Al preparar actividades especiales o actividades de impacto, dado su carácter extraordinario y frecuentemente su éxito entre los participantes, podemos caer fácilmente en ponernos a nosotros en el centro, nuestro talento y esfuerzo, nuestra dedicación, nuestras ideas, etc. Asumiendo también el éxito o el fracaso como propios, pero, ¿acaso tenemos algo que no haya venido de Dios y podemos algo si es sin él?
Somos meros administradores de los dones recibidos y debemos confiarlo todo al Espíritu de manera mucho más recurrente y constante para no caer en la tentación de la apropiación, no sólo porque sin Dios nada tiene sentido, sino también porque si no damos testimonio de Dios, es porque damos testimonio de nosotros mismos y eso sería engañar a los jóvenes.

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