Familia Marianista

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  • Familia Marianista – Familia [13]

    Familia Marianista – Familia [13]

    En la dinámica de grupos humanos, el miedo a perder autonomía promueve un cierto «independentismo». Sin embargo, en la Familia Marianista, es esencial trabajar en los procesos de crecimiento local sin perder la identidad, permitiendo una integración en la comunidad global. Las propuestas provinciales deben dialogarse y no imponerse, manteniendo la cohesión en la diversidad.… Ver contenido

  • Entorno – VR [13]

    Entorno – VR [13]

    El encuentro sin fines pastorales es crucial para recrear y compartir en comunidad. Nuestras casas deben ser refugios de intimidad compartida, lugares donde sentirnos reconocidos y acogidos. Escuchar y dialogar nos enriquece, pero también necesitamos testimonios apasionados de los mayores para inspirar un futuro prometedor e ilusionante. Ver contenido

  • María – VR [11]

    María – VR [11]

    Reflexión sobre el rumbo de la Compañía de María y su misión en la actualidad. Se destaca la importancia de enfocarse en la esencia de la misión, especialmente en el acompañamiento de los jóvenes. Se resalta la necesidad de recuperar la belleza y la autenticidad en la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de María y… Ver contenido

  • Testimonio – VR [9]

    Testimonio – VR [9]

    El llamado marianista es a ser testigos radicales, en la vanguardia de la misión y sedientos de lo absoluto de Dios. CONFER nos desafía a recuperar la belleza, bondad, verdad y unidad en la vida religiosa. La autenticidad del amor comunitario es crucial para ser proféticos. Nuestra comunión refleja la presencia trinitaria de Dios y… Ver contenido

  • Escucha – Familia [8]

    Escucha – Familia [8]

    La escucha activa es crucial al trabajar con jóvenes, evitando la autorreferencialidad y la mundanización. Confiar en las nuevas generaciones es clave, reconociendo la acción del Espíritu en ellas. La presencia activa y el tiempo dedicado a escuchar son fundamentales para comprender sus inquietudes y construir una relación significativa. Ver contenido

  • Itinerario – Iniciación [8]

    Itinerario – Iniciación [8]

    En la etapa de iniciación comunitaria, es esencial tener un itinerario claro para guiar el proceso y establecer momentos vitales adecuados en las actividades. La formación debe ser definida y estructurada, no dejando la elección completamente a los jóvenes. Un itinerario también establece hábitos y cohesión en la comunidad. Ver contenido

  • Acompañamiento – Creación [8]

    Acompañamiento – Creación [8]

    Es esencial acompañar a los nuevos grupos y comunidades, mostrándoles las ventajas de formar parte de la gran comunidad sin imponer la pertenencia. Chaminade promovía la adhesión por contagio, donde la comunidad se convierte en acompañante de los nuevos miembros. El apoyo del acompañante debe estar en el diálogo y la escucha, no en imponer… Ver contenido

  • María – Familia [7]

    María – Familia [7]

    Chaminade establece claramente el objetivo de la Familia Marianista: reavivar la fe en todas partes. La centralidad de María en este objetivo es esencial, como herramienta y modelo de devoción. Nos recuerda que la alianza con María implica reciprocidad y la imitación de sus virtudes. También nos exhorta a mantenernos firmes en la fe, recordando… Ver contenido

  • Barreras – VR [7]

    Barreras – VR [7]

    Ser referentes válidos implica apreciar lo contemporáneo y descubrir su belleza, aunque nos resulte desconocido. Los rituales compartidos como poner la mesa, fregar, o compartir proyectos, rompen barreras y forman comunidades significativas, según José Cristo Rey García Paredes. Esto es esencial para conectar con los jóvenes y encender su llama. Ver contenido

  • Humildad – Familia [6]

    Humildad – Familia [6]

    Aprender del sencillo y abrazar al herido: claves de humildad. Frente al mal, ganar con bien. La rigidez puede herir; la humildad cura. Jesús se limitó para sanar. La sociedad valora la vulnerabilidad. Amor y verdad van juntos; las cicatrices revelan salvación. Evitemos la toxicidad en nuestras conversaciones; la crítica daña y aleja. Ver contenido

  • Humildad – VR [6]

    Humildad – VR [6]

    La expresión del amor se convierte en teología accesible. La belleza expulsa demonios: al ver al prójimo con Gracia, cambia la relación. En las comunidades religiosas, aceptar la imperfección genera un vínculo real. Los mayores deben adaptarse y aprender a ser cuidados. El cuidado, competente y responsable, es clave para el futuro. Ver contenido

  • Espíritu – VR [6]

    Espíritu – VR [6]

    Ante la decadencia de la vida religiosa, recordemos que el fracaso humano de Jesús es salvador. Debemos entregarnos como el primer día para que Dios haga algo nuevo. Dejemos el protagonismo al Espíritu y mantengamos la fidelidad activa, recuperando la dimensión orante como referentes auténticos. Ver contenido

  • Evaluación – Familia [6]

    Evaluación – Familia [6]

    Es crucial sanar heridas para una evaluación objetiva. La humildad evita análisis excesivos y comparaciones injustas. Recordemos la llamada a no temer y vivir desde la fe. Evitemos la victimización y optemos por una mirada misericordiosa en nuestras evaluaciones, para promover el crecimiento. Ver contenido

  • Signos – Familia [6]

    Signos – Familia [6]

    Chaminade nos insta a adaptarnos a los tiempos, manteniendo la fidelidad al objetivo. Aprendamos de su flexibilidad para cambiar los medios sin perder la esencia. La institución debe evolucionar según el presente, sin miedo a renovarse. Así, como la Mujer prometida en la victoria final, avancemos en humildad. Ver contenido

  • Formación – Iniciación [6]

    Formación – Iniciación [6]

    La propuesta de preparar un grupo de acompañantes intensivamente cada año surge de la necesidad de ofrecer una guía más sólida a los nuevos jóvenes que se integran en los grupos. Inspirado en la idea de Chaminade de formar una élite comprometida, este enfoque busca una vivencia más profunda de la fe, no solo intelectual… Ver contenido

  • Profetismo – VR [6]

    Profetismo – VR [6]

    Nuestro carisma nos insta a adaptar nuestros medios a los desafíos actuales. Recogiendo la voz del Capítulo General de 1986, es crucial revisar y ajustar nuestras acciones para implantar la fe en el mundo actual. Es tiempo de recuperar la espiritualidad y la austeridad profética, encarnando una vida religiosa auténtica y atrayente. Mantengamos la lámpara… Ver contenido

  • Espíritu – Familia [5]

    Espíritu – Familia [5]

    Debemos recordar que somos instrumentos de Dios, no protagonistas. Como Chaminade, confiemos en la presencia y centralidad del Espíritu Santo en nuestras acciones. Observemos las prácticas parroquiales exitosas que reconocen la acción del Espíritu y busquemos allanar los caminos para su acción, revisando nuestras estructuras para facilitar su obra sin imponer cargas. Pidamos el don… Ver contenido

  • Comunicación – Familia [5]

    Comunicación – Familia [5]

    Una página web oficial es vital para definir la identidad pública y ofrecer una propuesta clara. Observando distintos ejemplos, se distingue entre webs cuidadas y coherentes, que presentan una oferta concreta, y otras más confusas, que diluyen la identidad y propuesta. En la Familia Marianista, una comunicación coordinada fortalecería la misión compartida de acompañar a… Ver contenido

  • Familia Marianista – VR [5]

    Familia Marianista – VR [5]

    Chaminade concebía la vida religiosa como un sostén para las asociaciones laicas en su misión apostólica. Sin embargo, hoy nos falta la voluntad de innovar y confiar en el bien. Debemos acoger a los nuevos religiosos con apertura y sin prejuicios, recordando que la esperanza proviene de Dios y que debemos contagiar alegría y paz… Ver contenido

  • Testimonio – Familia [5]

    Testimonio – Familia [5]

    Debemos ser auténticos y genuinos, no fingir ser algo que no somos para agradar a los jóvenes. Ellos buscan realidad y autenticidad. Como Familia Marianista, podemos ofrecerles diálogo, propósito, integridad y fraternidad, sin idealismos. Con el ejemplo de los veteranos y la fraternidad entre nosotros, podemos conquistar corazones y ser verdaderos referentes de fe para… Ver contenido

  • Estructuras – VR [5]

    Estructuras – VR [5]

    El actual modelo de mantener estructuras religiosas a flote a expensas de los más jóvenes es insostenible. Necesitamos un cambio de paradigma: apostar por la novedad y la audacia en lugar de aferrarnos a la estabilidad. La Iglesia debe anticiparse al cambio y generar vida en lugar de conformarse con sobrevivir. Esto requiere reformas valientes… Ver contenido

  • Iglesia – Familia [5]

    Iglesia – Familia [5]

    En un momento propicio para convocar a compromisos mayores entre jóvenes, debemos evitar la competición y aprovechar el impulso de la Iglesia para colaborar con iniciativas que lleven a los jóvenes hacia Dios. Las religiosas marianistas manifiestan una clara relación con la Iglesia y ofrecen un testimonio de comunión. Además, debemos recordar que no debemos… Ver contenido

  • Acompañamiento – Iniciación [5]

    Acompañamiento – Iniciación [5]

    Chaminade confió en un grupo de jóvenes, el Estado, para ser la levadura espiritual de la congregación, asegurando su espíritu. Necesitamos jóvenes similares que alcen la voz entre los alejados. La asistencia a la comunidad debe ser prioritaria, situándola en el centro de nuestras vidas. El acompañamiento debe permitir a los jóvenes crecer, sin sobreprotegerlos. Ver contenido

  • Escucha – VR [4]

    Escucha – VR [4]

    Escuchar a los jóvenes es fundamental en nuestro carisma, pero a medida que envejecemos, podemos perder esa habilidad. Es crucial aguantar y comprender sus demandas, incluso cuando nos incomodan. El diálogo y la transformación mutua surgen cuando estamos abiertos a recibir y aprender de su perspectiva. Ver contenido

  • Itinerario – Familia [4]

    Itinerario – Familia [4]

    Un itinerario claro nos permite coordinar actividades para acompañar el crecimiento de los jóvenes desde la infancia hasta la vida adulta. No se trata de imponer, sino de tener metas y estructura para avanzar juntos, como resalta Chaminade. La visión común y el diálogo son clave para una pastoral integrada. Ver contenido

  • Protagonismo – VR [4]

    Protagonismo – VR [4]

    Es esencial promover el protagonismo del laico en la Iglesia, como destacaba Chaminade al buscar una misión menos clerical durante la Revolución francesa. Fomentar un sentido de pertenencia implica recibir y contribuir, sin ser el centro. Debemos ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir y responder a la llamada de Jesucristo en… Ver contenido

  • Barreras – Familia [4]

    Barreras – Familia [4]

    Derribemos barreras y transmitamos unidad. La división entre sacerdotes afecta a los fieles. Recomponer la unidad es urgente para la Iglesia de Francia. Chaminade lo vio claro al regresar y encontrar divisiones. Debemos hablar de comunidad sin barreras. Ver contenido

  • Estructuras – Familia [4]

    Estructuras – Familia [4]

    En la Familia Marianista, revisamos nuestras estructuras para una colaboración más eficiente. Chaminade ya comprendía la importancia de la unidad y coordinación para avanzar. Ignacio Otaño destaca cómo durante la Revolución se promovieron estructuras pastorales conjuntas, reflejando la necesidad de trabajar juntos hacia un objetivo común en la comunidad. Ver contenido

  • Responsabilidad – Familia [4]

    Responsabilidad – Familia [4]

    Chaminade y el Papa nos recuerdan la importancia de superar la visión clerical de la misión, dando a los laicos la oportunidad de asumir responsabilidades. Aún nos queda camino por recorrer, tanto para los laicos que se acomodan como para los religiosos que a veces desconfían de las capacidades del laico. La responsabilidad compartida hace… Ver contenido

  • Formación – Familia [4]

    Formación – Familia [4]

    La formación es esencial antes de asumir responsabilidades pastorales. Chaminade entendió la importancia de preparar líderes que pudieran influir en la sociedad. Invertir en la formación para evangelización, discipulado y liderazgo es crucial para el crecimiento de la comunidad. Además, es fundamental cuidar y capacitar a los líderes laicos para garantizar su efectividad en el… Ver contenido

  • Cuanto más bajamos a lo local, menos enfrentamiento encontramos en un grupo humano, así hasta llegar al mismo individuo. La tendencia “independentista” que nos cierra a los demás por miedo a perder la autonomía, está en el ADN de cualquier grupo humano con identidad y se potencia con el creciente individualismo social. Por eso, ya que decimos que somos familia, conviene trabajar bien los procesos de crecimiento dentro de la Familia Marianista, para poder expandir esa realidad local, sin que nadie pierda su identidad pero, al mismo tiempo, se incorpore a la Familia Marianista global.

    En este sentido, las propuestas provinciales no se pueden recibir ni ofrecer como una imposición. Hay que dialogar y encontrar juntos, la forma en que dichas propuestas puedan servir en lo local.

    Y es que cuando algo empieza, nos movemos en realidades y estructuras pequeñas, manejables y donde es sencillo escuchar todas las voces. Además, en los comienzos, todo el mundo suele ser jóven y con mucha energía, dinamismo y flexibilidad, mientras que cuando las cosas van creciendo, es más difícil controlar el desarrollo de la vida, las propuestas, las inquietudes particulares, y además, va habiendo gente diversa que siente que eso que empezó es suyo y otros lo quieren estropear. Esta dificultad también la encontró Chaminade y también tuvo que buscar nuevas formas de trabajar coordinados. Fue entonces cuando empezó a pensar que hacía falta una institución que garantizase la continuidad de los congregantes aportando una única voz autorizada y reconocida. Nos lo cuenta así:

    Las experiencias vividas en la sucesión de los cambios políticos vividos, con el constante riesgo de una supresión, contribuyen a que en el espíritu del P. Chaminade vaya definiéndose cada vez más una institución que garantice la continuidad, que sea ese hombre que no muere, que andaba buscando desde hacía tiempo. La fórmula del «Estado» dejaba ver algunas dificultades. Por ejemplo, «en medio de tantas obras, ¿cómo haría frente el director a la complicación que resultaba de la diferencia de los reglamentos individuales? ¿Cómo mantendría un verdadero espíritu de cuerpo entre cohermanos que no se veían más que muy raramente? ¿Cómo conseguiría encargar los puestos directivos de la congregación exclusivamente a miembros del ‘Estado’ sin suscitar la desconfianza y los celos?». […] algunos miembros de la congregación expresaban su deseo de «abandonar sus ocupaciones en el mundo y vivir en comunidad» (Pág. 62)

    Si perteneces a una familia de muchos primos y hermanos, verás que no te exige estar en todo, pero sí alegrarte, valorarlo, agradecer y sentirlo muy tuyo aunque tú no estés o no lo gestiones. De la misma manera, pertenecer a la Familia Marianista no implica participar en todo, pero sí sentirlo todo como propio y alegrarnos con el trabajo del otro, saber que existe y que otros miembros de la familia lo están disfrutando. De esta forma, mis propuestas a la familia también podrán ser recibidas con agrado.

    Chaminade ya era consciente de que no todo el mundo se dedicaba a todo, pero sí lo veía todo como propio:

    En tareas que requieren cualidades específicas, toda la asociación las toma como propias, pero sólo algunos se dedican a ellas… (Pág 50)

    Y continúa Ignacio Otaño contando cómo se trata de estar en primer lugar unidos en la mente y en el corazón como signo distintivo:

    La naturaleza y la esencia de una congregación «está en la unión de las mentes y de los corazones de los que la forman y en la reunión frecuente de las personas, ya unidas de mente y corazón por la caridad». (Pág. 45)

    Y si no encontramos las fuerzas o la motivación para esa unidad de corazones y mentes, debemos acudir a María como madre común que nos hace hermanos:

    El espíritu de fraternidad que debe reinar en la congregación se basa en el hecho de que María es la madre de esta familia: «Todos los miembros de esta familia se aman tiernamente y están habitualmente unidos en el corazón de la divina Madre. Si la diferencia de caracteres, si la manifestación de un defecto pudiese alguna vez enfriar los unos respecto a los otros, no tienen más que pensar que todos son hermanos, todos engendrados en el seno maternal de María. (Pág. 46)

    En todas las ramas tenemos realidades muy frágiles, esto nos hace estar muchas veces a la defensiva, o tomando excesivas precauciones para no pasar a la historia como quienes echaron a perder el trabajo de nuestros precursores en la Familia Marianista. Sin embargo, debemos ofrecer a Dios, sin miedo, el carisma y la responsabilidad que hemos recibido de administrarlo para multiplicarlo en lugar de esconderlo para no perderlo. Como en la parábola de los talentos, cerrarse a los demás, no es la opción que nos encomendó quien nos dio esta tarea.

    Los diálogos nos transforman y en ellos actúa el Espíritu. Por eso, más que implantar modelos teóricos, sería una gran ayuda tener conversaciones libres de prejuicios que transformen a todas las partes, en lugar de tratar de convencer a las partes más débiles.

    No podemos pasar por algo que venimos de una historia, no partimos todos del mismo punto ni se puede decir que hoy compartamos todos la misma visión e intereses. Incluso dentro de la Iglesia, podemos estar en posiciones diferentes. Por eso, es importante el diálogo y crecimiento mutuo que repara la comunión. Si miramos a Chaminade, vemos que en su tiempo tuvo que lidiar con una fuerte división dentro de la Iglesia. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    Hay también una fuerte crisis social dentro del mismo clero provocada por las patentes desigualdades que se viven. […] El factor económico produce también enfrentamientos constantes entre algunos párrocos y sus feligreses. […] La crisis social y económica del clero se reflejará en la profunda división interna con una fuerte rivalidad entre el clero secular de primero y segundo orden, y también entre los diocesanos y los pertenecientes a las órdenes monásticas. (Pág. 11) Paralelamente a dos cleros enfrentados hay dos cristiandades enfrentadas. (Pág. 14)

    Más adelante nos sigue contando como Cahminade, que podía haber sido un agente de división y polarización, en cambio fue un agente de reconciliación y diálogo para recuperar la comunión mediante la reconciliación:

    Sin despertar en todos el mismo entusiasmo, se va abriendo paso la idea de la necesidad de reconciliación entre los que, habiendo jurado la Constitución civil del clero, quieren perseverar en el ministerio, ahora unidos a Roma, y los que no la juraron entonces. Tarea delicada que requiere personas de tacto y caridad porque los enfrentamientos pasados han enconado muchas heridas. El P. Chaminade, nombrado penitenciario, ejerce esa misión reconciliadora de mayo a junio de 1795, recibiendo la retractación de 52 sacerdotes. (Pág. 19)

  • Como dice el capuchino Víctor Manuel Herrero, somos el epílogo de la tendencia al activismo que ha quemado otras dimensiones de la vida. Debemos volver al disfrute del encuentro sin fines pastorales. La finalidad del trabajo es el Shabat, el día en que Dios contempló la creación y vio que era buena.

    No es un descanso para holgar, es para recrear, para volver a pasar por el corazón, para compartir con otros lo recibido. Es para la relación, no para aislarse en la habitación lejos de tu comunidad viendo Netflix para desconectar. El encuentro con el otro, con las necesidades, con la realidad llevan a dar la vida, a recrear.

    Parece que los religiosos no necesitamos casa porque lo nuestro es el trabajo, vivimos hacia fuera. Pero el trabajo a veces es muy duro con muchos conflictos y tener casa, tener un hogar donde volver, un entorno habitado y seguro, es importante para resguardarse después de los conflictos del día.

    Pero para esto es imprescindible el entorno de una vida de comunidad sana. Tenemos dinámicas personales y comunitarias en nuestras casas que repelen a las siguientes generaciones que se sienten desplazadas y fuera de lugar por ser de otra cultura, otro tiempo y otra sensibilidad, con la única opción de adaptarse a los mayores porque damos por hecho que ya no pueden cambiar y que no hay más opción que el sometimiento de unos o a los otros.

    Igual que el religioso cuando llega a una cierta edad se siente desplazado de la vida activa (del colegio) y ha de encontrar su sitio, el joven, y no tan jóven, también necesita encontrar su sitio y ser acogido en la vida laboral, que va más allá del colegio y en las decisiones de la comunidad. Porque el sentimiento es el mismo: “no cuentan conmigo”, “no valgo para nada”, pero uno con 40 años y el otro con 80.

    La casa es un entorno de intimidad. Debemos de poder decir que la casa que tenemos en tal calle se ha convertido en lugar de recogimiento, que el lugar que habito es mi segunda piel, que me protege y me enseña a vivir. Cuando me alejo, queda algo de mí en la casa, es un lugar de identidad y es necesaria para crear espíritu de familia. Nuestra casa habla de nosotros, por eso hay que darle alma a nuestra casa.

    No es mi cueva donde ocultar mi intimidad, sino un espacio de intimidad compartida. Por eso hace falta que sea un entorno seguro. La intimidad del otro es cuerpo, es sexo, es higiene, es familia, es aficiones, es pensamientos, es gustos, es salud, es limitación, es debilidad… es sagrado. Tocar al otro implica respeto, descalzarse ante la tierra sagrada. Descubrirme en el otro. Ser amigos en la intimidad implica comprender lo que es único del otro y apoyar su crecimiento, compartir heridas.

    Sentirse incluido, acogido, integrado. Sentirse reconocido de forma singular, ser miembro del cuerpo con función y valores concretos, como uno más. Tener la capacidad de influir en el desarrollo de las cosas. Son necesidades básicas de toda persona que se han de vivir en la comunidad como entorno seguro, para poder dar testimonio de una vida religiosa sana y atractiva.

    Para construir este entorno seguro debo conocer qué dice la comunidad sobre mí. Cada uno tiene un rol en la comunidad y esta se hace más rica si hay más roles distintos. El aportar una función distinta y necesitar las otras funciones cohesiona mejor el grupo.

    La gente necesita hablar, porque hablando nos conocemos y nos respetamos más. Nos damos cuenta de que no estamos solos, de que otros pensaban como nosotros, o de que lo que pensábamos no era para tanto.

    La casa ha de ser un espacio donde también hay conversaciones sobre Dios. Las conversaciones convierten a las personas, las enriquecen. Es horrible estar en una casa donde alguien nunca conversa ni escucha ni se deja escuchar, siempre guarda un rotundo silencio. Jesús hacía hablar a los mudos y oír a los sordos, pero quizá este demonio requiera de más oración.

    Pero muchas veces el testimonio que dan los mayores en las conversaciones es de pérdida, de lamento, de oscuridad y desesperanza, de añoranza del vigor de la juventud, de aquel que fue su tiempo que ya terminó, de que hacerse mayor es malo, “ya llegarás a mi edad” dicen, amenazando, muchos profetas de calamidades. Pero para poder madurar, las siguientes generaciones, necesitamos el testimonio apasionado de los mayores, de su vida de fe, de lo que les ha aportado cada responsabilidad, de cómo han superado los baches, mostrando un futuro prometedor e ilusionante, incluso cuando las limitaciones de la edad se van agravando. Y esto, lo pueden hacer, y sólo lo pueden hacer, los mayores.

  • Las obras ya están funcionando sin nosotros, falta que nos demos cuenta y nos volquemos en cuidar y acompañar a los jóvenes que aún tienen contacto con nosotros, más que dispersarnos para mantener todo a flote un año más.

    Recordemos, una vez más, el fin de la Compañía de María, pero, en este caso, recogido en unos estatutos escritos por Dariés en 1792 que manejaban con los profesores de Mussidan.

    «El fin de la Compañía de María es llevar a los hombres a la virtud: 1º Por medio del culto a la Santísima Virgen; 2º por medio de la educación de la juventud; 3º por la predicación del evangelio».(Pág. 9)

    Y, avanzando hasta 1975, seguimos en un momento de fuerte crisis en Francia donde perciben que hay que volver a lo esencial, a la fuerza misionera de los primeros cristianos. En ese contexto, dice el obispo de Luçon:

    «No tenían templos y en todas partes tenían altares… Todos los lugares se convertirán en altares si nosotros merecemos que Dios se digne bendecir nuestro celo. Encontraremos también Zaqueos y Cornelios que nos recibirán en sus casas. Reproduzcamos las virtudes de los hombres apostólicos y obtendremos el mismo éxito, conseguiremos cambiar la faz de la tierra». Se produce una especie de purificación, y los pastores van a lo esencial de su misión, dejando de lado cuestiones secundarias. Dice todavía el obispo de Luçon: «El bien de la religión exige que nosotros nos comportemos en todo como los misioneros que trabajan en países de infieles…, no tomando parte en asuntos temporales, respetando la autoridad que manda y no ocupándonos más que de establecer el reino de Jesucristo, que no es de este mundo». (Pág. 22)

    Sin embargo, la sensación es de dispersión, nos desintegramos por querer estar en varias cosas a la vez, tanto los acompañantes como los acompañados. Decimos que los jóvenes ya no se vinculan con nada porque tienen infinidad de actividades y grupos, pero ¿qué hacemos nosotros? “Quien mucho abarca poco aprieta” dice el refranero. ¿No sería mejor hacer poco y bien que mucho y mal?

    Estamos cansados, desbordados, superados por la realidad y nos auto convencemos de que la solución es estirarnos hasta morir para no dejar caer nada, pero al morir las cosas también caerán aunque ya no nos sintamos culpables porque no lo veamos.

    Parece que seguimos buscando restablecer el éxito pasado, pero un aumento de vocaciones no tiene por qué redundar en bien para nosotros o para la Iglesia. Si esperamos a volver a tener religiosos profesores llenando las aulas, tenemos que esperar bastantes años y ser bastante ilusos. El objetivo no es reponerse, sino entregarse.

    No trabajamos por mantener la congregación a flote si no por dar la vida para construir el reino. Y, mientras, nos “entretenemos” en acciones concretas, como se entretenía Jesús en la vida pública, a la espera del momento de llegar al calvario, morir y resucitar. No podemos eliminar esta parte y quedarnos sólo con los éxitos de Jesús. María estuvo también al pie de la cruz, contemos con nuestra madre para no temer a esos momentos de sufrimiento extremo y de final.

    En este sentido, no podemos abandonar a los jóvenes por miedo a desanimar a los hermanos mayores que se sienten desplazados y no válidos para esta tarea y que se resisten a mirar de frente la cruz del final del camino. Tenemos una misión que cumplir que no es repartir nuestro aceite con los que ya no lo tienen, sino alumbrar el camino a los jóvenes que han de entrar al banquete.

    Hemos de recuperar la belleza con la que nació la vida religiosa y que se ha perdido por las rutinas y normas vacías, porque aunque escuchemos que “siempre se ha hecho así” si lo pensamos, al principio, no fue así. La belleza no la da el hecho de que todo sea fácil, ni la juventud de las personas. La belleza, en nuestro caso, nos la da María, y el hecho de hacer lo que Jesús nos diga. Cuando comienza el proyecto de Chaminade, las cosas no eran fáciles, pero eran bellas, porque eran de Dios y no de los hombres.

    Siguiendo con palabras de José Cristo Rey García Paredes sobre la belleza, debemos hacer del cambio un sueño y conseguir despegarnos del pasado, somos peregrinos, estamos en la peregrinación de la belleza, podemos tener la experiencia de Abraham que deja su casa, despegarse de lo anterior y peregrinar y refundar de nuevo la comunidad, que surja como algo nuevo, como una nueva morada.

    Lo bello, que además es el objeto de nuestro carisma, es encarnar la Palabra, traer a Jesús al mundo. La mística es contemplar lo invisible y hacerlo visible. Jesús hizo humana, visible y palpable la belleza de Dios Padre.

  • Recojo aquí la cita que hace Ignacio Otaño de Pablo VI hablando de la misión marianista, para insistir en la importancia del testimonio radical y en la vanguardia de la misión que estamos llamados a dar.

    “En los religiosos, subraya el valor evangelizador tanto de su testimonio, encarnando la Iglesia «sedienta de lo absoluto de Dios» y «deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas», como de su actividad, a menudo «en la vanguardia de la misión»” (Pág. 4)

    Por otra parte, desde CONFER nos animan a “recuperar el rostro de la verdad, la bondad, la unidad y la belleza en la Vida Religiosa”. Las cuatro se han de dar a la vez y nos lanzan la siguiente pregunta: “¿Tenemos la vida consagrada más bella, más buena y más unida?” Responder a esa pregunta nos dará el camino que lleva a la verdad.

    En esta clave, vemos que hay comunidades a las que les falta la savia del amor, están juntas pero no se aman en realidad, no hay perihoresis. Cuando esto falta la comunidad no es profética. Hemos sido llamados a amar pero, a veces, parecemos llamados a aguantar. Debemos mostrarnos como aquellos que son seducidos por alguien, no como aquellos que son empleados de alguien. 

    Es cierto que a veces tendremos que ser testigos en el trabajo, pero, también ahí, la gente descubrirá algo distinto en nosotros si somos capaces de dar testimonio de que el trabajo lo hacemos como seducidos, no como empleados resignados. Con el gozo con el que trabajaron aquellos jornaleros contratados en la última hora del día y pudieron ofrecer también su esfuerzo para la construcción del reino.

    En contra de lo que a veces parece o se vende en la sociedad, el final del camino nada tiene que ver con la decadencia. El hombre interior se hace cada vez más bello. Como el vino bueno se añeja. La belleza de la vida consagrada adquiere muchos quilates al final, si ha vivido su vocación cada día. De la misma manera, en el matrimonio, la belleza está al final de una vocación vivida cuando los frutos son más visibles.

    En esta línea, es importante ser testigos ejemplares de la manera en que afrontamos el dolor de la cruz. Las personas que viven el máximo dolor y descubren la belleza en Jesús crucificado, nos conmueven. La vivencia de nuestra debilidad y fragilidad por la edad, puede ser un lugar para hablar de la belleza extrema si nos formamos, cuidamos y cultivamos para vivir de esta manera el deterioro fruto de la edad.

    Una fuente fundamental de testimonio es la propia comunidad. Decía San Agustín que “Ves la trinidad si ves el amor” por eso, nuestras relaciones comunitarias son las que muestran o no, la verdadera presencia trinitaria de Dios. Por eso, nuestra prioridad en la vida religiosa, debería ser vivir en comunión, con “un solo corazón y una sola alma”, con todo en común. La Iglesia está llamada a ser icono de la comunión de Dios y nuestro carisma nos empuja especialmente a ello. No podemos creer en un Dios comunión, sin vivir dicha comunión, salvo que sea un creer intelectual. En cambio, si vivimos la comunión, podemos amar al enemigo y reflejar la belleza que hay en ello.

  • El joven, en muchos casos, también se toma a sí mismo como referencia y cree que lo que vive y necesita es lo que viven y necesitan todos los jóvenes. Por eso, a la hora de escucharles, no debemos quedarnos con lo primero que nos digan o dar por buena cualquier cosa. En este sentido de la autorreferencialidad, existe el peligro de mundanizarnos al tratar de inculturarnos dejándonos arrastrar por modas o criterios no contrastados, que responden a sus deseos, pero no al crecimiento de la vida de fe de las personas.

    Dentro de la Familia Marianista llevamos a cabo iniciativas muy buenas y muchas veces acertamos en propuestas o modos de actuar, sin embargo, la falta de humildad en el que habla y en el que recibe la información, puede hacer que, cosas que se podrían exportar de una ciudad a otra, acaben desechadas por cómo se transmiten. Una escucha sana, nos ayuda a aprender de los éxitos del otro sin sentirnos humillados y a contar los nuestros con humildad.

    A todos nos cuesta confiar en las siguientes generaciones, es un clásico el que parece que todo termina en uno mismo y que a partir de ahí ya nada volverá a ser como antes. Le pasa incluso a los monitores en cuanto llevan un año en el grupo. Esta falta de confianza en las siguientes generaciones ocurre, entre otras cosas, porque no se da una escucha activa entre las partes. Del mismo modo, deberíamos confiar más en el Espíritu que actúa en las personas y en que Jesús no eligió a los mejores y que, los que nos han precedido, tampoco eran tan buenos. Por eso, hemos de ponernos también a la escucha de Dios en la oración, para dejar de ser yo la referencia de todo.

    Lo que no conocemos nos da miedo o, al menos, no empatizamos con ello. Por eso, si no conoces a la persona que tiene un problema o una necesidad, no le buscas solución. Cuando conocemos a la otra persona podemos amarla, antes no. Por eso, si nos preocupamos por las necesidades de los jóvenes, hay que conocerlos, ir a su terreno, hacerse presente en sus cosas, jugar con ellos, estar en sus reuniones, ayudarles en sus voluntariados, interesarnos por ellos, llamarles si se distancian. Todo esto no es hacerles preguntas, es escuchar respuestas.

    Cuando pasas tiempo con los jóvenes acompañando un grupo, puedes notar que se dispersan mucho. Si son amigos, enseguida se van a hablar de sus temas comunes y se va mucho el tiempo de la reunión. Sin embargo, muchas veces hace falta dedicar ese tiempo a escucharles en lugar de caer en la tentación de reconducir la reunión, porque es ahí donde conoceremos sus inquietudes y el plano en el que se mueven. Al hablar de sus cosas delante de nosotros, nos hacen partícipes de su mundo y nos escuchan más. Escuchar es también no imponer nuestros tiempos y nuestra eficiencia.

  • Durante el tiempo de iniciación de la comunidad, es bueno hablar explícitamente del proceso con la comunidad, para tomar conciencia de los pasos que se van dando y hacia dónde se camina. Esto es algo que ha de hacer el acompañante y para lo cual, hace falta tener un itinerario claro y conocido.

    Así mismo, es importante acotar mejor los momentos vitales en las actividades que se convocan y a quién se dirigen, porque, está bien que convivan distintas realidades para que sean testigos unos de otros, pero también hace falta compartir un clima común, sobre todo cuando se están iniciando en algo para respetar los tiempos de cada uno. El acento no tiene por qué estar siempre en la edad sino en lo que está viviendo la gente y esto a ciertas edades puede ser más variable.

    Durante esta parte del itinerario que llamamos de iniciación, es bueno tener contactos cada vez más frecuentes con los miembros más comprometidos. Por ejemplo, en el caso de Fraternidades, con los consagrados temporales o definitivos. Veamos cómo enfocaban esto en la Madeleine:

    Esta etapa termina con la confesión y la comunión, que algunos reciben por primera vez. Si, después de esa etapa, desean continuar su crecimiento cristiano en la congregación, ingresan en el grupo de candidatos («approbanistes»). Es la etapa de preparación a la consagración. Hacen una promesa y empiezan a vivir más intensamente de la vida de la congregación por contactos cada vez más frecuentes con los ya consagrados. Sigue haciéndose la cristianización en el seno de la comunidad […] Se dedican también a la enseñanza por ser una necesidad urgente del momento y también por su proyección para el futuro de las personas y de la sociedad […] Se convierte en un auténtico vivero de la congregación. (Pág. 37)

    En materia de formación vemos una necesidad muy grande de un itinerario concreto con los temas sobre los que sí o sí han de estar formados. La experiencia nos muestra que los jóvenes, como cualquier otra persona, no saben lo que no saben y pedirles a ellos que elijan de qué quieren formarse, no les va a llevar probablemente a un buen itinerario formativo. La escucha de las inquietudes de los jóvenes es innegociable, pero esa escucha ha de ser un proceso serio y servir para definir el itinerario, no ser una mera lluvia de ideas para elegir el tema de la siguiente reunión o los temas del curso.

    Finalmente, un itinerario, no se refiere sólo a los contenidos, también marca una pauta para generar un hábito. Por eso, puede ser bueno, al principio, ser estricto y marcar mucho a los jóvenes. Por ejemplo, si la comunidad de fe celebra la eucaristía a las 20:30, podríamos pedirles que las reuniones sean todos los domingos a las 19:00 y participar juntos en la Eucaristía. Y, a quien no pueda cumplir esa condición, ofrecerle un seguimiento personal alternativo, pero no condicionar al resto, para poder así establecer una rutina que visibiliza a la comunidad y evita la dispersión. Esto puede parecer estricto y contrario al espíritu de los jóvenes, pero en realidad uno no elige cuándo es el partido de fútbol o cuándo es la oración de Hakuna.

  • Con los grupos y comunidades que van surgiendo, a veces de manera espontánea o a veces de manera más dirigida y que no se sienten parte de algo más grande, aunque compartan su forma de proceder, convendría hacer un acompañamiento en el que se les muestren, con naturalidad, las ventajas de la gran comunidad. 

    Se trata de ampliar su perspectiva y horizonte y ayudarles a ver que no son algo distinto pero sin imponer la pertenencia y participación en dicha la comunidad.

    Así nos lo cuenta Ignacio Otaño referido a los primeros congregantes:

    “Sin prisa, sin límite de tiempo, el introductor procura hacerles ver con naturalidad las ventajas de la asociación y les pone en contacto con los socios más cualificados para inspirarles confianza. Esta etapa termina con la confesión y la comunión, que algunos reciben por primera vez” (p37)

    Hay veces que el joven, que es inquieto y tiene más interés del que nos parece, está buscando algo, pero no tiene un acompañante cerca que le oriente en su búsqueda, o el acompañante no tiene nada que ofrecer en cuanto a vida de comunidad o experiencia de fe. Por tanto, hace falta esa sed de Dios por parte del joven, pero también, tener una oferta adecuada y acompañantes que orienten hacia ella.

    Chaminade recomendaba la adhesión por contagio como forma de proselitismo y de una comunidad que se convierte en acompañante de los nuevos miembros:

    “El método de la absorción o asimilación: no hacen de la práctica religiosa una condición de admisión sino que atraen e incorporan antes de cristianizar y para cristianizar. La cristianización se realiza en el seno de la comunidad, por la influencia que la comunidad ejerce en los asociados. Es el método del contagio”. (p36-37)

    El apoyo del acompañante a la comunidad ha de estar en los contenidos, en la escucha, en el diálogo, en el compartir, pero no en organizarles las cosas como si fuera su monitor. la comunidad ha de ser autónoma, organizar sus tiempos y actividades, su logística. 

    Siempre que aparezca la figura del asesor en las primeras etapas, se podrá confundir con un monitor que dice lo que han de hacer y eso es incompatible con hacer a los jóvenes responsables del proceso. En comunidades que surgen sin asesor vemos que hacen verdaderamente lo que quieren o sienten que necesitan, no lo que les dicen que tienen que hacer. Probablemente harían lo mismo que si estuviesen en una de las ramas oficiales de la Familia, pero en este caso claramente lo han elegido y diseñado ellos y tienen de principio a fin el peso de la responsabilidad de que la comunidad se mantenga y evolucione porque no tienen la figura del asesor o acompañante.

    Muchas veces, los padres pertenecen a una comunidad laica marianista y sin embargo los hijos se resisten a heredar la fe de esa manera. Aunque hayan recibido la fe de su familia y no renieguen de ella, necesitan crear su espacio para vivir la fe a su manera entre su círculo de relación que no es su familia.

    En general nos puede el miedo a perder a los jóvenes, nos volvemos cada vez más posesivos y controladores, pero, como el padre de la parábola del hijo pródigo, debemos dejar que el joven pase por el desierto al salir del colegio con un acompañamiento relativo pero sin atosigar con grupos y actividades. Todos hemos necesitado atravesar ese desierto inicial, incluso Jesús, para enfocar nuestra vida, no podemos ahorrarles pasos en la maduración de la fe.

    De la misma forma, hay que respetar los procesos de cada persona y adaptarlos a cada realidad, no imponer un modelo sin encarnarlo. Sobre papel puede quedar muy bonito un itinerario, pero el devenir de la vida y las múltiples ofertas e impactos que recibe el joven, nos obligan a tener itinerarios abiertos y flexibles.

  • El objetivo de Chaminade para la Familia Marianista es claro: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe”.

    «Para poner un dique fuerte al torrente del mal, el cielo me inspiró a comienzos de este siglo solicitar de la Santa Sede el nombramiento de Misionero apostólico, con el fin de reavivar o de volver a encender en todas partes la llama divina de la fe, presentando por todos lados ante el mundo asombrado grandes cantidades de cristianos católicos de toda edad, sexo y condición, que, reunidos en asociaciones especiales, practicasen sin vanidad y sin respeto humano nuestra santa religión, con toda la pureza de sus dogmas y de su moral. Imbuido de esta idea, y urgido además por dignos prelados, deposité mi alma entera en una humilde súplica a los pies de nuestro Santo Padre el Papa Pío VII, quien se dignó escuchar favorablemente mi petición y me concedió las más amplias facultades por un decreto del 20 de marzo de 1801. Desde entonces, Santísimo Padre, se han ido formando en varias ciudades de Francia fervorosas congregaciones, unas de varones y otras de mujeres; la religión tuvo la dicha de contar con un número bastante grande de ellas en poco tiempo, y se hizo mucho bien…» (Pág. 30)

    Y, en este objetivo, la centralidad de María no es opcional ni accesoria, fácilmente la encontramos en los textos de nuestro carisma como herramienta para un fin, o como aquella bajo cuyas órdenes debemos ponernos. Concretamente habla así de la piedad filial y de la consagración a María:

    «El genus proximum es ser una sociedad de cristianos católicos, libres, esparcidos en la sociedad, de toda edad, de todo sexo, de todo estado, etc.; la differentia prima es el ejercicio habitual de la devoción a la Santísima Virgen para tender al último fin de toda asociación cristiana» […] de la consagración a María «derivan y son consecuencia todas las reglas, todas las prácticas ofrecidas en esta asociación, todos sus deberes generales y particulares, el mismo espíritu de proselitismo que tiene la congregación». (Pág. 46)

    Y en otro punto habla de Imitar las virtudes de María y de ser formados por ella como lo fue Jesús:

    “María no se limita a conservar y mantener en nosotros la vida de la gracia que por Ella hemos recibido de Jesucristo: al mismo tiempo, Ella trabaja por hacernos llegar a ser conformes al divino modelo”. La alianza con María supone una reciprocidad. Por eso, lo que María hace por el congregante encuentra en éste una actitud receptiva y un deseo de corresponder contribuyendo activa y gozosamente a la obra de María en él […] «la obligación más fuerte que se contrae por esta amable filiación es la de imitar las virtudes de las que María ha dado ejemplo al mundo» (Pág. 47)

    También nos recuerda que María es nuestro apoyo en el desaliento, a través de la consagración particular que realizamos. Nos dice: “Si estáis tentados de desaliento recordad que estáis especialmente consagrados a María” (Pág. 72)

    Además, con lo que dice a los religiosos sobre el voto de estabilidad, queda claro que no quiere caer en la devoción ni en el activismo vacíos. Continúa así Ignacio Otaño:

    Con el voto de estabilidad queremos expresar nuestra voluntad de ser activos misioneros de María: […] nos hemos comprometido por un voto especial, el de estabilidad, a secundarla con todas nuestras fuerzas, hasta el final de nuestra vida, en su noble lucha contra el infierno […] volar adonde Ella nos llame, para extender su culto y por él, el reino de Dios en las almas […] el voto de enseñanza y el de estabilidad son complementarios e interdependientes: el hecho de constituirse «soldados» y «ministros» de María, por el voto de estabilidad, lleva a emplear todos los medios para el bien del prójimo, la formación en la fe y la «reforma de las costumbres», a que consagra el voto de enseñanza […] No se pueden separar espiritualidad y praxis, motivación y acción, espíritu y vida. Es la garantía para no caer en una devoción sin proyección en la vida o en un activismo sin alma. (Pág. 86-87)

    Con todo esto, podemos afirmar que estamos llamados a ser misioneros activos, porque, no es lo mismo la pertenencia a un movimiento que la militancia. Por eso, al decir que estamos en la comunidad para ser misioneros activos de María, debemos asumir una actitud militante, no pasiva.

    Y dentro de la misión, sabemos que, en la Madeleine, los jóvenes eran la misión principal de los mayores y su razón de ser en la comunidad. Toda la estructura de la comunidad busca cuidar el crecimiento y maduración espiritual de estos, por el objetivo principal con el que comenzábamos: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe” y Chaminade sabe bien que es la comunidad la que educa en la fe.

  • Para ser estos referentes válidos que saben gustar del tiempo presente junto a los jóvenes, José Cristo Rey García Paredes nos dice a los religiosos, pero vale para todos, que “tenemos que estar atentos y abiertos a descubrir la belleza de lo contemporáneo aunque no lo entendamos y prefiramos lo antiguo” porque “nuestra alma se acostumbra y dejamos de ver lo bello… sólo recordamos el pasado”. “La belleza sorprende y seduce, no es previsible” Lo que un día nos sedujo y guardamos en nuestro corazón, como mucho nos servirá a nosotros mismos para mantener nuestra llama, pero no para encender la de otros.

    Otra barrera que se acusa mucho en las comunidades religiosas y que también es extrapolable de alguna manera, es la ausencia de rituales compartidos. Aquellas cosas triviales que hacemos juntos pero que nos convierten en comunidad: no sólo rezar y comer, que a veces tampoco hacemos juntos sino, poner la mesa, fregar, hacer la comida, limpiar, compartir tiempo de descanso, compartir proyectos… todo esto rompe barreras, acerca personas y forma comunidades significativas que se convierten en modelo y testimonio para los jóvenes.

  • Aprender del sencillo y abrazar al herido son dos claves de la humildad que nos pueden ayudar. Ante el mal que se propaga a través de las heridas, debemos ganar al mal a fuerza de bien, abrazando al herido. A veces uno solo no puede encontrar fuerzas, por eso es bueno buscar aliados para devolver bien por mal.

    Generalmente es bueno ser firme y claro, pero, en ocasiones, una excesiva vehemencia y rigidez puede herir y confundir a gente más humilde e inocente, que, por otra parte, consigue aceptar mejor la pobreza de los hermanos y nos puede enseñar a hacerlo.

    El límite es un espacio teológico que Jesús acogió. Él se limitó, se curvó para sanar. Lo recto y perfecto sirve para orientar pero no para sanar. Se nos olvida que somos vulnerables y cuando lo recordamos nos hundimos, por eso debemos aprender a curvarnos, a ser más humildes y vulnerables, más imperfectos. La sociedad, por su parte, camina cada vez más en esta línea de acoger la realidad imperfecta, separándose de los héroes impolutos, elevando a la gente vulnerable y herida como los nuevos protagonistas en series y películas. Los jóvenes reclaman referentes auténticos, para fantasear ya tienen Instagram.

    Amor y verdad siempre van de la mano. El verdadero amor no está exento de dureza. Si no ven nuestras cicatrices, no verán que hemos sido salvados.

    Muchos empleamos demasiado el recurso del cinismo, la ironía y el sarcasmo, pero eso impide que surja lo bueno, la esperanza, la confianza en Dios, generando un clima de desazón y malestar hacia la realidad. Ante ese descontento con el presente, debemos tener en mente que nosotros pasaremos, pero Dios no pasará.

    Siguiendo en la línea de nuestra actitud y la necesaria humildad, podemos ver como las conversaciones entre algunos de nosotros son cada vez más tóxicas y muchas veces trascienden los círculos de confianza, por ejemplo religiosos que hablamos mal de otros religiosos delante de laicos. Hablamos desde la crítica, la decepción, el sarcasmo o la ironía desacreditando a personas, maldiciendo en vez de bendiciendo, generando un clima de malestar y rechazo a nuestro alrededor. Esto es muy contagioso y muy dañino. Los jóvenes lo perciben y no les atrae ni inspira confianza.

  • La expresión del amor se puede convertir en teología al alcance de todos. Antes, la teología, era algo reservado a los estudiosos en las bibliotecas, hoy reconocemos que se produce teología en otros espacios más humildes de nuestro día a día.

    En este sentido, podemos decir que la belleza expulsa demonios. Cuando veo al hermano en clave de fealdad veo demonios, si veo la Gracia que hay en él, la relación es diferente.

    En las comunidades religiosas sólo podemos amar lo limitado, porque perfección no hay. Y que se dé un amor imperfecto, no significa que sea irreal. Debemos tener cuidado de no exigir perfeccionismo. La humildad de aceptar al otro como es, genera un vínculo verdadero que trasciende nuestra comunidad y atrae a su imitación a jóvenes y adultos.

    Por su parte, los mayores han de aprender a “ponerse viejo” afrontar las etapas de la vida, aceptar que ya no eres el centro de la fiesta, que ya no te llaman, que ya no seduces como cuando eras joven, y no culpar a la vida ni a las personas y descubrir lo que ahora puedes hacer de bello para los demás.

    El roce puede hacer el cariño o no. Hace falta una comunicación más profunda. ¿Dónde estamos? ¿Cómo nos sentimos? ¿Qué escuchamos de la comunidad? ¿Qué recibimos de lo que decimos? La verdad que manejamos puede ser de mayor o menor calidad según su profundidad. No es lo mismo responder a la pregunta de “¿Qué tal vas?” con un “bien”, que contar lo que estás viviendo, aunque las dos cosas puedan ser verdad. Dialogar es derribar muros y ahí sí, surge el cariño y entonces podrán decir de nosotros “¡mirad cómo se aman!”

    El cuidado tiene que ver con acercarse pues cuando curamos cuerpos, no los podemos cuidar a distancia. Cuidar es acoger las necesidades del otro, acoger un sentimiento, establecer una relación. Es preciso sentir con el otro, por eso hace falta una madurez, una adultez y eso nos lleva a decir que la persona madura y adulta es la persona que cuida. 

    El corazón humano tiene una inclinación natural para actuar en favor del otro, pero este cuidado ha de ser competente y responsable como el del médico. Cuidar es algo amplio. Cuidar el cuerpo, la familia, la casa, la hacienda, el honor, la piedad, la polis, lo público, el pueblo, el mundo… El cuidado fue clave en los primeros siglos del cristianismo. Gracias al cuidado, las cosas tienen futuro y, si queremos tener futuro, nosotros mismos debemos dejarnos cuidar. Lo más difícil de este mundo es aprender a ser necesitado, adquirir ese grado de humildad, ser yo el que soy cuidado. 

    Nos resulta fácil ver en los jóvenes a esos que nos necesitan, a quienes tenemos que cuidar, pero cuesta más hacerse necesitado de los jóvenes y dejarse cuidar o aconsejar, como el padre que ha de cambiar la forma de ver a su hijo e intercambiar el rol de cuidador a cuidado con el paso de los años. En muchos casos los jóvenes ya nos están viendo como gente a la que hay que cuidar pero nosotros queremos seguir teniendo el mando.

  • Ante la actual situación de decadencia de la vida religiosa, debemos recordar que el fracaso humano de Jesús es salvador, porque entrega la vida en fidelidad a Dios y servicio a los hombres. Tal vez esto es lo que ha de hacer la vida religiosa: Entregarlo todo como el primer día para que Dios pueda hacer algo nuevo, una nueva vida que superará nuestras expectativas. No hagamos como los discípulos de Jesús que lo abandonan porque no cumplía sus expectativas. Y no pensemos que abandonar es sólo salirse de la Compañía de María, también está el abandono interior del que se dice: “fuera no tengo nada, no soy capaz de valerme por mí mismo, me quedo y que me mantengan”. Por desgracia, hay gente que se ha salido de esta manera haciendo un flaco favor a la Familia Marianista.

    Debemos dejar el protagonismo al Espíritu, es él quien quiere hacer algo con ayuda nuestra, no nosotros los que debemos de hacer algo con ayuda del Espíritu Santo. De la misma manera, no podemos esperar que sea el Espíritu el que se acomode a mis tiempos y necesidades. Debemos vivir los acontecimientos desde la fe, con paciencia y paz, sin prisa. El Señor no retrasa su promesa sino que tiene paciencia con nosotros.

    Y en esa espera paciente, debemos mantener la fidelidad activa a pesar de los resultados. El pueblo de Israel nunca perdió la esperanza a pesar de que nunca le fue bien. 

    Finalmente, hemos de recuperar la dimensión orante de la vida religiosa y ser referentes en esto. Lo intelectual se nos ha comido el terreno y ahora los jóvenes no buscan en nosotros la fe sino la argumentación para cuestionar aspectos de la moral de la Iglesia. Debemos ser testigos de una vida de oración auténtica. Si nosotros no damos importancia a la oración personal y comunitaria, no se la van a dar los laicos, jóvenes o mayores, ni van a acudir a nosotros para rezar, irán con otros que tengan mejores referencias en este campo.

  • Hay heridas y roces en muchas personas que hacen que se magnifiquen cosas que no tienen por qué ser tan grandes, o que a la hora de sacarlas a relucir generen más violencia de la que toca.

    Una evaluación en un contexto herido, puede no tener nada de objetiva y perder todo su valor, por eso, debemos sanar las heridas, para poder evaluar de la manera más objetiva posible.

    Al hacer cualquier evaluación, hay que ser humilde y no caer en la tentación de querer analizarlo y juzgarlo todo, sacando todos los defectos posibles, queriendo dar la solución a todo y formulando, además, soluciones que, de entrada, ya sabemos que no son posibles.

    También caemos en la tentación de compararnos con otros grupos o iniciativas, siendo injustos o crueles con nosotros mismos. Esto nos lleva a querer imitar a otros y a perder o rechazar como mala, nuestra propia identidad y carisma.

    Sin duda la realidad es compleja, oscura y demasiadas veces parece insalvable. Sin embargo, empezando por el tiempo de los primeros cristianos, nunca ha sido ni será fácil la transmisión de la fe y la llamada que nos viene de Dios es siempre la misma “No tengas miedo”, “te basta mi Gracia”. Debemos vivir desde la fe. Las situaciones de “encorvamiento” son reales, pero en el análisis podemos convertirnos en nuestros propios enemigos y destruirnos con evaluaciones excesivamente duras y parciales.

    No podemos caer en la tentación de victimizarnos diciendo: “No tenemos vocaciones porque somos malos”. Aunque haya cosas que cambiar, esto es fuente de desánimo y de una tristeza interior que refleja el sufrimiento y el vacío del alma y hace imposible avanzar.

    En lugar de eso, hay que ser paciente y misericordioso con las cosas que no van como nos gustaría. Hace falta tener una mirada misericordiosa hacia los jóvenes y hacia todo el mundo en general, para que los juicios ayuden a crecer más que a destruir. Las cosas las podremos mejorar, o no en función del talante con que las evaluemos.

  • Debemos ser radicalmente fieles a nuestro carisma, y eso implica una escucha activa al mundo, a los signos de los tiempos, para adaptarnos y hablar desde la realidad en la que nos enmarcamos en cada época, como lo hacía Chaminade, aprovechando lo bueno de cada circunstancia sin cambiar el objetivo, pero sí la ruta. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño hablando de cómo Chaminade recogía las bondades de la Revolución Francesa en su deseo de obtener la Libertad, Igualdad y Fraternidad:

    «Las ideas y las costumbres de este tiempo, en que todavía se veía la palabra igualdad escrita en todas las paredes, permitían ese acercamiento que, por otra parte, no tenía nada contrario al espíritu del cristianismo. Se inculcaba entre los congregantes el apoyo mutuo, los ricos ayudando a los pobres, los grandes protegiendo a los pequeños. Así el P. Chaminade gozaba viendo en estos fervientes estudiantes una imagen de la Iglesia primitiva…» (Pág. 46)

    Lo que nos impide seguir los signos de los tiempos es el miedo al cambio. Con el paso de los años, convertimos los medios en fines y nos da miedo que un cambio lo eche todo a perder o acelere nuestra extinción. Por eso, debemos hacernos indiferentes a los medios con indiferencia ignaciana y, como decía Ignacio, “No temer ni el morir ni el vivir”. Vivir con ese grado de libertad es el que nos permite recorrer los caminos nuevos que el Espíritu abre frente a nosotros en cada tiempo.

    Chaminade se enfrentó muchas veces a esa necesaria adaptación, siempre fiel al objetivo, dispuesto a modificar los medios tantas veces como fuera necesario. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    “Formar apóstoles, ése era su destino; ésa fue desde la vuelta del exilio su preocupación dominante. Y su objetivo inmediato – como el de otros, que Simler nombra, en toda Francia – era la juventud. Desde el principio, circunstancias inesperadas pondrán a prueba su capacidad de adaptación a situaciones nuevas sin perder su confianza en la continuidad de los planes de Dios, que muchas veces se confirman cuando, para dejarles espacio, se está dispuesto a modificar los propios. La conjunción de las necesidades reales y la vocación de las personas constituye a menudo una llamada a trastocar, parcial o totalmente, lo que se tenía proyectado. Se debe una esencial fidelidad dinámica a la inspiración primera, constantemente modelada por los acontecimientos o, en lenguaje conciliar, signos de los tiempos” (Pág. 33)

    Y más adelante encontramos otra cita en la misma línea de encontrar una forma nueva de alcanzar el mismo objetivo donde habla de medios y claves concretas que nos pueden resonar también hoy:

    «El cristianismo primitivo no hacía ninguna acepción de personas: las primitivas comunidades cristianas se abrían a todos sin consideración de clases; había que conseguir, con un poco de tacto, el mismo resultado en las congregaciones del siglo XIX» […] «Cada uno estaría próximo a sus semejantes sin aislarse del conjunto» […] Según el P. Chaminade, las nuevas congregaciones tienen que diferir necesariamente de las antiguas porque estamos en tiempos nuevos: «¿Qué hombre sensato – dice Chaminade – no ve que las palancas que movían el mundo moral necesitan hoy de otros puntos de apoyo?». En concreto, señala cinco puntos de diferencia: 1º) La unión de los diversos estados de vida, «que nos recuerda la unión de los primeros cristianos». 2º) Las asambleas públicas, en las cuales se procura enseñar la religión de modo interesante, que sea provechoso para los que escuchan y para los que hablan. 3º) El espíritu de celo y de propaganda. «Cada Director es un misionero permanente, cada congregación una misión perpetua». 4º) El sector de los postulantes: «reuniones de adolescentes que se acoge en el momento en que quedarían sin ninguna ayuda, expuestos a todos los peligros del mundo». Resultan provechosas «no sólo para los muchachos sino también para los jóvenes congregantes que los forman» 5º) Las nuevas congregaciones no son sólo asociaciones «en honor de la Santísima Virgen: es una santa milicia que avanza en el nombre de María y que entiende combatir las potencias infernales bajo la guía y por obediencia a Aquella que debe aplastar la cabeza de la serpiente…» (Pág. 36)

    Y esa adaptación no es sólo personal o de los proyectos, también hay que adecuar las instituciones al tiempo y lugar presente como sigue diciendo:

    “Hace falta una Institución nueva adecuada a los tiempos, a los lugares, a las circunstancias; no tiene necesidad de todo lo que existía en las antiguas costumbres de los Institutos antiguos. El Espíritu de Dios no cambia en todo esto; pero manifiesta que su influencia es universal y que podrá llegar a todos los hombres, a pesar de la diversidad de los espíritus y de las costumbres de los diferentes tiempos…» (Pág. 67) Sería difícil, sería inoportuno hacer renacer esas instituciones con las mismas formas que antes de la Revolución. Pero ninguna forma es esencial a la vida religiosa. Se puede ser religioso con una apariencia seglar. Los malos albergarán menos desconfianza; les será más difícil poner obstáculos; el mundo y la Iglesia quedarán edificados. Hagamos pues una asociación religiosa por la emisión de los tres votos de religión, pero sin nombre, sin hábito, sin existencia civil, en la medida que se pueda: ‘Nova bella elegit Dominus’. Y pongamos todo bajo la protección de María Inmaculada, a quien su divino Hijo ha reservado las últimas victorias sobre el infierno: ‘Et ipsa conteret caput tuum?. Seamos, hijo mío, dijo finalmente con un entusiasmo que no le era habitual, seamos en nuestra humildad el talón de la Mujer» (Pág. 69-70)

  • Hay ciudades en que cada año surgen nuevos grupos de jóvenes, sin embargo, cada año parece que nos pilla por sorpresa el tema de los acompañantes. Algo muy bueno podría ser hacer un tiempo de preparación intensiva de un grupo de acompañantes que, al curso siguiente, van a llevar a los nuevos jóvenes. Donde, en clave de convivencia y retiros, practiquen un modelo de oración, trabajen en profundidad los temas y materiales del itinerario que vayan a seguir y aprendan a acompañar.

    La preparación no es sólo intelectual, de ahí que la propuesta no sea una mera formación académica sino más enfocada a vivir y compartir lo que se anuncia. Esto ayudaría a mejorar la falta vivencia de la fe que tantas veces percibimos en nuestros acompañantes que, a su vez, tratan de transmitir la fe, como algo intelectual o de actividades, pero sin vivencia.

    La preparación intensiva de estos grupos de acompañantes bebe de la idea de Chaminade de preparar, lo que él llama, una élite que sea verdadera levadura en la vida de la fe:

    «La idea de la congregación implica necesariamente la idea de una elección, de una élite, de una agrupación de cristianos que quieren distinguirse de la masa por una práctica más exacta de los deberes de la vida cristiana… Por su propia naturaleza, la congregación es una agrupación restringida, que tiende a formar una élite… El bien que obrará en la sociedad será tanto mayor cuanto sus miembros, aunque sean menos numerosos, sean más fervientes…». […] «Esa era en particular la idea que Chaminade se hacía de la congregación. Apuntaba más a la calidad que al número…» […] «debía permanecer como una élite militante y conquistadora: las almas que no tuviesen la llama del proselitismo no estaban hechas para ella». (Pág. 48)

    Estos acompañantes han de ser muestra de gente que ha respondido a la llamada de Dios o que está en proceso de hacerlo. Si el joven ve a una persona que no sabe quién es ni qué le pide Dios, desconecta, su testimonio no será significativo.

  • Nuestro carisma nos llama a revisar si los medios que empleamos aún son adecuados para el tiempo presente. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    El Capítulo General de 1986 empieza afirmando que «la renovación de nuestra misión ha sido la preocupación dominante de este Capítulo General». Dice en su introducción: «Nos hemos sentido interpelados y desafiados, como lo fue el Fundador, por un mundo que experimenta cambios culturales profundos y necesita una nueva evangelización» […] «lo mismo que el P. Chaminade escogió como medios la congregación y las escuelas para recristianizar a Francia, nosotros escogemos hoy los medios más adaptados a nuestro tiempo y lugar para implantar la fe». […] «En algunos casos debemos emprender acciones nuevas apropiadas a nuestro tiempo; en otros debemos dejar algunos medios que son buenos, pero menos importantes; en otros deberemos concentrar e intensificar nuestros esfuerzos en algunos medios que siguen siendo apropiados» (nº 3). (Pág. 93)

    En esa adaptación al tiempo presente, podríamos decir que hubo un tiempo, no hace muchos años, en que los marianistas teníamos que encabezar movimientos más laxos en las formas y racionalizar el tema de la fe, porque era lo que nos demandaban los signos de los tiempos. Pero ese tiempo de separar al Jesús histórico del Cristo de la fe ya pasó, y no podemos seguir manteniendo la mística y lo sagrado fuera del discurso como si fuera algo accesorio o propio sólo de algún sector de la Iglesia, porque hoy, en medio de tanto racionalismo, el joven demanda espiritualidad y mística.

    Si nos fijamos en la pobreza, en general no vivimos una vida de derroche e incoherencia. De hecho, podríamos argumentar que somos coherentes con el deseo del fundador de adoptar la forma de vestir y hábitos de nuestro entorno. Sin embargo, desde el punto de vista del profetismo y la imagen que tienen de nosotros algunos jóvenes, podríamos plantearnos recuperar o reforzar una austeridad profética y coherente, común a todos los religiosos, que no dependa tanto de la persona y sus “derechos adquiridos”. Somos muchos los que hemos elevado nuestro nivel de vida al entrar en la Compañía de María adaptándonos al ritmo de la comunidad y percibimos fácilmente que las crisis económicas del mundo no nos afectan, mientras que amigos y familiares cercanos sí las sufren. Por tanto, sería un gesto profético el acercarnos más a San Pablo y “estar en el mundo sin ser del mundo” porque nuestros jóvenes no perciben con claridad la diferencia entre ser o no religioso marianista con lo que ven en nosotros.

    Si miramos a las estructuras, las ideas de José Cristo Rey García Paredes al hablar de la belleza de la vida religiosa nos pueden inspirar, en este caso, desde la perspectiva de una forma de gobierno que sea profética. Comentaba el claretiano que somos utilitaristas, tenemos organizaciones útiles para un gobierno, pero no son bellas porque se olvidan de muchas cosas y todo se iguala, tenemos territorios inmensos que organizar pero donde no se puede ver la belleza. Somos guardianes de las biorregiones y nos perdemos la pequeñez de la belleza. Pero podrían decir de nosotros “Que bellamente estáis organizados”, este puede ser un contexto de belleza porque no somos una multinacional y en nuestro carisma en concreto, tenemos a gala el ser una Familia más que una estructura.

    Recojo también algunas ideas de Javier de la Torre pensando, en este caso, en una vida comunitaria profética. Javier viene a decir que hoy en día hay muchos estímulos pero pocas pasiones. Es decir: falta gente apasionada y sobran estímulos. Tener unas mismas metas con las que apasionarnos, ayuda a la educación de la afectividad y a la construcción de la fraternidad. Perder el tiempo no es en absoluto grave pero no estamos educados para eso. La vida no es una carrera si no un tiro al blanco, la vida es encontrar dianas. El mundo ha olvidado esto, pero la vida religiosa puede ser la que dé luz en este sentido.

    Por último, hablando de alumbrar, hay otro gesto profético al que somos llamados: el de mantener la lámpara encendida y permanecer firme en la casa. Los jóvenes necesitan, como el hijo pródigo, como Adán y Eva, como nosotros a su edad, como todo ser humano en su proceso de maduración, abandonar la casa paterna, salir, explorar, descubrir, errar… Pero si no hay un lugar al que volver, el joven no podrá volver, se perderá. Hay que tener claro dónde tenemos que estar y no movernos, ser firmes y no conformarnos con ciertas cosas, no marchar detrás del joven a ciertos lugares, sino permanecer con la lámpara encendida, con aceite suficiente para que se vea el camino de vuelta y se sientan acogidos y abrazados sin reproches, porque “no sabemos ni el día ni la hora” del banquete, como tampoco lo sabía el padre del hijo pródigo.

  • Ponerse en manos de Dios y confiar todo al Espíritu es un ejercicio de humildad necesario. Decía un hermano en una comunidad que le gusta recordarse a sí mismo que “él sólo es el burro sobre el que va montado Jesús al entrar a Jerusalén”. No podemos suplantar a Dios en aquello que hacemos. También Juan el Bautista nos lo recuerda al referirse a Jesús.

    Conforme vamos acumulando éxitos en nuestras acciones, se nos puede ir olvidando que es Dios el protagonista y quien nos ha concedido la gracia necesaria para obtener dichos frutos. En la medida en que nos separemos de él o nos pongamos en su lugar, los frutos irán desapareciendo o haciéndose malos.

    Chaminade podría haber caído en esta apropiación y, sin embargo, conservamos escritos en los que manifiesta la presencia y centralidad del Espíritu. Lo vemos en el siguiente fragmento:

    «La Compañía de María es una de las obras de la Iglesia en que reside el Espíritu de Dios; si el Espíritu de Dios no está en mí personalmente, a causa de mi indignidad, sí está en mí como Superior de una Compañía aceptada en la Iglesia, por sus obispos, el mismo Sumo Pontífice, su Nuncio apostólico; incluso aunque sus Constituciones no hayan sido aprobadas todavía por la Iglesia.» (Pág. 31)

    Del documento “57 Buenas prácticas en parroquias” en el que colaboró la Fundación SM analizando más de 200 comunidades parroquiales de España, observando experiencias de éxito, voy a entresacar algunas referencias al misterio de la fe y la centralidad del Espíritu que consideran en las parroquias y que nosotros podemos trasladar al ámbito de la Familia Marianista:

    1. La parroquia incorpora elementos de evaluación, confiando en la acción del Espíritu Santo. Para ello, cuenta con criterios nuevos, además de contar los usuarios de los sacramentos.
    2. El sacerdote y/o religioso, más el equipo de evangelización, viven una experiencia del Espíritu Santo (Pentecostés) que impulsa el cambio de mentalidad para evangelizar.
    3. La parroquia es consciente que la evangelización es obra del Espíritu Santo. Por ello, impulsa la oración, en la forma de invocación al Espíritu.
    4. La parroquia ha programado tiempos y espacios adecuados para la Adoración eucarística y ha institucionalizado este ministerio.
    5. La Celebración de la Eucaristía es el culmen y fuente de toda la misión evangelizadora, y ninguna actividad/reunión coincide con ella.

    Si antes mencionábamos a Juan el Bautista por su humildad a la hora de reconocerse al servicio de Jesús, ahora podemos hablar de su tarea, y la nuestra, de allanar los caminos, las estructuras y organismos que nos hemos ido construyendo y que vemos como muchas veces son un estorbo para la acción del Espíritu. La estructura no es la que convierte, es el Espíritu, por eso, en las ramas hemos de revisar cómo son nuestras estructuras y procesos para facilitar y no bloquear la acción del Espíritu y no colocar pesadas cargas sobre los jóvenes que ni nosotros llevamos.

    Uno de los dones que podemos pedir al Espíritu es el de mansedumbre, pero no como signo de pasividad, sino como lo ejercía María que es capaz de adelantar la hora sin ego ni frustración, es decir, con una fe plena en la obra de Dios en su hijo al decirnos: “haced lo que él os diga”. La mansedumbre es un acto de fe. Los mansos heredarán la tierra nos advierte Jesús.

  • Una página web oficial me ayuda a construir mi identidad pública. A decir a los demás quién soy y qué ofrezco y, observando distintas páginas web de grupos y entidades, se aprecian diferencias claras.

    Hay grupos que tienen webs sencillas pero cuidadas, con distintas propuestas para edades y temas. Con una estética e identidad buenas que “venden” unos “productos” concretos: grupos de reflexión, de oración, etc. Mientras que en otros ejemplos, todo es más difuso, se sigue la política del antiguo corcho donde colocar todo tipo de avisos sin filtro ni categorización, perdiendo toda identidad y claridad en la propuesta. 

    Dentro de la Familia Marianista, trabajar de manera más coordinada y seria la comunicación, nos permitiría hacer real la misión compartida de acompañar a los jóvenes con una red de acompañantes sólida y bien definida con la que, hacer calendarios, facilitar materiales y aunar criterios.

    Ser joven no es ser tonto y perciben perfectamente la falta de comunicación que hay entre las ramas de la Familia y dentro de cada rama, por eso, es necesario contar con una agenda pública común y mejorar la comunicación provincial de actividades para fomentar las experiencias de fe en los jóvenes en lugar de provocar su confusión y desazón al ver nuestras disputas e incoherencias.

  • No cabe duda de que Chaminade, al ver el crecimiento de las congregaciones, pensó en la vida religiosa como una forma de mantener el espíritu de todas las asociaciones que, a su vez, eran las que realizaban las obras de apostolado. Así nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Sus obras tendrían un alcance que él nunca se hubiera atrevido a darles: su apostolado no sería individual o de paso sino que este apostolado se ejercería mediante asociaciones, que se mantendrían en el espíritu de su institución por medio de una sociedad de religiosos propiamente dichos, coronamiento de todas las otras obras. (Pág. 27)

    Y en otro momento insiste en el tema del “hombre que no muere” como esas comunidades religiosas que han de dar solidez y continuidad a los congregantes:

    Restablece las congregaciones con un espíritu nuevo porque se da cuenta de que el cristiano en solitario está desvalido. Quiere también comunidades religiosas que sean, para la misión, el hombre que no muere, es decir, que la consoliden y la salven de las veleidades individuales o circunstanciales, asegurando su continuidad. (Pág. 4)

    Pero en lugar de ser ese pilar fuerte que sostenga al laico, nos estamos convirtiendo en gente mayor que asume que las cosas están mal y que lo único que queda por hacer es lamentarse y resignarse, eliminando toda voluntad de probar algo diferente.

    Sin embargo, aún hay esperanza, porque proviene de Dios. Debemos confiar en lo bueno, dejar de cuestionar y juzgar al otro, confiar más en que todos queremos hacer las cosas bien, quedarnos con lo bueno de la otra persona y rodear lo malo para salvarlo.

    Contagiar alegría, tener buena relación en los equipos de trabajo en los que estemos o en nuestra propia comunidad, transmitir alegría, paz y decisión. Si lo miras bien, en realidad las cosas antes eran peor, aunque nos guste demasiado repetirnos que “en mis tiempos estas cosas no pasaban”.

    En este clima de pesimismo y de estar de vuelta de todo, a veces se nos olvida acoger a los religiosos que llegan nuevos a una comunidad, allanarles el camino, apadrinarlos, dejarnos transformar por ellos. Es importante dar entrada a los religiosos en las obras bendiciendo, no maldiciendo, ayudando a encontrar el sitio de cada uno, sin prejuicios ni esquemas cerrados como el clásico “y tú ¿de qué das clase?” como si Chaminade hubiera fundado una congregación dedicada a la enseñanza y ese fuera todo el horizonte. Más aún cuando ya estamos jubilados, ese paradigma de la educación puede ser una gran losa.

  • Debemos aportar lo que somos y no un personaje que se disfraza de joven guay que cuestiona a la Iglesia. No hace falta fingir, todos conectamos con quienes se ponen delante nuestro con lo que son sin necesidad de descalificar o alabar a otros para gustar.

    Los jóvenes buscan realidad y autenticidad en las personas y las organizaciones. Que haya diálogo, propósito, integridad, consistencia, espontaneidad. Como Familia Marianista podemos aportarles esto a cualquier edad.

    Ignacio Otaño nos cuenta cómo enamorar con el espectáculo de los veteranos de distinta condición y realidad sin idealismos:

    “Abriéndose a todas las sinceridades, la congregación multiplica los cristianos de hecho y quita a los débiles la excusa de un ideal por encima de sus fuerzas… Así, junto a los congregantes veteranos enamorados de su ideal, se encuentran candidatos y candidatas que, a los 18-20 años no han recibido todavía la primera comunión y son preparados por otros congregantes para recibirla. Los padres de familia ofrecen el espectáculo de hombres cuya vida ha sido siempre ejemplar, de fe firme, junto a otros que han vivido mucho tiempo lejos de la religión.” (Pág. 49)

    Y de la misma manera, conquistar con el ejemplo de fraternidad:

    «en Zaragoza los sacerdotes soportan juntos la separación; sus alegrías y sus tristezas, sus recursos o su penuria, todo lo tienen en común: una carta, una noticia llegada de Francia aflige o consuela a todos…; se les ve juntos en los paseos, en las ceremonias religiosas, y esta fraternidad sacerdotal conquista los corazones”. (Pág. 28)

    Dentro de la nube de referentes que tenemos en nuestro mundo, debemos distinguir a aquellos que lo son, porque nos aman, de otros, que sólo buscan ser queridos y alabados o ganar dinero a nuestra costa. En la Familia Marianista tenemos la oportunidad de actuar, precisamente, como familia, por amor gratuito.

    En este ser referentes, conocer el testimonio de fe de otro es también una experiencia de Dios, un encuentro con la trascendencia que nos hace crecer y nos interpela. En la medida en que nosotros, los mayores, tengamos experiencia de Dios, podremos ser referentes.

  • Hace falta un cambio de paradigma. En el modelo actual, el más joven, o quien todavía aguante, ha de mantener toda la estructura a flote, pero ni el “joven” confía en sí mismo, ni los mayores confían en él y se generan cuadros de ansiedad, estrés y desbordamiento que acabarán con la vida religiosa en menos de 5 años, si no se cambia esta forma de pensar que sirvió mientras había suficientes personas para mantener obras y estructuras, pero que colapsa cuando cada persona ha de asumir las responsabilidades de varias a la vez.

    Dice el Papa Francisco que es mejor una Iglesia accidentada que encerrada. Debemos aportar novedad más que estabilidad. Ser audaces y valientes, no esperar a que la gente se muera para tomar decisiones controvertidas o arriesgadas. Anticiparse al devenir de la vida lo más posible para invertir todas nuestras fuerzas en generar más vida, más que en soportar lo que queda. Es la diferencia entre entregar la vida o perderla, entre compartir el aceite, o alumbrar el camino para el novio.

    Cuando una persona ha reducido su mirada, se apoya en las rutinas y las estructuras, y no hay cosa peor que perder la capacidad creadora y contemplativa. Pero cuando un joven se siente llamado, quiere novedad, no asumir rutinas, que se le irán pegando, como a todos, con el tiempo. Debemos ofrecer novedad.

    No nos encontramos en una situación de crisis del clero igual a la que vivió Chaminade, pero, viendo los datos de entonces y de ahora, da que pensar. Además, desde hace años, en todos los foros de vida religiosa en España se habla de la necesidad de una reforma. Cada cierto tiempo es necesario coger las riendas de dicha reforma, porque dejarlo pasar, no mejora la situación. Así lo refleja Ignacio Otaño sobre la situación en tiempo de Chaminade.

    “Con los hombres más lúcidos de su tiempo, creían en la necesidad de una reforma de la antigua sociedad francesa y también del clero. […] En este período el clero regular y secular está viviendo una fortísima crisis, que algunos historiadores consideran espiritual, teológica, social y económica. Un síntoma de la crisis espiritual será la disminución del 32% de las vocaciones monásticas masculinas, entre 1768 y 1790, y la relajación y escándalos que se producen en algunos monasterios. […] A esto hay que añadir una vida monástica depreciada por las riquezas y relajación de algunos monasterios, que hace extenderse, sobre todo entre el bajo clero, la idea de su supresión por considerarla inútil e incluso parasitaria. […] La crisis interna del clero refleja una crisis social y política generalizada.”

    Frente a estos datos podemos poner, sólo a modo de ejemplo, los de la actual secularización juvenil según el informe “Jóvenes españoles entre dos siglos (1984-2017)” de la Fundación SM. Que nos cuenta cómo la disminución de católicos fue del 10% entre 1994 y 1999 y del 18% entre 1999 y 2005 quedando en 2017 sólo un 32% de jóvenes que se declara católico y sólo el 6% se declara practicante. Menos del 5% cree que la Iglesia tenga algo importante que decir sobre la vida. Al 77,6% les inspira poca o ninguna confianza la Iglesia y organizaciones religiosas.

  • Tenemos una tendencia innata a la competición, a copiar y mejorar lo que hacen otros para ponernos por delante en la supuesta carrera del éxito. Pero, en lugar de eso, hay que aprovechar el impulso de la Iglesia, no copiar iniciativas ni enfrentarse a ellas. Si lo que hacen es en nombre de Jesús y hacen que el joven se ponga a tiro de Dios, debemos apoyarlo y complementarlo con nuestro carisma.

    Estamos en un momento bueno para convocar a jóvenes a compromisos mayores, debemos aprovechar esta ola en el momento actual en que la fe está más de moda y los jóvenes se están poniendo a tiro de Dios aunque lo hagan en otros movimientos de Iglesia.

    Las religiosas marianistas, en su regla de vida, manifiestan muy claramente su relación con la Iglesia y son para el resto de la Familia un gran testimonio de comunión con todo el pueblo de Dios. Recojo algunos de los puntos de su regla de vida citados por Ignacio Otaño:

    Las hermanas colaboran con la Iglesia local y en lo que ya existe, y, al mismo tiempo, dan prueba de invención y creatividad. (II.29)

    Para hacer conocer, amar y servir a María, las hermanas colaboran con la Familia marianista y participan en movimientos marianos de la Iglesia. (II.30) 

    […] Las actividades… «deben tender a hacer surgir y desarrollar comunidades cristianas» (II.33) 

    […] Evangelizar exige caminar con la gente… Lo esencial no es hablar sino vivir el Evangelio con todas sus exigencias…» (II.36). (Pág. 89)

    A la hora de pensar en la relación con la Iglesia, nos puede venir a la cabeza la idea de que Chaminade era contrario a las parroquias. Sobre esto, Ignacio Otaño aclara un poco más qué era lo que rechazaba Chaminade en realidad:

    Chaminade no opone congregación a parroquia, pero cree que las congregaciones no deben quedar restringidas al marco parroquial. […] «Las congregaciones han sido instituidas para curar unos males tan grandes y para reparar las inmensas pérdidas de la religión. Pero ¿cómo podrían conseguir tales éxitos si las funciones religiosas de las parroquias, a las que ya no se asiste, fuesen el medio usado para inspirar el deseo de asistir a ellas?…» […] Si se dejase que la virtud eche raíces en las almas de los congregantes, si se apoyasen las congregaciones, éstas podrían dar feligreses auténticos a sus parroquias. (Pág. 31-32)

    Y más adelante sigue hablando del sentido eclesial y del objetivo de Chaminade de colaborar con la Iglesia para recuperar la fe en Francia y no para ganar fieles para sí mismo:

    El P. Simler compara el papel de la congregación en la sociedad de Burdeos con «El pilón de una fuente que recoge aguas abundantes e inmediatamente alimenta todos los canales que se comuniquen con él. Así la congregación recibe una juventud que ella forma y distribuye enseguida por las diversas obras que solicitan su concurso» […] Varias comunidades de religiosas, con distintos carismas, renacieron gracias a la presencia de congregantes. (Pág. 42-43)

    También hoy podemos caer en la tentación de apropiarnos de los jóvenes y enfrentarnos entre nosotros o con otros grupos de Iglesia. Cuando hablamos de “nuestros jóvenes”, nos referirnos a aquellos jóvenes que han crecido en nuestro entorno o en nuestras obras, pero no debemos olvidar que realmente no son una propiedad nuestra y que el objetivo último no es que sean de mi grupo. En este punto es bueno recordar la célebre frase de Chaminade “jugamos a quien pierde gana”. Así lo presenta Ignacio Otaño:

    En 1805 la congregación tuvo una primera crisis a causa de las numerosas vocaciones religiosas y sacerdotales que surgieron de ella y, por tanto, la privaron de elementos humanos importantes. A los responsables que veían alarmados cómo personas valiosas dejaban la congregación para entrar en el seminario o en distintos Institutos religiosos, el P. Chaminade decía que “nosotros jugamos al quien pierde gana” Con eso quería hacer ver que no había nada que lamentar sino felicitarse por el hecho de que la vida de la congregación hubiese suscitado esas vocaciones. (Pág. 53)

    En el fondo, lo que todos queremos, o deberíamos querer es que la Iglesia sea una y dejemos las rivalidades entre grupos. Al menos eso fue lo único que sabemos que Jesús pidió a su Padre en una oración. “Padre que todos sean uno”

    Una forma de entrar en comunión es a través de la misión. Misión que para Chaminade estaba en manos de los laicos, anticipándose, incluso, al Concilio Vaticano II, como nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Algunos aspectos del modo de entender la misión acercan al P. Chaminade a la eclesiología de misión, subrayada por el Concilio Vaticano II, junto con la eclesiología de comunión… Un primer aspecto común a la preocupación del P. Chaminade y a la Iglesia conciliar es la participación de los laicos en la misión de la Iglesia. (Pág. 3)

  • Cuando Chaminade vio que podía peligrar el rumbo de la congregación, pensó en encargar a un grupo de jóvenes, el llamado Estado, la misión de velar por el espíritu de la congregación como una levadura dentro de la masa. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    “Doce jóvenes, los más firmes en la virtud […] estarían en medio de los jóvenes como la levadura que haría fermentar los principios de la moral y de la religión. […] Los primeros congregantes eran fervientes. Pero cuando la congregación pretende absorber y asimilar también a los alejados, el P. Chaminade ve la necesidad de un grupo humano que asegure el espíritu de la congregación de modo que quienes entran en ella encuentren y asimilen el verdadero espíritu. Por tanto, el fin concreto del Estado es la animación espiritual de la congregación.” (p54)

    En nuestro caso, necesitamos también encontrar esos jóvenes que hagan de levadura para los que están más alejados..

    Una vez constituida la comunidad, la asistencia debe ser lo prioritario, puesto que de lo contrario, no existe una comunidad realmente. No se trata de encontrar el momento del mes en que todos están sin ocupaciones para poner la reunión (porque, además, eso no va a ocurrir) si no colocar la comunidad en el centro y alrededor poner el resto de mis ocupaciones, porque esto es nuclear en mi vida y porque afecta a más personas. Cuando los jóvenes dan la prioridad a esto es que son comunidad, antes son sólo un grupo de amigos más o menos comprometidos.

    En cada etapa, el acompañante ha de ser capaz de ser como un padre que deja al niño suelto para que aprenda a andar y sin que se note, está pendiente para evitar un accidente, pero no para evitar que se caiga. Si los sobreprotegemos, una vez más, esto dejará de ser suyo y antes o después lo desecharán.

  • Los jóvenes agradecen sentirse escuchados por los religiosos, lo tienen como algo característico de nuestro carisma y lo demandan. Pero, conforme nos hacemos mayores, vamos entendiendo cada vez menos lo que ocurre en el mundo y por tanto lo juzgamos cada vez más como algo negativo, feo, malo y que da miedo. 

    Para entender el grito que hay detrás de las propuestas que no comprendemos, primero hay que aguantar frente a ese grito y escucharlo.  Y para descubrir la belleza que esconde, como nos invita a hacer José Cristo Rey García de Paredes, debería preguntarme ¿cuál es el mensaje que quiere transmitir ese colectivo que me incomoda? ¿Qué me sucede a mí, que no logro ver la bondad que esto puede tener? Quizá el escándalo me impide ver más allá y me estoy perdiendo una gran belleza.

    El hombre no existe más que en diálogo con su prójimo. Ha de haber palabras pero también respuestas, ha de haber feedback a imagen de la trinidad. Tiene que haber encuentro entre personas. Es dar y recibir, pero aprender a escuchar con la voluntad de recibir algo que me transforme, a veces, es más difícil. La escucha a los jóvenes ha de transformarme, tanto a mí como a ellos.

  • El contar con un itinerario claro y conocido por todos, nos permite coordinar las iniciativas para crear un cuerpo sólido y variado de actividades para nuestros jóvenes donde les podamos acompañar en su crecimiento y podamos integrarlo en una propuesta general que vaya desde la pastoral del colegio en infantil, hasta la vida de comunidad adulta.

    Eso de tener un itinerario único nos suena, muchas veces, a cortar libertades y a imponer cosas, porque hemos confundido el carisma marianista con un estilo mal llamado “liberal” que en realidad es difuso, sin norte y sin camino. Leyendo a Chaminade, lo último que veremos será ambigüedad y relativismo en sus convicciones y esto no es incompatible con la acogida y el respeto de toda diversidad y el estar abierto a nuevas ideas.

    Sin embargo, el tener metas, por ejemplo en fraternidades, es algo que te permite situarte en un camino y te anima a avanzar al siguiente paso. En este ejemplo tienen la consagración inicial y la definitiva, pero no se enmarcan ni ofrecen bien como momentos de paso y cambio de etapa y, quizá, hacen falta más puntos intermedios.

    En muchas de nuestras comunidades laicas, reconocen que les falta estructura, que, pasados varios años desde la puesta en marcha del grupo, no han visto un hilo conductor claro en lo que hacían en las reuniones. Quedaban de forma irregular, los temas los tenían que elegir y preparar ellos sin criterio y no se sentían ni preparados, ni bien acompañados.

    En el documento “57 buenas prácticas en parroquias” elaborado en 2023 tras el estudio de 200 parroquias, también hacen referencia a los itinerarios. En este caso, resalto dos puntos que hablan de la visión común que marcan dichos itinerarios y el diálogo necesario para alcanzarlos:

    7. Existe una «visión» que da unidad al proceso de conversión pastoral de la parroquia, ordena e integra todas sus acciones convirtiéndola en intencionalmente evangelizadora. 

    31. Ha habido un diálogo y discernimiento entre las necesidades de la parroquia y los carismas, vocaciones, habilidades y capacidades del laicado, muchas despertadas en el discipulado.

    Como Familia Marianista, nos falta atender al vacío que encontramos al salir del colegio cuando todo lo bueno que ofrecíamos en él, desaparece porque no tenemos una estructura sólida y bien coordinada como Familia, como podíamos encontrar, más fácilmente, en los colegios de la red, que dependen únicamente de los religiosos y cuentan con personal contratado para sus acciones.

  • Hoy en día, la Iglesia sigue teniendo un tinte bastante clerical dando un gran protagonismo a los sacerdotes anulando el papel del laico dentro de la Iglesia, haciendo que perdamos el potencial del laico que nos permitiría llegar a ambientes a los que no tenemos acceso. Para Chaminade, esa no ha sido nunca la opción adecuada. Así nos lo cuenta Ignacio Otaño:

    “Las situaciones que el P. Chaminade vivirá durante la Revolución francesa tendrán una influencia importante en su idea de una misión con un exterior más secular y menos clerical, para poder así estar presente también en ambientes y circunstancias adversos.”

    En la vida es necesario posibilitar y desarrollar el sentimiento de pertenencia. Definir cuál es el grupo básico al que deseamos referir nuestro sentido de pertenencia. En la congregación, en la provincia, en la comunidad, en mi persona… Pertenecer es recibir. Uno se siente a gusto cuando ese sitio le aporta algo, siente que ha recibido algún regalo de esa comunidad ¿qué me da, qué recibo? Pertenecer es sentirse aceptado. Sentir que se espera algo de mí, que de alguna manera tengo un cierto protagonismo, pero no ser el centro. ¿Qué puedo dar? Me influye en la manera de estar, en el modo de proceder, en valoraciones, en creencias ¿Se me nota? Pertenecer es identificarse con personajes centrales del grupo. Tener referentes en el corazón ¿A quién sigo? Pertenecer es dar más importancia a esta pertenencia que a otras. Pertenecemos a muchos grupos, círculos y comunidades, pero hay uno que es el central ¿Qué grupo es el más mío? Pertenecer es sentirse cambiado por el grupo. Cambia mi forma de ser, carácter, limitaciones, actitudes… ¿Cómo me cambia?

    Tenemos que ayudar a nuestros mayores a encontrar nuevas formas de contribuir a la misión y a la comunidad, formas de desarrollar su vocación respondiendo a la llamada que siguen recibiendo en esta etapa de la vida y buscar aquello provechoso que pueden empezar cada uno, como dice Chaminade a Lamourouse:

    «Ánimo, el tiempo y los años pasan; sigamos adelante, querida Teresa, continuemos nuestra carrera, usted y yo tenemos aproximadamente la misma edad, nuestros cuerpos se desgastan y todavía no hemos hecho nada. Se trata de empezar algo provechoso y de hacer algo para gloria de Jesucristo, nuestro buen Maestro. Piense en eso y yo también pensaré en ello». (p33)

  • Como decíamos antes, las barreras muchas veces las levantamos los mayores por vivencias del pasado, roces, heridas, recelos, envidias… Las barreras que nos ponemos entre nosotros también afectan a los jóvenes, por eso, también debemos derribarlas y transmitir unidad, sobre todo si les vamos a hablar de comunidad y de Familia Marianista. Chaminade lo vio claro al volver a Francia y encontrarse con que la división entre sacerdotes que en su día juraron o no la Constitución Civil del Clero y que en el exilio habían trabajado por libre, ahora se convertía en una forma de alejar a los fieles y que “una tarea urgente para la Iglesia de Francia, y particularmente en su clero, es recomponer la unidad”.

  • En la Familia Marianista estamos dando los primeros pasos para un verdadero trabajo en familia, donde el peso de una rama en concreto o su historia, no condicione a las demás en cuanto a liderazgo o a formas de proceder, y que sea, sin embargo, el discernimiento común en escucha del mundo contemporáneo y del Espíritu, lo que marque las decisiones. 

    En este sentido, debemos revisar las estructuras actuales para que sean funcionales y eficientes, con tareas concretas y reconocidas por todas las ramas. Y en cuanto a sus miembros, han de ser gente válida para la tarea y no un miembro de cada rama para cumplir cuotas de participación. Los religiosos, por ejemplo, podríamos confiar en un laico en contacto directo con la Administración Provincial, para representarnos en material de pastoral juvenil en una comisión de Familia. 

    Siguiendo con este ejemplo, si los religiosos contamos con un Asistente de PJV, miembro del Consejo Provincial en una comisión de Familia donde el resto de ramas aportan a un delegado voluntario, se produce una situación desigual de responsabilidad, autoridad e implicación, además de condicionar la renovación de los miembros de ese equipo a los cambios en el equipo provincial. Todo esto puede dificultar el verdadero trabajo en Familia.

    La forma de proceder por cuotas o cargos, puede hacer que las decisiones no las tomen personas cualificadas, por edad, o por situación vital o por carga de trabajo, y por tanto, no satisfacen a las ramas que dejan de confiar en las comisiones y las desautorizan.

    Por su parte, Chaminade tenía claro que la unidad y el trabajo coordinado es esencial para llegar más lejos. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    “Durante la Revolución se crean además nuevas estructuras de Iglesia, una pastoral de conjunto que, en medio de la actividad clandestina, aglutine las fuerzas y las coordine. […] Un consejo asegura la unidad de objetivos y acción. En Burdeos se ha preferido el término de cooperador al de misionero. Boyer anima a la unidad de los cooperadores: Sería inútil, mis queridos hermanos, que estuvierais llenos del celo ardiente que debe distinguir vuestro ministerio si cada uno de vosotros siguiese su camino individualmente y separado de sus cooperadores. Seríais como unos soldados desperdigados que nunca podrían vencer. Sólo siguiendo un mismo camino, en el que brillen la armonía, la conjunción y la unidad disciplinada, podréis lograr el objetivo común que os debéis proponer»

  • De Chaminade nos cuenta Ignacio Otaño algo que hoy sigue reclamando el Papa:

    “Superará una visión clerical de la misión, dando al cristiano laico la oportunidad de asumir responsabilidades, que suscitarán susceptibilidades en su tiempo pero que permitirán entender el bautismo dinámicamente, como un envío a actuar en el mundo, no a ser un simple receptor de órdenes a cumplir.” (Pág. 3)

    Sin duda esto es algo que está en nuestro ADN, pero aún nos queda mucho camino por recorrer, tanto por parte de los laicos que se acomodan, como por parte de los religiosos que, muchas veces, sin darnos cuenta, asumimos modelos clericales desconfiando de las capacidades del laico, o no dejando que las pueda desarrollar si aún le falta recorrido.

    La responsabilidad acompañada hace crecer y genera comunidad. Además es bueno ejercer la responsabilidad con sentido comunitario, no por medio de encargos individuales a determinadas personas que son de mi confianza y me garantizan el resultado que yo quiero obtener.

    Escuchando de nuevo lo recogido por Ignacio Otaño, vemos cómo era la organización entre los congregantes:

    “Esas responsabilidades personales se ejercían con un sentido comunitario y se coordinaban mediante el consejo de la congregación, que se reunía todas las semanas y era el órgano regulador de todos los ejercicios y buenas obras de la congregación” (Pág. 40)

    Finalmente, en este compartir responsabilidades, hay que insistir en no instrumentalizar a las personas, hacerlas corresponsables es compartir responsabilidades, preocupaciones, proyectos, vida. Tratando al “joven” como el adulto que es o, al laico marianista en general, como alguien capaz de transmitir el carisma y no como un recurso para ejecutar determinadas tareas secundarias.

  • Antes de dar a alguien una responsabilidad, deberíamos darle una formación para saber cómo asumir esa tarea. Sin embargo, observamos que no estamos formando a los acompañantes, ni catequistas, ni asesores, pero, ante la necesidad de poner en marcha grupos, cerramos los ojos a las carencias y ponemos al frente de los grupos a gente muy generosa y poco preparada, provocando un daño mayor.

    Chaminade lo tenía muy claro, había que preparar jóvenes que puedan influir y cambiar el rumbo de las cosas. Recojo distintos fragmentos de Ignacio Otaño donde trata el tema:

    En lugar de perderse en estériles lamentos, hay que ir preparando jóvenes que puedan influir en la futura nueva sociedad que está ya naciendo. Del grupo de jóvenes que, con visión de futuro, está recibiendo y formando, saldrá una generación de sacerdotes, religiosos y religiosas, fundadores y fundadoras, laicos y laicas comprometidos en una verdadera misión. Como dice un autorizado historiador de la diócesis de Burdeos, refiriéndose a este grupo que se reunía en torno al P. Chaminade en esta época, «por el celo de estos jóvenes y de estas jóvenes se preparaba la Iglesia de Burdeos de los años 1800» […] «una gran cantidad de almas selectas le confiaba gustosamente sus más profundas aspiraciones; fue probablemente entonces cuando, previendo días más tranquilos, empezó a proyectar esta Congregación de María Inmaculada que tan vivo resplandor difundiría más tarde en toda la ciudad»  (Pág. 19) 

    «Su intención era la de esconderse para poder continuar contra viento y marea al servicio de las almas; y veremos que toda una élite estrechaba su relación con él, élite en la que él ponía grandes esperanzas para la renovación cristiana de Francia. (Pág. 21) 

    Cuando Chaminade volvió a Francia en el año 1800, su programa, madurado en Zaragoza, se resumía en dos puntos: Formar apóstoles para lanzarlos a la conquista de la nueva sociedad. Poner su apostolado bajo los auspicios de la Virgen Inmaculada. (Pág. 29)

    De 1800 pasamos a 2023, concretamente al estudio que hacen de 200 parroquias para analizar realidades de éxito hasta elaborar las “57 buenas prácticas en parroquias”. En este caso recojo lo que se refiere a invertir recursos materiales y personales en formación que nos pueden dar algo de luz.

    • 7.b La parroquia asigna recursos económicos para el desarrollo de su nuevo modelo pastoral, especialmente en su dimensión evangelizadora. 
    • 21. Para llevar a cabo los métodos/acciones/eventos de primer anuncio, hay un equipo de laicos y/o religiosos que junto al párroco se forman en ello y se encargan de su organización. (BP. Métodos para el primer anuncio) 
    • 25. Está contemplada una asignación de recursos (de personas, económicos y de tiempo y espacios) para la realización de métodos y eventos de primer anuncio. 
    • 28. Está contemplada una asignación de recursos (personas, económicos y de tiempo y espacios) a los procesos de discipulado.

    La formación no siempre es teológica. Cuando alguien no sabe leer y escribir, decimos que es analfabeto y que tiene una limitación de comunicación muy grande en nuestro mundo. Los medios de comunicación no han dejado de enriquecerse y aumentar año tras año y, sin embargo, hay demasiada gente que ha decidido detener su formación y asumir como malo todo aquello que no aprendió de niño. Esto nos lleva a perder el abanico de posibilidades que nos abren hoy las redes sociales que, en ocasiones no son una alternativa, sino la única vía para acompañar a los jóvenes que demandan relación y estabilidad psicológica y lo hacen por otros medios en los que no estamos formados.

    Siguiendo con el ya citado documento de “57 buenas prácticas en parroquias”, podemos ver ahora lo que se refiere a la formación y acompañamiento de acompañantes y líderes:

    • 15. Laicos, sacerdotes y/o religiosos se forman y preparan para la conversión pastoral, y asumen, con corresponsabilidad, acciones pastorales y ministeriales (según las necesidades de la parroquia) desde el discernimiento comunitario. 
    • 29. La parroquia, conforme a su identidad y cultura, engendra y capacita discípulos misioneros: conforman su vida según el Evangelio y el Espíritu Santo (discernimiento), escuchan la Palabra de Dios y la proclaman, tienen una vida activa de oración y sacramental, participan en la vida comunitaria desde la acogida y el acompañamiento mutuo, evangelizan en su entorno cotidiano y atraen a otros, siempre en continuo perfeccionamiento de sus competencias para la misión. 
    • 32. La parroquia establece formación específica para los distintos servicios, ministerios o liderazgos que van surgiendo. 
    • 36. El párroco acompaña el crecimiento en la fe de estos grupos pequeños o células, reuniéndose habitualmente con los líderes o animadores de cada grupo/célula. 
    • 54. La parroquia tiene un plan de formación para sus líderes laicos sobre competencias en la gestión de personas y liderazgo. 
    • 55. El párroco asume que una de sus tareas esenciales es cuidar, acompañar y capacitar a los líderes laicos.

Guía de estilo Marianista