Familia

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El carisma Marianista ofrece diferentes tipos de comunidades para vivir la fe: Fraternidades Marianistas, CEMI, Religiosas y Religiosos. Las primeras fases de iniciación y creación son el lugar oportuno para hacer un primer discernimiento vocacional hacia la vida comunitaria religiosa o laica.

  • Familia Marianista – Familia [13]

    Familia Marianista – Familia [13]

    En la dinámica de grupos humanos, el miedo a perder autonomía promueve un cierto «independentismo». Sin embargo, en la Familia Marianista, es esencial trabajar en los procesos de crecimiento local sin perder la identidad, permitiendo una integración en la comunidad global. Las propuestas provinciales deben dialogarse y no imponerse, manteniendo la cohesión en la diversidad.… Ver contenido

  • Escucha – Familia [8]

    Escucha – Familia [8]

    La escucha activa es crucial al trabajar con jóvenes, evitando la autorreferencialidad y la mundanización. Confiar en las nuevas generaciones es clave, reconociendo la acción del Espíritu en ellas. La presencia activa y el tiempo dedicado a escuchar son fundamentales para comprender sus inquietudes y construir una relación significativa. Ver contenido

  • María – Familia [7]

    María – Familia [7]

    Chaminade establece claramente el objetivo de la Familia Marianista: reavivar la fe en todas partes. La centralidad de María en este objetivo es esencial, como herramienta y modelo de devoción. Nos recuerda que la alianza con María implica reciprocidad y la imitación de sus virtudes. También nos exhorta a mantenernos firmes en la fe, recordando… Ver contenido

  • Signos – Familia [6]

    Signos – Familia [6]

    Chaminade nos insta a adaptarnos a los tiempos, manteniendo la fidelidad al objetivo. Aprendamos de su flexibilidad para cambiar los medios sin perder la esencia. La institución debe evolucionar según el presente, sin miedo a renovarse. Así, como la Mujer prometida en la victoria final, avancemos en humildad. Ver contenido

  • Evaluación – Familia [6]

    Evaluación – Familia [6]

    Es crucial sanar heridas para una evaluación objetiva. La humildad evita análisis excesivos y comparaciones injustas. Recordemos la llamada a no temer y vivir desde la fe. Evitemos la victimización y optemos por una mirada misericordiosa en nuestras evaluaciones, para promover el crecimiento. Ver contenido

  • Humildad – Familia [6]

    Humildad – Familia [6]

    Aprender del sencillo y abrazar al herido: claves de humildad. Frente al mal, ganar con bien. La rigidez puede herir; la humildad cura. Jesús se limitó para sanar. La sociedad valora la vulnerabilidad. Amor y verdad van juntos; las cicatrices revelan salvación. Evitemos la toxicidad en nuestras conversaciones; la crítica daña y aleja. Ver contenido

  • Iglesia – Familia [5]

    Iglesia – Familia [5]

    En un momento propicio para convocar a compromisos mayores entre jóvenes, debemos evitar la competición y aprovechar el impulso de la Iglesia para colaborar con iniciativas que lleven a los jóvenes hacia Dios. Las religiosas marianistas manifiestan una clara relación con la Iglesia y ofrecen un testimonio de comunión. Además, debemos recordar que no debemos… Ver contenido

  • Espíritu – Familia [5]

    Espíritu – Familia [5]

    Debemos recordar que somos instrumentos de Dios, no protagonistas. Como Chaminade, confiemos en la presencia y centralidad del Espíritu Santo en nuestras acciones. Observemos las prácticas parroquiales exitosas que reconocen la acción del Espíritu y busquemos allanar los caminos para su acción, revisando nuestras estructuras para facilitar su obra sin imponer cargas. Pidamos el don… Ver contenido

  • Comunicación – Familia [5]

    Comunicación – Familia [5]

    Una página web oficial es vital para definir la identidad pública y ofrecer una propuesta clara. Observando distintos ejemplos, se distingue entre webs cuidadas y coherentes, que presentan una oferta concreta, y otras más confusas, que diluyen la identidad y propuesta. En la Familia Marianista, una comunicación coordinada fortalecería la misión compartida de acompañar a… Ver contenido

  • Testimonio – Familia [5]

    Testimonio – Familia [5]

    Debemos ser auténticos y genuinos, no fingir ser algo que no somos para agradar a los jóvenes. Ellos buscan realidad y autenticidad. Como Familia Marianista, podemos ofrecerles diálogo, propósito, integridad y fraternidad, sin idealismos. Con el ejemplo de los veteranos y la fraternidad entre nosotros, podemos conquistar corazones y ser verdaderos referentes de fe para… Ver contenido

  • Itinerario – Familia [4]

    Itinerario – Familia [4]

    Un itinerario claro nos permite coordinar actividades para acompañar el crecimiento de los jóvenes desde la infancia hasta la vida adulta. No se trata de imponer, sino de tener metas y estructura para avanzar juntos, como resalta Chaminade. La visión común y el diálogo son clave para una pastoral integrada. Ver contenido

  • Barreras – Familia [4]

    Barreras – Familia [4]

    Derribemos barreras y transmitamos unidad. La división entre sacerdotes afecta a los fieles. Recomponer la unidad es urgente para la Iglesia de Francia. Chaminade lo vio claro al regresar y encontrar divisiones. Debemos hablar de comunidad sin barreras. Ver contenido

  • Estructuras – Familia [4]

    Estructuras – Familia [4]

    En la Familia Marianista, revisamos nuestras estructuras para una colaboración más eficiente. Chaminade ya comprendía la importancia de la unidad y coordinación para avanzar. Ignacio Otaño destaca cómo durante la Revolución se promovieron estructuras pastorales conjuntas, reflejando la necesidad de trabajar juntos hacia un objetivo común en la comunidad. Ver contenido

  • Responsabilidad – Familia [4]

    Responsabilidad – Familia [4]

    Chaminade y el Papa nos recuerdan la importancia de superar la visión clerical de la misión, dando a los laicos la oportunidad de asumir responsabilidades. Aún nos queda camino por recorrer, tanto para los laicos que se acomodan como para los religiosos que a veces desconfían de las capacidades del laico. La responsabilidad compartida hace… Ver contenido

  • Profetismo – Familia [4]

    Profetismo – Familia [4]

    En el tema LGTB, la Iglesia se enfrenta a una realidad cotidiana entre los jóvenes pero a menudo evita el diálogo abierto. Mientras algunos como los jesuitas avanzan, los marianistas evitan riesgos proféticos. La Iglesia debe ser clara y firme, evitando la tibieza que nada aporta. Es tiempo de seguir al Espíritu y anunciar con… Ver contenido

  • Formación – Familia [4]

    Formación – Familia [4]

    La formación es esencial antes de asumir responsabilidades pastorales. Chaminade entendió la importancia de preparar líderes que pudieran influir en la sociedad. Invertir en la formación para evangelización, discipulado y liderazgo es crucial para el crecimiento de la comunidad. Además, es fundamental cuidar y capacitar a los líderes laicos para garantizar su efectividad en el… Ver contenido

  • Plan – Familia [3]

    Plan – Familia [3]

    En tiempos de Chaminade, la educación era clave para transformar la sociedad, enfocándose en las Escuelas Normales. Hoy, como Familia Marianista, debemos reflexionar sobre nuestro plan para asistir a María eficientemente. Aprendemos de nuestra tradición a anteponer los intereses generales y hacer apuestas sólidas para recristianizar la sociedad. Ver contenido

  • Oración – Familia [2]

    Oración – Familia [2]

    Las iniciativas de oración deben surgir del impulso del Espíritu y el deseo compartido de rezar, no por compromiso. Es crucial no aferrarse a actividades que ya no inspiran a la comunidad. Terminar una iniciativa sin participación genuina es preferible a mantenerla sin vida espiritual. Ver contenido

  • Entorno – Familia [2]

    Entorno – Familia [2]

    En la Familia Marianista, nuestros comentarios pueden condicionar el futuro de manera positiva o negativa, según el principio del Efecto Pigmalión. Optemos por bendecir en lugar de maldecir a personas e iniciativas, creando un entorno seguro para la expresión de opiniones diversas y moderando nuestra vehemencia para dar espacio a todas las voces. Ver contenido

  • Preparación – Familia [2]

    Preparación – Familia [2]

    La preparación meticulosa de actividades, como los retiros Emaús o Effetá, actúa como un volante de inercia, multiplicando el impacto sin añadir esfuerzos adicionales. Inspirados por Chaminade, buscamos medios efectivos para nuestra misión. Es crucial movilizar a los mayores en una dirección que potencie su experiencia y energía hacia la transformación de los jóvenes. Ver contenido

  • Apertura – Familia [2]

    Apertura – Familia [2]

    Nuestra tradición aboga por la adaptación sin perder la esencia. Debemos mantener claros nuestros pilares y no ocultar aspectos impopulares del cristianismo por miedo al rechazo. La verdadera apertura implica enfrentar el relativismo con profundidad y convicción. Ver contenido

  • Implicación – Familia [2]

    Implicación – Familia [2]

    La dimensión orante en las parroquias se destaca como una buena práctica, incluyendo la recuperación del ministerio de intercesión. Se promueven espacios y tiempos para la oración personal y comunitaria, así como celebraciones integradas con acción de gracias, intercesión y envío. Se establecen ministerios de intercesión por aquellos que se inician en la fe. Se… Ver contenido

  • Acompañantes – Familia [2]

    Acompañantes – Familia [2]

    El acompañamiento personal requiere cercanía y distancia adecuadas. Debemos encontrar acompañantes capaces de abordar temas difíciles con empatía y formación. Colocar a personas no motivadas o sin formación en este papel solo agrava las heridas y los fracasos. Ver contenido

  • Identidad – Familia [1]

    Identidad – Familia [1]

    En la identidad de la Familia Marianista, cada rama surgió con un propósito dentro de la misión común de revitalizar el cristianismo en Francia. Es crucial recuperar y redefinir el papel de cada rama hoy para volver a nuestra identidad original. Según Lalanne, Chaminade creía que la restauración del cristianismo en Francia dependía de la… Ver contenido

  • Formas – Familia [1]

    Formas – Familia [1]

    En la preparación de la oración, es esencial cuidar la estructura, los contenidos y la música. Idealmente, contar con música en vivo facilita la participación, pero debemos asegurar coherencia entre canciones y tema. Además, los recursos tecnológicos o en papel deben ser prácticos y respetar la centralidad en Dios. Ver contenido

  • Acompañamiento – Familia [1]

    Acompañamiento – Familia [1]

    Chaminade fue un agente activo en la creación de comunidades de oración durante la Revolución Francesa. Como Familia Marianista, podemos ser facilitadores para que surjan comunidades discretas que, paso a paso, se conviertan en algo más grande, siguiendo el ejemplo de Chaminade. Ver contenido

  • Vacío – Familia [1]

    Vacío – Familia [1]

    Chaminade identifica la ‘herejía de su tiempo’ y la contrarresta confiando en María. Esta herencia es relevante hoy. Su lucha contra la indiferencia religiosa y la Revolución refleja los desafíos modernos. Como él, debemos emprender nuevos combates por el reino de Dios a través de María. Ver contenido

  • Instrumentalización – Familia [1]

    Instrumentalización – Familia [1]

    En ocasiones, nos limitamos a pedir ayuda a un círculo reducido de personas, sin considerar si están en un momento vital adecuado. Esto puede llevar a agotar su capacidad de entrega y compromiso. Culpar a la persona por no decir ‘no’ refleja una preocupación por el proyecto más que por su bienestar, socavando la cultura… Ver contenido

  • Cuanto más bajamos a lo local, menos enfrentamiento encontramos en un grupo humano, así hasta llegar al mismo individuo. La tendencia “independentista” que nos cierra a los demás por miedo a perder la autonomía, está en el ADN de cualquier grupo humano con identidad y se potencia con el creciente individualismo social. Por eso, ya que decimos que somos familia, conviene trabajar bien los procesos de crecimiento dentro de la Familia Marianista, para poder expandir esa realidad local, sin que nadie pierda su identidad pero, al mismo tiempo, se incorpore a la Familia Marianista global.

    En este sentido, las propuestas provinciales no se pueden recibir ni ofrecer como una imposición. Hay que dialogar y encontrar juntos, la forma en que dichas propuestas puedan servir en lo local.

    Y es que cuando algo empieza, nos movemos en realidades y estructuras pequeñas, manejables y donde es sencillo escuchar todas las voces. Además, en los comienzos, todo el mundo suele ser jóven y con mucha energía, dinamismo y flexibilidad, mientras que cuando las cosas van creciendo, es más difícil controlar el desarrollo de la vida, las propuestas, las inquietudes particulares, y además, va habiendo gente diversa que siente que eso que empezó es suyo y otros lo quieren estropear. Esta dificultad también la encontró Chaminade y también tuvo que buscar nuevas formas de trabajar coordinados. Fue entonces cuando empezó a pensar que hacía falta una institución que garantizase la continuidad de los congregantes aportando una única voz autorizada y reconocida. Nos lo cuenta así:

    Las experiencias vividas en la sucesión de los cambios políticos vividos, con el constante riesgo de una supresión, contribuyen a que en el espíritu del P. Chaminade vaya definiéndose cada vez más una institución que garantice la continuidad, que sea ese hombre que no muere, que andaba buscando desde hacía tiempo. La fórmula del «Estado» dejaba ver algunas dificultades. Por ejemplo, «en medio de tantas obras, ¿cómo haría frente el director a la complicación que resultaba de la diferencia de los reglamentos individuales? ¿Cómo mantendría un verdadero espíritu de cuerpo entre cohermanos que no se veían más que muy raramente? ¿Cómo conseguiría encargar los puestos directivos de la congregación exclusivamente a miembros del ‘Estado’ sin suscitar la desconfianza y los celos?». […] algunos miembros de la congregación expresaban su deseo de «abandonar sus ocupaciones en el mundo y vivir en comunidad» (Pág. 62)

    Si perteneces a una familia de muchos primos y hermanos, verás que no te exige estar en todo, pero sí alegrarte, valorarlo, agradecer y sentirlo muy tuyo aunque tú no estés o no lo gestiones. De la misma manera, pertenecer a la Familia Marianista no implica participar en todo, pero sí sentirlo todo como propio y alegrarnos con el trabajo del otro, saber que existe y que otros miembros de la familia lo están disfrutando. De esta forma, mis propuestas a la familia también podrán ser recibidas con agrado.

    Chaminade ya era consciente de que no todo el mundo se dedicaba a todo, pero sí lo veía todo como propio:

    En tareas que requieren cualidades específicas, toda la asociación las toma como propias, pero sólo algunos se dedican a ellas… (Pág 50)

    Y continúa Ignacio Otaño contando cómo se trata de estar en primer lugar unidos en la mente y en el corazón como signo distintivo:

    La naturaleza y la esencia de una congregación «está en la unión de las mentes y de los corazones de los que la forman y en la reunión frecuente de las personas, ya unidas de mente y corazón por la caridad». (Pág. 45)

    Y si no encontramos las fuerzas o la motivación para esa unidad de corazones y mentes, debemos acudir a María como madre común que nos hace hermanos:

    El espíritu de fraternidad que debe reinar en la congregación se basa en el hecho de que María es la madre de esta familia: «Todos los miembros de esta familia se aman tiernamente y están habitualmente unidos en el corazón de la divina Madre. Si la diferencia de caracteres, si la manifestación de un defecto pudiese alguna vez enfriar los unos respecto a los otros, no tienen más que pensar que todos son hermanos, todos engendrados en el seno maternal de María. (Pág. 46)

    En todas las ramas tenemos realidades muy frágiles, esto nos hace estar muchas veces a la defensiva, o tomando excesivas precauciones para no pasar a la historia como quienes echaron a perder el trabajo de nuestros precursores en la Familia Marianista. Sin embargo, debemos ofrecer a Dios, sin miedo, el carisma y la responsabilidad que hemos recibido de administrarlo para multiplicarlo en lugar de esconderlo para no perderlo. Como en la parábola de los talentos, cerrarse a los demás, no es la opción que nos encomendó quien nos dio esta tarea.

    Los diálogos nos transforman y en ellos actúa el Espíritu. Por eso, más que implantar modelos teóricos, sería una gran ayuda tener conversaciones libres de prejuicios que transformen a todas las partes, en lugar de tratar de convencer a las partes más débiles.

    No podemos pasar por algo que venimos de una historia, no partimos todos del mismo punto ni se puede decir que hoy compartamos todos la misma visión e intereses. Incluso dentro de la Iglesia, podemos estar en posiciones diferentes. Por eso, es importante el diálogo y crecimiento mutuo que repara la comunión. Si miramos a Chaminade, vemos que en su tiempo tuvo que lidiar con una fuerte división dentro de la Iglesia. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    Hay también una fuerte crisis social dentro del mismo clero provocada por las patentes desigualdades que se viven. […] El factor económico produce también enfrentamientos constantes entre algunos párrocos y sus feligreses. […] La crisis social y económica del clero se reflejará en la profunda división interna con una fuerte rivalidad entre el clero secular de primero y segundo orden, y también entre los diocesanos y los pertenecientes a las órdenes monásticas. (Pág. 11) Paralelamente a dos cleros enfrentados hay dos cristiandades enfrentadas. (Pág. 14)

    Más adelante nos sigue contando como Cahminade, que podía haber sido un agente de división y polarización, en cambio fue un agente de reconciliación y diálogo para recuperar la comunión mediante la reconciliación:

    Sin despertar en todos el mismo entusiasmo, se va abriendo paso la idea de la necesidad de reconciliación entre los que, habiendo jurado la Constitución civil del clero, quieren perseverar en el ministerio, ahora unidos a Roma, y los que no la juraron entonces. Tarea delicada que requiere personas de tacto y caridad porque los enfrentamientos pasados han enconado muchas heridas. El P. Chaminade, nombrado penitenciario, ejerce esa misión reconciliadora de mayo a junio de 1795, recibiendo la retractación de 52 sacerdotes. (Pág. 19)

  • El joven, en muchos casos, también se toma a sí mismo como referencia y cree que lo que vive y necesita es lo que viven y necesitan todos los jóvenes. Por eso, a la hora de escucharles, no debemos quedarnos con lo primero que nos digan o dar por buena cualquier cosa. En este sentido de la autorreferencialidad, existe el peligro de mundanizarnos al tratar de inculturarnos dejándonos arrastrar por modas o criterios no contrastados, que responden a sus deseos, pero no al crecimiento de la vida de fe de las personas.

    Dentro de la Familia Marianista llevamos a cabo iniciativas muy buenas y muchas veces acertamos en propuestas o modos de actuar, sin embargo, la falta de humildad en el que habla y en el que recibe la información, puede hacer que, cosas que se podrían exportar de una ciudad a otra, acaben desechadas por cómo se transmiten. Una escucha sana, nos ayuda a aprender de los éxitos del otro sin sentirnos humillados y a contar los nuestros con humildad.

    A todos nos cuesta confiar en las siguientes generaciones, es un clásico el que parece que todo termina en uno mismo y que a partir de ahí ya nada volverá a ser como antes. Le pasa incluso a los monitores en cuanto llevan un año en el grupo. Esta falta de confianza en las siguientes generaciones ocurre, entre otras cosas, porque no se da una escucha activa entre las partes. Del mismo modo, deberíamos confiar más en el Espíritu que actúa en las personas y en que Jesús no eligió a los mejores y que, los que nos han precedido, tampoco eran tan buenos. Por eso, hemos de ponernos también a la escucha de Dios en la oración, para dejar de ser yo la referencia de todo.

    Lo que no conocemos nos da miedo o, al menos, no empatizamos con ello. Por eso, si no conoces a la persona que tiene un problema o una necesidad, no le buscas solución. Cuando conocemos a la otra persona podemos amarla, antes no. Por eso, si nos preocupamos por las necesidades de los jóvenes, hay que conocerlos, ir a su terreno, hacerse presente en sus cosas, jugar con ellos, estar en sus reuniones, ayudarles en sus voluntariados, interesarnos por ellos, llamarles si se distancian. Todo esto no es hacerles preguntas, es escuchar respuestas.

    Cuando pasas tiempo con los jóvenes acompañando un grupo, puedes notar que se dispersan mucho. Si son amigos, enseguida se van a hablar de sus temas comunes y se va mucho el tiempo de la reunión. Sin embargo, muchas veces hace falta dedicar ese tiempo a escucharles en lugar de caer en la tentación de reconducir la reunión, porque es ahí donde conoceremos sus inquietudes y el plano en el que se mueven. Al hablar de sus cosas delante de nosotros, nos hacen partícipes de su mundo y nos escuchan más. Escuchar es también no imponer nuestros tiempos y nuestra eficiencia.

  • El objetivo de Chaminade para la Familia Marianista es claro: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe”.

    «Para poner un dique fuerte al torrente del mal, el cielo me inspiró a comienzos de este siglo solicitar de la Santa Sede el nombramiento de Misionero apostólico, con el fin de reavivar o de volver a encender en todas partes la llama divina de la fe, presentando por todos lados ante el mundo asombrado grandes cantidades de cristianos católicos de toda edad, sexo y condición, que, reunidos en asociaciones especiales, practicasen sin vanidad y sin respeto humano nuestra santa religión, con toda la pureza de sus dogmas y de su moral. Imbuido de esta idea, y urgido además por dignos prelados, deposité mi alma entera en una humilde súplica a los pies de nuestro Santo Padre el Papa Pío VII, quien se dignó escuchar favorablemente mi petición y me concedió las más amplias facultades por un decreto del 20 de marzo de 1801. Desde entonces, Santísimo Padre, se han ido formando en varias ciudades de Francia fervorosas congregaciones, unas de varones y otras de mujeres; la religión tuvo la dicha de contar con un número bastante grande de ellas en poco tiempo, y se hizo mucho bien…» (Pág. 30)

    Y, en este objetivo, la centralidad de María no es opcional ni accesoria, fácilmente la encontramos en los textos de nuestro carisma como herramienta para un fin, o como aquella bajo cuyas órdenes debemos ponernos. Concretamente habla así de la piedad filial y de la consagración a María:

    «El genus proximum es ser una sociedad de cristianos católicos, libres, esparcidos en la sociedad, de toda edad, de todo sexo, de todo estado, etc.; la differentia prima es el ejercicio habitual de la devoción a la Santísima Virgen para tender al último fin de toda asociación cristiana» […] de la consagración a María «derivan y son consecuencia todas las reglas, todas las prácticas ofrecidas en esta asociación, todos sus deberes generales y particulares, el mismo espíritu de proselitismo que tiene la congregación». (Pág. 46)

    Y en otro punto habla de Imitar las virtudes de María y de ser formados por ella como lo fue Jesús:

    “María no se limita a conservar y mantener en nosotros la vida de la gracia que por Ella hemos recibido de Jesucristo: al mismo tiempo, Ella trabaja por hacernos llegar a ser conformes al divino modelo”. La alianza con María supone una reciprocidad. Por eso, lo que María hace por el congregante encuentra en éste una actitud receptiva y un deseo de corresponder contribuyendo activa y gozosamente a la obra de María en él […] «la obligación más fuerte que se contrae por esta amable filiación es la de imitar las virtudes de las que María ha dado ejemplo al mundo» (Pág. 47)

    También nos recuerda que María es nuestro apoyo en el desaliento, a través de la consagración particular que realizamos. Nos dice: “Si estáis tentados de desaliento recordad que estáis especialmente consagrados a María” (Pág. 72)

    Además, con lo que dice a los religiosos sobre el voto de estabilidad, queda claro que no quiere caer en la devoción ni en el activismo vacíos. Continúa así Ignacio Otaño:

    Con el voto de estabilidad queremos expresar nuestra voluntad de ser activos misioneros de María: […] nos hemos comprometido por un voto especial, el de estabilidad, a secundarla con todas nuestras fuerzas, hasta el final de nuestra vida, en su noble lucha contra el infierno […] volar adonde Ella nos llame, para extender su culto y por él, el reino de Dios en las almas […] el voto de enseñanza y el de estabilidad son complementarios e interdependientes: el hecho de constituirse «soldados» y «ministros» de María, por el voto de estabilidad, lleva a emplear todos los medios para el bien del prójimo, la formación en la fe y la «reforma de las costumbres», a que consagra el voto de enseñanza […] No se pueden separar espiritualidad y praxis, motivación y acción, espíritu y vida. Es la garantía para no caer en una devoción sin proyección en la vida o en un activismo sin alma. (Pág. 86-87)

    Con todo esto, podemos afirmar que estamos llamados a ser misioneros activos, porque, no es lo mismo la pertenencia a un movimiento que la militancia. Por eso, al decir que estamos en la comunidad para ser misioneros activos de María, debemos asumir una actitud militante, no pasiva.

    Y dentro de la misión, sabemos que, en la Madeleine, los jóvenes eran la misión principal de los mayores y su razón de ser en la comunidad. Toda la estructura de la comunidad busca cuidar el crecimiento y maduración espiritual de estos, por el objetivo principal con el que comenzábamos: “reavivar o volver a encender en todas partes la llama divina de la fe” y Chaminade sabe bien que es la comunidad la que educa en la fe.

  • Debemos ser radicalmente fieles a nuestro carisma, y eso implica una escucha activa al mundo, a los signos de los tiempos, para adaptarnos y hablar desde la realidad en la que nos enmarcamos en cada época, como lo hacía Chaminade, aprovechando lo bueno de cada circunstancia sin cambiar el objetivo, pero sí la ruta. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño hablando de cómo Chaminade recogía las bondades de la Revolución Francesa en su deseo de obtener la Libertad, Igualdad y Fraternidad:

    «Las ideas y las costumbres de este tiempo, en que todavía se veía la palabra igualdad escrita en todas las paredes, permitían ese acercamiento que, por otra parte, no tenía nada contrario al espíritu del cristianismo. Se inculcaba entre los congregantes el apoyo mutuo, los ricos ayudando a los pobres, los grandes protegiendo a los pequeños. Así el P. Chaminade gozaba viendo en estos fervientes estudiantes una imagen de la Iglesia primitiva…» (Pág. 46)

    Lo que nos impide seguir los signos de los tiempos es el miedo al cambio. Con el paso de los años, convertimos los medios en fines y nos da miedo que un cambio lo eche todo a perder o acelere nuestra extinción. Por eso, debemos hacernos indiferentes a los medios con indiferencia ignaciana y, como decía Ignacio, “No temer ni el morir ni el vivir”. Vivir con ese grado de libertad es el que nos permite recorrer los caminos nuevos que el Espíritu abre frente a nosotros en cada tiempo.

    Chaminade se enfrentó muchas veces a esa necesaria adaptación, siempre fiel al objetivo, dispuesto a modificar los medios tantas veces como fuera necesario. Así lo recoge Ignacio Otaño:

    “Formar apóstoles, ése era su destino; ésa fue desde la vuelta del exilio su preocupación dominante. Y su objetivo inmediato – como el de otros, que Simler nombra, en toda Francia – era la juventud. Desde el principio, circunstancias inesperadas pondrán a prueba su capacidad de adaptación a situaciones nuevas sin perder su confianza en la continuidad de los planes de Dios, que muchas veces se confirman cuando, para dejarles espacio, se está dispuesto a modificar los propios. La conjunción de las necesidades reales y la vocación de las personas constituye a menudo una llamada a trastocar, parcial o totalmente, lo que se tenía proyectado. Se debe una esencial fidelidad dinámica a la inspiración primera, constantemente modelada por los acontecimientos o, en lenguaje conciliar, signos de los tiempos” (Pág. 33)

    Y más adelante encontramos otra cita en la misma línea de encontrar una forma nueva de alcanzar el mismo objetivo donde habla de medios y claves concretas que nos pueden resonar también hoy:

    «El cristianismo primitivo no hacía ninguna acepción de personas: las primitivas comunidades cristianas se abrían a todos sin consideración de clases; había que conseguir, con un poco de tacto, el mismo resultado en las congregaciones del siglo XIX» […] «Cada uno estaría próximo a sus semejantes sin aislarse del conjunto» […] Según el P. Chaminade, las nuevas congregaciones tienen que diferir necesariamente de las antiguas porque estamos en tiempos nuevos: «¿Qué hombre sensato – dice Chaminade – no ve que las palancas que movían el mundo moral necesitan hoy de otros puntos de apoyo?». En concreto, señala cinco puntos de diferencia: 1º) La unión de los diversos estados de vida, «que nos recuerda la unión de los primeros cristianos». 2º) Las asambleas públicas, en las cuales se procura enseñar la religión de modo interesante, que sea provechoso para los que escuchan y para los que hablan. 3º) El espíritu de celo y de propaganda. «Cada Director es un misionero permanente, cada congregación una misión perpetua». 4º) El sector de los postulantes: «reuniones de adolescentes que se acoge en el momento en que quedarían sin ninguna ayuda, expuestos a todos los peligros del mundo». Resultan provechosas «no sólo para los muchachos sino también para los jóvenes congregantes que los forman» 5º) Las nuevas congregaciones no son sólo asociaciones «en honor de la Santísima Virgen: es una santa milicia que avanza en el nombre de María y que entiende combatir las potencias infernales bajo la guía y por obediencia a Aquella que debe aplastar la cabeza de la serpiente…» (Pág. 36)

    Y esa adaptación no es sólo personal o de los proyectos, también hay que adecuar las instituciones al tiempo y lugar presente como sigue diciendo:

    “Hace falta una Institución nueva adecuada a los tiempos, a los lugares, a las circunstancias; no tiene necesidad de todo lo que existía en las antiguas costumbres de los Institutos antiguos. El Espíritu de Dios no cambia en todo esto; pero manifiesta que su influencia es universal y que podrá llegar a todos los hombres, a pesar de la diversidad de los espíritus y de las costumbres de los diferentes tiempos…» (Pág. 67) Sería difícil, sería inoportuno hacer renacer esas instituciones con las mismas formas que antes de la Revolución. Pero ninguna forma es esencial a la vida religiosa. Se puede ser religioso con una apariencia seglar. Los malos albergarán menos desconfianza; les será más difícil poner obstáculos; el mundo y la Iglesia quedarán edificados. Hagamos pues una asociación religiosa por la emisión de los tres votos de religión, pero sin nombre, sin hábito, sin existencia civil, en la medida que se pueda: ‘Nova bella elegit Dominus’. Y pongamos todo bajo la protección de María Inmaculada, a quien su divino Hijo ha reservado las últimas victorias sobre el infierno: ‘Et ipsa conteret caput tuum?. Seamos, hijo mío, dijo finalmente con un entusiasmo que no le era habitual, seamos en nuestra humildad el talón de la Mujer» (Pág. 69-70)

  • Hay heridas y roces en muchas personas que hacen que se magnifiquen cosas que no tienen por qué ser tan grandes, o que a la hora de sacarlas a relucir generen más violencia de la que toca.

    Una evaluación en un contexto herido, puede no tener nada de objetiva y perder todo su valor, por eso, debemos sanar las heridas, para poder evaluar de la manera más objetiva posible.

    Al hacer cualquier evaluación, hay que ser humilde y no caer en la tentación de querer analizarlo y juzgarlo todo, sacando todos los defectos posibles, queriendo dar la solución a todo y formulando, además, soluciones que, de entrada, ya sabemos que no son posibles.

    También caemos en la tentación de compararnos con otros grupos o iniciativas, siendo injustos o crueles con nosotros mismos. Esto nos lleva a querer imitar a otros y a perder o rechazar como mala, nuestra propia identidad y carisma.

    Sin duda la realidad es compleja, oscura y demasiadas veces parece insalvable. Sin embargo, empezando por el tiempo de los primeros cristianos, nunca ha sido ni será fácil la transmisión de la fe y la llamada que nos viene de Dios es siempre la misma “No tengas miedo”, “te basta mi Gracia”. Debemos vivir desde la fe. Las situaciones de “encorvamiento” son reales, pero en el análisis podemos convertirnos en nuestros propios enemigos y destruirnos con evaluaciones excesivamente duras y parciales.

    No podemos caer en la tentación de victimizarnos diciendo: “No tenemos vocaciones porque somos malos”. Aunque haya cosas que cambiar, esto es fuente de desánimo y de una tristeza interior que refleja el sufrimiento y el vacío del alma y hace imposible avanzar.

    En lugar de eso, hay que ser paciente y misericordioso con las cosas que no van como nos gustaría. Hace falta tener una mirada misericordiosa hacia los jóvenes y hacia todo el mundo en general, para que los juicios ayuden a crecer más que a destruir. Las cosas las podremos mejorar, o no en función del talante con que las evaluemos.

  • Aprender del sencillo y abrazar al herido son dos claves de la humildad que nos pueden ayudar. Ante el mal que se propaga a través de las heridas, debemos ganar al mal a fuerza de bien, abrazando al herido. A veces uno solo no puede encontrar fuerzas, por eso es bueno buscar aliados para devolver bien por mal.

    Generalmente es bueno ser firme y claro, pero, en ocasiones, una excesiva vehemencia y rigidez puede herir y confundir a gente más humilde e inocente, que, por otra parte, consigue aceptar mejor la pobreza de los hermanos y nos puede enseñar a hacerlo.

    El límite es un espacio teológico que Jesús acogió. Él se limitó, se curvó para sanar. Lo recto y perfecto sirve para orientar pero no para sanar. Se nos olvida que somos vulnerables y cuando lo recordamos nos hundimos, por eso debemos aprender a curvarnos, a ser más humildes y vulnerables, más imperfectos. La sociedad, por su parte, camina cada vez más en esta línea de acoger la realidad imperfecta, separándose de los héroes impolutos, elevando a la gente vulnerable y herida como los nuevos protagonistas en series y películas. Los jóvenes reclaman referentes auténticos, para fantasear ya tienen Instagram.

    Amor y verdad siempre van de la mano. El verdadero amor no está exento de dureza. Si no ven nuestras cicatrices, no verán que hemos sido salvados.

    Muchos empleamos demasiado el recurso del cinismo, la ironía y el sarcasmo, pero eso impide que surja lo bueno, la esperanza, la confianza en Dios, generando un clima de desazón y malestar hacia la realidad. Ante ese descontento con el presente, debemos tener en mente que nosotros pasaremos, pero Dios no pasará.

    Siguiendo en la línea de nuestra actitud y la necesaria humildad, podemos ver como las conversaciones entre algunos de nosotros son cada vez más tóxicas y muchas veces trascienden los círculos de confianza, por ejemplo religiosos que hablamos mal de otros religiosos delante de laicos. Hablamos desde la crítica, la decepción, el sarcasmo o la ironía desacreditando a personas, maldiciendo en vez de bendiciendo, generando un clima de malestar y rechazo a nuestro alrededor. Esto es muy contagioso y muy dañino. Los jóvenes lo perciben y no les atrae ni inspira confianza.

  • Tenemos una tendencia innata a la competición, a copiar y mejorar lo que hacen otros para ponernos por delante en la supuesta carrera del éxito. Pero, en lugar de eso, hay que aprovechar el impulso de la Iglesia, no copiar iniciativas ni enfrentarse a ellas. Si lo que hacen es en nombre de Jesús y hacen que el joven se ponga a tiro de Dios, debemos apoyarlo y complementarlo con nuestro carisma.

    Estamos en un momento bueno para convocar a jóvenes a compromisos mayores, debemos aprovechar esta ola en el momento actual en que la fe está más de moda y los jóvenes se están poniendo a tiro de Dios aunque lo hagan en otros movimientos de Iglesia.

    Las religiosas marianistas, en su regla de vida, manifiestan muy claramente su relación con la Iglesia y son para el resto de la Familia un gran testimonio de comunión con todo el pueblo de Dios. Recojo algunos de los puntos de su regla de vida citados por Ignacio Otaño:

    Las hermanas colaboran con la Iglesia local y en lo que ya existe, y, al mismo tiempo, dan prueba de invención y creatividad. (II.29)

    Para hacer conocer, amar y servir a María, las hermanas colaboran con la Familia marianista y participan en movimientos marianos de la Iglesia. (II.30) 

    […] Las actividades… «deben tender a hacer surgir y desarrollar comunidades cristianas» (II.33) 

    […] Evangelizar exige caminar con la gente… Lo esencial no es hablar sino vivir el Evangelio con todas sus exigencias…» (II.36). (Pág. 89)

    A la hora de pensar en la relación con la Iglesia, nos puede venir a la cabeza la idea de que Chaminade era contrario a las parroquias. Sobre esto, Ignacio Otaño aclara un poco más qué era lo que rechazaba Chaminade en realidad:

    Chaminade no opone congregación a parroquia, pero cree que las congregaciones no deben quedar restringidas al marco parroquial. […] «Las congregaciones han sido instituidas para curar unos males tan grandes y para reparar las inmensas pérdidas de la religión. Pero ¿cómo podrían conseguir tales éxitos si las funciones religiosas de las parroquias, a las que ya no se asiste, fuesen el medio usado para inspirar el deseo de asistir a ellas?…» […] Si se dejase que la virtud eche raíces en las almas de los congregantes, si se apoyasen las congregaciones, éstas podrían dar feligreses auténticos a sus parroquias. (Pág. 31-32)

    Y más adelante sigue hablando del sentido eclesial y del objetivo de Chaminade de colaborar con la Iglesia para recuperar la fe en Francia y no para ganar fieles para sí mismo:

    El P. Simler compara el papel de la congregación en la sociedad de Burdeos con «El pilón de una fuente que recoge aguas abundantes e inmediatamente alimenta todos los canales que se comuniquen con él. Así la congregación recibe una juventud que ella forma y distribuye enseguida por las diversas obras que solicitan su concurso» […] Varias comunidades de religiosas, con distintos carismas, renacieron gracias a la presencia de congregantes. (Pág. 42-43)

    También hoy podemos caer en la tentación de apropiarnos de los jóvenes y enfrentarnos entre nosotros o con otros grupos de Iglesia. Cuando hablamos de “nuestros jóvenes”, nos referirnos a aquellos jóvenes que han crecido en nuestro entorno o en nuestras obras, pero no debemos olvidar que realmente no son una propiedad nuestra y que el objetivo último no es que sean de mi grupo. En este punto es bueno recordar la célebre frase de Chaminade “jugamos a quien pierde gana”. Así lo presenta Ignacio Otaño:

    En 1805 la congregación tuvo una primera crisis a causa de las numerosas vocaciones religiosas y sacerdotales que surgieron de ella y, por tanto, la privaron de elementos humanos importantes. A los responsables que veían alarmados cómo personas valiosas dejaban la congregación para entrar en el seminario o en distintos Institutos religiosos, el P. Chaminade decía que “nosotros jugamos al quien pierde gana” Con eso quería hacer ver que no había nada que lamentar sino felicitarse por el hecho de que la vida de la congregación hubiese suscitado esas vocaciones. (Pág. 53)

    En el fondo, lo que todos queremos, o deberíamos querer es que la Iglesia sea una y dejemos las rivalidades entre grupos. Al menos eso fue lo único que sabemos que Jesús pidió a su Padre en una oración. “Padre que todos sean uno”

    Una forma de entrar en comunión es a través de la misión. Misión que para Chaminade estaba en manos de los laicos, anticipándose, incluso, al Concilio Vaticano II, como nos lo recuerda Ignacio Otaño:

    Algunos aspectos del modo de entender la misión acercan al P. Chaminade a la eclesiología de misión, subrayada por el Concilio Vaticano II, junto con la eclesiología de comunión… Un primer aspecto común a la preocupación del P. Chaminade y a la Iglesia conciliar es la participación de los laicos en la misión de la Iglesia. (Pág. 3)

  • Ponerse en manos de Dios y confiar todo al Espíritu es un ejercicio de humildad necesario. Decía un hermano en una comunidad que le gusta recordarse a sí mismo que “él sólo es el burro sobre el que va montado Jesús al entrar a Jerusalén”. No podemos suplantar a Dios en aquello que hacemos. También Juan el Bautista nos lo recuerda al referirse a Jesús.

    Conforme vamos acumulando éxitos en nuestras acciones, se nos puede ir olvidando que es Dios el protagonista y quien nos ha concedido la gracia necesaria para obtener dichos frutos. En la medida en que nos separemos de él o nos pongamos en su lugar, los frutos irán desapareciendo o haciéndose malos.

    Chaminade podría haber caído en esta apropiación y, sin embargo, conservamos escritos en los que manifiesta la presencia y centralidad del Espíritu. Lo vemos en el siguiente fragmento:

    «La Compañía de María es una de las obras de la Iglesia en que reside el Espíritu de Dios; si el Espíritu de Dios no está en mí personalmente, a causa de mi indignidad, sí está en mí como Superior de una Compañía aceptada en la Iglesia, por sus obispos, el mismo Sumo Pontífice, su Nuncio apostólico; incluso aunque sus Constituciones no hayan sido aprobadas todavía por la Iglesia.» (Pág. 31)

    Del documento “57 Buenas prácticas en parroquias” en el que colaboró la Fundación SM analizando más de 200 comunidades parroquiales de España, observando experiencias de éxito, voy a entresacar algunas referencias al misterio de la fe y la centralidad del Espíritu que consideran en las parroquias y que nosotros podemos trasladar al ámbito de la Familia Marianista:

    1. La parroquia incorpora elementos de evaluación, confiando en la acción del Espíritu Santo. Para ello, cuenta con criterios nuevos, además de contar los usuarios de los sacramentos.
    2. El sacerdote y/o religioso, más el equipo de evangelización, viven una experiencia del Espíritu Santo (Pentecostés) que impulsa el cambio de mentalidad para evangelizar.
    3. La parroquia es consciente que la evangelización es obra del Espíritu Santo. Por ello, impulsa la oración, en la forma de invocación al Espíritu.
    4. La parroquia ha programado tiempos y espacios adecuados para la Adoración eucarística y ha institucionalizado este ministerio.
    5. La Celebración de la Eucaristía es el culmen y fuente de toda la misión evangelizadora, y ninguna actividad/reunión coincide con ella.

    Si antes mencionábamos a Juan el Bautista por su humildad a la hora de reconocerse al servicio de Jesús, ahora podemos hablar de su tarea, y la nuestra, de allanar los caminos, las estructuras y organismos que nos hemos ido construyendo y que vemos como muchas veces son un estorbo para la acción del Espíritu. La estructura no es la que convierte, es el Espíritu, por eso, en las ramas hemos de revisar cómo son nuestras estructuras y procesos para facilitar y no bloquear la acción del Espíritu y no colocar pesadas cargas sobre los jóvenes que ni nosotros llevamos.

    Uno de los dones que podemos pedir al Espíritu es el de mansedumbre, pero no como signo de pasividad, sino como lo ejercía María que es capaz de adelantar la hora sin ego ni frustración, es decir, con una fe plena en la obra de Dios en su hijo al decirnos: “haced lo que él os diga”. La mansedumbre es un acto de fe. Los mansos heredarán la tierra nos advierte Jesús.

  • Una página web oficial me ayuda a construir mi identidad pública. A decir a los demás quién soy y qué ofrezco y, observando distintas páginas web de grupos y entidades, se aprecian diferencias claras.

    Hay grupos que tienen webs sencillas pero cuidadas, con distintas propuestas para edades y temas. Con una estética e identidad buenas que “venden” unos “productos” concretos: grupos de reflexión, de oración, etc. Mientras que en otros ejemplos, todo es más difuso, se sigue la política del antiguo corcho donde colocar todo tipo de avisos sin filtro ni categorización, perdiendo toda identidad y claridad en la propuesta. 

    Dentro de la Familia Marianista, trabajar de manera más coordinada y seria la comunicación, nos permitiría hacer real la misión compartida de acompañar a los jóvenes con una red de acompañantes sólida y bien definida con la que, hacer calendarios, facilitar materiales y aunar criterios.

    Ser joven no es ser tonto y perciben perfectamente la falta de comunicación que hay entre las ramas de la Familia y dentro de cada rama, por eso, es necesario contar con una agenda pública común y mejorar la comunicación provincial de actividades para fomentar las experiencias de fe en los jóvenes en lugar de provocar su confusión y desazón al ver nuestras disputas e incoherencias.

  • Debemos aportar lo que somos y no un personaje que se disfraza de joven guay que cuestiona a la Iglesia. No hace falta fingir, todos conectamos con quienes se ponen delante nuestro con lo que son sin necesidad de descalificar o alabar a otros para gustar.

    Los jóvenes buscan realidad y autenticidad en las personas y las organizaciones. Que haya diálogo, propósito, integridad, consistencia, espontaneidad. Como Familia Marianista podemos aportarles esto a cualquier edad.

    Ignacio Otaño nos cuenta cómo enamorar con el espectáculo de los veteranos de distinta condición y realidad sin idealismos:

    “Abriéndose a todas las sinceridades, la congregación multiplica los cristianos de hecho y quita a los débiles la excusa de un ideal por encima de sus fuerzas… Así, junto a los congregantes veteranos enamorados de su ideal, se encuentran candidatos y candidatas que, a los 18-20 años no han recibido todavía la primera comunión y son preparados por otros congregantes para recibirla. Los padres de familia ofrecen el espectáculo de hombres cuya vida ha sido siempre ejemplar, de fe firme, junto a otros que han vivido mucho tiempo lejos de la religión.” (Pág. 49)

    Y de la misma manera, conquistar con el ejemplo de fraternidad:

    «en Zaragoza los sacerdotes soportan juntos la separación; sus alegrías y sus tristezas, sus recursos o su penuria, todo lo tienen en común: una carta, una noticia llegada de Francia aflige o consuela a todos…; se les ve juntos en los paseos, en las ceremonias religiosas, y esta fraternidad sacerdotal conquista los corazones”. (Pág. 28)

    Dentro de la nube de referentes que tenemos en nuestro mundo, debemos distinguir a aquellos que lo son, porque nos aman, de otros, que sólo buscan ser queridos y alabados o ganar dinero a nuestra costa. En la Familia Marianista tenemos la oportunidad de actuar, precisamente, como familia, por amor gratuito.

    En este ser referentes, conocer el testimonio de fe de otro es también una experiencia de Dios, un encuentro con la trascendencia que nos hace crecer y nos interpela. En la medida en que nosotros, los mayores, tengamos experiencia de Dios, podremos ser referentes.

  • El contar con un itinerario claro y conocido por todos, nos permite coordinar las iniciativas para crear un cuerpo sólido y variado de actividades para nuestros jóvenes donde les podamos acompañar en su crecimiento y podamos integrarlo en una propuesta general que vaya desde la pastoral del colegio en infantil, hasta la vida de comunidad adulta.

    Eso de tener un itinerario único nos suena, muchas veces, a cortar libertades y a imponer cosas, porque hemos confundido el carisma marianista con un estilo mal llamado “liberal” que en realidad es difuso, sin norte y sin camino. Leyendo a Chaminade, lo último que veremos será ambigüedad y relativismo en sus convicciones y esto no es incompatible con la acogida y el respeto de toda diversidad y el estar abierto a nuevas ideas.

    Sin embargo, el tener metas, por ejemplo en fraternidades, es algo que te permite situarte en un camino y te anima a avanzar al siguiente paso. En este ejemplo tienen la consagración inicial y la definitiva, pero no se enmarcan ni ofrecen bien como momentos de paso y cambio de etapa y, quizá, hacen falta más puntos intermedios.

    En muchas de nuestras comunidades laicas, reconocen que les falta estructura, que, pasados varios años desde la puesta en marcha del grupo, no han visto un hilo conductor claro en lo que hacían en las reuniones. Quedaban de forma irregular, los temas los tenían que elegir y preparar ellos sin criterio y no se sentían ni preparados, ni bien acompañados.

    En el documento “57 buenas prácticas en parroquias” elaborado en 2023 tras el estudio de 200 parroquias, también hacen referencia a los itinerarios. En este caso, resalto dos puntos que hablan de la visión común que marcan dichos itinerarios y el diálogo necesario para alcanzarlos:

    7. Existe una «visión» que da unidad al proceso de conversión pastoral de la parroquia, ordena e integra todas sus acciones convirtiéndola en intencionalmente evangelizadora. 

    31. Ha habido un diálogo y discernimiento entre las necesidades de la parroquia y los carismas, vocaciones, habilidades y capacidades del laicado, muchas despertadas en el discipulado.

    Como Familia Marianista, nos falta atender al vacío que encontramos al salir del colegio cuando todo lo bueno que ofrecíamos en él, desaparece porque no tenemos una estructura sólida y bien coordinada como Familia, como podíamos encontrar, más fácilmente, en los colegios de la red, que dependen únicamente de los religiosos y cuentan con personal contratado para sus acciones.

  • Como decíamos antes, las barreras muchas veces las levantamos los mayores por vivencias del pasado, roces, heridas, recelos, envidias… Las barreras que nos ponemos entre nosotros también afectan a los jóvenes, por eso, también debemos derribarlas y transmitir unidad, sobre todo si les vamos a hablar de comunidad y de Familia Marianista. Chaminade lo vio claro al volver a Francia y encontrarse con que la división entre sacerdotes que en su día juraron o no la Constitución Civil del Clero y que en el exilio habían trabajado por libre, ahora se convertía en una forma de alejar a los fieles y que “una tarea urgente para la Iglesia de Francia, y particularmente en su clero, es recomponer la unidad”.

  • En la Familia Marianista estamos dando los primeros pasos para un verdadero trabajo en familia, donde el peso de una rama en concreto o su historia, no condicione a las demás en cuanto a liderazgo o a formas de proceder, y que sea, sin embargo, el discernimiento común en escucha del mundo contemporáneo y del Espíritu, lo que marque las decisiones. 

    En este sentido, debemos revisar las estructuras actuales para que sean funcionales y eficientes, con tareas concretas y reconocidas por todas las ramas. Y en cuanto a sus miembros, han de ser gente válida para la tarea y no un miembro de cada rama para cumplir cuotas de participación. Los religiosos, por ejemplo, podríamos confiar en un laico en contacto directo con la Administración Provincial, para representarnos en material de pastoral juvenil en una comisión de Familia. 

    Siguiendo con este ejemplo, si los religiosos contamos con un Asistente de PJV, miembro del Consejo Provincial en una comisión de Familia donde el resto de ramas aportan a un delegado voluntario, se produce una situación desigual de responsabilidad, autoridad e implicación, además de condicionar la renovación de los miembros de ese equipo a los cambios en el equipo provincial. Todo esto puede dificultar el verdadero trabajo en Familia.

    La forma de proceder por cuotas o cargos, puede hacer que las decisiones no las tomen personas cualificadas, por edad, o por situación vital o por carga de trabajo, y por tanto, no satisfacen a las ramas que dejan de confiar en las comisiones y las desautorizan.

    Por su parte, Chaminade tenía claro que la unidad y el trabajo coordinado es esencial para llegar más lejos. Nos lo cuenta así Ignacio Otaño:

    “Durante la Revolución se crean además nuevas estructuras de Iglesia, una pastoral de conjunto que, en medio de la actividad clandestina, aglutine las fuerzas y las coordine. […] Un consejo asegura la unidad de objetivos y acción. En Burdeos se ha preferido el término de cooperador al de misionero. Boyer anima a la unidad de los cooperadores: Sería inútil, mis queridos hermanos, que estuvierais llenos del celo ardiente que debe distinguir vuestro ministerio si cada uno de vosotros siguiese su camino individualmente y separado de sus cooperadores. Seríais como unos soldados desperdigados que nunca podrían vencer. Sólo siguiendo un mismo camino, en el que brillen la armonía, la conjunción y la unidad disciplinada, podréis lograr el objetivo común que os debéis proponer»

  • De Chaminade nos cuenta Ignacio Otaño algo que hoy sigue reclamando el Papa:

    “Superará una visión clerical de la misión, dando al cristiano laico la oportunidad de asumir responsabilidades, que suscitarán susceptibilidades en su tiempo pero que permitirán entender el bautismo dinámicamente, como un envío a actuar en el mundo, no a ser un simple receptor de órdenes a cumplir.” (Pág. 3)

    Sin duda esto es algo que está en nuestro ADN, pero aún nos queda mucho camino por recorrer, tanto por parte de los laicos que se acomodan, como por parte de los religiosos que, muchas veces, sin darnos cuenta, asumimos modelos clericales desconfiando de las capacidades del laico, o no dejando que las pueda desarrollar si aún le falta recorrido.

    La responsabilidad acompañada hace crecer y genera comunidad. Además es bueno ejercer la responsabilidad con sentido comunitario, no por medio de encargos individuales a determinadas personas que son de mi confianza y me garantizan el resultado que yo quiero obtener.

    Escuchando de nuevo lo recogido por Ignacio Otaño, vemos cómo era la organización entre los congregantes:

    “Esas responsabilidades personales se ejercían con un sentido comunitario y se coordinaban mediante el consejo de la congregación, que se reunía todas las semanas y era el órgano regulador de todos los ejercicios y buenas obras de la congregación” (Pág. 40)

    Finalmente, en este compartir responsabilidades, hay que insistir en no instrumentalizar a las personas, hacerlas corresponsables es compartir responsabilidades, preocupaciones, proyectos, vida. Tratando al “joven” como el adulto que es o, al laico marianista en general, como alguien capaz de transmitir el carisma y no como un recurso para ejecutar determinadas tareas secundarias.

  • En el tema LGTB, se está desarrollando una corriente sumergida de Iglesia que funciona en guetos pero que es rechazada cuando pone sobre la mesa sus convicciones. Y, aunque para la Iglesia en España sea un tema rechazable y tabú, entre los jóvenes es ya algo normal y cotidiano. Sin embargo, mientras algunas congregaciones, como los jesuitas, van dando pasos de acercamiento en este campo, nosotros, marianistas, seguimos eludiendo la responsabilidad de tomar opciones arriesgadas en la línea del profetismo que no cabe esperar de otros sectores de la Iglesia.

    En la misma línea de aportar luz en medio del mundo, debemos combinar apertura, claridad y firmeza en nuestras propuestas e ideas según el carisma marianista dentro de la Iglesia. Ser tibios para quedar bien con todos y evitar el error o el conflicto, no aporta absolútamente nada al mundo ni a la Iglesia. Ese es el reproche que sufrió la Iglesia de Laodicea.

    Debemos dejarnos llevar más por el Espíritu y no encerrarlo. Ser capaces de cambiar los planes en un momento dado si percibimos que estamos llamados a algo más. No supeditar el Espíritu a nuestros planes o comodidad para conservar lo que nos hemos construido, si no al revés.

    Y todo esto nos ha de llevar a un continuo mensaje de esperanza y liberación. Ese del que hablamos cada año en Navidad, pero que en realidad no anunciamos ni reflejamos. Otros grupos cristianos son más explícitos a la hora de anunciar que el Reino está cada vez más cerca. Los primeros discípulos lo sentían inminente y eso les daba un impulso evangelizador determinado que les llevó a vivir anticipadamente el Reino. Pero, a veces parece que nosotros ya estamos de vuelta de todo y tenemos claro que no veremos, en vida, los frutos del Reino. Solo los falsos profetas anunciaban una cosa y creían otra.

  • Antes de dar a alguien una responsabilidad, deberíamos darle una formación para saber cómo asumir esa tarea. Sin embargo, observamos que no estamos formando a los acompañantes, ni catequistas, ni asesores, pero, ante la necesidad de poner en marcha grupos, cerramos los ojos a las carencias y ponemos al frente de los grupos a gente muy generosa y poco preparada, provocando un daño mayor.

    Chaminade lo tenía muy claro, había que preparar jóvenes que puedan influir y cambiar el rumbo de las cosas. Recojo distintos fragmentos de Ignacio Otaño donde trata el tema:

    En lugar de perderse en estériles lamentos, hay que ir preparando jóvenes que puedan influir en la futura nueva sociedad que está ya naciendo. Del grupo de jóvenes que, con visión de futuro, está recibiendo y formando, saldrá una generación de sacerdotes, religiosos y religiosas, fundadores y fundadoras, laicos y laicas comprometidos en una verdadera misión. Como dice un autorizado historiador de la diócesis de Burdeos, refiriéndose a este grupo que se reunía en torno al P. Chaminade en esta época, «por el celo de estos jóvenes y de estas jóvenes se preparaba la Iglesia de Burdeos de los años 1800» […] «una gran cantidad de almas selectas le confiaba gustosamente sus más profundas aspiraciones; fue probablemente entonces cuando, previendo días más tranquilos, empezó a proyectar esta Congregación de María Inmaculada que tan vivo resplandor difundiría más tarde en toda la ciudad»  (Pág. 19) 

    «Su intención era la de esconderse para poder continuar contra viento y marea al servicio de las almas; y veremos que toda una élite estrechaba su relación con él, élite en la que él ponía grandes esperanzas para la renovación cristiana de Francia. (Pág. 21) 

    Cuando Chaminade volvió a Francia en el año 1800, su programa, madurado en Zaragoza, se resumía en dos puntos: Formar apóstoles para lanzarlos a la conquista de la nueva sociedad. Poner su apostolado bajo los auspicios de la Virgen Inmaculada. (Pág. 29)

    De 1800 pasamos a 2023, concretamente al estudio que hacen de 200 parroquias para analizar realidades de éxito hasta elaborar las “57 buenas prácticas en parroquias”. En este caso recojo lo que se refiere a invertir recursos materiales y personales en formación que nos pueden dar algo de luz.

    • 7.b La parroquia asigna recursos económicos para el desarrollo de su nuevo modelo pastoral, especialmente en su dimensión evangelizadora. 
    • 21. Para llevar a cabo los métodos/acciones/eventos de primer anuncio, hay un equipo de laicos y/o religiosos que junto al párroco se forman en ello y se encargan de su organización. (BP. Métodos para el primer anuncio) 
    • 25. Está contemplada una asignación de recursos (de personas, económicos y de tiempo y espacios) para la realización de métodos y eventos de primer anuncio. 
    • 28. Está contemplada una asignación de recursos (personas, económicos y de tiempo y espacios) a los procesos de discipulado.

    La formación no siempre es teológica. Cuando alguien no sabe leer y escribir, decimos que es analfabeto y que tiene una limitación de comunicación muy grande en nuestro mundo. Los medios de comunicación no han dejado de enriquecerse y aumentar año tras año y, sin embargo, hay demasiada gente que ha decidido detener su formación y asumir como malo todo aquello que no aprendió de niño. Esto nos lleva a perder el abanico de posibilidades que nos abren hoy las redes sociales que, en ocasiones no son una alternativa, sino la única vía para acompañar a los jóvenes que demandan relación y estabilidad psicológica y lo hacen por otros medios en los que no estamos formados.

    Siguiendo con el ya citado documento de “57 buenas prácticas en parroquias”, podemos ver ahora lo que se refiere a la formación y acompañamiento de acompañantes y líderes:

    • 15. Laicos, sacerdotes y/o religiosos se forman y preparan para la conversión pastoral, y asumen, con corresponsabilidad, acciones pastorales y ministeriales (según las necesidades de la parroquia) desde el discernimiento comunitario. 
    • 29. La parroquia, conforme a su identidad y cultura, engendra y capacita discípulos misioneros: conforman su vida según el Evangelio y el Espíritu Santo (discernimiento), escuchan la Palabra de Dios y la proclaman, tienen una vida activa de oración y sacramental, participan en la vida comunitaria desde la acogida y el acompañamiento mutuo, evangelizan en su entorno cotidiano y atraen a otros, siempre en continuo perfeccionamiento de sus competencias para la misión. 
    • 32. La parroquia establece formación específica para los distintos servicios, ministerios o liderazgos que van surgiendo. 
    • 36. El párroco acompaña el crecimiento en la fe de estos grupos pequeños o células, reuniéndose habitualmente con los líderes o animadores de cada grupo/célula. 
    • 54. La parroquia tiene un plan de formación para sus líderes laicos sobre competencias en la gestión de personas y liderazgo. 
    • 55. El párroco asume que una de sus tareas esenciales es cuidar, acompañar y capacitar a los líderes laicos.
  • Si el medio más eficaz de transformar la sociedad en tiempo de Chaminade era la educación, la forma más eficiente de controlar dicha educación era actuar sobre las Escuelas Normales, que podríamos asimilar a las actuales escuelas de Magisterio. Así se habla de esta educación en cascada en los textos de nuestra tradición:

    Por la formación de los maestros en las Escuelas Normales, la Iglesia de Francia podía tener en sus manos la formación de la mayor parte de los muchachos franceses […] el trabajo con los maestros es «uno de los medios más sencillos, más directos y más influyentes para contribuir a la regeneración de Francia» […] «Los doscientos maestros de escuela a los que usted va a predicar llevarán a sus doscientas parroquias ese espíritu de religión que habrán bebido en el retiro y, a su regreso, lo infundirán en sus alumnos. Cuando pienso en los excelentes efectos de esta empresa me conmuevo profundamente y bendigo al Señor por habérnosla inspirado» […] formar los nuevos maestros y reformar los antiguos […] «Por la reforma o renovación de los maestros, la obra conseguirá la reforma de la clase numerosa del pueblo, que es uno de los objetivos de la Compañía de María» […] “Formar los maestros significa formar una generación que cambiaría la mentalidad y las costumbres de Francia” […] «Estamos en un siglo en que se hace razonar, o más bien desvariar, hasta a los campesinos y criados. Es preciso que vuestros alumnos de las Escuelas Normales lleguen a ser pequeños lógicos, incluso un poco metafísicos; es preciso que conozcan las fuentes de las certezas humanas» (Pág. 79-80)

    Este plan de transformación de la sociedad nos puede llevar a pensar, como Familia Marianista, cuál ha de ser nuestro plan hoy, para asistir a María en esta misión de la manera más eficiente posible y, leyendo algo más de nuestra tradición, vemos que, a la hora de hacer un plan, es necesario anteponer los intereses generales a los personales y poner en juego nuestros recursos haciendo apuestas fuertes:

    Probablemente Guillermo José compartió con su hermano esa tarea de formación de seminaristas en el exilio. No se trataba de una formación meramente intelectual sino que llevaba consigo un plan pastoral adaptado a la realidad que les esperaba en Francia. Así se deduce de lo que en 1802 escribía el vicario de Burdeos a su nuevo arzobispo para informarle de los recursos humanos con que contaba:

    «el joven Boyer (ordenado sacerdote en Zaragoza el 2 de agosto de 1800) ha obtenido de su obispo (Mons. de la Tour du Pin, arzobispo de Auch) y de los administradores de la diócesis de Burdeos el permiso para trabajar bajo la guía del Sr. Chaminade, que quiere crear una Sociedad de misioneros para evangelizar la diócesis» .

    Esto hace suponer que Chaminade tenía en mente un plan de acción para recristianizar el país y que el arzobispo de Auch lo aprobaba, y, para llevarlo a cabo, anteponiendo los intereses generales a los locales, se desprendía de un elemento sumamente válido para su diócesis. (Pág. 28)

  • Con el paso de los años, vamos acumulando y arrastrando iniciativas de oración que comenzaron un día con un grupo que quería rezar y que hoy son un marrón para quien las tiene que preparar. 

    Las actividades que se hacen por compromiso no contagian el Espíritu. Una oración ha de hacerse porque hay 2 o más que, movidos por el Espíritu se quieren juntar a rezar, pero no para que una iniciativa se mantenga en el tiempo indefinidamente. 

    No nos ha de dar miedo terminar una iniciativa de oración si ya no hay nadie que se quiera juntar a rezar, o los que quieren dicen que no son capaces de asumir la responsabilidad de preparar dicha oración. Si no hay una comunidad que se reúne a rezar, sino encargados sueltos de sacar la oración, lo que tenemos es un circo organizado por gente muy entregada y dispuesta, pero que devalúa el sentido de la oración y de la comunidad.

  • A veces, sin darnos cuenta, dentro de la Familia Marianista, lanzamos comentarios que condicionan el futuro construyéndolo de una manera determinada, minando el ánimo de las personas y alterando su idea de las cosas hasta hacer realidad lo que no lo era tal y como recoge el Efecto Pigmalión. 

    Por ese mismo principio, podemos hacer un condicionamiento positivo bendiciendo en vez de maldecir a las personas e iniciativas, pasando de un entorno hostil, a un entorno seguro en el que poder expresar diferentes opiniones, no porque todo el mundo piense igual, sino porque todo el mundo modera su vehemencia, para dejar espacio a otras voces que no gozan a priori de tanta seguridad y respaldo.

  • En mecánica, el volante de inercia sirve, simplificando mucho, para aumentar el rendimiento en el almacenamiento de la energía, aprovechando la energía cinética. Es decir: conseguir que la energía o esfuerzo aportado, se multiplique y prolongue en el tiempo lo más posible, haciendo que no haya que añadir mucha más fuerza, para mantener o elevar considerablemente el rendimiento. 

    Es lo que pasa con los retiros Emaús o Effetá, tienen una serie de claves fundamentales como fuerza inicial y las mantienen y amplifican, sin añadir mucha más fuerza, consiguiendo un efecto multiplicador muy grande en la propagación de la fe. También nosotros podemos poner nuestras mejores claves a funcionar de esta manera.

    Así, la preparación de las cosas, encontrando los procesos adecuados que funcionen como en el ejemplo del volante de inercia, nos ayudaría a maximizar los resultados sin sobreesfuerzos, no sólo en actividades de impacto, sino en cada cosa que hagamos. Además, esto es lo propio de nuestro carisma si miramos cómo Chaminade buscaba, en todo momento, los medios que más favorecieran a la misión de transformar toda Francia. 

    Continuando con esto de la inercia, al final, las tradiciones son también como otro volante de inercia, pero ya ineficiente y que sólo nos hace perder energía. Por eso, nos interesaría encontrar una estrategia que movilice a los mayores en la dirección que potencie toda la fuerza y el Espíritu que aún pueden aportar para transformar a los jóvenes.

  • Nuestra tradición es la adaptación y para sostenerlo, recojo un breve fragmento donde Simler nos habla de la tercera de las ideas clarividentes que ve en Chaminade relacionadas con la misión:

    “Ese apostolado tendría formas que le permitiesen llegar más fácilmente a todas las clases de la sociedad; el Instituto religioso se adaptaría a todas las exigencias de tiempos y lugares hasta donde lo permitan la esencia de la vida cristiana y de la vida religiosa.” (Pág. 27)

    Como aparece en muchos otros textos de nuestra tradición, lo nuestro es estar abiertos a la realidad del mundo sea cual sea, pero eso no nos puede llevar a hacer rebajas. Debemos tener clara nuestra propuesta y sus pilares. No podemos presentarnos con máscaras porque nos da miedo que nos rechacen o rechacen nuestra propuesta. 

    Ese miedo nos lleva muchas veces a bajar la intensidad o el nivel doctrinal o a ocultar cosas impopulares del cristianismo y eso alimenta el mal de nuestro tiempo, la falta de profundidad, la desorientación y el relativismo. Este es un mal que estamos llamados a enfrentar y vencer, con la ayuda de María, no a esquivarlo o alimentarlo por una falsa idea de apertura.

  • Entre las “57 Buenas prácticas en parroquias” obtenidas del análisis de 200 comunidades parroquiales de España donde colaboró la Fundación SM, encontramos la dimensión orante y la propuesta de recuperar el ministerio de intercesión como clave de éxito. Estas son algunas de las claves que nos acercan a esta idea:

    1. La parroquia dispone de espacios y tiempos apropiados para la vivencia de las diferentes formas de oración, personal y comunitaria.
    2. Para los servicios o ministerios en la parroquia, u otras misiones, se realizan diferentes celebraciones comunitarias, integrando acción de gracias, intercesión, bendición y «envío».
    3. La parroquia ha constituido el ministerio/servicio de intercesión, especialmente, por las personas que están siendo invitadas a la fe en el primer anuncio o han entrado en el discipulado.

    Es decir, que hay un grupo de personas, cuyo ministerio en la comunidad es rezar por los que están viviendo el primer anuncio o comienzan su andadura en la comunidad a través del discipulado.

    En esta misma clave de los ministerios para acompañar a los que comienzan su andadura en nuestra familia carismática, vemos que hacen falta bastantes acompañantes implicados en las actividades. No porque estas lo requieran por su complejidad o número de participantes, si no por el testimonio de vida y de servicio a la comunidad que aportan, porque lo que evangeliza es la propia vida, no los discursos. Rezar juntos, convivir, participar como uno más, ser accesible y cercano para propiciar un acompañamiento personal puntual o prolongado, todo eso no lo hace una sola persona con un grupo numeroso de jóvenes. El modelo de hombre orquesta ya pasó a la historia y, además, lo nuestro es la comunidad.

  • Hablando con jóvenes vemos como hay ciertas barreras psicológicas cuando pensamos en el acompañamiento personal. Este acompañamiento lo puede y debe hacer alguien cercano al acompañado, pero sin perder la distancia necesaria para esta dinámica. Sin embargo, ahora mismo parece que dicha distancia con religiosos o gente mayor, es demasiado grande como para hablar de ciertos temas. Debemos encontrar acompañantes capaces de ser más cercanos por edad o talante para abordar aquellos temas en los que necesitan ser acompañados.

    Muchas veces asumimos responsabilidades por compromiso, para mantener el barco a flote y no sentirnos responsables de su fracaso. Esto nunca sale bien a la larga y menos si se trata de hacer acompañamiento personal y ponemos a gente que no está motivada, ni formada, ni llamada a este ministerio. Entonces, en lugar de mantener las cosas a flote, ahonda en la herida y el fracaso se hace mayor.

  • En nuestra identidad como Familia Marianista, cada rama nació con una función dentro de la misión común de restablecer el cristianismo en Francia. Debemos recuperar y recrear el papel de cada rama hoy en la Familia Marianista para volver a nuestra identidad original. Esto nos cuenta Ignacio Otaño sobre las intuiciones de Chaminade según la visión de Lalanne:

    Según Lalanne, el P. Chaminade «estaba profundamente persuadido de que el cristianismo no se podría restablecer en Francia más que por la restauración de las Ordenes religiosas». […] «su concepción de la vida religiosa en los tiempos modernos era un poco diferente de la de los otros fundadores». […] sabía que debía hacer algunas acomodaciones para no encontrar obstáculos insuperables. (Pág 60)

  • A la hora de preparar una oración, es sorprendente que, gente ya mayor, religiosos o laicos y con un recorrido de fe prolongado, sigan sin hacer oraciones con una estructura bien cuidada, con unos contenidos elegidos coherentemente con la Palabra y la música apropiada. 

    El ideal en cualquier oración o celebración es poder contar con música en directo, puesto que ayuda más a que todo el mundo cante, y permite controlar mejor los tiempos y los ritmos de la oración. Sin embargo, son pocos los que se manejen bien con los instrumentos y con el canto y, muchas veces, condicionamos las canciones a las capacidades del coro dando como resultado un repertorio aleatorio de canciones que son las que se saben o les apetece cantar, aunque no tengan nada que ver con la oración prevista. 

    Debemos cuidar las formas en estos dos aspectos: procurando tener un coro que cante en directo y garantizando que las canciones y demás contenidos sean coherentes con el tema de la oración y el público. 

    Hablando de las formas en las oraciones, conviene mencionar los recursos tanto tecnológicos como los soportes en papel que han de reflejar la belleza y ser prácticos, es decir: cumplir con su función de ayudar a rezar y estar bien preparados y controlados por quien lleve la oración. Jesús no enseñó a rezar con un PowerPoint ni con una hojita, el foco de atención ha de estar, con diferencia, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y lo demás no ha de captar nuestra atención.

  • Ignacio Otaño nos cuenta como en el tiempo convulso de la revolución Francesa:

    “Se abren oratorios en casas particulares, y cada oratorio es un centro de vida espiritual intensa. El P. Chaminade es un agente activo de esa pastoral clandestina.” (p16)

    De alguna manera promueve y acompaña la creación de estas comunidades de oración. Como Familia Marianista, también podemos ser facilitadores para que surjan estas comunidades quizá no clandestinas, pero sí muy discretas que van dando pasos para convertirse en algo mayor.

  • Chaminade está muy preocupado por lo que llama la herejía de su tiempo y nos llama a todos a confiar a María la victoria final sobre ese mal. Podemos recordar su análisis de la mano de Ignacio Otaño, y ver en qué medida la herejía de nuestro tiempo tiene algún parecido:

    “Su misión debía ponerse bajo el nombre y los auspicios de la Virgen Inmaculada, a quien está reservado el triunfo contra la herejía de los tiempos actuales como contra la de los tiempos pasados. […] Había comprendido que por medio de sus obras debía luchar contra la indiferencia religiosa, fruto de la Revolución; que todo debía colocarse bajo los auspicios de la Santísima Virgen, de la cual M. Chaminade sería el apóstol y, si fuera necesario, el soldado, en el siglo que iba a empezar. Eran los nuevos combates que se debían emprender por el reino de Dios por medio de María. Nova bella elegit Dominus” (Pág. 27)

  • Generalmente tenemos un círculo relativamente pequeño de gente a la que pedimos ayuda porque, por distintos motivos, y en algunos casos poco sanos, hay personas más dadas a la entrega personal, y porque nos es más cómodo ir a lo seguro que arriesgarnos con alguien nuevo.

    De esta forma, salvo que la otra persona se plante y nos diga que no, llega un momento en que la gente no puede más pero sigue respondiendo a nuestras llamadas por compromiso, y vamos llevando a la gente al límite, provocando que la calidad de las actividades se resienta porque las personas, no están en un momento vital adecuado para asumir la tarea, o simplemente no disponen realmente de más tiempo.

    Además, solemos culpar a la persona asumiendo que es ella quien ha de decirnos que no, si no puede más, pero eso nos da dos conclusiones peligrosas: por un lado que no nos preocupa la persona, nos preocupa nuestro proyecto, y por otro que vamos dinamitando la cultura de la entrega y cada vez es más complicado encontrar a alguien que se preste a hacer algo gratis por los demás, al menos en nuestro contexto marianista.

Guía de estilo Marianista