Durante la etapa escolar llevamos a cabo un gran número de iniciativas para trabajar la fe de los jóvenes, sin embargo, rara vez vemos algún fruto en el corto plazo. Esto nos puede llevar a una evaluación negativa de lo que hacemos. Sin embargo, una observación a más largo plazo, nos dice que debemos tener paciencia y fe en lo que sembramos, sin dejar de ser críticos en nuestras evaluaciones.
Por ejemplo, en los grupos Guinomai, que en algunas ciudades llevan más de 30 años, por lo general, no vemos conversiones ni grandes frutos en el día a día, pero sembramos y, con el paso del tiempo, encontramos, cada vez a más jóvenes adultos que pasaron por dichos grupos y que, al hacer una lectura de su fe con más perspectiva, reconocen lo decisivo de su experiencia en el grupo de fe, para posibilitar otros pasos posteriores que les hicieron madurar en su relación con Dios.
Aún así, no debemos caer en el buenismo o el positivismo en nuestras evaluaciones y recordar que hay muchas carencias en nuestras iniciativas, empezando por recordar que no siembra igual uno que vive la fe que uno que la rechaza y que la huella que deja un sembrador o el otro, es distinta.

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