Muchas veces vemos comunidades muy homogéneas, esto es algo que puede ocurrir de forma natural y que facilita la creación de la comunidad, pero el sectarismo no es propio de nuestro carisma. En tiempos de los primeros congregantes se daba cabida a todos los estados de vida y clases sociales. Según nos recuerda Ignacio Otaño, Chaminade decía lo siguiente:
“Unión de verdad de todos los estados de vida honestos y de todas las clases de la sociedad: unión sin confusión. Unión que presenta al mundo el espectáculo más edificante, tan semejante a la unión de los primeros cristianos que tanto impresionaba a los paganos. Las ligeras distinciones que se encuentran, resaltando la armonía, contribuyen a conseguir los grandes objetivos que se proponen los congregantes y no a obstaculizarlos. Observando las asambleas privadas y públicas de la congregación y su actividad, se puede aplicar a ellas el axioma ‘vis unita fit fortior’ (‘la fuerza unida se hace más fuerte’) en toda su extensión” (Pág. 38)
Para arrancar una eucaristía donde aún no hay nada, puede ser buena idea comenzar haciendo que distintos grupos se reúnan entorno al día y la hora en la que esperas que surja la eucaristía para que la hagan suya y quien se acerque vea una comunidad orante real y no gente “montando una misa”.
A la hora de programar actividades, tendemos a sistematizar las cosas y fijar, por ejemplo, encuentros mensuales, y después nos planteamos qué hacer en esos encuentros. En lugar de eso, deberíamos tender a hacer encuentros significativos, con un contenido y formato especial que interese realmente a los participantes.
Además, si hacemos visibles estos encuentros, se convierten en momentos especialmente oportunos para atraer a curiosos y acogerlos. Esto ya se planteaba con los primeros congregantes en la Madeleine según cuenta Ignacio Otaño.
“En las asambleas del domingo por la tarde, en los paseos, en los retiros, a menudo se atraen curiosos ajenos a toda idea religiosa. ¡Cuántas personas no se habrían encontrado nunca en la asociación si ésta hubiera sido una selección de almas apostólicas! Unos se habrían mantenido alejados y otros habrían sido descartados. No habría quedado más que un pequeño número…” (Pág. 49)
En todo caso, debemos olvidarnos de los números, el objetivo no puede ser, nunca más, llenar la misa o los encuentros, sino hacer comunidad y propiciar espacios para compartir. Los números aumentan por contagio cuando lo que hacemos bien, lo ve más gente. Los jóvenes huelen la vida. Donde ven que hay vida se despierta el deseo y se produce contagio. Solo la Vida, en mayúsculas que es Dios, da vida. El hecho de la apertura es por opción, no por aumentar el número.

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