Durante la etapa de iniciación de la comunidad, es muy importante flexibilizar las estructuras para que sean herramientas que acompañen, faciliten y den coherencia, en lugar de ser carriles cerrados para el Espíritu. Lo peor para que alguien se identifique con un proyecto o grupo es que le hagan “pasar por el aro” que sostiene su domador.

En este sentido, las fraternidades han de renacer, resituarse y redefinirse, de la mano de los jóvenes, a ejemplo de como surgieron. Sin perder su sentido y su hondura, pero sin convertir las estructuras en fines.

Chaminade se dió cuenta de que, para llegar eficientemente al mismo punto, había de saltarse las estructuras conocidas hasta la fecha, de ahí el título de Misionero Apostólico. Así salvó la rigidez estructural y eso le permitió revitalizar la fe en toda Francia. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

“El P. Chaminade ha encontrado en su carácter de Misionero apostólico un medio de integrarse en la Iglesia, asegurando, al mismo tiempo, la libertad y la posibilidad de ejercer un apostolado nuevo, exterior al ministerio parroquial, desbordando incluso la organización diocesana”

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