Reconocimiento

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Todos necesitamos sentirnos reconocidos por los demás, a cualquier edad, identificarnos, formar nuestra identidad, dentro de una comunidad. Esa identidad ha de ir creciendo a lo largo de las etapas madurativas de la vida y de las etapas de la formación de la comunidad e integración en la Iglesia. Pero, a veces, reconocer al otro me desplaza y pone en crisis mi propia identidad, por eso, me resisto a hacerlo, impidiendo que el joven madure y encuentre su sitio junto a mí.

Pero cuando valoras lo que hacen los jóvenes (el prójimo en general), te miran de otra manera, te escuchan más y quieren conocer tu opinión y recibir tu consejo, se dejan acompañar y cuentan contigo, se establece un vínculo afectivo necesario para trabajar juntos, para sentirse hermanos.

  • Reconocimiento – VR [4]

    Reconocimiento – VR [4]

    Es fundamental reconstruir los vínculos entre generaciones para revitalizar las comunidades. Esto requiere crear espacios de encuentro seguro y libre de juicios, donde mayores y jóvenes puedan conocerse y reconocerse como iguales. Además, es necesario formar, acompañar y empoderar a las nuevas generaciones, permitiéndoles asumir responsabilidades y contribuir con soluciones a las crisis actuales en… Ver contenido

  • Reconocimiento – Escolar [1]

    Reconocimiento – Escolar [1]

    Después de la escuela, la relación entre profesor y alumno debe evolucionar hacia una de igual a igual para facilitar el diálogo intergeneracional. Esta transición debe comenzar en los últimos años escolares, manteniendo la separación adecuada pero reconociendo al alumno como un adulto con responsabilidades. Ver contenido

  • Reconocimiento – Creación [1]

    Reconocimiento – Creación [1]

    El joven, al crear su comunidad, requiere autonomía en su proceso y sentir el respeto de los mayores. El acompañamiento implica un equilibrio entre intervenir demasiado y dejarlo todo listo, requiriendo paciencia, apertura y constancia para facilitar el diálogo intergeneracional. Ver contenido

  • Reconocimiento – Iniciación [1]

    Reconocimiento – Iniciación [1]

    Es fundamental que la participación de los jóvenes evolucione hacia una corresponsabilidad real en la toma de decisiones dentro de la comunidad. Sobreprotegerlos puede socavar su sentido de madurez y pertenencia, impidiendo su integración como miembros en igualdad de condiciones. Ver contenido

  • Cuando tenemos una brecha grande entre generaciones, conviene poner en contacto y motivar a mayores y jóvenes para que hagan el esfuerzo de rehacer los vínculos rotos para reconstruir y revitalizar dichas comunidades. Unos y otros han de conocerse y reconocerse mutuamente como iguales y eso sólo se puede hacer generando contextos de encuentro informal y seguro, libres de juicio o expectativas.

    Al estar en un momento más delicado por la avanzada edad de sus miembros y por el salto generacional, hay que superar un mayor miedo a las nuevas generaciones. Hace falta formarlas, acompañarlas y empoderarlas, en lugar de anularlas aunque eso nos inquiete, o nos haga sentir desplazados en algunas tareas. De lo contrario nunca podrán coger el relevo, ni de las obras ni del Carisma Marianista.

    Así mismo, el hecho de poder dialogar abiertamente de las situaciones de crisis actuales en la Iglesia, en la Familia Marianista y en la Compañía de María, ayuda a superar las crisis y supone el reconocimiento del otro como un igual, adulto como para afrontar estas situaciones y poder aportar también soluciones, o asumir la realidad. Una vez más, el ocultamiento de las crisis, es sobreprotección que lleva a infantilizar a la gente y a que no se puedan integrar como iguales en la comunidad.

  • Fijándonos en el ámbito escolar, una vez salimos del colegio, debemos evolucionar de la relación profesor-alumno, a una relación de igual a igual. Si el que ha sido profesor mío pretende verme toda la vida como su alumno y no como un adulto miembro de su misma comunidad, nunca podrá haber diálogo entre esas dos generaciones.

    Esta evolución en el reconocimiento se debe ir dando en los últimos cursos, sin desdibujar, claro está, la separación que ha de haber entre profesor y alumno, pero mostrando al alumno que comienza a caminar hacia una identidad nueva, que es reconocido por los adultos como adulto y que empieza a adquirir unas responsabilidades. Esto también hay que educarlo en la escuela, no se puede suponer que ocurrirá de manera espontánea al abandonar el colegio.

  • Cuando el joven está creando su propio grupo y futura comunidad, necesita ser dueño de su proceso y sentir que los mayores respetan ese proceso para poder hacer el diálogo intergeneracional.

    Entre no hacer nada y darlo todo hecho, está el delicado equilibrio del acompañamiento, que exige paciencia, apertura y constancia.

  • El modelo de hacer creer al joven que es él quien toma las decisiones está bien para empezar a educar en la corresponsabilidad y que coja confianza, pero pronto ha de evolucionar a una corresponsabilidad real donde el joven se sienta realmente reconocido como un igual a la hora de opinar y tomar decisiones que transformen la comunidad, si no tarde o temprano verá que le están utilizando y manipulando para construir el proyecto de otros.

    Es importante no sobreproteger a los jóvenes con el pretexto de que no se asusten. Al fin y al cabo, si les sobreprotegemos es porque no confiamos en su madurez, no les estamos tratando como adultos si no como niños que dependen de nosotros y por tanto no se pueden integrar como miembros en igualdad de condiciones.

Guía de estilo Marianista