver contenido

  • Instrumentalización – VR [1]

    Instrumentalización – VR [1]

    En la vida religiosa, es vital cultivar vínculos estables más allá de simples relaciones. Javier de la Torre nos recuerda que el bienestar psicológico se encuentra en vínculos sanos. Debemos superar la tentación de la eficiencia y el utilitarismo en nuestras relaciones, para forjar vínculos desinteresados que trasciendan la mera convivencia cordial. Ver contenido

  • Apasionar – VR [1]

    Apasionar – VR [1]

    Transmitir nuestra fe no debería ser imponer mandatos, sino seducir con pasión y autenticidad. Jesús enseñó con autoridad y atrajo a través de valores que inspiran. Debemos mostrar la pasión y la alegría en nuestra entrega a la misión, los votos, la oración y la vida comunitaria, para seducir a otros con nuestro ejemplo. Ver contenido

  • Visibilizar – VR [1]

    Visibilizar – VR [1]

    Es crucial mostrar la vitalidad de la vida religiosa, tanto interna como externamente. A pesar de las limitaciones en algunas comunidades, podemos crear una comunidad ‘virtual’ donde los hermanos compartan experiencias y vivan la vida comunitaria de manera auténtica. Esto refleja la belleza de nuestra vocación y atrae a nuevos miembros. Ver contenido

  • Preparación – VR [1]

    Preparación – VR [1]

    La vida religiosa requiere ritos que reflejen belleza y comunidad. Necesitamos diseñar nuevos rituales que lo logren, pero esto demanda preparación y tiempo. Los laicos jóvenes pueden ser clave en este proceso de creación. Es hora de buscar esa nueva belleza que inspire y trascienda. Ver contenido

  • Como dice el capuchino Víctor Manuel Herrero, somos el epílogo de la tendencia al activismo que ha quemado otras dimensiones de la vida. Debemos volver al disfrute del encuentro sin fines pastorales. La finalidad del trabajo es el Shabat, el día en que Dios contempló la creación y vio que era buena.

    No es un descanso para holgar, es para recrear, para volver a pasar por el corazón, para compartir con otros lo recibido. Es para la relación, no para aislarse en la habitación lejos de tu comunidad viendo Netflix para desconectar. El encuentro con el otro, con las necesidades, con la realidad llevan a dar la vida, a recrear.

    Parece que los religiosos no necesitamos casa porque lo nuestro es el trabajo, vivimos hacia fuera. Pero el trabajo a veces es muy duro con muchos conflictos y tener casa, tener un hogar donde volver, un entorno habitado y seguro, es importante para resguardarse después de los conflictos del día.

    Pero para esto es imprescindible el entorno de una vida de comunidad sana. Tenemos dinámicas personales y comunitarias en nuestras casas que repelen a las siguientes generaciones que se sienten desplazadas y fuera de lugar por ser de otra cultura, otro tiempo y otra sensibilidad, con la única opción de adaptarse a los mayores porque damos por hecho que ya no pueden cambiar y que no hay más opción que el sometimiento de unos o a los otros.

    Igual que el religioso cuando llega a una cierta edad se siente desplazado de la vida activa (del colegio) y ha de encontrar su sitio, el joven, y no tan jóven, también necesita encontrar su sitio y ser acogido en la vida laboral, que va más allá del colegio y en las decisiones de la comunidad. Porque el sentimiento es el mismo: “no cuentan conmigo”, “no valgo para nada”, pero uno con 40 años y el otro con 80.

    La casa es un entorno de intimidad. Debemos de poder decir que la casa que tenemos en tal calle se ha convertido en lugar de recogimiento, que el lugar que habito es mi segunda piel, que me protege y me enseña a vivir. Cuando me alejo, queda algo de mí en la casa, es un lugar de identidad y es necesaria para crear espíritu de familia. Nuestra casa habla de nosotros, por eso hay que darle alma a nuestra casa.

    No es mi cueva donde ocultar mi intimidad, sino un espacio de intimidad compartida. Por eso hace falta que sea un entorno seguro. La intimidad del otro es cuerpo, es sexo, es higiene, es familia, es aficiones, es pensamientos, es gustos, es salud, es limitación, es debilidad… es sagrado. Tocar al otro implica respeto, descalzarse ante la tierra sagrada. Descubrirme en el otro. Ser amigos en la intimidad implica comprender lo que es único del otro y apoyar su crecimiento, compartir heridas.

    Sentirse incluido, acogido, integrado. Sentirse reconocido de forma singular, ser miembro del cuerpo con función y valores concretos, como uno más. Tener la capacidad de influir en el desarrollo de las cosas. Son necesidades básicas de toda persona que se han de vivir en la comunidad como entorno seguro, para poder dar testimonio de una vida religiosa sana y atractiva.

    Para construir este entorno seguro debo conocer qué dice la comunidad sobre mí. Cada uno tiene un rol en la comunidad y esta se hace más rica si hay más roles distintos. El aportar una función distinta y necesitar las otras funciones cohesiona mejor el grupo.

    La gente necesita hablar, porque hablando nos conocemos y nos respetamos más. Nos damos cuenta de que no estamos solos, de que otros pensaban como nosotros, o de que lo que pensábamos no era para tanto.

    La casa ha de ser un espacio donde también hay conversaciones sobre Dios. Las conversaciones convierten a las personas, las enriquecen. Es horrible estar en una casa donde alguien nunca conversa ni escucha ni se deja escuchar, siempre guarda un rotundo silencio. Jesús hacía hablar a los mudos y oír a los sordos, pero quizá este demonio requiera de más oración.

    Pero muchas veces el testimonio que dan los mayores en las conversaciones es de pérdida, de lamento, de oscuridad y desesperanza, de añoranza del vigor de la juventud, de aquel que fue su tiempo que ya terminó, de que hacerse mayor es malo, “ya llegarás a mi edad” dicen, amenazando, muchos profetas de calamidades. Pero para poder madurar, las siguientes generaciones, necesitamos el testimonio apasionado de los mayores, de su vida de fe, de lo que les ha aportado cada responsabilidad, de cómo han superado los baches, mostrando un futuro prometedor e ilusionante, incluso cuando las limitaciones de la edad se van agravando. Y esto, lo pueden hacer, y sólo lo pueden hacer, los mayores.

  • Las obras ya están funcionando sin nosotros, falta que nos demos cuenta y nos volquemos en cuidar y acompañar a los jóvenes que aún tienen contacto con nosotros, más que dispersarnos para mantener todo a flote un año más.

    Recordemos, una vez más, el fin de la Compañía de María, pero, en este caso, recogido en unos estatutos escritos por Dariés en 1792 que manejaban con los profesores de Mussidan.

    «El fin de la Compañía de María es llevar a los hombres a la virtud: 1º Por medio del culto a la Santísima Virgen; 2º por medio de la educación de la juventud; 3º por la predicación del evangelio».(Pág. 9)

    Y, avanzando hasta 1975, seguimos en un momento de fuerte crisis en Francia donde perciben que hay que volver a lo esencial, a la fuerza misionera de los primeros cristianos. En ese contexto, dice el obispo de Luçon:

    «No tenían templos y en todas partes tenían altares… Todos los lugares se convertirán en altares si nosotros merecemos que Dios se digne bendecir nuestro celo. Encontraremos también Zaqueos y Cornelios que nos recibirán en sus casas. Reproduzcamos las virtudes de los hombres apostólicos y obtendremos el mismo éxito, conseguiremos cambiar la faz de la tierra». Se produce una especie de purificación, y los pastores van a lo esencial de su misión, dejando de lado cuestiones secundarias. Dice todavía el obispo de Luçon: «El bien de la religión exige que nosotros nos comportemos en todo como los misioneros que trabajan en países de infieles…, no tomando parte en asuntos temporales, respetando la autoridad que manda y no ocupándonos más que de establecer el reino de Jesucristo, que no es de este mundo». (Pág. 22)

    Sin embargo, la sensación es de dispersión, nos desintegramos por querer estar en varias cosas a la vez, tanto los acompañantes como los acompañados. Decimos que los jóvenes ya no se vinculan con nada porque tienen infinidad de actividades y grupos, pero ¿qué hacemos nosotros? “Quien mucho abarca poco aprieta” dice el refranero. ¿No sería mejor hacer poco y bien que mucho y mal?

    Estamos cansados, desbordados, superados por la realidad y nos auto convencemos de que la solución es estirarnos hasta morir para no dejar caer nada, pero al morir las cosas también caerán aunque ya no nos sintamos culpables porque no lo veamos.

    Parece que seguimos buscando restablecer el éxito pasado, pero un aumento de vocaciones no tiene por qué redundar en bien para nosotros o para la Iglesia. Si esperamos a volver a tener religiosos profesores llenando las aulas, tenemos que esperar bastantes años y ser bastante ilusos. El objetivo no es reponerse, sino entregarse.

    No trabajamos por mantener la congregación a flote si no por dar la vida para construir el reino. Y, mientras, nos “entretenemos” en acciones concretas, como se entretenía Jesús en la vida pública, a la espera del momento de llegar al calvario, morir y resucitar. No podemos eliminar esta parte y quedarnos sólo con los éxitos de Jesús. María estuvo también al pie de la cruz, contemos con nuestra madre para no temer a esos momentos de sufrimiento extremo y de final.

    En este sentido, no podemos abandonar a los jóvenes por miedo a desanimar a los hermanos mayores que se sienten desplazados y no válidos para esta tarea y que se resisten a mirar de frente la cruz del final del camino. Tenemos una misión que cumplir que no es repartir nuestro aceite con los que ya no lo tienen, sino alumbrar el camino a los jóvenes que han de entrar al banquete.

    Hemos de recuperar la belleza con la que nació la vida religiosa y que se ha perdido por las rutinas y normas vacías, porque aunque escuchemos que “siempre se ha hecho así” si lo pensamos, al principio, no fue así. La belleza no la da el hecho de que todo sea fácil, ni la juventud de las personas. La belleza, en nuestro caso, nos la da María, y el hecho de hacer lo que Jesús nos diga. Cuando comienza el proyecto de Chaminade, las cosas no eran fáciles, pero eran bellas, porque eran de Dios y no de los hombres.

    Siguiendo con palabras de José Cristo Rey García Paredes sobre la belleza, debemos hacer del cambio un sueño y conseguir despegarnos del pasado, somos peregrinos, estamos en la peregrinación de la belleza, podemos tener la experiencia de Abraham que deja su casa, despegarse de lo anterior y peregrinar y refundar de nuevo la comunidad, que surja como algo nuevo, como una nueva morada.

    Lo bello, que además es el objeto de nuestro carisma, es encarnar la Palabra, traer a Jesús al mundo. La mística es contemplar lo invisible y hacerlo visible. Jesús hizo humana, visible y palpable la belleza de Dios Padre.

  • Recojo aquí la cita que hace Ignacio Otaño de Pablo VI hablando de la misión marianista, para insistir en la importancia del testimonio radical y en la vanguardia de la misión que estamos llamados a dar.

    “En los religiosos, subraya el valor evangelizador tanto de su testimonio, encarnando la Iglesia «sedienta de lo absoluto de Dios» y «deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas», como de su actividad, a menudo «en la vanguardia de la misión»” (Pág. 4)

    Por otra parte, desde CONFER nos animan a “recuperar el rostro de la verdad, la bondad, la unidad y la belleza en la Vida Religiosa”. Las cuatro se han de dar a la vez y nos lanzan la siguiente pregunta: “¿Tenemos la vida consagrada más bella, más buena y más unida?” Responder a esa pregunta nos dará el camino que lleva a la verdad.

    En esta clave, vemos que hay comunidades a las que les falta la savia del amor, están juntas pero no se aman en realidad, no hay perihoresis. Cuando esto falta la comunidad no es profética. Hemos sido llamados a amar pero, a veces, parecemos llamados a aguantar. Debemos mostrarnos como aquellos que son seducidos por alguien, no como aquellos que son empleados de alguien. 

    Es cierto que a veces tendremos que ser testigos en el trabajo, pero, también ahí, la gente descubrirá algo distinto en nosotros si somos capaces de dar testimonio de que el trabajo lo hacemos como seducidos, no como empleados resignados. Con el gozo con el que trabajaron aquellos jornaleros contratados en la última hora del día y pudieron ofrecer también su esfuerzo para la construcción del reino.

    En contra de lo que a veces parece o se vende en la sociedad, el final del camino nada tiene que ver con la decadencia. El hombre interior se hace cada vez más bello. Como el vino bueno se añeja. La belleza de la vida consagrada adquiere muchos quilates al final, si ha vivido su vocación cada día. De la misma manera, en el matrimonio, la belleza está al final de una vocación vivida cuando los frutos son más visibles.

    En esta línea, es importante ser testigos ejemplares de la manera en que afrontamos el dolor de la cruz. Las personas que viven el máximo dolor y descubren la belleza en Jesús crucificado, nos conmueven. La vivencia de nuestra debilidad y fragilidad por la edad, puede ser un lugar para hablar de la belleza extrema si nos formamos, cuidamos y cultivamos para vivir de esta manera el deterioro fruto de la edad.

    Una fuente fundamental de testimonio es la propia comunidad. Decía San Agustín que “Ves la trinidad si ves el amor” por eso, nuestras relaciones comunitarias son las que muestran o no, la verdadera presencia trinitaria de Dios. Por eso, nuestra prioridad en la vida religiosa, debería ser vivir en comunión, con “un solo corazón y una sola alma”, con todo en común. La Iglesia está llamada a ser icono de la comunión de Dios y nuestro carisma nos empuja especialmente a ello. No podemos creer en un Dios comunión, sin vivir dicha comunión, salvo que sea un creer intelectual. En cambio, si vivimos la comunión, podemos amar al enemigo y reflejar la belleza que hay en ello.

  • Para ser estos referentes válidos que saben gustar del tiempo presente junto a los jóvenes, José Cristo Rey García Paredes nos dice a los religiosos, pero vale para todos, que “tenemos que estar atentos y abiertos a descubrir la belleza de lo contemporáneo aunque no lo entendamos y prefiramos lo antiguo” porque “nuestra alma se acostumbra y dejamos de ver lo bello… sólo recordamos el pasado”. “La belleza sorprende y seduce, no es previsible” Lo que un día nos sedujo y guardamos en nuestro corazón, como mucho nos servirá a nosotros mismos para mantener nuestra llama, pero no para encender la de otros.

    Otra barrera que se acusa mucho en las comunidades religiosas y que también es extrapolable de alguna manera, es la ausencia de rituales compartidos. Aquellas cosas triviales que hacemos juntos pero que nos convierten en comunidad: no sólo rezar y comer, que a veces tampoco hacemos juntos sino, poner la mesa, fregar, hacer la comida, limpiar, compartir tiempo de descanso, compartir proyectos… todo esto rompe barreras, acerca personas y forma comunidades significativas que se convierten en modelo y testimonio para los jóvenes.

  • Ante la actual situación de decadencia de la vida religiosa, debemos recordar que el fracaso humano de Jesús es salvador, porque entrega la vida en fidelidad a Dios y servicio a los hombres. Tal vez esto es lo que ha de hacer la vida religiosa: Entregarlo todo como el primer día para que Dios pueda hacer algo nuevo, una nueva vida que superará nuestras expectativas. No hagamos como los discípulos de Jesús que lo abandonan porque no cumplía sus expectativas. Y no pensemos que abandonar es sólo salirse de la Compañía de María, también está el abandono interior del que se dice: “fuera no tengo nada, no soy capaz de valerme por mí mismo, me quedo y que me mantengan”. Por desgracia, hay gente que se ha salido de esta manera haciendo un flaco favor a la Familia Marianista.

    Debemos dejar el protagonismo al Espíritu, es él quien quiere hacer algo con ayuda nuestra, no nosotros los que debemos de hacer algo con ayuda del Espíritu Santo. De la misma manera, no podemos esperar que sea el Espíritu el que se acomode a mis tiempos y necesidades. Debemos vivir los acontecimientos desde la fe, con paciencia y paz, sin prisa. El Señor no retrasa su promesa sino que tiene paciencia con nosotros.

    Y en esa espera paciente, debemos mantener la fidelidad activa a pesar de los resultados. El pueblo de Israel nunca perdió la esperanza a pesar de que nunca le fue bien. 

    Finalmente, hemos de recuperar la dimensión orante de la vida religiosa y ser referentes en esto. Lo intelectual se nos ha comido el terreno y ahora los jóvenes no buscan en nosotros la fe sino la argumentación para cuestionar aspectos de la moral de la Iglesia. Debemos ser testigos de una vida de oración auténtica. Si nosotros no damos importancia a la oración personal y comunitaria, no se la van a dar los laicos, jóvenes o mayores, ni van a acudir a nosotros para rezar, irán con otros que tengan mejores referencias en este campo.

  • Nuestro carisma nos llama a revisar si los medios que empleamos aún son adecuados para el tiempo presente. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    El Capítulo General de 1986 empieza afirmando que «la renovación de nuestra misión ha sido la preocupación dominante de este Capítulo General». Dice en su introducción: «Nos hemos sentido interpelados y desafiados, como lo fue el Fundador, por un mundo que experimenta cambios culturales profundos y necesita una nueva evangelización» […] «lo mismo que el P. Chaminade escogió como medios la congregación y las escuelas para recristianizar a Francia, nosotros escogemos hoy los medios más adaptados a nuestro tiempo y lugar para implantar la fe». […] «En algunos casos debemos emprender acciones nuevas apropiadas a nuestro tiempo; en otros debemos dejar algunos medios que son buenos, pero menos importantes; en otros deberemos concentrar e intensificar nuestros esfuerzos en algunos medios que siguen siendo apropiados» (nº 3). (Pág. 93)

    En esa adaptación al tiempo presente, podríamos decir que hubo un tiempo, no hace muchos años, en que los marianistas teníamos que encabezar movimientos más laxos en las formas y racionalizar el tema de la fe, porque era lo que nos demandaban los signos de los tiempos. Pero ese tiempo de separar al Jesús histórico del Cristo de la fe ya pasó, y no podemos seguir manteniendo la mística y lo sagrado fuera del discurso como si fuera algo accesorio o propio sólo de algún sector de la Iglesia, porque hoy, en medio de tanto racionalismo, el joven demanda espiritualidad y mística.

    Si nos fijamos en la pobreza, en general no vivimos una vida de derroche e incoherencia. De hecho, podríamos argumentar que somos coherentes con el deseo del fundador de adoptar la forma de vestir y hábitos de nuestro entorno. Sin embargo, desde el punto de vista del profetismo y la imagen que tienen de nosotros algunos jóvenes, podríamos plantearnos recuperar o reforzar una austeridad profética y coherente, común a todos los religiosos, que no dependa tanto de la persona y sus “derechos adquiridos”. Somos muchos los que hemos elevado nuestro nivel de vida al entrar en la Compañía de María adaptándonos al ritmo de la comunidad y percibimos fácilmente que las crisis económicas del mundo no nos afectan, mientras que amigos y familiares cercanos sí las sufren. Por tanto, sería un gesto profético el acercarnos más a San Pablo y “estar en el mundo sin ser del mundo” porque nuestros jóvenes no perciben con claridad la diferencia entre ser o no religioso marianista con lo que ven en nosotros.

    Si miramos a las estructuras, las ideas de José Cristo Rey García Paredes al hablar de la belleza de la vida religiosa nos pueden inspirar, en este caso, desde la perspectiva de una forma de gobierno que sea profética. Comentaba el claretiano que somos utilitaristas, tenemos organizaciones útiles para un gobierno, pero no son bellas porque se olvidan de muchas cosas y todo se iguala, tenemos territorios inmensos que organizar pero donde no se puede ver la belleza. Somos guardianes de las biorregiones y nos perdemos la pequeñez de la belleza. Pero podrían decir de nosotros “Que bellamente estáis organizados”, este puede ser un contexto de belleza porque no somos una multinacional y en nuestro carisma en concreto, tenemos a gala el ser una Familia más que una estructura.

    Recojo también algunas ideas de Javier de la Torre pensando, en este caso, en una vida comunitaria profética. Javier viene a decir que hoy en día hay muchos estímulos pero pocas pasiones. Es decir: falta gente apasionada y sobran estímulos. Tener unas mismas metas con las que apasionarnos, ayuda a la educación de la afectividad y a la construcción de la fraternidad. Perder el tiempo no es en absoluto grave pero no estamos educados para eso. La vida no es una carrera si no un tiro al blanco, la vida es encontrar dianas. El mundo ha olvidado esto, pero la vida religiosa puede ser la que dé luz en este sentido.

    Por último, hablando de alumbrar, hay otro gesto profético al que somos llamados: el de mantener la lámpara encendida y permanecer firme en la casa. Los jóvenes necesitan, como el hijo pródigo, como Adán y Eva, como nosotros a su edad, como todo ser humano en su proceso de maduración, abandonar la casa paterna, salir, explorar, descubrir, errar… Pero si no hay un lugar al que volver, el joven no podrá volver, se perderá. Hay que tener claro dónde tenemos que estar y no movernos, ser firmes y no conformarnos con ciertas cosas, no marchar detrás del joven a ciertos lugares, sino permanecer con la lámpara encendida, con aceite suficiente para que se vea el camino de vuelta y se sientan acogidos y abrazados sin reproches, porque “no sabemos ni el día ni la hora” del banquete, como tampoco lo sabía el padre del hijo pródigo.

  • La expresión del amor se puede convertir en teología al alcance de todos. Antes, la teología, era algo reservado a los estudiosos en las bibliotecas, hoy reconocemos que se produce teología en otros espacios más humildes de nuestro día a día.

    En este sentido, podemos decir que la belleza expulsa demonios. Cuando veo al hermano en clave de fealdad veo demonios, si veo la Gracia que hay en él, la relación es diferente.

    En las comunidades religiosas sólo podemos amar lo limitado, porque perfección no hay. Y que se dé un amor imperfecto, no significa que sea irreal. Debemos tener cuidado de no exigir perfeccionismo. La humildad de aceptar al otro como es, genera un vínculo verdadero que trasciende nuestra comunidad y atrae a su imitación a jóvenes y adultos.

    Por su parte, los mayores han de aprender a “ponerse viejo” afrontar las etapas de la vida, aceptar que ya no eres el centro de la fiesta, que ya no te llaman, que ya no seduces como cuando eras joven, y no culpar a la vida ni a las personas y descubrir lo que ahora puedes hacer de bello para los demás.

    El roce puede hacer el cariño o no. Hace falta una comunicación más profunda. ¿Dónde estamos? ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué escuchamos de la comunidad? ¿Qué recibimos de lo que decimos? La verdad que manejamos puede ser de mayor o menor calidad según su profundidad. No es lo mismo responder a la pregunta de “¿Qué tal vas?” con un “bien”, que contar lo que estás viviendo, aunque las dos cosas puedan ser verdad. Dialogar es derribar muros y ahí sí, surge el cariño y entonces podrán decir de nosotros “¡mirad cómo se aman!”

    El cuidado tiene que ver con acercarse pues cuando curamos cuerpos, no los podemos cuidar a distancia. Cuidar es acoger las necesidades del otro, acoger un sentimiento, establecer una relación. Es preciso sentir con el otro, por eso hace falta una madurez, una adultez y eso nos lleva a decir que la persona madura y adulta es la persona que cuida. 

    El corazón humano tiene una inclinación natural para actuar en favor del otro, pero este cuidado ha de ser competente y responsable como el del médico. Cuidar es algo amplio. Cuidar el cuerpo, la familia, la casa, la hacienda, el honor, la piedad, la polis, lo público, el pueblo, el mundo… El cuidado fue clave en los primeros siglos del cristianismo. Gracias al cuidado, las cosas tienen futuro y, si queremos tener futuro, nosotros mismos debemos dejarnos cuidar. Lo más difícil de este mundo es aprender a ser necesitado, adquirir ese grado de humildad, ser yo el que soy cuidado. 

    Nos resulta fácil ver en los jóvenes a esos que nos necesitan, a quienes tenemos que cuidar, pero cuesta más hacerse necesitado de los jóvenes y dejarse cuidar o aconsejar, como el padre que ha de cambiar la forma de ver a su hijo e intercambiar el rol de cuidador a cuidado con el paso de los años. En muchos casos los jóvenes ya nos están viendo como gente a la que hay que cuidar pero nosotros queremos seguir teniendo el mando.

  • No cabe duda de que Chaminade, al ver el crecimiento de las congregaciones, pensó en la vida religiosa como una forma de mantener el espíritu de todas las asociaciones que, a su vez, eran las que realizaban las obras de apostolado. Así nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Sus obras tendrían un alcance que él nunca se hubiera atrevido a darles: su apostolado no sería individual o de paso sino que este apostolado se ejercería mediante asociaciones, que se mantendrían en el espíritu de su institución por medio de una sociedad de religiosos propiamente dichos, coronamiento de todas las otras obras. (Pág. 27)

    Y en otro momento insiste en el tema del “hombre que no muere” como esas comunidades religiosas que han de dar solidez y continuidad a los congregantes:

    Restablece las congregaciones con un espíritu nuevo porque se da cuenta de que el cristiano en solitario está desvalido. Quiere también comunidades religiosas que sean, para la misión, el hombre que no muere, es decir, que la consoliden y la salven de las veleidades individuales o circunstanciales, asegurando su continuidad. (Pág. 4)

    Pero en lugar de ser ese pilar fuerte que sostenga al laico, nos estamos convirtiendo en gente mayor que asume que las cosas están mal y que lo único que queda por hacer es lamentarse y resignarse, eliminando toda voluntad de probar algo diferente.

    Sin embargo, aún hay esperanza, porque proviene de Dios. Debemos confiar en lo bueno, dejar de cuestionar y juzgar al otro, confiar más en que todos queremos hacer las cosas bien, quedarnos con lo bueno de la otra persona y rodear lo malo para salvarlo.

    Contagiar alegría, tener buena relación en los equipos de trabajo en los que estemos o en nuestra propia comunidad, transmitir alegría, paz y decisión. Si lo miras bien, en realidad las cosas antes eran peor, aunque nos guste demasiado repetirnos que “en mis tiempos estas cosas no pasaban”.

    En este clima de pesimismo y de estar de vuelta de todo, a veces se nos olvida acoger a los religiosos que llegan nuevos a una comunidad, allanarles el camino, apadrinarlos, dejarnos transformar por ellos. Es importante dar entrada a los religiosos en las obras bendiciendo, no maldiciendo, ayudando a encontrar el sitio de cada uno, sin prejuicios ni esquemas cerrados como el clásico “y tú ¿de qué das clase?” como si Chaminade hubiera fundado una congregación dedicada a la enseñanza y ese fuera todo el horizonte. Más aún cuando ya estamos jubilados, ese paradigma de la educación puede ser una gran losa.

  • Hace falta un cambio de paradigma. En el modelo actual, el más joven, o quien todavía aguante, ha de mantener toda la estructura a flote, pero ni el “joven” confía en sí mismo, ni los mayores confían en él y se generan cuadros de ansiedad, estrés y desbordamiento que acabarán con la vida religiosa en menos de 5 años, si no se cambia esta forma de pensar que sirvió mientras había suficientes personas para mantener obras y estructuras, pero que colapsa cuando cada persona ha de asumir las responsabilidades de varias a la vez.

    Dice el Papa Francisco que es mejor una Iglesia accidentada que encerrada. Debemos aportar novedad más que estabilidad. Ser audaces y valientes, no esperar a que la gente se muera para tomar decisiones controvertidas o arriesgadas. Anticiparse al devenir de la vida lo más posible para invertir todas nuestras fuerzas en generar más vida, más que en soportar lo que queda. Es la diferencia entre entregar la vida o perderla, entre compartir el aceite, o alumbrar el camino para el novio.

    Cuando una persona ha reducido su mirada, se apoya en las rutinas y las estructuras, y no hay cosa peor que perder la capacidad creadora y contemplativa. Pero cuando un joven se siente llamado, quiere novedad, no asumir rutinas, que se le irán pegando, como a todos, con el tiempo. Debemos ofrecer novedad.

    No nos encontramos en una situación de crisis del clero igual a la que vivió Chaminade, pero, viendo los datos de entonces y de ahora, da que pensar. Además, desde hace años, en todos los foros de vida religiosa en España se habla de la necesidad de una reforma. Cada cierto tiempo es necesario coger las riendas de dicha reforma, porque dejarlo pasar, no mejora la situación. Así lo refleja Ignacio Otaño sobre la situación en tiempo de Chaminade.

    “Con los hombres más lúcidos de su tiempo, creían en la necesidad de una reforma de la antigua sociedad francesa y también del clero. […] En este período el clero regular y secular está viviendo una fortísima crisis, que algunos historiadores consideran espiritual, teológica, social y económica. Un síntoma de la crisis espiritual será la disminución del 32% de las vocaciones monásticas masculinas, entre 1768 y 1790, y la relajación y escándalos que se producen en algunos monasterios. […] A esto hay que añadir una vida monástica depreciada por las riquezas y relajación de algunos monasterios, que hace extenderse, sobre todo entre el bajo clero, la idea de su supresión por considerarla inútil e incluso parasitaria. […] La crisis interna del clero refleja una crisis social y política generalizada.”

    Frente a estos datos podemos poner, sólo a modo de ejemplo, los de la actual secularización juvenil según el informe “Jóvenes españoles entre dos siglos (1984-2017)” de la Fundación SM. Que nos cuenta cómo la disminución de católicos fue del 10% entre 1994 y 1999 y del 18% entre 1999 y 2005 quedando en 2017 sólo un 32% de jóvenes que se declara católico y sólo el 6% se declara practicante. Menos del 5% cree que la Iglesia tenga algo importante que decir sobre la vida. Al 77,6% les inspira poca o ninguna confianza la Iglesia y organizaciones religiosas.

  • Cuando tenemos una brecha grande entre generaciones, conviene poner en contacto y motivar a mayores y jóvenes para que hagan el esfuerzo de rehacer los vínculos rotos para reconstruir y revitalizar dichas comunidades. Unos y otros han de conocerse y reconocerse mutuamente como iguales y eso sólo se puede hacer generando contextos de encuentro informal y seguro, libres de juicio o expectativas.

    Al estar en un momento más delicado por la avanzada edad de sus miembros y por el salto generacional, hay que superar un mayor miedo a las nuevas generaciones. Hace falta formarlas, acompañarlas y empoderarlas, en lugar de anularlas aunque eso nos inquiete, o nos haga sentir desplazados en algunas tareas. De lo contrario nunca podrán coger el relevo, ni de las obras ni del Carisma Marianista.

    Así mismo, el hecho de poder dialogar abiertamente de las situaciones de crisis actuales en la Iglesia, en la Familia Marianista y en la Compañía de María, ayuda a superar las crisis y supone el reconocimiento del otro como un igual, adulto como para afrontar estas situaciones y poder aportar también soluciones, o asumir la realidad. Una vez más, el ocultamiento de las crisis, es sobreprotección que lleva a infantilizar a la gente y a que no se puedan integrar como iguales en la comunidad.

  • Los jóvenes agradecen sentirse escuchados por los religiosos, lo tienen como algo característico de nuestro carisma y lo demandan. Pero, conforme nos hacemos mayores, vamos entendiendo cada vez menos lo que ocurre en el mundo y por tanto lo juzgamos cada vez más como algo negativo, feo, malo y que da miedo. 

    Para entender el grito que hay detrás de las propuestas que no comprendemos, primero hay que aguantar frente a ese grito y escucharlo.  Y para descubrir la belleza que esconde, como nos invita a hacer José Cristo Rey García de Paredes, debería preguntarme ¿cuál es el mensaje que quiere transmitir ese colectivo que me incomoda? ¿Qué me sucede a mí, que no logro ver la bondad que esto puede tener? Quizá el escándalo me impide ver más allá y me estoy perdiendo una gran belleza.

    El hombre no existe más que en diálogo con su prójimo. Ha de haber palabras pero también respuestas, ha de haber feedback a imagen de la trinidad. Tiene que haber encuentro entre personas. Es dar y recibir, pero aprender a escuchar con la voluntad de recibir algo que me transforme, a veces, es más difícil. La escucha a los jóvenes ha de transformarme, tanto a mí como a ellos.

  • Hoy en día, la Iglesia sigue teniendo un tinte bastante clerical dando un gran protagonismo a los sacerdotes anulando el papel del laico dentro de la Iglesia, haciendo que perdamos el potencial del laico que nos permitiría llegar a ambientes a los que no tenemos acceso. Para Chaminade, esa no ha sido nunca la opción adecuada. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño:

    “Las situaciones que el P. Chaminade vivirá durante la Revolución francesa tendrán una influencia importante en su idea de una misión con un exterior más secular y menos clerical, para poder así estar presente también en ambientes y circunstancias adversos.”

    En la vida es necesario posibilitar y desarrollar el sentimiento de pertenencia. Definir cuál es el grupo básico al que deseamos referir nuestro sentido de pertenencia. En la congregación, en la provincia, en la comunidad, en mi persona… Pertenecer es recibir. Uno se siente a gusto cuando ese sitio le aporta algo, siente que ha recibido algún regalo de esa comunidad ¿qué me da, qué recibo? Pertenecer es sentirse aceptado. Sentir que se espera algo de mí, que de alguna manera tengo un cierto protagonismo, pero no ser el centro. ¿Qué puedo dar? Me influye en la manera de estar, en el modo de proceder, en valoraciones, en creencias ¿Se me nota? Pertenecer es identificarse con personajes centrales del grupo. Tener referentes en el corazón ¿A quién sigo? Pertenecer es dar más importancia a esta pertenencia que a otras. Pertenecemos a muchos grupos, círculos y comunidades, pero hay uno que es el central ¿Qué grupo es el más mío? Pertenecer es sentirse cambiado por el grupo. Cambia mi forma de ser, carácter, limitaciones, actitudes… ¿Cómo me cambia?

    Tenemos que ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir a la misión y a la comunidad, formas de desarrollar su vocación respondiendo a la llamada que siguen recibiendo en esta etapa de la vida y buscar aquello provechoso que pueden empezar cada uno, como dice Chaminade a Lamourouse:

    «Ánimo, el tiempo y los años pasan; sigamos adelante, querida Teresa, continuemos nuestra carrera, usted y yo tenemos aproximadamente la misma edad, nuestros cuerpos se desgastan y todavía no hemos hecho nada. Se trata de empezar algo provechoso y de hacer algo para gloria de Jesucristo, nuestro buen Maestro. Piense en eso y yo también pensaré en ello». (p33)

  • Desde CONFER nos llaman a poner freno a la mundanización de los religiosos. El ocultamiento de Dios en la sociedad nos afecta. Tenemos hermanos que van renunciando a participar en las cosas, todo lo religioso les sabe a tiempo pasado y perdido. Y vamos descubriendo que, lo peor, no es tener un alma perversa, si no un alma acostumbrada, sin gozo ni llanto, sin pasión. Ahí podemos decir que la vida religiosa ha perdido su belleza. 

    Se da el fenómeno de una vida religiosa sin conexión con Dios, un corazón alejado de Dios, ni lo necesita, ni lo adora, ni le da culto. Es el ambiente del mundo que se nos mete dentro y crea un clima, un sistema en el que estamos contentos con lo que nos hemos construido y separados de Dios. 

    En esta dinámica, podemos acudir constantemente a la oración, pero no estar siendo transformados por Dios y tener liturgias muy bien celebradas, pero por ateos interiores. Por eso, debemos volver a “estar en el mundo sin ser del mundo”, hacer limpieza de todo lo que hemos acumulado para tratar de llenar nuestro propio vacío y volver a Dios y así, recuperar la belleza de la vida religiosa que no tiene nada que ver con la juventud de sus miembros sino con la fidelidad a la llamada de Dios.

    Esto de la mundanización de los religiosos no es nuevo, ya lo dejó dicho el padre Quentin Hakenewerth como Superior General en 1991, hace más de 30 años y si lo dijo entonces es porque llevaba tiempo gestándose y ya era muy evidente. ¿Tendrá esto algo que ver con la escasez de vocaciones? Lo recoge así Ignacio Otaño:

    «La sociedad se ha hecho autónoma en relación con la religión y con Dios… Los compromisos religiosos no son parte integrante de la identidad cultural…» […] «Estoy convencido de que la vida espiritual marianista es capaz de dar un sentido a nuestra existencia y de procurarnos una inmensa energía en nuestra misión. Pero también estoy convencido de que la mayor parte de nuestros religiosos reciben actualmente más motivaciones y más energía de la cultura dominante que de la vida espiritual marianista que vivimos” […] «la cultura marianista inspira el documento que escribimos, pero la cultura secular que nos rodea es la que modela, en la práctica, nuestra vida comunitaria. Si éste es el caso, es preciso hacer una opción…» […] «cuanto más penetrante sea nuestro discernimiento mayor será nuestra audacia apostólica». (Pág. 94-95) «Es necesario que las ocupaciones no perjudiquen el espíritu interior de los religiosos llamados a realizarlas» (Pág. 72)

    Y en la realidad del mundo en que vivimos, vemos que podemos combatir el vacío y la fragmentación con la intimidad con Dios y con los hermanos. Vivimos un momento de profunda fragmentación, por eso es importante la intimidad, apartarse de las cosas, para reconectar con Dios en el interior de uno mismo y de la comunidad. Las raíces en una planta son lo más fecundo, por eso, el que pone límites a la invasión de los otros y extiende sus raíces, es capaz de encontrarse a sí mismo y ser más fecundo. “El que permanece en mí y yo en él, dará fruto abundante”, dice Jesús.

    En ese poner límites y al mismo tiempo abrirse a la intimidad, vemos que, en nuestras comunidades, reducir las conversaciones mundanas y dar más espacio al compartir desde la fe nos haría mucho más bellos y fecundos. Pero en nuestras comunidades, no existe la conversación espiritual, se habla más de la Iglesia que de Dios. En cuanto a lo político, social, eclesial y deportivo, estamos todos muy al día, pero lo que se refiere a compartir desde la fe es un terreno por explorar. 

    No se trata de hablar de temas piadosos sino de lo que nos afecta en la vida, mociones, esperanzas, pobrezas, fuerzas para vivir… El diálogo con los diferentes, aprendiendo de todos, salir de uno mismo y comprender culturas y religiones de otros. “La conversación convierte” Hay personas que no participan, con silencios y miradas perdidas, que renuncian a todo protagonismo. Una comunidad en conversión es una comunidad en conversación.

  • En el mundo hay muchos carismas, estilos, medios y grupos y corremos el riesgo de caer en un sincretismo que nos lleve a perder la identidad. 

    Pongamos un ejemplo. Como religioso, en los últimos años he estado expuesto a canciones evangélicas de Hillsong, a otras católicas de Hakuna y a los espantosos cantos de la Liturgia de las Horas rematados por la dulzura de nuestras voces. Comparando canciones, lo que menos me ha acercado a Dios con diferencia ha sido el canto en la Liturgia de las Horas, hasta el punto de alejarme. El caso es que el canto lleva a identificarnos con la espiritualidad de quien lo canta pero, hoy por hoy, no me identifico con algunas cosas del movimiento de Hakuna y tampoco coincido con la espiritualidad evangélica. Sin embargo, soy un agente de contagio de esos movimientos que no representan mi carisma, porque son los que a mí me acercan a Dios y empleo sus canciones con otros, para que también les acerquen a Dios, perdiendo la identidad de nuestro carisma paulatinamente. Así, esta apertura a la actualidad no me sirve para actualizar mi carisma anclado en estructuras inamovibles, sino para sustituirlo, precisamente por ese inmovilismo. 

    Sobre esto de la apertura con identidad, nos habla también Ignacio Otaño citando a Chaminade. Comienza hablando de la modestia y dice que:

    “Es como el reflejo exterior de la humildad y sencillez interior. […] Saber conectar también con los gustos de la época, sobre todo de la juventud, sin perder la identidad propia y la sencillez. Dice Chaminade: […] “sin herir demasiado abiertamente las ideas y gustos del siglo en que Dios nos ha hecho nacer; debemos atraer al mundo y sobre todo a la juventud, debemos atraerla de todos modos, por nuestras maneras agradables, amables, pacientes, por nuestro mismo modo de vestir” […] «La lealtad, la franqueza, el desprendimiento forman nuestro carácter» (Pág. 73)

    Y sigue más adelante animándonos a optar por la audacia y la vigilancia, en lugar del rechazo a las cosas de nuestro mundo:

    «Para ser un buen religioso marianista, no se precisa ni conviene rechazar sistemáticamente las expresiones de la adveniente cultura universal ni estar en contra de todas sus tendencias. Todo lo contrario: se precisa enganchar adecuadamente con esas tendencias (Vaticano II, AG 9, GS 58 y 92 d): sólo quien es capaz de asumir es capaz de redimir. Pero, al mismo tiempo, es necesario tomar conciencia de los contravalores existentes…» […] «asumir, sin llegar a la delicada y exigente tarea de redimir… Las culturas necesitan respeto y comprensión, pero también conversión y transformación…» […] “Sería un drama para nosotros la ruptura entre vida marianista y cultura; debemos aspirar a la debida síntesis entre esta vida marianista y esta cultura. Una vida religiosa que no se hace cultura no se entiende bien ni se transmite bien” […] «No puede mirar atrás ni alimentar añoranzas de restauración… Debe mirar a Jesucristo y configurarse con Él; esta configuración se puede convertir en una forma alternativa de vida que permitirá despertar lo mejor de la cultura moderna desde nuestra identidad de marianistas… Se impone optar por la audacia y la vigilancia. Mejor aún, ser audaces y vigilantes al mismo tiempo». (Pág 95-96)

    Debemos dejar de mirar al mundo desde el balcón adoptando sin discernimiento unas cosas y rechazando violentamente otras, para empezar a llevar nuestro propio carisma al mundo y a la Iglesia, aprendiendo a adaptarlo como han hecho estas otras realidades que hoy logran traer a Jesús al mundo, mucho mejor que nosotros.

  • En nuestras comunidades religiosas tenemos que hacer un viaje y pasar de ser “comunidad abierta” para que vengan a verme, a comunidad motora de la comunidad de fe, trasladando el centro de todo desde la comunidad religiosa, hasta la comunidad de fe Madeleine. Es un recorrido complicado, pero en el que podemos reencontrarnos con nuestra verdadera identidad como religiosos, haciendo que nuestra comunidad de fe, de vida y de misión estén más relacionadas con la comunidad Madeleine y no centradas en nosotros mismos dejando a la comunidad Madelein como un conjunto de actividades a las que va quien tenga amigos entre los participantes.

    En este viaje hacia la humildad, debemos devolver a los laicos el protagonismo que tienen en el carisma. No estamos delegando la transmisión del carisma en los laicos porque somos pocos, estamos transmitiendo y custodiando juntos el carisma porque lo recibimos como Familia. El carisma es como un Belén en el que hay muchos personajes, los laicos también forman parte del Belén y también tienen derecho a adorar y decir “esto también es nuestro” y “también nos lo ha dado Dios y no los religiosos”. De esta manera, podrán adquirir un protagonismo carismático.

    Los laicos, donde funcionan, necesitan también un espacio para tomar sus decisiones sobre los jóvenes y sobre muchas otras áreas. Por eso hay que estar en diálogo y ver cómo coordinarnos en cosas donde concurrimos como es el caso de la pastoral juvenil.

  • La educación de la sensibilidad en el contacto con el mundo y por tanto con el prójimo es importante para transformar la sociedad y adquirir la mirada de Dios y sin embargo no está o ha estado en nuestros itinerarios formativos.

    Así mismo, habría que enseñar a mostrar y vivir el dolor, pues muchas veces nos mostramos como pueblo indolente. Antiguamente el arte del duelo era una habilidad que tenía que aprenderse, no se daba por hecho que la gente fuera capaz de expresar las emociones y sentir. Por eso, aprender a darle forma al lamento en el momento concreto en que hace falta y gestionar el dolor como forma de emplear las emociones para avanzar, resulta muy necesario también hoy, pues hemos sepultado el tema del dolor y el sufrimiento.

    Jesús vivía las cosas sin ocultar las emociones y los vínculos que esto genera. Por eso, debemos reeducar todo el mundo afectivo en aquellos casos en los que es un impedimento para relacionarnos abierta y profundamente con los demás. La persona evitativa tiene miedo a los afectos y el ansioso duda de ellos. Crear vínculos es crear una afectividad estable.

  • Hoy los signos de los tiempos nos piden reformar la vida religiosa y cuando digo hoy me refiero a que hace ya tiempo que se escucha esto en todos los foros. 

    Por su parte, José Cristo Rey García Paredes, ponía el ejemplo de la restauración de Notre Dame tras el incendio, como metáfora de una iglesia destruida que necesita ser recuperada con la implicación de todos y, tal vez, a Chaminade, que quería restaurar la fe en Francia, el ejemplo también le habría valido. Nos decía que “Igual que la sociedad se movilizó para restaurar Notre Dame, debemos tomarnos muy en serio, y movilizarnos para la reforma de la vida religiosa” ¿Acaso tenemos que esperar a algo más para ponernos manos a la obra? ¿Hace falta una mayor decadencia o algún signo más claro?

    Quizá, una oportunidad de transformar la Vida Religiosa Marianista, sea la comunidad Madeleine, si logramos recrear el ambiente de los primeros congregantes. Si lo pensamos, al principio no existían las ramas, estas surgen de la Madeleine. Ahora, sin embargo, debemos peregrinar por el camino inverso para construir dichas comunidades de fe. En ese proceso, tal vez encontremos una nueva manera de ser vida religiosa para los laicos.

    Por tanto, tenemos que ponernos en “modo peregrinación”. Lo propio de una peregrinación es que siempre acaba en algún lugar y tanto la meta como el recorrido son importantes para la transformación. Hoy que los signos de los tiempos nos llaman a hacerlo todo en modo sinodal, podemos ver también que estamos llamados al modo peregrinación, a salir de nuestra tierra y caminar hacia la tierra prometida guiados sólo por la fe.

  • José Cristo Rey García Paredes nos decía, en una formación de CONFER sobre la recuperación de la belleza de la vida religiosa que, nuestro Dios, igual no quiere tener tantas congregaciones dispersas si no una vida religiosa unida. Y nos animaba a poner nuestros carismas en danza, con otro modelo comunitario. A rehacer los propios esquemas y explorar nuevas formas de entrar en comunión. Y hablaba también de que, en los cambios de comunidad, algunos, van al nuevo destino con el “hijo” de la anterior comunidad cuando, en realidad, lo tienen que sacrificar, como hizo Abrahán. 

    No podemos ir sumando y arrastrando piedras y cargándoselas a otros conforme sumamos años. Si no somos capaces de transformar la comunidad y dejarnos transformar por ella, mucho menos pasará dentro de la Iglesia que hoy nos demanda una vida religiosa renovada. Todos hemos recibido el carisma marianista para ponerlo al servicio de la Iglesia y en nuestro caso concreto, para la propagación de la fe, para traer a Jesús al mundo. Esa es nuestra belleza singular que debemos recuperar y ofrecer a la Iglesia.

  • Nuestros hábitos nos deben llevar a estar en el mundo sin ser del mundo, sin embargo, podemos percibir que los jóvenes nos piden ser un signo más visible. Ven que nos vamos mundanizando y dejamos de ser referentes distintos a los que se ven en el mundo. Está claro que Chaminade quería que nos confundiéramos entre la gente, pero para encarnar la Palabra. Y si realmente lo único que nos distingue del resto es lo que el joven percibe como negativo: el exceso de trabajo, la soledad, la ausencia de relación de pareja y este tipo de cosas que no se traducen en mayor felicidad, entonces es normal que nadie se sienta llamado a la vida religiosa y que debamos plantear un cambio en los hábitos que muestren la verdadera belleza y valor de este estilo de vida, para reflejar que también hoy se puede vivir el Evangelio con toda su radicalidad por la construcción del reino.

    A la hora de pensar en ese cambio de hábitos, aunque deberían vernos rezar, no se trata de que nos hagamos ahora monjes contemplativos. En el prójimo también se contempla y adora a Dios y eso está más en nuestro carisma. Las mejores personas no son las que están todo el día en la capilla, eso no seduce tanto. 

    Hoy en día se le está dando mucha importancia a la adoración al santísimo, pero al santísimo se le adora también en las personas sufrientes y en la naturaleza. Con-templa-tivo es el que crea contextos de templo y de belleza allí donde está. Nuestra manera de estar en el mundo ha de ser esta, la de recuperar o encontrar lo sagrado en cada contexto y contemplar ahí la presencia de Dios y hacerla visible para otros. Ese hábito sí seduce y aporta algo diferente a lo que ofrece el mundo.

  • Antes de la existencia de la vida religiosa marianista, Chaminade pide a un grupo determinado la misma vivencia que a los congregantes, pero con más radicalidad y dedicación. Hoy esto nos puede resonar también en la vida religiosa heredera de ese “Estado” y, a la vez, estar atentos también al peligro que apunta:

    El fin y las características de ese «estado religioso en el mundo» coinciden con los de la congregación, pero vividas con más radicalidad y dedicación […] «los jóvenes que pertenecen al centro de la congregación son los que… han tomado una más fuerte determinación para progresar en la virtud y trabajar en el sostenimiento y propagación de la congregación» […] no se trata de añadir nada al ser de cristiano sino de potenciar esa vocación de bautizado […] «podrían derivarse inconvenientes del hecho de que pareciese que ellos hacen más cosas; lo único que hace falta es que hagan mejor» […] «no hacen los votos de religión pero deben tomar su espíritu» […] «procurarán conocer los consejos evangélicos. Pedirán a Dios poder saborearlos, agradecerán a menudo los santos compromisos adquiridos». (Pág. 54-55) Un núcleo no reconocido, sin existencia oficial, podría evitar la desaparición de la congregación en tiempos de nuevas persecuciones […] quizá el motivo más fuerte de Chaminade para el «secreto» estuviese en el deseo de que los miembros del «Estado» fuesen levadura dentro de la masa sin ser notados y, al mismo tiempo, no imponer a todos los congregantes un tipo de vida prácticamente equivalente al estado religioso. […] «Si la élite hubiese formado abiertamente una asociación particular, la congregación habría corrido el riesgo de tomar un carácter de perfección que inevitablemente apartaría de ella a los débiles, vacilantes, o sea, precisamente los que había que transformar en buenos cristianos […]  El «Estado» va evolucionando hacia un Instituto religioso […] «desapareció tras la fundación de la Compañía de María» (Pág. 58-59)

    Para lograr esa mayor radicalidad, es necesario entrar en la espiral de perfeccionamiento entendido, no como virtud sino como belleza, como apunta José Cristo Rey García Paredes, haciendo referencia a la Filocalia como ese “amor a lo bello” que contenía el conjunto de enseñanzas de los maestros espirituales. La formación es un proceso de embellecimiento, lo contrario es la deformación que afea. La belleza salvará a la comunidad, dice. Habla de una realidad como un conjunto de fragmentos desconectados que han de integrarse con el resto por medio de la formación. No basta con el bautismo ni la profesión religiosa como piezas que ocurren en la vida, hay que entrar en procesos de formación como en una continua espiral de la belleza.

  • En la vida religiosa existe un déficit importante en la comunicación interna que nos lleva a no aprovechar bien nuestras energías en el trabajo con los jóvenes y a rechazar o bloquear iniciativas por motivos que no tienen que ver con lo pastoral. 

    Entre los religiosos, la sensación, muchas veces, es que no se conoce el Proyecto Provincial y eso provoca el desinterés y la desafección de los religiosos que no se sienten parte en las decisiones y se van distanciando. Esto, evidentemente, es por falta de comunión en los religiosos, pero también por un claro problema de comunicación que se puede trabajar hasta conseguir transmitir las cosas adecuadamente en forma, medio, tono y momento.

    Ya que nos decimos expertos en pedagogía, podríamos ser mucho más creativos y pedagógicos en la comunicación. Y, una forma, pero no la única, podría ser la de crear vídeos cortos para desarrollar cada tema, mostrándolos, bien estructurados, en una web, para poder elegir lo que necesites adaptado a cada realidad. Esta idea es la que se aplica, precisamente, en estos vídeos que estás viendo.

    Y, en todo caso, la comunicación ha de implicar a las partes, no se trata de que yo, fecunda fuente del saber, te doy, una información, a ti, profundo pozo de ignorancia. La comunicación es multidireccional y continuamente escuchamos a gente decir que se quedan fuera de las decisiones, que se han enterado de tal cosa por terceros y esto alimenta el flujo del chismorreo. Hoy contamos con muchas herramientas que facilitan la escucha de todas las voces que deseen comunicar algo y la gestión de dicha información. Además, en el camino hacia la sinodalidad al que nos llama la Iglesia y que, iniciativas como el LiDE, están ya desarrollando, obtendremos respuestas del Espíritu para los actuales problemas adaptativos, cuando demos voz a los que no la suelen tener.

  • Javier de la Torre nos recordaba en una formación sobre la afectividad que nada nos sostiene más que vivir en los vínculos, que el bienestar psicológico está en los vínculos sanos. En la vida religiosa tenemos muchas relaciones pero pocos vínculos estables. 

    La gente, en el fondo, añora tener este tipo de vínculos, aunque al mismo tiempo huya de ellos por la falta de costumbre, o por una forma antigua de entender la vida religiosa. Y no es la voluntad ni la inteligencia la que posibilita los vínculos estables, es la relación desinteresada del día a día la que forja esos vínculos y, para eso, tenemos que vencer la tentación de la eficiencia y el utilitarismo en nuestras relaciones. Te hablo sólo cuando necesito algo de ti, me dejo ver en la comunidad sólo cuando tengo que comunicar o pedir algo, etc.

    Nuestras comunidades pueden ser mucho más que residencias donde la convivencia es justa y cordial, el voto de castidad nos llama a establecer vínculos donde me descubra en la otra persona y no en los que me valga de la otra persona para vivir.

  • A la hora de transmitir lo que hacemos, debemos evitar que se convierta en mandato lo que debería ser seducción, de lo contrario somos fariseos poniendo normas para el encuentro con Dios.

    Vemos en el Evangelio que Jesús seduce porque enseña con autoridad y porque hay valores que en sí mismos atraen. Nosotros nos movemos en ese mismo terreno, pero lo hemos convertido todo en regla y lo vivimos como norma. Sin embargo, la entrega a los demás en la misión, los votos, la vida de oración o la vida en comunidad son cosas rompedoras y apasionantes que pueden seducir a cualquiera que nos vea apasionados por ello, en lugar de resignados, agobiados o desmotivados.

  • En la vida religiosa también es necesario hacer visible la vida abundante que aún queda, tanto hacia dentro como hacia fuera. En este sentido, aunque nuestras comunidades puedan parecer, en algunos casos, algo faltas de vida o limitadas, tenemos, más que nunca, la posibilidad de hacer una comunidad “virtual” de hermanos que quieran vivir algo más, disfrutar de la vida comunitaria en clave religiosa, ir unos días de vacaciones juntos, tener momentos de compartir sin motivos pastorales o laborales. Simplemente viviendo toda esa dimensión que, en otro tiempo, cuando había más religiosos y menos frentes, se vivía espontáneamente en cada comunidad y que hoy, ya no es posible. Vivir esto y además hacerlo visible, es reflejar la belleza de la vida religiosa que atrae y da esperanza a los de dentro y a los que podrían entrar.

  • Mirando a la vida religiosa, también necesitamos una preparación para volver a reflejar la belleza que todos anhelamos. Los ritos crean comunidad y pueden ser expresión de la belleza. Sin embargo, nos hemos cerrado a un rigorismo que elimina toda esa belleza. 

    Debemos diseñar los nuevos ritos que reflejen la belleza, tanto en nuestra liturgia como en nuestra vida diaria y en nuestros espacios. Pero eso requiere también una preparación y un tiempo. De lo contrario, la vida nos llevará a seguir repitiendo los mismos rituales y reglamentos que nos permiten actuar sin pensar, reflejando la fealdad de quien ya no espera nada en la vida. 

    Necesitamos nuevos artistas y otros profesionales que nos ayuden a diseñar esta nueva belleza, dejar que los laicos jóvenes sean ahora quienes nos ayuden y saquen de nosotros mismos. Ya hay algunos grupos que van por esa línea y los demás debemos aprenderla.

Guía de estilo Marianista