En el tema LGTB, la Iglesia se enfrenta a una realidad cotidiana entre los jóvenes pero a menudo evita el diálogo abierto. Mientras algunos como los jesuitas avanzan, los marianistas evitan riesgos proféticos. La Iglesia debe ser clara y firme, evitando la tibieza que nada aporta. Es tiempo de seguir al Espíritu y anunciar con… Ver contenido
Desde CONFER nos instan a detener la mundanización en la vida religiosa, donde algunos hermanos se alejan de Dios y se conforman con una vida sin pasión ni conexión espiritual. La oración puede ser constante, pero sin transformación interior. La falta de conexión con Dios afecta la belleza de la vida religiosa, un problema que… Ver contenido
Es fundamental reconstruir los vínculos entre generaciones para revitalizar las comunidades. Esto requiere crear espacios de encuentro seguro y libre de juicios, donde mayores y jóvenes puedan conocerse y reconocerse como iguales. Además, es necesario formar, acompañar y empoderar a las nuevas generaciones, permitiéndoles asumir responsabilidades y contribuir con soluciones a las crisis actuales en… Ver contenido
La lectura y comprensión de la Palabra de Dios pueden parecer intimidantes, pero son esenciales para el crecimiento espiritual. Los jóvenes anhelan expresar sus dudas y recibir respuestas, y la riqueza de la Palabra siempre genera interés cuando se presenta con conocimiento y comprensión adecuados. Ver contenido
Es vital educar la sensibilidad para conectar con el prójimo y transformar la sociedad, una habilidad ausente en nuestros itinerarios formativos. Además, aprender a expresar el dolor es fundamental, ya que tendemos a evitarlo. Jesús mostraba sus emociones, y debemos reeducar nuestro mundo afectivo para relacionarnos plenamente con los demás. Ver contenido
Al iniciar la creación de una comunidad, es esencial brindar un ambiente acogedor y sin juicios, especialmente para aquellos jóvenes que pueden estar alejados de la fe o la Iglesia. La elección del primer acompañante es crucial para establecer un entorno de confianza donde compartir la vida y cultivar el vínculo comunitario inicial. Ver contenido
En la sociedad actual, los jóvenes necesitan figuras de padres y madres espirituales que les brinden apoyo y experiencia, sin desnaturalizar su carácter juvenil. El equilibrio entre cuidar y dar espacio es fundamental para su desarrollo, como nos enseña la experiencia de los primeros congregantes marianistas. Ver contenido
Los signos del tiempo nos urgen a reformar la vida religiosa. José Cristo Rey García Paredes compara la restauración de Notre Dame con la necesidad de restaurar la fe. La comunidad Madeleine podría ser clave en esta transformación hacia una nueva vida religiosa para los laicos. ¡Pongámonos en ‘modo peregrinación’ y transformemos nuestra fe! Ver contenido
En nuestras comunidades religiosas, debemos evolucionar hacia ser motores de la comunidad de fe Madeleine, trascendiendo la mentalidad de una comunidad centrada en sí misma. Esto implica devolver el protagonismo carismático a los laicos, quienes también son portadores del carisma y deben participar activamente en la toma de decisiones, especialmente en áreas como la pastoral… Ver contenido
La diversidad de carismas puede llevar al sincretismo. Debemos mantener nuestra identidad sin perderla en la amalgama de influencias contemporáneas. Chaminade insta a conectar con la actualidad sin perder nuestra esencia, optando por audacia y vigilancia para adaptar nuestro carisma al mundo actual. Ver contenido
En la etapa de la juventud, es vital reconocer las distintas fases vitales y las necesidades específicas de cada una. Desde la vida universitaria hasta el inicio de la vida laboral o la formación de una familia, cada período requiere un enfoque único. Ofrecer actividades especiales, como retiros personalizados, puede satisfacer las necesidades individuales y… Ver contenido
Es esencial respetar las formas de participación de los jóvenes en la comunidad, evitando la tendencia de los mayores a querer corregirlas. El enfoque debe centrarse en el interés genuino de la persona por pertenecer, más que en la perfección formal. La asistencia a las reuniones es crucial una vez formada la comunidad, mostrando un… Ver contenido
En tiempos de Chaminade, la educación era clave para transformar la sociedad, enfocándose en las Escuelas Normales. Hoy, como Familia Marianista, debemos reflexionar sobre nuestro plan para asistir a María eficientemente. Aprendemos de nuestra tradición a anteponer los intereses generales y hacer apuestas sólidas para recristianizar la sociedad. Ver contenido
La realidad de los jóvenes ha cambiado en las últimas décadas, por lo que no podemos esperar que se integren en las comunidades de la misma manera. Es crucial adaptar el lenguaje y las formas de comunicación para conectar con ellos. Iniciativas como Ac2ality ofrecen noticias con un enfoque fresco y accesible. La resistencia al… Ver contenido
Es fundamental involucrar a los jóvenes en la toma de decisiones y en la planificación de actividades, incluso renunciando a nuestras ideas si es coherente con el espíritu comunitario. Esta práctica, valorada por los primeros congregantes, permite el crecimiento mutuo y la integración de distintas generaciones en la comunidad. Ver contenido
Para integrar a los jóvenes en la comunidad, es crucial derribar barreras y ganar su confianza como acompañantes. Algunos jóvenes prefieren no ser acompañados por personas mayores, a quienes perciben con estereotipos culturales. Es vital superar este distanciamiento y ofrecer un acompañamiento sin prejuicios, como hacía Chaminade con los primeros religiosos. Ver contenido
Es importante que los jóvenes tomen conciencia de la comunidad mayor desde el principio. Una estrategia podría ser combinar parte de la reunión de mi grupo con otras fraternidades de 1º año, pero debemos equilibrarlo con la necesidad de que primero se conviertan en comunidad entre ellos. Invitar a actividades que realmente vivimos por gusto,… Ver contenido
La dimensión orante en las parroquias se destaca como una buena práctica, incluyendo la recuperación del ministerio de intercesión. Se promueven espacios y tiempos para la oración personal y comunitaria, así como celebraciones integradas con acción de gracias, intercesión y envío. Se establecen ministerios de intercesión por aquellos que se inician en la fe. Se… Ver contenido
En los primeros años de una comunidad, es vital enseñar los fundamentos del carisma marianista y del cristianismo, pues muchos carecen de ellos en la sociedad actual. Chaminade destacaba esta necesidad para recristianizar Francia. La presentación del carisma marianista debe ser inspiradora, como un proyecto ilusionante que transforma, no como una estructura que mantener. Ver contenido
Es esencial priorizar la formación sobre los actos de piedad, como Chaminade propuso en su tiempo. Hoy, hay una carencia formativa y de conocimiento religioso básico, así como de autoconocimiento, especialmente entre los jóvenes. Abordar esto en la etapa de iniciación fortalecería la salud mental y crearía comunidades más sólidas, proporcionando un entorno seguro para… Ver contenido
Buscar un equilibrio entre la vida religiosa y el mundo actual. Reflejar la belleza del Evangelio en nuestra forma de vida para inspirar a los jóvenes. No solo rezar, sino también servir y encontrar lo sagrado en cada contexto. Ser verdaderos signos de la presencia de Dios en el mundo. Ver contenido
La comunicación personalizada es fundamental al invitar a eventos o iniciativas, ya que las personas confían en otras personas, no en instituciones. Los anuncios masivos pueden perderse entre quienes no están en grupos oficiales, por lo que es crucial priorizar la comunicación directa para llegar a aquellos más interesados en nuestras propuestas. Ver contenido
El acompañamiento personal requiere cercanía y distancia adecuadas. Debemos encontrar acompañantes capaces de abordar temas difíciles con empatía y formación. Colocar a personas no motivadas o sin formación en este papel solo agrava las heridas y los fracasos. Ver contenido
Las iniciativas de oración deben surgir del impulso del Espíritu y el deseo compartido de rezar, no por compromiso. Es crucial no aferrarse a actividades que ya no inspiran a la comunidad. Terminar una iniciativa sin participación genuina es preferible a mantenerla sin vida espiritual. Ver contenido
Nuestra tradición aboga por la adaptación sin perder la esencia. Debemos mantener claros nuestros pilares y no ocultar aspectos impopulares del cristianismo por miedo al rechazo. La verdadera apertura implica enfrentar el relativismo con profundidad y convicción. Ver contenido
Para una comunidad en formación, romper la dependencia afectiva del acompañante actual es crucial. La capacidad de adaptarse a nuevos líderes marca la consolidación. El documento «57 buenas prácticas en parroquias» resalta la importancia de líderes formados y corresponsables en la transformación parroquial. Ver contenido
Nuestras fraternidades y CEMI surgieron de líderes carismáticos que movilizaron a jóvenes inquietos. Ahora, debemos aprender cómo madurar y pasar la responsabilidad a nuevas generaciones. Los laicos adultos deben ser referentes junto con los religiosos. No podemos empezar cada año desde cero; debemos construir con los jóvenes y aprovechar su tiempo y energía. Como dice… Ver contenido
En nuestro carisma, los laicos son los primeros acompañantes de otros. La misión genuina implica estar en colegios, ofreciendo apoyo en ejercicios, acompañamiento personal y colaboración en actividades. Esto no solo fortalece nuestra Familia, sino que difunde las fraternidades o CEMI. Ver contenido
La responsabilidad del laico es fundamental en nuestro carisma, como nos recuerda Chaminade en una carta a Adela. Es hora de retomar esa responsabilidad que, en muchos casos, se ha cedido a los religiosos. Los laicos deben ser miembros activos de la misión si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia. Ver contenido
Chaminade promueve la acogida de personas con distintos niveles de vida cristiana, pero también enfatiza la importancia de que deseen crecer en su fe dentro de la comunidad. La apertura no debe ser pasiva, sino orientada hacia el crecimiento espiritual en comunidad. Ver contenido
En el tema LGTB, se está desarrollando una corriente sumergida de Iglesia que funciona en guetos pero que es rechazada cuando pone sobre la mesa sus convicciones. Y, aunque para la Iglesia en España sea un tema rechazable y tabú, entre los jóvenes es ya algo normal y cotidiano. Sin embargo, mientras algunas congregaciones, como los jesuitas, van dando pasos de acercamiento en este campo, nosotros, marianistas, seguimos eludiendo la responsabilidad de tomar opciones arriesgadas en la línea del profetismo que no cabe esperar de otros sectores de la Iglesia.
En la misma línea de aportar luz en medio del mundo, debemos combinar apertura, claridad y firmeza en nuestras propuestas e ideas según el carisma marianista dentro de la Iglesia. Ser tibios para quedar bien con todos y evitar el error o el conflicto, no aporta absolútamente nada al mundo ni a la Iglesia. Ese es el reproche que sufrió la Iglesia de Laodicea.
Debemos dejarnos llevar más por el Espíritu y no encerrarlo. Ser capaces de cambiar los planes en un momento dado si percibimos que estamos llamados a algo más. No supeditar el Espíritu a nuestros planes o comodidad para conservar lo que nos hemos construido, si no al revés.
Y todo esto nos ha de llevar a un continuo mensaje de esperanza y liberación. Ese del que hablamos cada año en Navidad, pero que en realidad no anunciamos ni reflejamos. Otros grupos cristianos son más explícitos a la hora de anunciar que el Reino está cada vez más cerca. Los primeros discípulos lo sentían inminente y eso les daba un impulso evangelizador determinado que les llevó a vivir anticipadamente el Reino. Pero, a veces parece que nosotros ya estamos de vuelta de todo y tenemos claro que no veremos, en vida, los frutos del Reino. Solo los falsos profetas anunciaban una cosa y creían otra.
En el tema LGTB, la Iglesia se enfrenta a una realidad cotidiana entre los jóvenes pero a menudo evita el diálogo abierto. Mientras algunos como los jesuitas avanzan, los marianistas evitan riesgos proféticos. La Iglesia debe ser clara y firme, evitando la tibieza que nada aporta. Es tiempo de seguir al Espíritu y anunciar con…
Desde CONFER nos llaman a poner freno a la mundanización de los religiosos. El ocultamiento de Dios en la sociedad nos afecta. Tenemos hermanos que van renunciando a participar en las cosas, todo lo religioso les sabe a tiempo pasado y perdido. Y vamos descubriendo que, lo peor, no es tener un alma perversa, si no un alma acostumbrada, sin gozo ni llanto, sin pasión. Ahí podemos decir que la vida religiosa ha perdido su belleza.
Se da el fenómeno de una vida religiosa sin conexión con Dios, un corazón alejado de Dios, ni lo necesita, ni lo adora, ni le da culto. Es el ambiente del mundo que se nos mete dentro y crea un clima, un sistema en el que estamos contentos con lo que nos hemos construido y separados de Dios.
En esta dinámica, podemos acudir constantemente a la oración, pero no estar siendo transformados por Dios y tener liturgias muy bien celebradas, pero por ateos interiores. Por eso, debemos volver a “estar en el mundo sin ser del mundo”, hacer limpieza de todo lo que hemos acumulado para tratar de llenar nuestro propio vacío y volver a Dios y así, recuperar la belleza de la vida religiosa que no tiene nada que ver con la juventud de sus miembros sino con la fidelidad a la llamada de Dios.
Esto de la mundanización de los religiosos no es nuevo, ya lo dejó dicho el padre Quentin Hakenewerth como Superior General en 1991, hace más de 30 años y si lo dijo entonces es porque llevaba tiempo gestándose y ya era muy evidente. ¿Tendrá esto algo que ver con la escasez de vocaciones? Lo recoge así Ignacio Otaño:
«La sociedad se ha hecho autónoma en relación con la religión y con Dios… Los compromisos religiosos no son parte integrante de la identidad cultural…» […] «Estoy convencido de que la vida espiritual marianista es capaz de dar un sentido a nuestra existencia y de procurarnos una inmensa energía en nuestra misión. Pero también estoy convencido de que la mayor parte de nuestros religiosos reciben actualmente más motivaciones y más energía de la cultura dominante que de la vida espiritual marianista que vivimos” […] «la cultura marianista inspira el documento que escribimos, pero la cultura secular que nos rodea es la que modela, en la práctica, nuestra vida comunitaria. Si éste es el caso, es preciso hacer una opción…» […] «cuanto más penetrante sea nuestro discernimiento mayor será nuestra audacia apostólica». (Pág. 94-95) «Es necesario que las ocupaciones no perjudiquen el espíritu interior de los religiosos llamados a realizarlas» (Pág. 72)
Y en la realidad del mundo en que vivimos, vemos que podemos combatir el vacío y la fragmentación con la intimidad con Dios y con los hermanos. Vivimos un momento de profunda fragmentación, por eso es importante la intimidad, apartarse de las cosas, para reconectar con Dios en el interior de uno mismo y de la comunidad. Las raíces en una planta son lo más fecundo, por eso, el que pone límites a la invasión de los otros y extiende sus raíces, es capaz de encontrarse a sí mismo y ser más fecundo. “El que permanece en mí y yo en él, dará fruto abundante”, dice Jesús.
En ese poner límites y al mismo tiempo abrirse a la intimidad, vemos que, en nuestras comunidades, reducir las conversaciones mundanas y dar más espacio al compartir desde la fe nos haría mucho más bellos y fecundos. Pero en nuestras comunidades, no existe la conversación espiritual, se habla más de la Iglesia que de Dios. En cuanto a lo político, social, eclesial y deportivo, estamos todos muy al día, pero lo que se refiere a compartir desde la fe es un terreno por explorar.
No se trata de hablar de temas piadosos sino de lo que nos afecta en la vida, mociones, esperanzas, pobrezas, fuerzas para vivir… El diálogo con los diferentes, aprendiendo de todos, salir de uno mismo y comprender culturas y religiones de otros. “La conversación convierte” Hay personas que no participan, con silencios y miradas perdidas, que renuncian a todo protagonismo. Una comunidad en conversión es una comunidad en conversación.
Desde CONFER nos instan a detener la mundanización en la vida religiosa, donde algunos hermanos se alejan de Dios y se conforman con una vida sin pasión ni conexión espiritual. La oración puede ser constante, pero sin transformación interior. La falta de conexión con Dios afecta la belleza de la vida religiosa, un problema que…
Cuando tenemos una brecha grande entre generaciones, conviene poner en contacto y motivar a mayores y jóvenes para que hagan el esfuerzo de rehacer los vínculos rotos para reconstruir y revitalizar dichas comunidades. Unos y otros han de conocerse y reconocerse mutuamente como iguales y eso sólo se puede hacer generando contextos de encuentro informal y seguro, libres de juicio o expectativas.
Al estar en un momento más delicado por la avanzada edad de sus miembros y por el salto generacional, hay que superar un mayor miedo a las nuevas generaciones. Hace falta formarlas, acompañarlas y empoderarlas, en lugar de anularlas aunque eso nos inquiete, o nos haga sentir desplazados en algunas tareas. De lo contrario nunca podrán coger el relevo, ni de las obras ni del Carisma Marianista.
Así mismo, el hecho de poder dialogar abiertamente de las situaciones de crisis actuales en la Iglesia, en la Familia Marianista y en la Compañía de María, ayuda a superar las crisis y supone el reconocimiento del otro como un igual, adulto como para afrontar estas situaciones y poder aportar también soluciones, o asumir la realidad. Una vez más, el ocultamiento de las crisis, es sobreprotección que lleva a infantilizar a la gente y a que no se puedan integrar como iguales en la comunidad.
Es fundamental reconstruir los vínculos entre generaciones para revitalizar las comunidades. Esto requiere crear espacios de encuentro seguro y libre de juicios, donde mayores y jóvenes puedan conocerse y reconocerse como iguales. Además, es necesario formar, acompañar y empoderar a las nuevas generaciones, permitiéndoles asumir responsabilidades y contribuir con soluciones a las crisis actuales en…
A veces nos puede dar miedo llevar la Palabra de Dios a las reuniones. Nos parece compleja, que va a generar dudas y que no la van a comprender. Sin embargo, en algún momento hay que iniciarse en la lectura de los textos de la Biblia.
Por otra parte, observamos que a los jóvenes les atrae mucho el poder expresar sus dudas de fe y que les escuchen y las respondan. Además, la riqueza de la Palabra es tan grande y desconocida, que siempre genera interés, si el acompañante o la persona que lleve los contenidos, tiene cierto conocimiento de la Biblia como para hacer exégesis e interpretación adecuada.
La explicación y comprensión de la Palabra también es un momento de encuentro transformador con Dios, ahí se da también la revelación, no sólo en la oración o en la vivencia de los sacramentos.
La lectura y comprensión de la Palabra de Dios pueden parecer intimidantes, pero son esenciales para el crecimiento espiritual. Los jóvenes anhelan expresar sus dudas y recibir respuestas, y la riqueza de la Palabra siempre genera interés cuando se presenta con conocimiento y comprensión adecuados.
La educación de la sensibilidad en el contacto con el mundo y por tanto con el prójimo es importante para transformar la sociedad y adquirir la mirada de Dios y sin embargo no está o ha estado en nuestros itinerarios formativos.
Así mismo, habría que enseñar a mostrar y vivir el dolor, pues muchas veces nos mostramos como pueblo indolente. Antiguamente el arte del duelo era una habilidad que tenía que aprenderse, no se daba por hecho que la gente fuera capaz de expresar las emociones y sentir. Por eso, aprender a darle forma al lamento en el momento concreto en que hace falta y gestionar el dolor como forma de emplear las emociones para avanzar, resulta muy necesario también hoy, pues hemos sepultado el tema del dolor y el sufrimiento.
Jesús vivía las cosas sin ocultar las emociones y los vínculos que esto genera. Por eso, debemos reeducar todo el mundo afectivo en aquellos casos en los que es un impedimento para relacionarnos abierta y profundamente con los demás. La persona evitativa tiene miedo a los afectos y el ansioso duda de ellos. Crear vínculos es crear una afectividad estable.
Es vital educar la sensibilidad para conectar con el prójimo y transformar la sociedad, una habilidad ausente en nuestros itinerarios formativos. Además, aprender a expresar el dolor es fundamental, ya que tendemos a evitarlo. Jesús mostraba sus emociones, y debemos reeducar nuestro mundo afectivo para relacionarnos plenamente con los demás.
Cuando nos planteamos el momento de la creación de la comunidad, la mayoría de los jóvenes necesitan verse en un ambiente amable, abierto, informal, que no los juzga si no que los acepta como son y los escucha. Algunos de ellos pueden estar incluso alejados de la fe o de la Iglesia. Por tanto, es muy importante cuidar cómo nos acercamos a ellos y qué contexto tienen para dar esos primeros pasos.
Según esto, acertar con el primer acompañante es clave para generar ese entorno seguro de confianza donde compartir la propia vida. Y, al compartir vida, se podrá generar el vínculo primero de la comunidad.
Al iniciar la creación de una comunidad, es esencial brindar un ambiente acogedor y sin juicios, especialmente para aquellos jóvenes que pueden estar alejados de la fe o la Iglesia. La elección del primer acompañante es crucial para establecer un entorno de confianza donde compartir la vida y cultivar el vínculo comunitario inicial.
Hoy en día, hay un sentimiento muy fuerte de orfandad, por eso, los jóvenes, necesitan personas que estén dispuestas a ser padres y madres espirituales. Y, en ese ser padre o madre espiritual, también hay que saber dejar espacio para la relación entre hermanos, primos y amigos, es decir, entre iguales. No es natural ni bueno que un niño se relacione sólo o mayoritariamente con sus padres y los amigos de sus padres, sus tíos y abuelos.
Sobre este equilibrio entre cuidar y dar espacio nos habla Ignacio Otaño al referirse a los primeros congregantes:
[Chaminade] no quería que la presencia de hombres de edad en la congregación de jóvenes desnaturalizase precisamente su carácter juvenil. Por otra parte, para los jóvenes era importante la presencia, el apoyo, la experiencia, la perspectiva de cristianos experimentados. Se crea entonces la agregación, compuesta por los padres de familia y por los solteros de edad madura, que tiene como uno de sus objetivos ese apoyo a los jóvenes. En sus estatutos se declaraba que la congregación de jóvenes constituía la obra de nuestro corazón: «nada de cuanto pueda interesar a estos jóvenes nos es ajeno; los consideramos unidos a nosotros con los más estrechos vínculos. Trabajar por su edificación en la piedad y por su sostenimiento en la sociedad civil es el deber más querido de nuestro corazón” (Pág. 38)
En la sociedad actual, los jóvenes necesitan figuras de padres y madres espirituales que les brinden apoyo y experiencia, sin desnaturalizar su carácter juvenil. El equilibrio entre cuidar y dar espacio es fundamental para su desarrollo, como nos enseña la experiencia de los primeros congregantes marianistas.
Hoy los signos de los tiempos nos piden reformar la vida religiosa y cuando digo hoy me refiero a que hace ya tiempo que se escucha esto en todos los foros.
Por su parte, José Cristo Rey García Paredes, ponía el ejemplo de la restauración de Notre Dame tras el incendio, como metáfora de una iglesia destruida que necesita ser recuperada con la implicación de todos y, tal vez, a Chaminade, que quería restaurar la fe en Francia, el ejemplo también le habría valido. Nos decía que “Igual que la sociedad se movilizó para restaurar Notre Dame, debemos tomarnos muy en serio, y movilizarnos para la reforma de la vida religiosa” ¿Acaso tenemos que esperar a algo más para ponernos manos a la obra? ¿Hace falta una mayor decadencia o algún signo más claro?
Quizá, una oportunidad de transformar la Vida Religiosa Marianista, sea la comunidad Madeleine, si logramos recrear el ambiente de los primeros congregantes. Si lo pensamos, al principio no existían las ramas, estas surgen de la Madeleine. Ahora, sin embargo, debemos peregrinar por el camino inverso para construir dichas comunidades de fe. En ese proceso, tal vez encontremos una nueva manera de ser vida religiosa para los laicos.
Por tanto, tenemos que ponernos en “modo peregrinación”. Lo propio de una peregrinación es que siempre acaba en algún lugar y tanto la meta como el recorrido son importantes para la transformación. Hoy que los signos de los tiempos nos llaman a hacerlo todo en modo sinodal, podemos ver también que estamos llamados al modo peregrinación, a salir de nuestra tierra y caminar hacia la tierra prometida guiados sólo por la fe.
Los signos del tiempo nos urgen a reformar la vida religiosa. José Cristo Rey García Paredes compara la restauración de Notre Dame con la necesidad de restaurar la fe. La comunidad Madeleine podría ser clave en esta transformación hacia una nueva vida religiosa para los laicos. ¡Pongámonos en ‘modo peregrinación’ y transformemos nuestra fe!
En nuestras comunidades religiosas tenemos que hacer un viaje y pasar de ser “comunidad abierta” para que vengan a verme, a comunidad motora de la comunidad de fe, trasladando el centro de todo desde la comunidad religiosa, hasta la comunidad de fe Madeleine. Es un recorrido complicado, pero en el que podemos reencontrarnos con nuestra verdadera identidad como religiosos, haciendo que nuestra comunidad de fe, de vida y de misión estén más relacionadas con la comunidad Madeleine y no centradas en nosotros mismos dejando a la comunidad Madelein como un conjunto de actividades a las que va quien tenga amigos entre los participantes.
En este viaje hacia la humildad, debemos devolver a los laicos el protagonismo que tienen en el carisma. No estamos delegando la transmisión del carisma en los laicos porque somos pocos, estamos transmitiendo y custodiando juntos el carisma porque lo recibimos como Familia. El carisma es como un Belén en el que hay muchos personajes, los laicos también forman parte del Belén y también tienen derecho a adorar y decir “esto también es nuestro” y “también nos lo ha dado Dios y no los religiosos”. De esta manera, podrán adquirir un protagonismo carismático.
Los laicos, donde funcionan, necesitan también un espacio para tomar sus decisiones sobre los jóvenes y sobre muchas otras áreas. Por eso hay que estar en diálogo y ver cómo coordinarnos en cosas donde concurrimos como es el caso de la pastoral juvenil.
En nuestras comunidades religiosas, debemos evolucionar hacia ser motores de la comunidad de fe Madeleine, trascendiendo la mentalidad de una comunidad centrada en sí misma. Esto implica devolver el protagonismo carismático a los laicos, quienes también son portadores del carisma y deben participar activamente en la toma de decisiones, especialmente en áreas como la pastoral…
En el mundo hay muchos carismas, estilos, medios y grupos y corremos el riesgo de caer en un sincretismo que nos lleve a perder la identidad.
Pongamos un ejemplo. Como religioso, en los últimos años he estado expuesto a canciones evangélicas de Hillsong, a otras católicas de Hakuna y a los espantosos cantos de la Liturgia de las Horas rematados por la dulzura de nuestras voces. Comparando canciones, lo que menos me ha acercado a Dios con diferencia ha sido el canto en la Liturgia de las Horas, hasta el punto de alejarme. El caso es que el canto lleva a identificarnos con la espiritualidad de quien lo canta pero, hoy por hoy, no me identifico con algunas cosas del movimiento de Hakuna y tampoco coincido con la espiritualidad evangélica. Sin embargo, soy un agente de contagio de esos movimientos que no representan mi carisma, porque son los que a mí me acercan a Dios y empleo sus canciones con otros, para que también les acerquen a Dios, perdiendo la identidad de nuestro carisma paulatinamente. Así, esta apertura a la actualidad no me sirve para actualizar mi carisma anclado en estructuras inamovibles, sino para sustituirlo, precisamente por ese inmovilismo.
Sobre esto de la apertura con identidad, nos habla también Ignacio Otaño citando a Chaminade. Comienza hablando de la modestia y dice que:
“Es como el reflejo exterior de la humildad y sencillez interior. […] Saber conectar también con los gustos de la época, sobre todo de la juventud, sin perder la identidad propia y la sencillez. Dice Chaminade: […] “sin herir demasiado abiertamente las ideas y gustos del siglo en que Dios nos ha hecho nacer; debemos atraer al mundo y sobre todo a la juventud, debemos atraerla de todos modos, por nuestras maneras agradables, amables, pacientes, por nuestro mismo modo de vestir” […] «La lealtad, la franqueza, el desprendimiento forman nuestro carácter» (Pág. 73)
Y sigue más adelante animándonos a optar por la audacia y la vigilancia, en lugar del rechazo a las cosas de nuestro mundo:
«Para ser un buen religioso marianista, no se precisa ni conviene rechazar sistemáticamente las expresiones de la adveniente cultura universal ni estar en contra de todas sus tendencias. Todo lo contrario: se precisa enganchar adecuadamente con esas tendencias (Vaticano II, AG 9, GS 58 y 92 d): sólo quien es capaz de asumir es capaz de redimir. Pero, al mismo tiempo, es necesario tomar conciencia de los contravalores existentes…» […] «asumir, sin llegar a la delicada y exigente tarea de redimir… Las culturas necesitan respeto y comprensión, pero también conversión y transformación…» […] “Sería un drama para nosotros la ruptura entre vida marianista y cultura; debemos aspirar a la debida síntesis entre esta vida marianista y esta cultura. Una vida religiosa que no se hace cultura no se entiende bien ni se transmite bien” […] «No puede mirar atrás ni alimentar añoranzas de restauración… Debe mirar a Jesucristo y configurarse con Él; esta configuración se puede convertir en una forma alternativa de vida que permitirá despertar lo mejor de la cultura moderna desde nuestra identidad de marianistas… Se impone optar por la audacia y la vigilancia. Mejor aún, ser audaces y vigilantes al mismo tiempo». (Pág 95-96)
Debemos dejar de mirar al mundo desde el balcón adoptando sin discernimiento unas cosas y rechazando violentamente otras, para empezar a llevar nuestro propio carisma al mundo y a la Iglesia, aprendiendo a adaptarlo como han hecho estas otras realidades que hoy logran traer a Jesús al mundo, mucho mejor que nosotros.
La diversidad de carismas puede llevar al sincretismo. Debemos mantener nuestra identidad sin perderla en la amalgama de influencias contemporáneas. Chaminade insta a conectar con la actualidad sin perder nuestra esencia, optando por audacia y vigilancia para adaptar nuestro carisma al mundo actual.
En todas las etapas hemos de adaptarnos a las necesidades de cada uno, pero, en la iniciación no pueden seguir teniendo tanto peso los que buscan algo superficial. No puede ser que el que quiere jamón serrano se tenga que ir, porque en marianistas no pasamos de las gominolas.
Nuestra prioridad tiene que ser la de atender a los jóvenes inquietos que demandan de nosotros algo más. Chaminade establecía con estos jóvenes una especie de grupo motor que servía de impulso motivador para el resto de la comunidad, por eso, debemos garantizar el acompañamiento a aquellos jóvenes que demandan algo más de nosotros.
Sin embargo, muchas veces no llegamos a entender qué es lo que esperan de nosotros los jóvenes y nos equivocamos en nuestra respuesta. Para poder ofrecer más profundidad o un mejor acompañamiento, primero hay que estar bien dispuesto a escucharles, sin ideas preconcebidas y abiertos a la propia transformación personal.
En la categoría de jóvenes hay distintas etapas según los momentos vitales aunque tendamos a asimilarlo todo a ese mismo grupo del que ya me siento lejano.
Ellos también se sienten más cerca o más lejos de los de una edad u otra, incluso, en las últimas etapas se sienten más próximos a los padres de familia y sin embargo no les dejamos acercarse ahí.
No espera lo mismo quien acaba de salir del colegio y estrena su vida universitaria, que quien está discerniendo su vocación en la vida, o quien ha de hacer el cambio a la vida laboral o de formar su propia familia. Pero, muchas veces, parece que hasta que la persona no tiene hijos, no se le puede dejar de asimilar al gremio de los jóvenes universitarios, aunque lleve años trabajando.
Para atender a esa diversidad dentro de la etapa de iniciación, podemos ofrecer actividades especiales de mayor intensidad. Por ejemplo: un formato de ejercicios o retiro personal en una comunidad, en silencio o con momentos de oración contemplativa más fuertes, como alternativa o complemento a otros ejercicios enfocados para la mayoría.
Si sabemos identificar a nuestros jóvenes inquietos y escuchar sus necesidades, esta fase de iniciación nos podrá llevar a dar respuestas nuevas a sus verdaderas inquietudes, que ni ellos mismos saben aún formular, y, ahí sí, acompañarlos en el discernimiento de su vocación.
En la etapa de la juventud, es vital reconocer las distintas fases vitales y las necesidades específicas de cada una. Desde la vida universitaria hasta el inicio de la vida laboral o la formación de una familia, cada período requiere un enfoque único. Ofrecer actividades especiales, como retiros personalizados, puede satisfacer las necesidades individuales y…
Conforme van dando pasos como comunidad, es importante conocer, y respetar sus formas de hacer las cosas y de participar en las actividades comunes. Es un clásico que cuando uno se va haciendo mayor, las formas de los jóvenes nos parecen cada vez menos ortodoxas o apropiadas y nos sentimos irracionalmente llamados a “corregir” esas formas. Eso genera una ruptura generacional por el rechazo implícito de una parte contra la otra y viceversa y la consiguiente desafección por las cosas del otro.
El foco debemos ponerlo en el interés de la persona por estar y formar parte de la comunidad, evitando todo rigorismo formal que busque la perfección en las motivaciones, las formas y el cumplimiento. Lo que sí deberíamos exigir, una vez se ha formado la comunidad, es la asistencia a sus reuniones, porque de lo contrario, no hay un interés real por estar y formar parte de la comunidad y seguiríamos en el punto de “creación de la comunidad”.
Es esencial respetar las formas de participación de los jóvenes en la comunidad, evitando la tendencia de los mayores a querer corregirlas. El enfoque debe centrarse en el interés genuino de la persona por pertenecer, más que en la perfección formal. La asistencia a las reuniones es crucial una vez formada la comunidad, mostrando un…
Si el medio más eficaz de transformar la sociedad en tiempo de Chaminade era la educación, la forma más eficiente de controlar dicha educación era actuar sobre las Escuelas Normales, que podríamos asimilar a las actuales escuelas de Magisterio. Así se habla de esta educación en cascada en los textos de nuestra tradición:
Por la formación de los maestros en las Escuelas Normales, la Iglesia de Francia podía tener en sus manos la formación de la mayor parte de los muchachos franceses […] el trabajo con los maestros es «uno de los medios más sencillos, más directos y más influyentes para contribuir a la regeneración de Francia» […] «Los doscientos maestros de escuela a los que usted va a predicar llevarán a sus doscientas parroquias ese espíritu de religión que habrán bebido en el retiro y, a su regreso, lo infundirán en sus alumnos. Cuando pienso en los excelentes efectos de esta empresa me conmuevo profundamente y bendigo al Señor por habérnosla inspirado» […] formar los nuevos maestros y reformar los antiguos […] «Por la reforma o renovación de los maestros, la obra conseguirá la reforma de la clase numerosa del pueblo, que es uno de los objetivos de la Compañía de María» […] “Formar los maestros significa formar una generación que cambiaría la mentalidad y las costumbres de Francia” […] «Estamos en un siglo en que se hace razonar, o más bien desvariar, hasta a los campesinos y criados. Es preciso que vuestros alumnos de las Escuelas Normales lleguen a ser pequeños lógicos, incluso un poco metafísicos; es preciso que conozcan las fuentes de las certezas humanas» (Pág. 79-80)
Este plan de transformación de la sociedad nos puede llevar a pensar, como Familia Marianista, cuál ha de ser nuestro plan hoy, para asistir a María en esta misión de la manera más eficiente posible y, leyendo algo más de nuestra tradición, vemos que, a la hora de hacer un plan, es necesario anteponer los intereses generales a los personales y poner en juego nuestros recursos haciendo apuestas fuertes:
Probablemente Guillermo José compartió con su hermano esa tarea de formación de seminaristas en el exilio. No se trataba de una formación meramente intelectual sino que llevaba consigo un plan pastoral adaptado a la realidad que les esperaba en Francia. Así se deduce de lo que en 1802 escribía el vicario de Burdeos a su nuevo arzobispo para informarle de los recursos humanos con que contaba:
«el joven Boyer (ordenado sacerdote en Zaragoza el 2 de agosto de 1800) ha obtenido de su obispo (Mons. de la Tour du Pin, arzobispo de Auch) y de los administradores de la diócesis de Burdeos el permiso para trabajar bajo la guía del Sr. Chaminade, que quiere crear una Sociedad de misioneros para evangelizar la diócesis» .
Esto hace suponer que Chaminade tenía en mente un plan de acción para recristianizar el país y que el arzobispo de Auch lo aprobaba, y, para llevarlo a cabo, anteponiendo los intereses generales a los locales, se desprendía de un elemento sumamente válido para su diócesis. (Pág. 28)
En tiempos de Chaminade, la educación era clave para transformar la sociedad, enfocándose en las Escuelas Normales. Hoy, como Familia Marianista, debemos reflexionar sobre nuestro plan para asistir a María eficientemente. Aprendemos de nuestra tradición a anteponer los intereses generales y hacer apuestas sólidas para recristianizar la sociedad.
La realidad sociocultural de los jóvenes es muy distinta a como era hace 30 o 40 años cuando se formaron las Comunidades Laicas Marianistas en distintas ciudades de España, así que no podemos esperar que las cosas sigan haciéndose igual cuando nos planteamos la incorporación de jóvenes a fraternidades o CEMI.
Damos por hecho que los jóvenes conocen y entienden las mismas palabras y conceptos que nosotros, pero no es así. Si mantienes una conversación con un grupo de jóvenes, verás que usas expresiones cuyo significado no comprenden ellos, y viceversa. Bajo esta reflexión, un grupo de chicas decidió poner en marcha la iniciativa Ac2ality que en 1 minuto te ofrece una noticia de actualidad contada con un lenguaje verbal y audiovisual muy diferente, evitando o explicando conceptos que en otros medios se dan por sabidos.
Por otra parte, en palabras de Florentino Pérez: “El fútbol, que es el único deporte global que existe en el mundo, va perdiendo interés cada día, sobre todo entre los más jóvenes y si no hacemos algo, tendrá un mal futuro” Hace tiempo que pasó esto con la Iglesia y seguimos sin plantearnos un cambio radical en las formas, pero van surgiendo otras iniciativas entre jóvenes que tienen más éxito porque pueden participar.
Si no aceptamos un cambio en las reglas del juego, los jóvenes no querrán jugar con nosotros. Un ejemplo reciente de esto lo estamos viviendo con la irrupción de la Kings League como alternativa para los jóvenes a la liga “de toda la vida”. Los jóvenes rechazan el inmovilismo que convierte a los medios en fines. Al final, lo que produce esta barrera es la indiferencia del jóven hacia las cosas del mayor y la consiguiente desconexión entre generaciones.
Con todo esto, deberíamos plantearnos que el proceso de creación de la comunidad ha de ser diferente, con otras condiciones, con otras reglas del juego, con otro lenguaje, y que ha de venir de los propios jóvenes que se sientan más vinculados a la Familia Marianista.
La realidad de los jóvenes ha cambiado en las últimas décadas, por lo que no podemos esperar que se integren en las comunidades de la misma manera. Es crucial adaptar el lenguaje y las formas de comunicación para conectar con ellos. Iniciativas como Ac2ality ofrecen noticias con un enfoque fresco y accesible. La resistencia al…
Cuando trabajamos con los jóvenes en la preparación de una actividad, o para dar nuevos pasos en la integración en la gran comunidad, conviene llevar las cosas bien pensadas por nuestra parte, pero dejar que sean los jóvenes los que lleguen a las conclusiones y decidan, hasta el punto de poder renunciar nosotros a todo lo que llevábamos pensado, siempre y cuando sea coherente con el espíritu de la comunidad.
Esta forma de hacer partícipes a los laicos formados y apasionados nos hace crecer a todos y acerca a las distintas generaciones. Ignacio Otaño nos cuenta algo parecido que hacían los primeros congregantes:
«Los laicos son un medio de gran valor para propagar la instrucción. En todos los tiempos, y sobre todo en tiempos de persecución, la Iglesia se ha valido de ellos con muy buenos resultados. Así pues, los ministros elegirán cuidadosamente, de entre los fieles que los rodean, a aquellos que, firmes en la fe, llenos de celo e instruidos, quieran compartir su solicitud por la salvación de las almas. Les harán ver la importancia de esta labor y lo beneficiosa que será tanto para la Iglesia como para su propia salvación. Les dirán el honor que supone ser catequista y lo venerada que ha sido esta tarea en todos los tiempos por los verdaderos fieles. Pero no será la instrucción el único campo en el que los laicos prestarán su ayuda, sino que también hay otros igualmente preciosos y adecuados para propagar la fe». (p23)
En definitiva, debemos ser acompañantes o líderes capaces de hacer hacer al joven, que construya su propia comunidad y diseñe y lleve a cabo sus iniciativas para vivir la fe con otros jóvenes incorporándose a la Iglesia y a la Familia Marianista, es decir, darles a ellos el protagonismo y pasar a ser nosotros los actores secundarios que en la sombra hacemos posibles las cosas.
Es fundamental involucrar a los jóvenes en la toma de decisiones y en la planificación de actividades, incluso renunciando a nuestras ideas si es coherente con el espíritu comunitario. Esta práctica, valorada por los primeros congregantes, permite el crecimiento mutuo y la integración de distintas generaciones en la comunidad.
Poco a poco la pequeña comunidad ha de ir dando pasos derribando las barreras que les separan de los acompañantes mayores y de las otras comunidades que se integran en la gran comunidad.
Un fenómeno “curioso” es que muchos de nuestros jóvenes se prestan a acompañar a chicos y chicas de los grupos de fe, pero a su vez, ellos no se dejan acompañar por gente mayor. No se sienten cómodos, o no creen necesitar este apoyo y prefieren quedarse en los iguales como únicos referentes. Como acompañantes, no debemos hacernos “como uno más” entre los jóvenes sino lograr que nos reconozcan como “de su estilo”. Han de ser ellos los que nos autoricen, hemos de ganar la confianza para ser sus acompañantes. En algunos casos, además, no se sienten cómodos hablando de ciertos temas con religiosos o con gente mayor a quienes les atribuyen estereotipos culturales o formas de pensar predeterminadas que les hacen sentirse juzgados o incomprendidos. Este halo de perfección, clericalismo o ideologías se vuelve una barrera en el acompañamiento a una comunidad que inicia su recorrido.
Esto contrasta con lo que nos cuenta Ignacio Otaño de los orígenes de la Compañía de María y de cómo Chaminade acompañaba a esos primeros religiosos: “Unidos entre ellos por la amistad desde hacía tiempo, tenían una confianza ilimitada de unos con otros y con el P. Chaminade. […] Ni rigoristas ni exclusivos, ni aferrados a los usos y costumbres antiguos y accesorios, desprendidos de todo prejuicio y de toda influencia de partido, los nuevos religiosos iban sencillamente a Dios. […] No tomaron ningún hábito. Se acordó también evitar todo lo que de alguna manera podría llamar la atención. Se evitó la denominación de Padre, Hermano, Superior…Se llamaban ‘señor…’ (Don…). Por lo demás, esa ausencia de formas monacales era una de las razones de ser de la Compañía de María.” Es lo que se recoge también en la frase clásica de “Estar en el mundo sin ser del mundo”.
Sin embargo, ahora no estamos en esta posición. Hace 30 años, cuando los religiosos empezaban a dar clase, o a dirigir internados, se llevaban muy pocos años con los jóvenes, para bien o para mal. Ahora no hay ningún religioso, ni los mal llamados jóvenes, que se lleve menos de 30 o 40 años con los jóvenes. Sin embargo, estamos igualmente llamados a ganarnos la confianza y el respeto para que vean en nosotros unos compañeros de camino que no sólo no necesitan ser cercanos en edad, sino que además, por no serlo, tienen más que aportarles.
Para integrar a los jóvenes en la comunidad, es crucial derribar barreras y ganar su confianza como acompañantes. Algunos jóvenes prefieren no ser acompañados por personas mayores, a quienes perciben con estereotipos culturales. Es vital superar este distanciamiento y ofrecer un acompañamiento sin prejuicios, como hacía Chaminade con los primeros religiosos.
Es importante que, desde el principio, los jóvenes tomen conciencia de que hay una comunidad mayor, para eso, una estrategia podría ser la de proponer que parte de la reunión de mi pequeño grupo sea conjunta con el resto de fraternidades de 1º año y la otra sea con la pequeña comunidad. Esto hay que equilibrarlo muy bien con la necesidad, mucho mayor, de que los jóvenes se conviertan, primero, en comunidad entre ellos, cosa nada obvia y que no ocurre de forma espontánea al salir del colegio. Si los juntamos porque vienen pocos, en realidad ya estamos teniendo un problema de creación de la comunidad y mezclarlos con otra gente puede romper más aún el vínculo entre ellos.
Por otra parte, solemos invitar a los jóvenes a un montón de cosas, como si la saturación en la oferta fuese a aumentar la probabilidad de su participación en algo. Además, muchas de las cosas que convocamos, no las vivimos nosotros mismos. Son propuestas artificiales creadas para atraer a los jóvenes, o bien que hacemos por inercia, manteniendo algo que un día funcionó pero que ha ido muriendo. En lugar de eso, deberíamos invitar a lo que hacemos y vivimos por gusto, para que el éxito no dependa de la presencia de los jóvenes si no de la presencia de Dios. No es lo mismo que el joven me vea rezar que que me vea dirigir o estar de espectador en una oración. Lo que se vive se ve y se contagia.
Es importante que los jóvenes tomen conciencia de la comunidad mayor desde el principio. Una estrategia podría ser combinar parte de la reunión de mi grupo con otras fraternidades de 1º año, pero debemos equilibrarlo con la necesidad de que primero se conviertan en comunidad entre ellos. Invitar a actividades que realmente vivimos por gusto,…
Entre las “57 Buenas prácticas en parroquias” obtenidas del análisis de 200 comunidades parroquiales de España donde colaboró la Fundación SM, encontramos la dimensión orante y la propuesta de recuperar el ministerio de intercesión como clave de éxito. Estas son algunas de las claves que nos acercan a esta idea:
La parroquia dispone de espacios y tiempos apropiados para la vivencia de las diferentes formas de oración, personal y comunitaria.
Para los servicios o ministerios en la parroquia, u otras misiones, se realizan diferentes celebraciones comunitarias, integrando acción de gracias, intercesión, bendición y «envío».
La parroquia ha constituido el ministerio/servicio de intercesión, especialmente, por las personas que están siendo invitadas a la fe en el primer anuncio o han entrado en el discipulado.
Es decir, que hay un grupo de personas, cuyo ministerio en la comunidad es rezar por los que están viviendo el primer anuncio o comienzan su andadura en la comunidad a través del discipulado.
En esta misma clave de los ministerios para acompañar a los que comienzan su andadura en nuestra familia carismática, vemos que hacen falta bastantes acompañantes implicados en las actividades. No porque estas lo requieran por su complejidad o número de participantes, si no por el testimonio de vida y de servicio a la comunidad que aportan, porque lo que evangeliza es la propia vida, no los discursos. Rezar juntos, convivir, participar como uno más, ser accesible y cercano para propiciar un acompañamiento personal puntual o prolongado, todo eso no lo hace una sola persona con un grupo numeroso de jóvenes. El modelo de hombre orquesta ya pasó a la historia y, además, lo nuestro es la comunidad.
La dimensión orante en las parroquias se destaca como una buena práctica, incluyendo la recuperación del ministerio de intercesión. Se promueven espacios y tiempos para la oración personal y comunitaria, así como celebraciones integradas con acción de gracias, intercesión y envío. Se establecen ministerios de intercesión por aquellos que se inician en la fe. Se…
En los primeros años de recorrido de una comunidad, no nos ha de dar miedo ofrecer contenidos sobre el carisma y sobre las cosas básicas del cristianismo: María, Jesús, el Credo… Estas son cosas que ya no traen ni de casa ni del colegio, aunque vengan de un Colegio Marianista. Chaminade hacía mucho hincapié en la importancia de transmitir estos fundamentos, entre otras cosas porque su objetivo era recristianizar Francia, y en nuestro caso, estamos en un escenario similar, en el que nos planteamos volver al primer anuncio por la pérdida de la cultura religiosa en nuestra sociedad.
Además, en la iniciación, hay que presentar el carisma de Chaminade, en el sentido de los congregantes y de la Madeleine, como proyecto y como sueño ilusionante, para que desarrollen el deseo de pertenencia a una rama de la Familia Marianista y el sentido de gran comunidad dentro de la Iglesia bajo el carisma marianista, como algo que entusiasma, porque es nuevo y transformador, porque tiene algo que aportar a nuestro tiempo, no porque sea una estructura que hay que sostener en nuestro tiempo para que no se extinga.
En los primeros años de una comunidad, es vital enseñar los fundamentos del carisma marianista y del cristianismo, pues muchos carecen de ellos en la sociedad actual. Chaminade destacaba esta necesidad para recristianizar Francia. La presentación del carisma marianista debe ser inspiradora, como un proyecto ilusionante que transforma, no como una estructura que mantener.
En tiempo de los primeros congregantes, las agrupaciones cristianas se juntaban para llevar a cabo actos de piedad, sin embargo, Chaminade ve importante priorizar la formación. En la actualidad, aunque el déficit de oración es muy grande y no hay que descuidarlo, vemos también una carencia formativa básica en tema religioso y en el conocimiento de uno mismo que se podría abordar en la etapa de iniciación.
“Respecto a las antiguas congregaciones, aunque se dé importancia a los actos de piedad, un rasgo diferenciador es la sustitución de algunas de esas prácticas por la Instrucción”. (p50)
Siguiendo con el tema del crecimiento personal, vemos que la salud mental está muy deteriorada, especialmente entre los jóvenes. Este problema se refuerza con el individualismo, mientras que el apoyo de una comunidad sana en la que vivir un entorno seguro, es el contexto ideal para sanar al herido. Cuidar estos temas en la iniciación, no sólo fortalecerá los lazos de la comunidad, sino que, además, sería una aportación muy valiosa a los jóvenes que asisten cada vez más a terapia psicológica, individual o grupal.
Es esencial priorizar la formación sobre los actos de piedad, como Chaminade propuso en su tiempo. Hoy, hay una carencia formativa y de conocimiento religioso básico, así como de autoconocimiento, especialmente entre los jóvenes. Abordar esto en la etapa de iniciación fortalecería la salud mental y crearía comunidades más sólidas, proporcionando un entorno seguro para…
Nuestros hábitos nos deben llevar a estar en el mundo sin ser del mundo, sin embargo, podemos percibir que los jóvenes nos piden ser un signo más visible. Ven que nos vamos mundanizando y dejamos de ser referentes distintos a los que se ven en el mundo. Está claro que Chaminade quería que nos confundiéramos entre la gente, pero para encarnar la Palabra. Y si realmente lo único que nos distingue del resto es lo que el joven percibe como negativo: el exceso de trabajo, la soledad, la ausencia de relación de pareja y este tipo de cosas que no se traducen en mayor felicidad, entonces es normal que nadie se sienta llamado a la vida religiosa y que debamos plantear un cambio en los hábitos que muestren la verdadera belleza y valor de este estilo de vida, para reflejar que también hoy se puede vivir el Evangelio con toda su radicalidad por la construcción del reino.
A la hora de pensar en ese cambio de hábitos, aunque deberían vernos rezar, no se trata de que nos hagamos ahora monjes contemplativos. En el prójimo también se contempla y adora a Dios y eso está más en nuestro carisma. Las mejores personas no son las que están todo el día en la capilla, eso no seduce tanto.
Hoy en día se le está dando mucha importancia a la adoración al santísimo, pero al santísimo se le adora también en las personas sufrientes y en la naturaleza. Con-templa-tivo es el que crea contextos de templo y de belleza allí donde está. Nuestra manera de estar en el mundo ha de ser esta, la de recuperar o encontrar lo sagrado en cada contexto y contemplar ahí la presencia de Dios y hacerla visible para otros. Ese hábito sí seduce y aporta algo diferente a lo que ofrece el mundo.
Buscar un equilibrio entre la vida religiosa y el mundo actual. Reflejar la belleza del Evangelio en nuestra forma de vida para inspirar a los jóvenes. No solo rezar, sino también servir y encontrar lo sagrado en cada contexto. Ser verdaderos signos de la presencia de Dios en el mundo.
A la hora de invitar a algo es imprescindible la llamada personal, el encuentro informal de tú a tú para contagiar la pasión por una iniciativa. La persona confía en otra persona, no en una institución o colectivo. Los anuncios colectivos, si es que sirven para alguien, será, como mucho, como recuerdo para aquellos que ya conocen el grupo y lo consideran de su confianza.
Al hacer anuncios masivos por los canales de comunicación oficiales, que ya hemos quedado que no son lo más recomendable, no llegamos a aquellas personas que no están en ningún grupo o comunidad oficial y que, muchas veces, serán los más interesados en nuestras propuestas. En este sentido, debemos cuidar especialmente la comunicación con las personas con las que no tenemos un canal de comunicación oficial, y en todo caso, deberíamos priorizar siempre la llamada personal.
La comunicación personalizada es fundamental al invitar a eventos o iniciativas, ya que las personas confían en otras personas, no en instituciones. Los anuncios masivos pueden perderse entre quienes no están en grupos oficiales, por lo que es crucial priorizar la comunicación directa para llegar a aquellos más interesados en nuestras propuestas.
Hablando con jóvenes vemos como hay ciertas barreras psicológicas cuando pensamos en el acompañamiento personal. Este acompañamiento lo puede y debe hacer alguien cercano al acompañado, pero sin perder la distancia necesaria para esta dinámica. Sin embargo, ahora mismo parece que dicha distancia con religiosos o gente mayor, es demasiado grande como para hablar de ciertos temas. Debemos encontrar acompañantes capaces de ser más cercanos por edad o talante para abordar aquellos temas en los que necesitan ser acompañados.
Muchas veces asumimos responsabilidades por compromiso, para mantener el barco a flote y no sentirnos responsables de su fracaso. Esto nunca sale bien a la larga y menos si se trata de hacer acompañamiento personal y ponemos a gente que no está motivada, ni formada, ni llamada a este ministerio. Entonces, en lugar de mantener las cosas a flote, ahonda en la herida y el fracaso se hace mayor.
El acompañamiento personal requiere cercanía y distancia adecuadas. Debemos encontrar acompañantes capaces de abordar temas difíciles con empatía y formación. Colocar a personas no motivadas o sin formación en este papel solo agrava las heridas y los fracasos.
Con el paso de los años, vamos acumulando y arrastrando iniciativas de oración que comenzaron un día con un grupo que quería rezar y que hoy son un marrón para quien las tiene que preparar.
Las actividades que se hacen por compromiso no contagian el Espíritu. Una oración ha de hacerse porque hay 2 o más que, movidos por el Espíritu se quieren juntar a rezar, pero no para que una iniciativa se mantenga en el tiempo indefinidamente.
No nos ha de dar miedo terminar una iniciativa de oración si ya no hay nadie que se quiera juntar a rezar, o los que quieren dicen que no son capaces de asumir la responsabilidad de preparar dicha oración. Si no hay una comunidad que se reúne a rezar, sino encargados sueltos de sacar la oración, lo que tenemos es un circo organizado por gente muy entregada y dispuesta, pero que devalúa el sentido de la oración y de la comunidad.
Las iniciativas de oración deben surgir del impulso del Espíritu y el deseo compartido de rezar, no por compromiso. Es crucial no aferrarse a actividades que ya no inspiran a la comunidad. Terminar una iniciativa sin participación genuina es preferible a mantenerla sin vida espiritual.
Nuestra tradición es la adaptación y para sostenerlo, recojo un breve fragmento donde Simler nos habla de la tercera de las ideas clarividentes que ve en Chaminade relacionadas con la misión:
“Ese apostolado tendría formas que le permitiesen llegar más fácilmente a todas las clases de la sociedad; el Instituto religioso se adaptaría a todas las exigencias de tiempos y lugares hasta donde lo permitan la esencia de la vida cristiana y de la vida religiosa.” (Pág. 27)
Como aparece en muchos otros textos de nuestra tradición, lo nuestro es estar abiertos a la realidad del mundo sea cual sea, pero eso no nos puede llevar a hacer rebajas. Debemos tener clara nuestra propuesta y sus pilares. No podemos presentarnos con máscaras porque nos da miedo que nos rechacen o rechacen nuestra propuesta.
Ese miedo nos lleva muchas veces a bajar la intensidad o el nivel doctrinal o a ocultar cosas impopulares del cristianismo y eso alimenta el mal de nuestro tiempo, la falta de profundidad, la desorientación y el relativismo. Este es un mal que estamos llamados a enfrentar y vencer, con la ayuda de María, no a esquivarlo o alimentarlo por una falsa idea de apertura.
Nuestra tradición aboga por la adaptación sin perder la esencia. Debemos mantener claros nuestros pilares y no ocultar aspectos impopulares del cristianismo por miedo al rechazo. La verdadera apertura implica enfrentar el relativismo con profundidad y convicción.
Cuando una comunidad está iniciando su andadura, generalmente falta visión de conjunto, conocer más cosas y salir de la burbuja de su acompañante actual generando una gran dependencia afectiva. Para conocer la consolidación de una comunidad, es bueno hacerse la pregunta de ¿qué pasará cuando tengan que cambiar de acompañante? Si son capaces de hacer este cambio es que han completado la fase de creación y ya son una comunidad.
En el documento de “57 buenas prácticas en parroquias” que cito en varios de estos vídeos, encontramos una serie de puntos que inciden también en la necesidad de contar con buenos líderes y acompañantes.
8. Hay un equipo que ha hecho suya la visión, se ha formado y gestiona junto al párroco, de forma corresponsable, la transformación de la parroquia.
27a. La parroquia cuenta con un equipo de líderes laicos y/o religiosos, con el párroco, que están formados para acompañar en el proceso de discipulado y se encargan de su organización.
Para una comunidad en formación, romper la dependencia afectiva del acompañante actual es crucial. La capacidad de adaptarse a nuevos líderes marca la consolidación. El documento «57 buenas prácticas en parroquias» resalta la importancia de líderes formados y corresponsables en la transformación parroquial.
Si nos fijamos en cómo nacieron las fraternidades o CEMI, vemos que partieron de un líder carismático que movilizó a un grupo de jóvenes inquietos con ganas de sentirse parte de algo hecho por ellos. A cada uno nos vendrán los nombres de los religiosos que hemos conocido en este rol. No es ningún secreto, así pasa con cualquier grupo que arranca.
Lo que nos falta ahora es aprender cómo han de madurar estos grupos para que sean a su vez generadores de vida y cómo esa responsabilidad que se dio a los primeros se ha de seguir dando a cada nueva generación que comienza. Además, los nuevos líderes carismáticos ya no han de ser los religiosos, desde el momento en que tenemos laicos marianistas adultos, ellos deben ser los nuevos referentes para los jóvenes junto con los religiosos.
No podemos estar cada año empezando las cosas de cero, pero aún hay muchas cosas que están por construir y que son oportunidades para vivir la experiencia de crear algo propio desde cero. Una opción para seguir esta dinámica de construir algo nuevo hoy, puede ser, donde no exista, tomar como misión de fraternidades y/o de CEMI la constitución de la comunidad de fe, o con un grupo de jóvenes si tampoco hay laicos marianistas con la suficiente fuerza actualmente.
Además, nuestra falta de tiempo o de capacidad para gestionarlo todo es la oportunidad perfecta para forzarnos a trabajar codo con codo con los jóvenes que tienen más tiempo, energías y cercanía a la realidad de los otros jóvenes. Eso, sin duda les vinculará más fuertemente con la Familia Marianista.
Cito una vez más a Ignacio Otaño que recoge estas intuiciones sobre la responsabilidad del congregante en tiempo de Chaminade:
“El congregante de las comunidades laicales del P. Chaminade no es sólo un hombre piadoso y devoto, como corrían el riesgo de considerarse los supervivientes de las antiguas congregaciones, sino que todo congregante tiene una misión adaptada a sus posibilidades. «En virtud de la dignidad bautismal común, el fiel laico es corresponsable, junto con los ministros ordenados y con los religiosos y religiosas, de la misión de la Iglesia». […] La misión no está reservada a una élite de inteligentes o especialmente dotados sino que es patrimonio de todos. […] no hay trabajo ni misión que merezca o desmerezca por su categoría o por el rango social del que lo realiza. […] Unos y otros, en lo mucho o poco que puedan hacer, se sienten participantes de la obra que lleva a cabo la comunidad.” (Pág. 3-4)
Nuestras fraternidades y CEMI surgieron de líderes carismáticos que movilizaron a jóvenes inquietos. Ahora, debemos aprender cómo madurar y pasar la responsabilidad a nuevas generaciones. Los laicos adultos deben ser referentes junto con los religiosos. No podemos empezar cada año desde cero; debemos construir con los jóvenes y aprovechar su tiempo y energía. Como dice…
En nuestro carisma, los laicos son los primeros acompañantes de otros laicos, por eso, hacerse presentes en los colegios aportando lo que pueda cada uno, no sólo es nuestra misión genuina, sino que es también la mejor forma de crecer como Familia y de dar a conocer lo que son las fraternidades o CEMI. Estas aportaciones pueden ser: acompañar ejercicios, acompañamiento personal a alumnos, a monitores, o incluso a profesores, colaborar en la cocina de campamentos o cosas similares.
En nuestro carisma, los laicos son los primeros acompañantes de otros. La misión genuina implica estar en colegios, ofreciendo apoyo en ejercicios, acompañamiento personal y colaboración en actividades. Esto no solo fortalece nuestra Familia, sino que difunde las fraternidades o CEMI.
La responsabilidad del laico es indiscutible en nuestro carisma tal y como leemos en una carta de Chaminade a Adela que recoge Ignacio Otaño:
“Le diré mi secreto… Hace catorce años entraba yo de nuevo en Francia con el carácter de
Misionero apostólico para toda nuestra desgraciada patria… Pensé que no había mejor manera de ejercer esas funciones que creando una congregación tal como ahora existe. Cada congregante, cualquiera que sea su sexo, edad y estado de vida, debe ser un miembro activo de la misión…” (Pág. 30)
Corresponde ahora retomar esa responsabilidad que se ha ido cediendo, en muchos casos, a los religiosos y que no la pueden ni deben seguir asumiendo si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia.
La responsabilidad del laico es fundamental en nuestro carisma, como nos recuerda Chaminade en una carta a Adela. Es hora de retomar esa responsabilidad que, en muchos casos, se ha cedido a los religiosos. Los laicos deben ser miembros activos de la misión si queremos ser fieles al carisma de nuestra Familia.
Como vemos en nuestro carisma, Chaminade está abierto a acoger a todo tipo de personas sea cual sea su nivel de vida cristiana, pero no para que se mantengan en la indefinición, sino para recorrer con ellos un camino de iniciación en la vida cristiana dentro de la comunidad.
“Chaminade quiere mostrar claramente que, en la congregación, existen personas con distinto nivel de vida cristiana y sostiene que es preciso que la comunidad siga acogiendo a personas que no tienen una buena educación religiosa previa o que han estado alejadas de la fe, pero quieren realmente crecer en su vida cristiana en el seno de la congregación.” (Pág. 50)
Este es un matiz importante que se nos olvida a veces y nos limitamos a estar abiertos a todo y a todos, pero sin pedir la segunda parte que “quieran realmente crecer en su vida cristiana en el seno de la congregación”, y la apertura se convierte en una falta de exigencia y en indefinición por un falso respeto al nivel de cada uno. El fin no es aceptarlo todo, el fin es llevar a Jesús a todos.
Chaminade promueve la acogida de personas con distintos niveles de vida cristiana, pero también enfatiza la importancia de que deseen crecer en su fe dentro de la comunidad. La apertura no debe ser pasiva, sino orientada hacia el crecimiento espiritual en comunidad.
* Los resúmenes de cada entrada son orientativos. Están generados con IA a partir del contenido completo de la misma, por lo que podrían contener incongruencias.
** Las entradas está ordenadas por importancia y esta se refiere al número de veces que se repite una misma idea a lo largo del estudio.